domingo, 28 de octubre de 2012

ANÁLISIS SERENO


Nunca fueron buenos consejeros premuras ni prendimientos instantáneos; tampoco primeros planos que hacen exiguo el campo visual. Una semana después se tiene información amplia y talante impermeable. Lamento, sin embargo, martirizar al amable lector con la árida enumeración de unos datos previos que se hacen necesarios. Veamos. El veintiuno de octubre, en Galicia, el PP perdió ciento treinta y cinco mil votos aunque obtuviera tres diputados más que en dos mil nueve. El PSOE sacrificó doscientos treinta mil y siete diputados. El nacionalismo, compuesto por AGE (Alternativa Galega de Esquerda) y BNG, ganó setenta y cuatro mil y cuatro escaños. La escisión del nacionalismo gallego bendijo una holgada mayoría del PP. Sin esta eventualidad hubiera repetido mayoría, por estrecho margen, gracias a la abstención que perjudicó al PSOE, sobre todo. En el País Vasco, el PNV pierde dieciséis mil votos y tres diputados. BILDU gana ciento setenta y seis mil y dieciséis diputados. El PSOE se deja ciento siete mil y nueve escaños. El PP pierde dieciséis mil y tres diputados. UPyD pierde setecientos votantes pero ningún diputado.

Los primeros análisis hablan de una victoria “sin paliativos” del PP en Galicia y un “desastre” en el País Vasco. Con mayor exactitud se apostilla el fracaso total del PSOE. El tiempo alumbra el exceso de optimismo con que comentaristas y líderes loan un falso triunfo pepero (aquí acumulan una derrota mayor, a pesar de las apariencias) servido por los gallegos. La realidad viste de luto ante el fallecimiento de ambos partidos nacionales. Su defunción fortalece, por contraste, al nacionalismo radical. BILDU y AGE son los auténticos triunfadores en las elecciones del 21 O y el verdadero problema de España. Desconozco si todavía queda tiempo para rectificar tal dinámica secesionista que ha pillado por sorpresa, asimismo, a nacionalistas de mentirijillas; de esos que enarbolan con una mano el señuelo mientras agitan significativamente  una furtiva bolsa con la otra.

“Yo no soy político. Además, el resto de mis costumbres son todas honradas” expresó Artemus Ward en el siglo XIX. Creo compartir con el referido escritor análogo carácter. Semejante detalle, así como las reiteradas reseñas que proporciona cualquier encuesta, me permite vislumbrar un escenario en Cataluña idéntico al analizado. Quizás pueda incrementarse el descalabro de un PSC errante y roto. Aquí, en esta Comunidad, se acrecienta la deriva independentista por la huida adelante que viene protagonizando CiU, hasta ahora moderado ideológica y tácticamente. CiU y PSC han alimentado un monstruo que empuja al primero a radicalizar el discurso y devora al segundo, víctima de incoherencias y vacilaciones. Cataluña se encuentra en una encrucijada opuesta a aquella que, en el siglo XVII, desembocó en los trágicos sucesos del Corpus Sangriento. Hoy, la sociedad catalana parece embarcarse sin plena conciencia en proyectos quiméricos de resultados inciertos respecto a logros, sinsabores y peajes solapados.

Peter Drucker, padre del Management, mantenía que “la mejor estructura no garantiza los resultados ni el rendimiento, pero la estructura equivocada es una garantía de fracaso”. Management es el método corporativo cuyo fin se centra en mejorar la eficacia de una empresa. Se basa en la elección de procesos adecuados, entre ellos el mantenimiento de la cadena de valor. Un partido político tiene, o debe tener, gestión empresarial. Nadie negará que, aparte el descrédito general, PP y PSOE perciben los umbrales de la desaparición más que del descalabro. Así lo indican los postreros resultados electorales.

Tal marco afecta seriamente a la convivencia en España. No importan siglas ni líderes, pero sí sus efectos. Es mala noticia el imparable ascenso de doctrinas excluyentes, de dudoso proceder democrático. Los partidos vertebrales han desarraigado la cadena de valor; es decir, la idea de Estado y sus fundamentos ético-jurídicos. PP y PSOE deben abandonar diferencias artificiosas y enfrentamientos egoístas. Es imprescindible, al menos, sentar las bases de la independencia judicial, racionalizar la estructura territorial y concebir un sistema educativo que armonice esfuerzo personal e igualdad de oportunidades. También ha de corregirse el acomodo partidario demoliendo reductos intestinos. Por supuesto, se hace imperioso modificar la Ley Electoral para que se haga del poder un reparto equitativo. Precisan, a nivel interno, atesorar principios sólidos, lealtad al ciudadano y congruencia sin tacha.

A pesar de estar en juego el sistema democrático, la unidad territorial y su propia subsistencia como partidos, me temo lo peor. Alguien aseguró que a los políticos no les gusta pensar lo que dicen. Sospecho que tampoco lo que hacen. Allá ellos con su responsabilidad, patriotismo y sentido común. La ciudadanía empieza a dar muestras poco alentadoras. Entre tanto, prebostes, afines y anexos, siguen ciegos y sordos; hostiles al análisis ecuánime. Basta ya de vanas inculpaciones recíprocas. O siembran ideas o nos hundimos.

 

sábado, 20 de octubre de 2012

COBERTURA POLÍTICA OBSCENA


Los partidos políticos aprovechan cualquier coyuntura para obtener beneficios electorales. Si la sociedad se muestra absorta, indolente, algunos adversarios del gobierno -muy concretos y que conforman una oposición hostil- fustigan sus más toscos instintos. Persiguen una muchedumbre domada que constriña determinados soportes democráticos. Sin embargo, quienes hacen de lo público un medio exclusivo de vida, no se conforman con el alboroto moderado, testimonial. Desaforadamente inquietos por una ansiedad sin freno, borrachos de poder, maduran la movilización general revolucionaria; aquella que pretende violentar, con mil excusas, hipotéticas soberanías ciudadanas. Suelen recurrir a sectores dogmáticos, abducidos; idóneos para ejecutar acciones radicales que llevarán a cabo, no ya contra la élite opresora (de cuyo núcleo forman parte los cabecillas) sino contra la población.

Reconozco que todo sector social puede desplegar razones para la queja; para expresar, incluso con cierta vehemencia, su hartazgo ante un escenario oneroso de cuya gestación se reputa inocente. No obstante, me parece inadjetivable el uso, y hasta abuso, a que es sometida una comunidad bastante irreflexiva y presta, bajo hábiles estímulos, a la revuelta estridente. El individuo aporta, con su indignación, parte del sustento al verdadero objetivo, a la maldad política; empero, quien atesora el fraude (por tanto la mala fe agravante) debe buscarse en esa minoría tonsurada que instiga al desorden con fines espurios. Estas algaradas suelen rozar el ensañamiento si no lo sobrepasan. Es la táctica nazi o totalitaria -valga la redundancia- para quebrar ilegítimamente un poder constituido.

Además del viejo vicio expuesto, existe otro con parecido semblante. Me refiero a la circunstancia temporal, mejor dicho extemporánea. Constituye la prueba que confirma el lecho político por el que transcurre toda protesta (siempre de la oposición), especialmente si en ella pastan los partidos considerados de izquierdas. Poco importa deslindar culpables. Se magnifica el momento para beneficio u olvido de la fuente. Asimismo, les puede servir el argumento antagónico si fuere preciso. La masa, en mayor grado si está atomizada, acepta sin pestañear una tesis y su contraria.

Esta huelga de estudiantes configura un claro ejemplo de manipulación. Se aduce como motivo casi único una supuesta mengua de la calidad educativa debida a los recortes. ¿Quién puede ofrecer datos rigurosos que dejen traslucir una implicación concluyente entre recortes y deterioro cualitativo? Meras especulaciones. Pareciera lógico sospechar que con menos medios materiales y humanos, la educación deba sufrir un empeoramiento manifiesto. Pese a quien pese, aquellos factores que influyen de manera capital en el éxito o fracaso no son precisamente los tangibles. Así lo vienen demostrando diferentes informes PISA, en años de bonanza, y mi propia experiencia. Cuando empecé mi andadura profesional, mediados los sesenta del pasado siglo, era común tutelar un aula con tres niveles y más de cincuenta alumnos. Puedo dar fe de que, en conocimientos y preparación, superaban con creces a los actuales cuya ratio -en primaria- no llega a treinta. ¡Ah!, ahora rige la LOGSE.

Se ha dado el caso chocante, insólito, de que la CEAPA (en origen Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos, hoy con la innecesaria coletilla de “y Madres” pues el plural entraña padre y madre o un velado insulto a la madre, aparte la casuística que puedan traer los nuevos tiempos), una de tantas asociaciones instrumentales teledirigidas por el PSOE, apoyara la huelga; es decir, brindara -más o menos directamente- a niños con el empeño de conseguir algún rédito político en una acción execrable. Menos impúdico, aunque origine mayor desconcierto social, es el soporte explícito que diversos líderes socialistas han concedido a estas movilizaciones. Haciendo gala de gran cinismo, acusan al gobierno actual de los mismos yerros que ellos cometieron con entusiasmo en una atmósfera de resignación y silencio. Sólo los jetas mentecatos se atreven a jactarse de tan irracional extravagancia. He ahí la providencia fortuita del gobierno incompetente que padecemos.

El broche de oro lo ponen (¡cómo no!) los sindicatos. Para recargar su crédito y soporte social -abandonado hace lustros-, para garantizar un modus vivendi subvencionado a través de la presión, las centrales sindicales mayoritarias, y sus cuantiosos liberados, han dispuesto una huelga general para el catorce de noviembre. Algún líder, obnubilado por la quimera, calificó de hito histórico esta “primera huelga ibérica”, cuando media Europa ha previsto docenas. ¿Tiene sentido forzar dos huelgas generales en pocos meses? ¿Quién va a pagar los vidrios rotos? Debe ser el desperezo de siete años de práctica inactividad.

Dos huelgas generales, unas violentas manifestaciones estudiantiles de fría raíz invernal, un cerco al Parlamento y una huelga más, también colegial, en menos de un año, parece de difícil digestión. La sociedad tiene justificaciones sobradas para un rechazo masivo de gobiernos y políticos en general desde hace, al menos, diez años. Únicamente la avenencia y el hastío lo impiden. A cambio ha de soportar distintas revueltas molestas e inútiles porque encauzan desembocaduras ajenas al interés colectivo.

 

 

domingo, 14 de octubre de 2012

ESPAÑOLIZAR, ADOCTRINAR, COBARDEAR Y APESEBRAR


Aunque parezca lo contrario, no me anima ninguna apetencia especial por el infinitivo pero tampoco encono belicoso sea cualquiera su contenido. El señor Wert (sin ser diestro en su quehacer educacional, desde mi punto de vista, porque ataca una reforma educativa omitiendo rectificar la esencia epistemológica y el principio comprensivo)  merece, al emitir esa fórmula tan chocante, incomprensible y radicalmente censurada, que se concluya una reflexión profunda y serena del mensaje en lugar de arrojar el sobre a la hoguera. Los santones, esa ralea que refuta el púlpito sin bajarse de ellos, deciden quemar la letra para que resulte imposible percibir su espíritu a través de ella. No me sorprende la inquina desplegada por nacionalistas de sentimiento u ocasión, tampoco la respuesta inercial de un PSOE extraviado y con necesidades electoralistas vivificantes. Me asombra, más bien me enfurece, la cochambre de unos y el fariseísmo de otros. El ministro ha hablado con particular tino no exento de bravura, pues debía imaginar el terremoto que iba a ocasionar su reflexión. 

Que los nacionalistas llevan treinta años adoctrinando a sus infantes, no es materia de examen ni objeto de titubeo. Siembran con impunidad lacerante, al tiempo que permisiva, un odio invasor que produce el caldo de cultivo oportuno, indispensable, a un irredentismo falso, imposible, desgraciado. Fuerzan la acción ilegal, capciosa, asumiendo una representatividad íntegra al identificarse plenamente, cual encubierto camaleón, con el territorio. Ayunos de ponderación, todos suelen violar la frontera. Dibujan, o desdibujan, a la vez demarcaciones burguesas (CiU, PNV), proletarias (PSC, PSE), revolucionarias (ERC, BILDU). Definen la misma realidad a través de una curiosa e insólita fenomenología subjetiva. Así, vocean una realidad difusa, postiza, sin pasado ni futuro. Muestran, exigiendo plena aceptación a los demás, actitudes que ocultan  tras una legitimidad popular y democrática (más que vaga) comportamientos totalitarios.


La situación que soportamos se inicia por una vana e infeliz esperanza de integrar los nacionalismos latentes. Un Referéndum sanciona el Estado Autonómico para evitar conflictos que generaron trágicos incidentes hacia mil novecientos treinta y cuatro. Quedó claro, no obstante, la indisolubilidad de España, principio recogido en la Carta Magna. Enseguida, los nacionalistas emprendieron una derrota soberanista; blandieron la independencia por instinto una minoría, el resto por rédito. Quienes habían jurado (quizá prometido) cumplir y hacer cumplir la nueva Constitución, empezaron a cobardear cediendo competencias exclusivas o permitiendo excesos inconstitucionales. La Ley Electoral, que concedía dividendos particulares, obligó a los partidos mayoritarios, supuestamente nacionales, a entregar porciones de soberanía patria a cambio de apoyos concretos. Nadie se salvó. Ninguno puede sacar pecho e imputar al adversario de amparar sediciones o vilezas. La permisividad de sendos ejecutivos, y su apéndice jurídico-constitucional, respecto a las arbitrariedades lingüísticas, terminó por imbricar el binomio adoctrinamiento/odio a lo español, implantando un poderoso alimento identitario. Crisis para el nacionalismo, sobre todo catalán, es sinónimo de perturbación. Declaraciones, aun hechos agresivos y violentos, lo confirman.


Los españoles en masa, asimismo diferentes analistas internacionales, culpan al Sistema Autonómico del grave aprieto que padecemos. También de la dificultad que conlleva, en sí mismo, para abandonarlo. Tal aseveración es compartida por quien posea capacidades libres de lastre dogmático o cicatero; es decir, el conjunto social a excepción de los nacionalismos fanatizados. Si bien su fundamento se debe a un voluntarismo integrador, a poco, ambos partidos mayoritarios, destaparon un afán desmedido por colocar deudos, amigos y afines en puestos de confianza (sin exigencia previa) muy bien remunerados. Ahora, en pleno saboreo de tan exquisitos manjares, les resulta utópico abandonar esos manteles. ¿Quién se atreve a poner el cascabel al gato? ¿Comprenden por qué razón las encuestan ubican a los prebostes en el tercer puesto de las preocupaciones ciudadanas? A mí me desconcierta que no ocupen, muy destacados, el primero.


El tiempo -factor fijo- junto a cuatro infinitivos movedizos, han cosechado estos frutos con maca por la acción de incontables parásitos. Se precisa una maniobra preventiva, puede que enérgica, para reducir el efecto dañino. Conformemos un país consistente, evitemos divergencias, enterremos, por obvias, expresiones -políticamente incorrectas pero necesarias- del tenor de españolizar España (los alumnos catalanes son España), hija humilde de aquel “españolizar Europa” que Unamuno defendió cuando el continente estaba a los pies de los caballos. Proscribamos sus acompañantes funestos: adoctrinar, cobardear y apesebrar (infinitivo todavía no suscrito por la RAE, a pesar del tumulto que le acompaña). Este postrero, en acepción distinta a la que entendió monseñor Mario Aurelio Poli de preparar el corazón para que se hinche de amor navideño. Amén.