viernes, 29 de diciembre de 2017

ENTRE LA BROMA Y EL DECORO


Pecaría de superficial si no reconociera los titubeos surgidos hasta encontrar un título satisfactorio. El objetivo era claro: tratar, alejándome del drama, la coyuntura catalana. Considero sobrepasado plenamente el sainete tragicómico. Ni Muñoz Seca hubiera concebido contexto tan insólito. Es cierto que las apariencias llevaban a un epílogo sombrío, calamitoso, terrible. Día a día, se venía perfilando un sino con rostro de tragedia. Pero, ¡oh, ventura!, vino el simulacro; una falsa esperanza con freno bronco que activó el artículo ciento cincuenta y cinco. Debemos consignarle, asimismo, la primera broma (como tal) al parir Tabarnia -probable hija putativa- tras un corto periodo de gestación.

Alguien confesó: “Uso el sarcasmo porque el homicidio es ilegal”. Sin llegar a dicho exceso, procuraré interiorizar el mensaje ya que parece acertado, además de virtuoso. Aparte, me ahorraré un esfuerzo ingente dado mi natural cáustico. Decía que la aplicación mutilada, timorata, del artículo antes expuesto, permitió desnaturalizar (tal vez posponer) la tragedia. De repente, notamos una metamorfosis esencial consolidándose un marco agridulce, caricaturesco. Previo a él tuvimos que aguantar bastantes soponcios cuyo origen lo anunciaron diversos trapicheos protagonizados por el circense govern catalán y permitidos estoicamente por un calmoso ejecutivo nacional. 

Tengo frescas aún las jornadas previas al 1-O. Insinuaciones de entornos políticos y judiciales, evidenciaban una rebeldía irracional a fuer de infantil. Gobierno catalán, parlamento, amén de una policía autonómica de acomodo independentista, hicieron oídos sordos y promovieron el juego desleal del escondite. Rajoy dispuso sobre la mesa sus cartas: guardia civil y policía. La judicatura hermanaba doble papel: desafuero para unos mientras otros apreciaban en ella un argumentario sólido. Aquellos, cargados de falsas razones, ocupaban el extremo rocoso, fuerte, a la sombra del primo -poco exprimido- que se agigantaba al contraste de la figura melindrosa que recogía el guante. Porque aquello era un reto a la antigua usanza. Según vemos, el brazo fuerte se inclina paradójicamente del lado más débil, en teoría.

El físico danés Bohr, proclamaba: “Hay algunas cosas que son tan serias que solo puedes bromear con ellas”. Sin estar de acuerdo al cien por cien, reconozco que -como método- puede resultar balsámico. A veces, husmeando el rigor agrio de los acontecimientos debemos introducir una bufonada imprevista, sorprendente, que desarticule la acción sobrecogedora. Eventualidades muy espinosas, con probable final indeseado, hay que cortocircuitarlas mediante el escarnio. Ridiculizar al Tribunal Constitucional (hace tiempo desacreditado, por otra parte), tomar a chirigota cualquier reproche de un gobierno legítimo y democrático, amén de maniatar a los mossos, facilitaron el arranque de una broma inexcusable. El senado aprobó con algún equívoco grotesco, altanero, inoportuno (de la factoría PSOE), el artículo ciento cincuenta y cinco. 

Estoy convencido de que al gran público (reminiscencia del gran payaso) ya le hastía la farsa. Sin embargo, ha de convivir con ella. Una gran contradicción se enseñorea de la platea popular. Ve, atónito, rostros congestionados, casi lívidos, que provocan espasmos de espanto, quizás de risa. Luego, roto cualquier intento de intersección, aparece a galope tendido el caballo del hechizo. Aparecen de nuevo las convulsiones, pero ahora de mofa general. La provoca el PP -con su quiero mas no debo- dejándose inducir por el sí condicionado equivalente a un no obvio. Fruto defectuoso, amargo, es el cese de un gobierno huido y preso, a medias. Queda intacta toda infraestructura política, policial y mediática. Es la consecuencia del empalagoso enredo introducido por un PSOE que no anda ni para. Tabarnia es la broma urgente, necesaria, ineludible. 

A nadie debe extrañar que esta falta de decoro permitiendo calladamente la propaganda, obtusa a la vez que eficaz, dé los resultados electorales conocidos. La broma que gastó Rajoy a los españoles, sobre todo catalanes, deja el problema tan candente o más que antes. Para este viaje no se necesitaban alforjas. Ahora hay un prófugo -exiliado para fanáticos- que pretende, huérfano de toda decencia, su impunidad a través de una presidencia telemática, grosera. Pulveriza el límite del cinismo cuando exhibe un lazo amarillo peticionario. Jamás llegó tan lejos un impresentable ni a tan poco el seny catalán.

Colocados al preludio del año dos mil dieciocho, persisten los mismos nubarrones con que despedimos el dos mil diecisiete. Temo que más negros e intensos. La sociedad catalana, al compás de sus políticos, no aprende ni en propia cabeza. Vista esa dinámica empresarial generada por un independentismo extemporáneo, absurdo, pensaba -aunque todas las encuestas lo negaran- que se impondría el sentido común. Pero no. Cada bloque sigue firme dentro del trasvase. Algunos “linces” esperan marear la perdiz judicial insistiendo en declarar la república catalana como si tal objetivo difiriera u opusiera a la DUI. Buscan, con el mismo éxito que Diógenes, una impunidad a cualquier precio.

Llevamos años sorprendiéndonos (señal inequívoca de respuesta candorosa) de las patochadas aberrantes que expele el independentismo. Los máximos exponentes, salvado un Puigdemont indigno, se encuentran en las altas esferas de ERC. A Tardá, as del vituperio, le pisa los talones una juventud que aprende deprisa. Gabriel, de apellido atributivo, está dejando en paños menores a su maestro, con permiso de Marta Rovira que lo acosa inmisericorde. Si el bloque constitucionalista no da para mucho, el independentista quita todo. Unos ponen palos en las ruedas; al mismo tiempo, otros las pinchan. A PP y PSOE, a sus desencuentros, les han salido dos competidores expertos: JxCAT y ERC. Sobra hipocresía donde falta decoro e inteligencia. El decoro es un biombo que permite excusar nuestras carencias. La inteligencia percibe a Tabarnia como broma que pudiera esconder algo muy serio. El fuego vigoroso, extenso, empieza con una llama minúscula. Cuestión de enfoque.




miércoles, 27 de diciembre de 2017

ESTAMOS EN NAVIDAD


Los mortales nos distinguimos por la abundancia de pensamientos, de estilos, de actitudes; hasta por las diferentes formas de “dignificar” nuestras contradicciones. Facilitamos también el ocaso paulatino de arcaísmos que componen la sabiduría, el maná vivificador que, como todo, necesita renovarse. Efecto de esa actualización facultará a nuestra sociedad para encontrar diferentes caminos que le lleven a un futuro pleno de venturas. Siempre bajo la égida de la norma convertida en hábito.

Es el mecanismo regulador de una existencia que faculta al individuo transitarla con la desenvoltura de quien realiza un flash forward ya vivido. La destreza, en este caso, es un compendio de conocimientos, de actitudes, adquiridas a lo largo de la Historia. Experiencia similar a la engendrada en mil vidas, sin necesidad de soportar tal enmienda. Tenemos impreso, en las facultades que nos son propias (aunque en algún caso haya que conjeturarlo), ese sello característico, constituido -generación tras generación- por los ancestros.

La Navidad es una alegoría, un signo, una perspectiva, que repetimos cada año, desde diferentes posiciones y por distintos impulsos. De origen pagano, con reminiscencias totémicas, preconizaba el nacimiento del “sol invencible” al inicio del solsticio de invierno. En el siglo IV d C, se cristianizó celebrando el natalicio del “sol de justicia” (Cristo). Es, por tanto, una festividad tradicional con varias manifestaciones: pagana, cristiana y católica.

Asimismo, a lo largo del siglo XVI, como consecuencia de los enfrentamientos religiosos en toda Europa, no se celebró durante un periodo próximo a los cien años. Los anglicanos, puritanos y severos, consiguieron que Reino Unido la prohibiera casi el mismo intervalo. En EEUU, católicos y protestantes la comparten desde el siglo XVII. Llevamos doscientos años celebrándola con el perfil (ritual) moderno. Entenderla únicamente como fiesta religiosa, es un error; considerarla sólo fiesta pagana, comporta reiterados agravios a la costumbre, un acto de regresión civilizadora. En estos fervores, el individuo se convierte en prófugo de sus raíces.

Hoy, el relativismo imperante cambia conceptos y usos. Unos pensarán que estas transformaciones son propias del progreso. Olvidan a la ligera, ingenuamente, que toda dinámica presenta doble sentido y, por tanto, doble tasación. El análisis se inserta de lleno en el terreno de lo subjetivo; los argumentos se utilizan con la contundencia y el derrotero que convenga. Sin embargo, y a falta de terceras razones que hagan improbable la supremacía de unas sobre otras, siglos de herencia han perfilado plena conjunción entre la Navidad y el mundo occidental.

Hemos saciando ese hábito personalizado a fuerza de emociones que transmite el nacimiento: regocijo, altruismo, amistad, amor. Estoy seguro de que lo conseguimos envolviéndolas con un paisaje familiar, fraternalmente humano. Herodes modernos que no alcanzan a comprender la Natividad como una mezcla entre lo religioso y lo consuetudinario, quieren suprimirla. A tal propósito pretenden degollar al niño que todo ser llevamos dentro. Quizás deseen borrar del consciente colectivo -e impedir su solidez para el futuro- una parte esencial de nuestra infancia forjada en miles de diciembres y eneros, tan fríos y tan ardientes. 

¿Por qué estos desalmados pretenden borrar cuanto vestigio evoque la Navidad: belenes, villancicos y demás símbolos que son de todos? ¿Por qué les incomodan los ritos y liturgias que conectan al hombre con su pasado y lo hacen menos vulnerable? Acaso pretendan debilitarlo confundiéndolo, rompiéndole las ataduras que le llevan a esa especie de testimonio tenaz, incontestable: fe.  Una fe -ora divina, ya humana- cuya práctica le fortalece y le crea convicciones sólidas.

La Navidad, por suerte, no es la fiesta exclusiva de los católicos. Son fechas en que aprovechamos, cristianos y excluidos, para hacer un alto, retomar el tú y el vosotros; sentirnos con nuestros semejantes. En definitiva, mostrar capacidad de concordia, olvidada por avatares irreflexivos, y realizar (un año más) la firme proposición de acercarse al tronco familiar y aprovechar para tornarse mejor persona.

Salvo aquellos que tienen de humano solamente el título, los demás echamos en falta algo, cuando lo perdemos. Por esto, Freya Stark -exploradora y escritora inglesa- encontró la respuesta cuando dijo: “La Navidad no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón”. Bien lo sabía ella, alejada con largura de los suyos.

Que cada cual lleve en su corazón el acontecimiento, el hogar, o ambos, que le dicte su conciencia.



          

viernes, 22 de diciembre de 2017

TEORÍA Y PRAXIS


Desde la Grecia clásica, teoría es un pensamiento especulativo referente al mundo, aspectos, estructura, y leyes. Praxis, por el contrario, indica actividad, ejecución, y se opone a inventiva. Sus orígenes deben buscarse en el marxismo, pero también en formas radical democráticas del pragmatismo americano. La primera es limpia, abstracta, e implica ejecutoria de laboratorio, sin contaminación posible y por tanto verdadera, irreprochable. La praxis, asimismo, contamina el conjunto potenciando una divergencia que las hace definitivamente incompatibles. Tanta contradicción llega a acumularse entre ellas que, tras el triunfo de la Revolución Rusa, alguien tuvo el arrojo de considerar primer antimarxista, si viviera, al propio Marx.

Con cierto desenfado se asegura que una buena teoría lleva a la praxis y viceversa. Desconozco qué ilación puede conducir a conclusiones extrañas, tan alejadas del sentido común. Ese discurso induciría a certificar, por ejemplo, que el ente es responsable único de aciertos o extravíos. Rousseau resaltaba la bondad natural del hombre culpando a la sociedad de sus mezquindades manifiestas. En este caso se infiltra un mecanismo nuevo cuyo quehacer corruptor parece patente. Importa su anotación porque presenta diferencias con aquel otro mucho más maligno, casi siniestro: el poder. Luego, esta sociedad y el poder conforman, delimitan, la praxis contaminadora. Decía Deleuze que una teoría debe ser operativa, o construir otras, porque solo ella constituye un aparato de combate.

Intelectuales (eruditos o no), lectores, profanos, decentes y pecadores, construyen sus propias teorías, su particular forma de enfocar la vida. Unos la sacrifican buscando pautas, principios que puedan servir a los demás, en un permanente acto de servicio. Los hay quienes, de forma menos generosa, algo prosaica, pretenden acomodar esfuerzos y réditos privativos. Ambos terminan realizando intentos vanos pues sus loables pretensiones, al final, son sometidas por cuantiosas limitaciones humanas. Tal vez, intelectuales y profanos -polos casi opuestos, pero necesarios en toda sociedad- estén sometidos al poder disolvente, represivo, que se justifica como expresaba Foucault “por la dominación del bien sobre el mal, del orden sobre el desorden”. Un alegato falso, engreído, de la opresión.

Efectivamente, desde los filósofos griegos a los actuales -cuyo ámbito de análisis se ha extendido al político-sociológico- se atisban rigurosos intentos pedagógicos. Da igual ideario o corriente; el conjunto destaca por facilitar al individuo herramientas que le lleven a conocer el mundo, su esencia, atributos y peculiaridades. Desean exponer respuestas sobre nosotros y nuestro medio. También idean transmitir alientos para paliar angustias, complejos, temores. Concluyen con los empeños, casi siempre baldíos, de guiarnos por senderos ideales para lograr una convivencia armónica, el mejor sistema político y estructuras económicas sostenibles.

Poco importa a que dominio filosófico o doctrinal demos asistencia, crédito. Cualquier teoría atrae por igual loas e iniciativas, salvo aquellas que fomenten, acarreen, dogmas y sectarismo. Si bien uno u otro (dogmas y sectarismo) constituyen inclinaciones personales, soberanas, existen intelectuales incapaces de superar traumas personales. Son escasos porque mentes abiertas, excelentes, creativas, suelen imponerse a emociones obtusas, dañinas. Da igual, digo, porque luego -al darles forma material, hacerlas tangibles- surgen todo tipo de tachas con raíz común: el deseo de poder. Nuestra experiencia empírica lo avala sin necesidad de verificación incontrastable.

Es evidente que cuando las ideas se convierten en praxis, en cuerpo de acción, se ven corrompidas por defectos humanos. Toda praxis es impulsada por dos supuestos: ambición y yerro. Podemos observar, sin temor a suscitar falsas conjeturas, que la codicia aprovecha principios orlados de ética social para detentar un poder espurio, en sus diferentes versiones. Cuando la teoría proviene del individuo que pretende orientar su vida sobre una praxis sencilla, sosegada, suele esperarle la desilusión a cada centímetro del recorrido. Confirma el error que se esconde tras la máxima pretexto, absolutoria: “El hombre propone y Dios dispone”.

Cada día vemos el escenario más iluminado, con mayor claridad. Conservadores, liberales, socialdemócratas, marxistas reconvertidos, separatistas, antisistema, todos pueden encontrar diversos recovecos teóricos que se avengan o acoplen a sus respectivos idearios. Aquí, en este aspecto, mantienen argumentos, premisas, distintos incluso opuestos. Al menos lo aparentan. Luego llega la praxis y -salvo los que asoman tics dictatoriales, tiránicos- elimina esas diferencias igualando proyectos, comportamientos. Por este motivo, ninguna sigla sustenta su campaña electoral con la confusa estrategia de airear programas. Discriminarlos sería un ejercicio apto solo para hermeneutas. Es más rentable apelar al bajo instinto que a la mente. Quien recurre a esta corre el riesgo de pasar inadvertido.

Lamentablemente, las elecciones catalanas confirman lo expuesto. ¿Cómo puede obtener de nuevo mayoría el bloque que lleva al abismo a Cataluña? Afirmo que la campaña electoral se ha basado en la praxis. Una praxis falaz, insólita, indigna; con demasiada frecuencia inmunda, apestosa. Por desgracia, España cada vez se aleja más de los principios, de los valores teóricos, de la teoría, para asirnos con desesperación, adictos, obsesos, a una praxis humillante, destructiva.

Feliz Navidad y que el año dos mil dieciocho traiga, aparte de salud y concordia, sentido común.


viernes, 15 de diciembre de 2017

LO QUE SE NOS AVECINA




Queda lejos de mi ánimo explorar los espacios infinitos -a veces grotescos- que enmarcan el futuro más o menos inmediato. Me conformo con exponer deliberaciones y probables consecuencias de lo que, entre todos, estamos forjando. Aunque inseparables, quiero dejar al margen personas y colectivos (protagonistas sin duda) para centrarme en políticos y partidos, motores impíos de tanta pantomima. Ellos sí deben ser blanco fundamental de nuestros reproches, no para satisfacer el justo desquite social sino a resultas de cierta exigencia democrática. Concibo, a la vez, que algunos aventadores populistas, enemigos acérrimos de las libertades, pretendan compensar su desenmascaramiento atribuyendo, a diestro y siniestro, etiquetas al margen.

Lejos de protegerme con prendas impermeables, he vivido lo suficiente para generar una piel insensible, repelente, ante cualquier censura infundada. A resguardo, manifiesto -sin reservas, al desnudo- mis convicciones respecto a la coyuntura electoral próxima. Alguien quiso, de primeras, deslucir tan irregular convocatoria sembrando el campo con la semilla dañada del artículo ciento cincuenta y cinco. Deduzco que pretendía ilegitimar una y otro apoyando dicho sofisma en la legitimidad de un gobierno jurídicamente ilegalizado. No obstante, quienes declaraban ilegítima esta convocatoria electoral, participan de ella. Por supuesto, si el resultado les fuera favorable, loarían con parecido ardor su legitimidad democrática y representativa. Vana coherencia.

El escenario previo a la campaña hubiera podido tildarse de insólito, avanzando formas y desarrollo oficial calamitosos. Candidatos huidos, medio libres y encarcelados, otorgan un carácter pintoresco a cualquier consulta electoral. Mítines video conferenciados, patrañas infumables, farsas y agresiones son caldo de cultivo diario. Además, la estructura político-mediática -prácticamente intacta- tampoco ayuda mucho a la pureza exigible. Todavía hay algunos (adjetiven ustedes a su gusto) que amenazan con realizar un seguimiento especial del recuento ante el temor, según ellos, de pucherazo. Son los mismos que alaban, y no paran, el extraordinario ejemplo democrático dado el 1-O, certificado por televisión. Luego se extrañan del desapego; ridículo con tanto granuja lenguaraz, aun insolente.

Cierto que la campaña huele infinitamente peor que los amplios preliminares. Percibo un PP nada persuasivo porque su natural empeño es atesorar embustes y corrupciones sin suscribir ningún propósito de enmienda. Lo del PSOE, además de parecidos vicios, roza el esperpento. Un día no pactará con independentistas para, a renglón seguido, prometer el indulto a políticos soberanistas, si termina Iceta siendo presidente del gobierno catalán. ¿Es esto serio? ¿Expresa un desiderátum de campaña o algo meditado, comprometido? ¿Merece, acaso, liderar con estas propuestas un partido que puede alcanzar el gobierno? Desde mi punto de vista, no. Por último, considero a Ciudadanos, ese que según la propaganda se ubica a la derecha del PP, el único capaz de dar batalla real al soberanismo enfermo, suicida, más que radical. De todas formas, debe dar algún paso que otro al frente. Quizás esfuerzo lingüístico y solidaridad económica.

Podemos, la señora Colau, evalúa romper aquella difusa, vieja, equidistancia -que favorecía a Pablo Iglesias- pasando armas y bagajes al campo independentista. Así lo muestran palabras, gestos y actos, salvo astutos regates. Ella sabe en qué campo debe jugar su baza política. Cuando Iglesias le estorbe lo enviará “a escardar cebollinos” como mandan las buenas, flemáticas, costumbres. El señor Doménech, defensor sin matices de la escuela catalana, debe saber que ciertas sugerencias y utilización a/de alumnos, dista muy mucho de las bondades que le atribuye (con escasa mesura) a dicha escuela. Sé de qué hablo. Claro, yo fui docente y no político.  

El independentismo selecto, sagaz, auténtico, avalado por extenso pedigrí, viene de la mano de ERC y CUP. CiU, PDCAT, JxCAT, uno y trino, se ha convertido (tal vez lo han convertido) en representante de una burguesía aburrida o atormentada; independentista, a ratos. Encamados todos meses atrás, el yugo salta hecho añicos no precisamente por diferencias tácticas, ideológicas. Todo se reduce a novedosas ansias de poder, trastocado al decir de las encuestas. La burguesía revolucionaria, esa paradoja inexplicable, debe conquistar un poder apenas abandonado. Surge, pese a todo, la disputa abonada por el empate técnico, según los oráculos duchos en sociometría. ERC y JxCAT disputan el feudo al tiempo que surgen enconos difíciles de salvar. Puigdemont-Marta Rovira, un dúo enfermizo, infeccioso, inocularán el virus al ciudadano catalán -ya bastante mermado- originando una comunidad febril, maltrecha.

Dentro de los inmensos nubarrones que predicen unos resultados inciertos, surgen dos viejos remedios: independencia o volver al ciento cincuenta y cinco. Preveo como mal menor la independencia. Veamos. Nadie en su sano juicio vaticina posible reeditar dicho artículo. Ofrecer salidas económico-financieras especiales, exclusivas, además de injusto significaría la absorción del PP por Ciudadanos, al igual que hizo en el pasado AP con UCD. Resta permitir la independencia. Si Europa acepta el reto -que lo aceptaría ante el peligro de ruptura- veríamos una independencia de ida y vuelta. En meses, cabizbajos, desearían volver al statu quo renunciado. Conflicto resuelto por larga temporada. La globalización pone en bandeja este definitivo desenlace.

No nos engañemos. Ni Arrimadas ni Iceta pueden logar la presidencia porque ambos, además de tener múltiples suspicacias personales, son cautivos de sus referentes a nivel nacional. PP, PSOE y Ciudadanos se juegan un envite de mayor trascendencia: las generales. Colau, líder autonómica sin otra salida, juega solo en campo catalán y su estrategia pasa por un equilibrio aparente. Sin duda, los votos que acumule, irán a parar por necesidades metodológicas al soberanismo, igual que la CUP.

Pese a mis esfuerzos, sigo sin explicarme qué papel desempeña un PSC denso, nebuloso, perdido. Si se inclina por apoyar o simular apego al soberanismo, Sánchez jamás será presidente de España, aunque -en cualquier caso- tenga escasas probabilidades de ello. Sin embargo, este marco sería otro asunto. Creo que los partidos constitucionalistas saben que se ha abierto una brecha insuperable, frentista, divergente, entre Cataluña independentista y resto de España. A poco razonar, brota imperiosa una sola conclusión: Lo que se nos avecina.


viernes, 8 de diciembre de 2017

AMORES Y DESAMORES


Sería ingenuo por mi parte el solo intento de conceptuar vocablos tan conocidos y practicados. Los tiempos que vivimos nos permiten explorar ambos, brillando por poco en cuantía el segundo. Aunque los datos son confusos, nadie niega ya que el número de separaciones supera al de enlaces. Cabe suponer que el desamor ahora sea comparable al de decenios atrás. Simplemente, los desafectos pretéritos quedaban sometidos a pautas sociales, hoy superadas, o a la seguridad económica de esposa e hijos. El presente viabiliza desencuentros bajo el amparo de una independencia monetaria junto a cambios sustantivos de prejuicios familiares y sociales. Como en todo litigio, cualquier decisión presenta parecidas fuerzas defensoras y detractoras; aunque aquellas, por lo general, son mucho más combativas.  

Fuera de rodeos, quiero llevar el epígrafe al embrollo político-social. Es bien conocida la extrema sensibilidad perceptiva por cuanto hace referencia a tan compleja materia. Existe demasiado subjetivismo, son legión los dogmáticos maniqueos que juzgan de manera mutilada, unilateral. Los afectos y desafectos presentan un perfil regulado, único; de ida o de vuelta, unidireccional. Lo tienen muy claro. Para ellos no valen réditos, aun reciprocidades. Aman u odian con fiereza, pero sin demandas aparentes. Se contentan, pobres, recibiendo cualquier loa, alguna palabra glacial, distante. Constituyen un anacronismo torpe que los expertos sociales consideran, con seguridad, al cerrar sus prospecciones de futuro. El ejemplo más reciente ocurrió en noviembre de dos mil dieciséis cuando el electorado harto, lleno de cólera, dio la espalda a un incompetente, desarbolado, Zapatero. Así, de forma cismática, concluyó el divorcio político más sonado, hasta la fecha.

Me cuesta proseguir sin hacerme eco no de un desamor -que sí- sino de una indignidad incomprensible. Puigdemont, delincuente cada día menos presunto, se ha convertido en tonto útil. A costa de ser prófugo sin alternativa, los jueces belgas pusieron en cuarentena nuestras instituciones penitenciarias. Al mismo tiempo, mostraron desconfianza de la independencia judicial española. Salvo rapto de envidia incontrolada, venganza añeja o glosa de una defensa aborigen, ignoro qué apreciaron en el reo catalán para destapar el tarro de las inconveniencias comunitarias. Nadie en su sano juicio entiende tanta acometida para inquirir la encarnadura democrática de España. Quizás no les viniera mal hacerse una rigurosa introspección sobre tal premisa porque “no es oro todo lo que reluce”. La UE evidencia que requiere un largo y sinuoso camino para construir el auténtico espacio supranacional toda vez que sus instituciones, al completo, han enmudecido ante tamaña ofensa e incoherencia.

Libre cada uno de opinar según su raciocinio, tal vez dogma, considero la decisión del juez Llarena un acierto doble. Evita la exoneración de presuntos graves delitos y tácitamente censura al poder judicial belga. Nuestro gobierno, concluido el penoso trámite, debiera bramar contra las autoridades comunitarias por su silencio, roto a veces con la boca pequeña. ¿Formamos parte de una Institución supranacional estricta? ¿Acaso sea la UE un selvático asiento económico con escasa capacidad política? ¿Tal vez totalice un heterogéneo charco de ranas, ayuno de proyecto y objetivos, donde cada país “hace de su capa un sayo”? Por lo visto, puede considerarse cualquier cosa menos una Comunidad organizada, rigurosa, sólida.

Lo expuesto no nos redime de culpa. Algunos hipócritas sobrados de cinismo, a lo peor enfermos, siembran de forma irresponsable mensajes devastadores. Pese a divulgar reseñas pueriles, fantásticas, absurdas, calan en mentes -incluso foráneas- socavando una imagen que ha costado gran esfuerzo conseguir. Desvaríos tales que “presos políticos” y “gobierno dictatorial” ridiculizan realidades propias del tercer mundo. No vale todo para conseguir frutos, en ocasiones, espurios. Una sociedad culta, madura, les haría pagar tanta inmundicia, tanto odio y desprecio a la convivencia. Cuidado con los excesos y las respuestas indolentes.

Cierto que corren tiempos de incertidumbre, de contaminación lingüística, de amenazas virtuales o no tanto. Cierto que tenemos un gobierno melindroso, si no cobarde. Sin embargo, el conflicto real surge debido a la existencia de una sociedad desvencijada, rota. El marco político-social se parece muy mucho al que Jacinto Benavente quiso plasmar en su obra “Vidas cruzadas”. Todo se reduce a un juego infernal de amores y desamores que esconden un epílogo inquietante, terrible. Hemos llegado a un punto de difícil retorno. Por este motivo, hace algún tiempo manifesté mi opinión. El gobierno, España, debería permitir la independencia de Cataluña dándole un plazo determinado para adherirse de nuevo sin condiciones. Hijo pródigo o a vivir su suerte, dentro (en igualdad de derechos y deberes) o fuera. La Unión Europea tendría que hacer el resto en defensa propia. Sin más.

Podemos y PSC no deben penitenciar los pecados de PSOE y PP por sus amores extra-matrimoniales con Cataluña. Tampoco recibir aclamaciones ni trofeos. Descubro en ellos amistades peligrosas, más o menos declaradas, con el soberanismo intransigente. Podemos, además, impulsado por una estrategia errante, beoda, ha llevado su afecto a extremos insólitos recurriendo al Tribunal Constitucional el artículo ciento cincuenta y cinco. Ignoran las consecuencias electorales futuras buscando lo inmediato. Una foto ahora vale centenares de votos probables. Invocan el tópico: “Es preferible que hablen de uno, aunque sea mal”. Escaso bagaje. 

Mientras suceden acontecimientos extraños, extraordinarios, abracadabrantes, giramos en una noria cansina, estéril. Desde mi punto de vista, el horizonte se muestra beligerante, nada esperanzador. Políticos y sociedad siguen reiterativos, tercos, cometiendo errores pese a ciertas señales de que estamos dilapidando las últimas oportunidades. No me sorprende porque somos un pueblo de amores y desamores instintivos, desordenados, efímeros; a la postre, caóticos.

viernes, 1 de diciembre de 2017

MEDITACIONES POLÍTICO-SOCIALES


Créanme si les digo que niego saber dónde hincar el diente, de qué tema escribir. Parecerá un dilema estúpido e inconcebible pero aseguro su verdad. Ustedes reaccionarán extrañados ante el cúmulo de acontecimientos que abruman al individuo. Pensiones, extravíos del presidente catalán cesado y huido, excesos verbales de diferentes prebostes, propuesta de Iceta sobre una Hacienda vinculada, excarcelación de presuntos rebeldes, caja B del PP, cupo vasco, etc. merecen análisis y comentarios. Nadie puede negarles enjundia, consistencia, para ser tratados con precisión, para ocupar algún tiempo en el inusual examen ciudadano.

Cierto, pero lo mismo que la nada material puede considerarse un todo invisible, incorpóreo, el todo materia impide de hecho una clara preferencia, agobia el intelecto, acercando nuestra mente -con matices- a la nula percepción. Focalizamos un aspecto o nos perdemos. Defecto y exceso constituyen similar laberinto cuya salida dista de aprovisionar trayectorias lógicas. Carezco de llave prodigiosa ni tengo especial desarrollo del famoso sexto sentido. Al igual que otros, me aventuro sin saber a ciencia cierta qué grado de observancia, de rendimiento, me deparará el resultado. Ante diversos caminos, retos o disyuntivas, uno debe tomar decisiones sin aval cuando apunta la vacilación inmovilista. Debemos anteponer el error didáctico a cualquier estatismo devastador. Solo así estaremos en condiciones de protagonizar nuestro propio devenir.

Dejaré para otro momento cuestiones que han ocupado, ocupan y ocuparán la actualidad durante meses. Me tienta, sin que sirva de precedente, realizar lucubraciones tan atemporales como las reseñas destacadas hoy y que sufrirán alguna enmienda meticulosa de inmediato. Nos espera el incansable, aburrido, repetir noticias fosilizadas. A este paso, los políticos trocarán lo que desde la Grecia clásica llamaban arte (“La política es el arte de lo posible”) en una filigrana caliza. Ansían llenar los ángulos del escenario olvidando que ahora carecen de altura porque enajenaron la peana. Perdida la ocasión, el sentido común, se convierten en pura ausencia, un mecanismo vacuo y caricaturesco a fuer de grave. Si acaso, recuerdo amargo, lacerante, dentro de esta sociedad paciente, cándida, bondadosa; tal vez un poco necia.

Preventivo significa acto que evita males o peligros posteriores. Por este motivo jamás entenderé frases del estilo “guerra preventiva” o “prisión preventiva”. Ninguna de ellas tiene cabal acogida semántica. Nunca pueden conjurarse guerra o prisión desarrollando “preventivamente” ambas. Los “Jordis” o el gobierno catalán que se hizo presente, están en prisión preliminar; es decir, a la espera de sentencia definitiva. Cuando un juez ve causa suficiente para encarcelar a delincuentes los encarcela. Si tiene dudas, hay medidas alternativas menos rigurosas. Encarcelarlos y luego liberarlos es un acto de prevaricación antes o después; desde luego, formaliza una muestra inequívoca de quebranto judicial o legislativo. Las coyunturas políticas, si condicionan cualquier resolución jurídica, forman parte vertebral de la corrupción del sistema.

Vicepresidente y consejeros del gobierno catalán, o no debieron ser encarcelados o no deben excarcelarse salvo error en la providencia que afectaría a la juez. No soy yo quien deba corregir el código penal para evitar fugas, destrucción de pruebas, aun reincidir en el acto delictivo, sin necesidad de cárcel para el “presunto”. Esta figura procedimental, las más de veces, colisiona con la realidad objetiva. Tanto eufemismo formal, cuyo complemento es una lentitud exasperante, lleva a opinar mayoritariamente que la ley favorece al delincuente. Y no falta razón. ¿Quién no conoce el dicho popular de aquellos políticos que iban a inaugurar un centro escolar y una penitenciaría? Son verdades revestidas de sarcasmo para hacerlas digeribles.

Un adagio enseña que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Dos y mil. No hay reflexión personal ni diálogo con amigos o conocidos que soslaye la coyuntura presente. Sueldos míseros, deterioro del bienestar, arbitrariedad, etc. matrimonian escrupulosamente con argucias continuas, “apaños financieros”, cinismo, demagogia y repudio al ciudadano. El pueblo, no obstante, erre que erre; tropieza que te tropieza en la misma piedra. Incluso hay quienes se parten el pecho (es un decir) por los suyos, recibiendo a cambio -sin ápice de reciprocidad- insultos, desprecios, que su dogmatismo les impide apreciar.

El nacionalismo (ese absceso insolidario, putrefacto, hediondo) finge ser problema político, pero es zozobra solo económica. Observen con qué pertinacia defiende cualquier sigla conversaciones, pactos, para solventar el pleito catalán. Sin expresarlo, esos diálogos y acuerdos concluyen necesariamente en satisfacciones monetarias. Algunos ya sugieren, incluso, condonar parte de la deuda con argumentos peregrinos. ¿Y Andalucía, Extremadura, Castilla la Mancha, Valencia, Murcia, amén del resto? ¿Necesitan también recaudadores nacionalistas? ¿Por qué han de destacar unas comunidades sobre otras? ¿A costa de qué? La guerra de enseñas no significa resurgimiento del fascismo, como se quiere glosar, sino hartazgo y respuesta crítica a largos períodos de silencios restrictivos. Toda prepotencia engendra fuerzas compensadoras. El IVA, que se recauda en toda España, forma parte inherente de la discrepancia fiscal a la hora de exigir más financiación. He aquí el porqué del boicot a productos catalanes.

Demasiadas veces vengo preguntándome si fue antes el huevo o la gallina, si tenemos políticos (añadan ustedes el epíteto adecuado) que forjan esta sociedad tan amorfa o somos nosotros quienes parimos la casta inútil, trincona, que nos martiriza. ¿Será el tributo ineludible de la democracia? Porque no cabe generación espontánea en ningún caso. Pese a mis extenuantes esfuerzos sigo sin encontrar la clave del enigma. Reflexiono y me parece convencional lo que modela mi mente. Si me circunscribo a los políticos, voluntad y afectos quedan infectados por inclinaciones furiosas. Si lo hago en la sociedad, todo mi ser queda invadido por sentimientos generosos, tolerantes, comprensivos, a la vez que infecundos, inoportunos, injustos. Ignorantes o siervos, cargamos la semilla de nuestras propias adversidades. 

viernes, 24 de noviembre de 2017

LA ESPAÑA DESREGULADA, SIN CONTROL


Regular es un vocablo procedente del latín regulare (normas o reglas). Según el DRAE, en su cuarta acepción, significa “determinar las reglas o normas a que debe ajustarse alguien o algo”. Por contra, desregular indica eliminar total o parcialmente la disposición anterior. Es evidente que tanto uno como su antagonista implican querencia o no a cultivar, aun defender, estos preceptos que afectan al marco social. Algunos sociólogos reivindican arrinconar cualquier lastre restrictivo, atentatorio contra las libertades individuales. Inclusive exponen argumentos grotescos, sui géneris, para apoyar teorías coyunturalmente ciertas. A largo plazo, cualquier quiebra esencial de la norma carece de fundamento y consistencia, según opinión mayoritaria. Sociólogos modernos e investigadores sobre comportamientos grupales, defienden contextos reglados para conseguir una armonía perfecta. 

Nuestra experiencia, asimismo con sobrada lucidez, brinda referencias cuya gnosis lleva a la duda razonable. Reconozco que anécdotas, acotaciones personales y limitadas, restringen conclusiones válidas, universales. Todos los miércoles recojo a mi nieta mayor del politécnico valenciano. Tras comer, con suma urgencia, la devuelvo al mencionado centro. Ambos instantes, dos y cuarto a tres y cuarto, presentan abundante circulación; tanta que aquello se congestiona hasta lo insufrible. Más, si aparco a la derecha y, en cincuenta metros, he de cruzar cuatro carriles abarrotados para torcer a la izquierda. Los semáforos reguladores priorizan los accesos al politécnico creando verdaderos atascos en la zona. Digo bien si proclamo el trance una tortura regulada.

¿Sirve lo expuesto como prueba caótica derivada de una privación reguladora? No. Regulación o desregulación forman parte del haber individual, de la pericia. Me niego a admitir una desregulación consciente, antisocial, en quienes adquieren responsabilidades públicas, fuera de la mera acción política. Pudiera entenderse tal menester en personas sin ninguna catadura moral o con notables carencias intelectuales. El resto, a lo sumo, perpetra yerros técnicos que contribuyen a la complejidad que nos rodea por doquier. Hasta la propia naturaleza protagoniza errores insólitos, gigantescos, como el advertido en una chica treintañera cuya altura superaba, de largo, los dos metros. Son acontecimientos disculpables, puesto que el desacierto, la pifia, vienen asidos a la mano de lo inusual. Tal vez no tanto, porque errar es humano.

Surge rápida una pregunta: ¿admitimos igual proceder en políticos? Desde mi punto de vista, no pueden equipararse yerros, neurosis e ineptitudes. No cabe duda de que un político puede atesorar cualquier estigma expuesto, pero no imputársele demencia sea cualquier grado y circunstancia. El disparate, la ineptitud, son atributos capaces de consignar, en estos probos personajes, un alto porcentaje; tanto, que casi determinan su oficio. ¿Conocen mis amables lectores algún preboste inmaculado? Una respuesta escrupulosa constituye el mejor sondeo. Desdeño atavismo alguno o maledicencias debidas a mi escepticismo y costumbre abstencionista. No soy yo quien hace al político sino el político quien fomenta mi criterio.

España lleva siglos desregulada. Reglas y normas han de asegurar igualdad exquisita para todos. Caso contrario, se franquea paso a actitudes, a legislaciones, arbitrarias, grotescas. Tenemos miles ejemplos en que basarnos para confirmar incapacidades auténticamente reguladoras que emergen de la sociedad y terminan en los gobiernos de turno. Sometidos al talante disgregador propio -tal vez impropio- de un individualismo sacrosanto, somos incapaces de aceptar otra piel que no sea la nuestra. Luego pagamos con los demás sin molestarnos en activar introspecciones quirúrgicas. Deberíamos reprobar la validez de tópicos incrustados en el biombo oportuno de nuestra idiosincrasia. Evitemos aquel nefasto epílogo que conlleva la frase: ”España y yo somos así, señora”.

Cataluña, con el tiempo, ha madurado un problema institucional preocupante. Podemos alegar poco cuando arrecian voces sobre la evidente falta de coraje en un gobierno que improvisa realidades. Se aprecia desfase, desregulación, al tomar medidas. Otrora deja sin ejecutar sentencias sustantivas; aplica a la fuerza y de forma melindrosa, a medias, el artículo ciento cincuenta y cinco que ha resultado más mediático que eficaz. Apresa compungido medio gabinete catalán, pues permite huir al otro medio. El drama, al final, lo tornan sainete porque sus actores -estos y aquellos- pierden los papeles. El cupo vasco resucita la transacción bíblica a cambio de unas lentejas inmorales, delictivas. Enfatizo solo lo inmediato, lo que ahora mismo aflige a un país decepcionado.

Qué decir del resto, tanto nacionalistas como nacionales. Vislumbramos un PSOE agazapado, infiel, sin ubicación. Gesticula falto de proyecto, ligero de ideas, amorfo, con apresuramientos. Se pegará el tortazo por transitar ajeno a la edafología del suelo que pisan. Ciudadanos ha de contener la imagen que de él pretenden sembrar los anteriores llevados por intereses muy concretos. La conciencia social patria se manipula con facilidad, resultando difícil revertir, perfilar debidamente, cualquier presunción creada. Podemos, mareas, comunes, y sus aguerridos colindantes, conforman de por vida el acompañamiento folklórico que todo poder mantiene como excusa. Quizás debiera templar algo el fenómeno ocupa cuando afecta a bienes familiares.

Sí, paradójicamente vivimos muy controlados por el sistema a nivel personal, pero despendolados de forma colectiva. Las leyes incumplidas se enmohecen, recrean los viejos judas surgidos el domingo de resurrección. Antes de quemarlos, asustaban solo a niños cándidos porque los díscolos les sometían a toda clase de desmanes y pedreas. Por lo que apreciamos, los poderes públicos se han lanzado sin freno a una competición cleptómana, corrupta. Desaparecidos aquellos antagonismos emblemáticos, eficientes, fructíferos para el ciudadano, se han confabulado -más allá de vanas apariencias- para estafar el opíparo presente y atesorar un plácido futuro. Somos su evocación permanente, su farsa insidiosa, estúpida, para saquearnos bajo la cobertura de servicio escrupuloso. Hasta la imperiosa respuesta penal está desregulada, desbordada, sin control.   

viernes, 17 de noviembre de 2017

CHARLATANES, SALTIMBANQUIS Y DANZARINES


A veces -siempre con deleite- se acumulan en mi mente lejanos, viejos, recuerdos de infancia. Alrededor de los siete años, inicio los primeros y casi últimos relacionados con unos visitantes esporádicos: los charlatanes. Colocaban en la plaza sus inverosímiles vehículos que (al abrir portones traseros) enseñaban ordenado un mundo multicolor, llamativo, insólito. Solían proceder de Murcia. Cuando ello ocurría, el aire se llenaba de misteriosos reencuentros fascinantes. Un hálito de sabrosas crónicas refrescaba el aislamiento cotidiano. Al instante, en segundos, una muchedumbre de mujeres, hombres y niños, rodeaba curiosa las renqueantes camionetas. Ellas, esperaban encontrar alguna ganga apetecible a fuer de innecesaria; ellos, algún chisme de “buena fuente” y nosotros nos conformábamos con admirar la escena. Todavía hoy me parece una ficción, algo irreal, ficticio.

Dominado por extrañas sensaciones, veía con arrobo el manejo seductor que ejercían. Era normal ver a niños boquiabiertos, encandilados, por el espectáculo curioso, sugestivo. No tanto a mujeres, sobre todo a hombres, rendidos a la falsa verborrea, que también. Sin embargo, eran pobres todos: timadores y timados. Ignoro qué rédito dejaban siete prendas, quizás más, (básicamente textiles) acompañadas del tópico peine para calvos que completaban aquellos lotes-chollo cuya propiedad era adquirida no por diez, ni por nueve, ni por ocho…, por cinco pesetas. Medio pueblo se llenaba de mantas “despertadoras”, que en veraz y triste realismo expresaba mi padre. Constituía la doble inutilidad de lo innecesario. Hoy, el Black Friday cibernético puede considerarse hijo tecnológico, moderno pero putativo, del arcaico charlatán viajero en sus objetivos.

Sí, pero el embaucador, el insidioso, no muere. Como el ave Fénix, resurge de sus cenizas sin solución de continuidad. A aquellos ejemplares de la ruta que malvivían dejándose voz y descanso por plazas ávidas, los han sustituido una caterva de inanes mequetrefes con parecidos ardides. Ahora, renacidos farsantes vertebran los partidos políticos. En especial, quienes se decantan por el populismo metódico. Maximiliano Korstanje asegura que son totalitarios, antidemócratas. Cada vez más millones de compatriotas, y yo mismo, tienen la convicción plena de su acertado análisis. Podemos, si no el único, conforma el mayor exponente. Airean maldades de otros (callan las propias, que excusan hasta con fiereza), pero no aportan ninguna solución. Son auténticos vendehúmos al compás orquestado de eslóganes oportunos, penetrantes. Eme punto Rajoy, forma parte de su última cosecha. Estamos de acuerdo, pero … ¿hay algún proyecto real que potencie el bienestar del español? ¿Alguna aclaración doctrinal, al menos? ¿Alguna propuesta sin gestos estériles? Nada. Aquellos charlatanes, mucho más sobrios, proporcionaban soluciones coyunturales; estos, solo aportan costosos peajes. Salvo mi antigua admiración por los estafadores y la actual inquietud por los estafados, descubro pocos cambios. Tal vez, una exenta tosquedad indisimulada ahora.

Nos hemos despertado con políticos saltimbanquis. Desacreditadas las ideologías, estos chalanes (España es su bestiario) reniegan de doctrina para fomentar terminologías ad hoc. Ya no existe la izquierda, tampoco la derecha transformada en ultra, fascista (al decir de las presuntas izquierdas); ahora nos movemos entre los de arriba y los de abajo. Quizás, haciendo filigranas, describan leves movimientos sin determinar ubicación precisa. Un guirigay corrupto, usurero, prostituye vocablos de vigorosa aceptación conscientemente desprestigiados. Lo tremendo, lo irascible, es que estos ladinos ignorantes, estos nuevos trileros del ágora, los corrompieron con nefasta terquedad. La democracia queda convertida así en sutil diccionario antojadizo, en vitola ridícula e insustancial.

Siempre que arriban momentos cruciales, derecha, socialdemocracia e izquierda, resultan lastres, rémoras electorales. Queda, no obstante, un partido que se atreve a caminar con el estigma de liberal, aunque la izquierda plena califique de ultraderechista. Ciudadanos rompe las encuestas y de ahí que se haya convertido en el rival a batir. “Ladran, luego cabalgamos”. Cuando los saltimbanquis tasan el espacio sin red, cuando empiezan a oler victorias pírricas (derrotas revestidas), aparecen pulsos devastadores, rivalidades infinitas, y llegan las quiebras. Mientras se cabalga a lomos de privilegios, canonjías, viaductos, etc. desencuentros, disparidades y contrastes subsisten diluidos en el statu quo. Desparecida la tutela, afloran imparables sentimientos cautivos, hibernados, durmientes.

Transversalidad, supone una novedosa piedra filosofal sometida a numerosos agentes erosivos. Formaliza el queso gruyere que alimenta a la izquierda débil, inconsistente, agujereada. PP y PSOE pulsan recuerdos, fabrican sospechas fundadas, reclaman actos de fe. Ciudadanos, entre tanta mediocridad, camina firme, sin saltos circenses, a ocupar lugares de privilegio en la escena política española. Son los únicos “limpios”, con proyecto nacional, dentro de un pernicioso catalanismo insuperado. Porque, quiérase o no, más allá de su no independentismo, respaldan, justifican, la singularidad catalana. Actitud que les resta votos, junto a Podemos y PSOE. Cataluña y resto de España, hoy por hoy, son incompatibles. Quien gane una, pierde otra. Tan triste como real. Los equilibrismos hacen perder las dos.

Terpsícore, diosa de la danza, acapara la escena política. Sabemos que algunos prebostes, Iceta verbigracia, han exhibido públicamente aptitudes sobresalientes. Fuera de éxtasis, otros mantienen con discreción sus habilidades. Incluso practican, autodidactas, el complejo ejercicio de acompasar pasos y ritmo. En ocasiones, lentos o vertiginosos, danzan lateralmente con aplomo, cadencia y simetría. Algunas veces, hacia adelante o hacia atrás, conviniendo divertidos saltos que hechizan al espectador docto. Sin quererlo, desorientan al profano imbuido de cierto estatismo austero, pragmático. Sospecho que esa coreografía, tipo yenka, no agrada a gran parte del respetable. Tal vez resulte estético, pero deja estupefacto a quien disgusta el exceso; más aún, ribeteado de exquisiteces. Al ciudadano gusta la normalidad, el paso seguro, firme, sin excentricidades, estridencias, ni fantasías.

 

viernes, 10 de noviembre de 2017

PURGA, PURGAR Y ESPULGAR


Frecuentemente, sin encomendarse a Dios ni al diablo, se utiliza el lenguaje de forma inexacta, fraudulenta, con afán de confundir, cuyo desenlace debiera producir efectos contrarios. Ignoro si queda algo de cultura o dignidad para frenar tanto dislate insano. Es evidente el comportamiento rastrero y la acción intrigante, arbitraria, que conlleva a tal efecto cualquier populismo. Conviene, como enmienda, clarificar conceptos de antemano porque el revoltijo constituye su menú cotidiano. Utilizo para ello la doctrina que imparte un alto tribunal lingüístico: El DRAE.

PURGA, en su tercera acepción, significa “expulsión o eliminación de funcionarios, empleados, miembros de una organización, etc. que se decreta por motivos políticos, y que puede ir seguida de sanciones graves”. PURGAR, indica la acepción segunda, “sufrir con pena o castigo lo que alguien merece por su culpa o delito”. ESPULGAR, es “quitar las pulgas”. Por mi tierra de la Manchuela conquense, y en sentido figurado, se usa cuando alguien quiere limpiar sus tachas ensuciando la imagen de otro u otros.

Nuestro mundo civilizado convierte la purga en marginación de poder. Otros sistemas, (adscritos al totalitarismo hipotético o al comunismo inflexible, radical) despliegan pocos miramientos con el purgado. Aquí, su seguridad, su cabeza, pende de un hilo finísimo. Paradójicamente, practican un culto retrógrado a la personalidad, mientras dicen desvelarse por el bien común. Son fiadores a ultranza del pueblo, de la gente, en nombre de los cuales cometen abusos y excesos. Los partidos liberal-conservadores también desprecian a conmilitones cuando amenazan los intereses del líder. No obstante, existen notables diferencias. Observemos, neutrales, qué rivales y la forma notoria de apartarlos que revelan Rajoy o Rivera y cómo los desdeña Sánchez; sobre todo Podemos. Este último no solo rechaza insurgentes sino desafectos al adalid bienhadado.

Tania Sánchez pulverizó su meteórico ascenso, no por rivalidad sino por malquerencia. Frialdad de ánimo significa en Podemos herejía, y esta destierro. José Manuel López, Sergio Pascual, Íñigo Errejón, Olga Jiménez, Carolina Bescansa y Dante Fachín, son algunos espectros políticos de primera fila consumidos por la purga marxista. Ocurre que la genuflexión termina siempre por ser postura incómoda, física y aun moral. Honrados sean quienes no precisan realizar sacrificios ni libaciones hacia el ser supremo para seguir intachables en decoro y de bien logrado peculio.

Un PP acomplejado, cobarde, está purgando culpas asumiendo inexistentes extravíos que tan ladinamente le asigna una izquierda farisea, cínica. Por mucho que se porfíe, la derecha social en este país no atesora ningún lastre histórico, jamás apoyó -menos compartió- un gobierno dictatorial. Stalin contribuyó a divulgar una estridente lucha antifascista mientras Hitler sugería acciones agresivas contra los comunismos salvajes. Como bien saben mis amables lectores, ambos marcharon convencidos por la senda democrática. Quiero decir, ni más ni menos, que proclamarse antifascista o anticomunista no implica calidad democrática; asimismo, tampoco proclamarse sexador de pollos, verbigracia. Ser demócrata no empieza ni termina en un acto de fe o presunción. Es un devenir de hechos y actitudes hacia los demás. Las palabras son eso, palabras.

La izquierda en general, y extrema en particular, purga una Historia inexorable, objetiva, que denuncia sus incoherencias y patrañas. No se le escapan tampoco cuantas disonancias acomete en el plano ético. Lo atestigua sin tapujos un refrán conocido: “Una cosa es predicar y otra dar trigo”. Entre algunas contradicciones más recientes, traigo a colación el soporte que ofreció PSOE y UGT al general Primo de Rivera. Tal ambivalencia, muy arraigada, por lógica debiera rechazar turbios empeños de etiquetar a rivales políticos. Ni hablar, su inmodestia se ajusta al carácter de las izquierdas; quedando al margen aspectos repelentes, exclusivos, de la izquierda ultra, populista. Acarician, en un intento cada vez más inútil, lavar su cara tiznando la del resto.

Esa labor de espulgue constituye el único principio motor del proyecto doctrinal que exhiben los comunistas ahora. Vistas las consecuencias de tan aclamada, a la vez que alevosa, ideología a lo largo del último siglo, el comunismo actual intenta desideologizar su trayectoria. Transversalidad es la leche; un vocablo innovador, sintético, hueco, tendencioso. Se mueven entre penumbra, vehemencia e imputación pueril. Quizás no tanto, pero su discurso es inoperante porque escamotean soluciones. Mucha corrupción, elitismo, ardientes llamadas a la moralidad pública, pero ninguna propuesta realista. Les ajusta como anillo al dedo: “Reprende vicios ajenos quien está lleno de ellos”.

Quisieran espulgarse la giba tiránica, totalitaria, personalista, que ha ido cosechando el comunismo desde finales del siglo diecinueve. Imposible. Este paradigma tozudo se ha fosilizado en la mente social. Semejante escenario les obliga, azuzados por medios afines, a propalar las maldades de una ultraderecha inexistente en España. Aquí solo reside un fascismo genuino, autóctono, personificado en diferentes agrupaciones de izquierda, que procuran espulgarlo imputándolo a otros. Pese a la abundante propaganda mediática, los españoles van depurando información. Ya no valen fingimientos y las encuestas así lo atestiguan. El ciudadano empieza a asumir que el fascismo anida solo en la extrema izquierda a la que se acostan los independentismos de última hora.

España es un país democrático, perfectible, pero democrático. Pese a todo, empieza a proliferar una horda fundamentalista que airea mensajes nocivos; básicamente, para ellos. Verdaderamente, en su afán de internacionalizar una transacción interna, están generando el espectáculo grotesco, irrisorio, que conocemos día a día. El fascismo, nuestro fascismo particular, alumbra hoy múltiples siglas que tienen ADN común.

Los medios, en su inmensa mayoría, espulgan sin prisas un progresismo fatuo, tramposo. Tal vez debiera ser más justo y personalizar semejante deriva antisocial a periodistas y comunicadores marcados por la zozobra de tal prurito. Demasiado abundantes, siento que no casen equidad y concisión. Su pócima progre data de siglos pretéritos, pero la corriente agitadora -aquella que atrae a turbas groseras- los arrastra mezclados entre el fango. Se espulgan lentos porque, según Fourier en sus falansterios, su hábitat natural debe ser cenagoso. ¿Y qué decir de la sociedad? Hay, la sociedad. Para tirar cohetes. Qué pena.

 

 

viernes, 3 de noviembre de 2017

LLEGA LA HORA DE HABLAR CLARO


Uno, entrado en años y espectador crítico de esta coyuntura, viene conjeturando alegatos, tesis, que niegan planteamientos considerados indiscutibles. Mi escepticismo confeso, amén de dispensa activa, me impiden ser valedor de nada ni nadie. Tampoco antisistema convencido o folklórico. Simplemente, al igual que millones, soy un contribuyente -antes ciudadano- que abona la pitanza de numerosos sinvergüenzas. Tal venero legitima el socorrido y popular derecho al pataleo, a poner los puntos sobre las íes.

Este marco -que nos retrotrae a tiempos lejanos- concede por ahora autoridad moral de hablar sin excesivas restricciones. Si mi escrito tuviera eco, las posibilidades de hacerlo menguarían. Seguro que los amables lectores comparten abiertamente párrafos venideros. Al fin y al cabo, padecemos similar trato. Además, siendo conscientes de la farsa, nos sentimos incapaces de frenar tanta ignominia. ¿Soberanos? No, rendidos al sistema, a la zanahoria que pende del palo.

Lo he manifestado en varias ocasiones. Media existencia conviví con el franquismo; el resto, con la democracia. Seguro que -sobre el papel- ambos regímenes son opuestos, aunque la práctica diaria certifique su convergencia. Al principio, uno era reconocida dictadura y otro manifiesta democracia. El tiempo los fue difuminando; tanto, que sus diferencias se tornaron irreconocibles. Al menos, desde mi punto de vista.

Considerando la dilatada etapa que va desde el ocaso de los sesenta hasta el momento actual, no atisbo en ella disensiones sustantivas. Quizás quienes vociferaban a favor de un ordenamiento democrático y lo efectuaran para conseguir puestos orgánicos e institucionales, opinen de forma distinta. Que -de rebote, o no tanto- se imponga este sucedáneo, les importa un bledo. Yo, pese a cuarenta años de actividad docente, jamás alcancé dos mil euros de salario. Otros, muchos, han pasado del paro a retribuciones codiciadas. Sin sacrificios, sin instrucción, sin méritos; con total permanencia, desde temprana edad hasta una jubilación espléndida. He ahí el motivo de elogio a semejante democracia. Cínicos, trincones.  

Robo y derroche se dan la mano. Cualquiera puede observar que tanto impuesto, directo e indirecto, no se corresponde con las infraestructuras elementales. Si somos conscientes del elevado gasto en personal, si estamos convencidos de que el Estado Autonómico es económicamente inviable, ¿por qué no exigimos su desmantelamiento? La iniciativa encuentra un freno decidido entre los que se desgañitan afirmando una preocupación total, firme, por el bienestar ciudadano. Banalizan cuestiones importantes mientras acrecientan extraño interés por asuntos triviales. Ello, con el apoyo masivo de medios que venden su deontología al mejor postor.

Aprovechando el celo que despierta en nuestros políticos la soberanía popular, ¿por qué no exigir un referéndum para que los ciudadanos nos manifestemos respecto a la idoneidad del Estado Autonómico? Desde aquí lo propugno e invito a potenciar dicha demanda. Descentralización, sí; autonomía, no. Qué mejor eslogan, sugerente, plástico, para conseguir el objetivo previsto. Con total seguridad, ellos se articularían en nuestra contra. Ni tan siquiera revertir al gobierno central sanidad y educación.

Nuestra democracia, algunas otras también, camina senderos exclusivos; muy diferentes a las demandas sociales. ¿Ahorrar? ¿Pero cómo se nos ocurre tanta maldad? Mientras haya impuestos confiscatorios y deuda pública, los políticos vivirán como potentados. Del mismo modo, la ciudadanía estará cada día más harta e indigente. Eso sí, vivimos en democracia. Recelo cómo actuarían ellos, activistas vocacionales, si fueran individuos de a pie, sujetos pacientes. Crearían terribles problemas de convivencia. Sin embargo, tenemos la suerte de que se han aupado al machito y permiten que disfrutemos una paz cara, tormentosa.

Se están juzgando responsabilidades judiciales de parlamento y gobierno catalanes. Faltan muchos presuntos delincuentes. Faltan cientos de comunicadores de radio-televisión catalana (aun española) y millones de individuos fanáticos que son cómplices necesarios. Cuatro gatos carecen de entidad para proclamar la independencia. Cualquier condena sería legal, legítima, apropiada, pero injusta porque el mayor porcentaje queda impune. La utopía no se catequiza por decreto ley. Suéltenlos y que todos, a coro, gocen la miseria de una Cataluña aislada, autárquica, autoritaria. Acogerlos de nuevo, o no, debiera ser decisión soberana. Por mí, buen viaje; os deseo parecida paz a la que dejáis.

Comprendo que cada cual defienda sus garbanzos. No obstante, hay extremos que no conviene superar por lo funesto de su influencia. Rufián, declara que se está celebrando un proceso parcial debido a la reprobación del fiscal jefe y el distintivo que la guardia civil concedió a Carmen Lamela, jueza en cuestión. Sí, ¿pero hay algo más que lo ilegitime? Conviene poner en solfa aquello que se opone al pensamiento único. A falta de argumentos sólidos, agitación y propaganda. ¡Eh! cuidado. Somos portavoces del pueblo catalán. Vale, pero disolveros; no caben más fantasmas.

Ada Colau, niega las leyes vigentes y sus determinaciones reconociendo legitimidad al cesado gobierno catalán. Otros, alegan la existencia de presos políticos cuando han asesorado a Venezuela, ese país bolivariano cuya televisión difunde la presencia de tanques por Barcelona. Aquí, quien incumple la ley es preso político y allá los presos políticos “son criminales”. Alberto Garzón dixit. ¿Semejante cuadrilla piensa gobernar España? ¿Estos van a traer el fortalecimiento democrático? ¿Su “transversalidad” caótica va a conseguir definitivamente el bienestar ciudadano? A otro perro con ese hueso.

La política ha desmerecido de forma alarmante. Farsantes, trúhanes, desocupados, indignos, correveidiles, indocumentados, delincuentes, han ocupado las instituciones públicas llevando ese oficio a niveles mediocres, ínfimos. Así nos va. Por cierto, ni una palabra al asalto del Banco Popular, mutismo sobre sus accionistas “requisados” en nombre del Mecanismo Único de Resolución (MUR) europeo. Lo podrido, aunque se desdeñe, siempre huele mal.

 

 

viernes, 27 de octubre de 2017

CON LA SOGA AL CUELLO

Al iniciar este artículo nadie sabe qué va a pasar (sospecho que ni los protagonistas), pues el fiel de la balanza puede preferir o desdeñar cualquier flanco. No sé, pero sensatez y sentido común se muestran ligeros frente al peso muerto que comporta todo suicidio. El momento entraña bastante desazón ante lo que se juzga sin salida satisfactoria. ¿Cómo encajar la no aplicación del artículo ciento cincuenta y cinco después del pulso echado? Malo si se aprueba, peor si se inhabilita. Tras el error cometido por mí cuando pronostiqué (ver el artículo “Atado y bien atado”) que todo apuntaba a pacto previo, no me atrevo a realizar ningún otro augurio. Con individuos irracionales, encaramados a nula mesura, la adivinación constituye un ejercicio aventurado, inútil. Lo constata el proverbio francés: “Nunca permitas que tus pies vayan por delante de tus zapatos”.
Pensaba, pobre, que sería milagroso proyectar tanto desatino sobre esta disputa cuya cota de exaltación, quizás penuria humana, considero insólita. Hubiera sido razonable alcanzar acuerdos, pilotados con extrema prudencia, para compensar excesos de avidez, de insolidaridad, de narcisismo. Ya avisaba Spinoza: “Si deseas que el presente sea diferente del pasado, estudia el pasado”. Estoy convencido de que los prebostes catalanes de Convergencia y el PSC pretendían dos objetivos. Por un lado, enarbolar la bandera de un soberanismo postizo para obtener regalías y competencias. De otro, iniciar un amplio adoctrinamiento identitario que alimentara su cobertura de votos. Ni más ni menos. Sin embargo, sabemos que el hombre propone y Dios, o el destino, dispone.
Cuando retomo el artículo, habiendo disipado horas y horas ante una televisión reiterativa, densa, insoportable, ya se ha consumado la atrocidad. Viene a colación aquella frase de Einstein sobre la infinitud de la estupidez humana. Hasta hoy, suponía que conformaba un exordio profundo, pedagógico. Visto lo visto, confirmo una penetrante habilidad del físico para dibujar generosamente algunos atributos individuales, aun colectivos. Todo lo cual, dicho sin conocer al político patrio. Menudo castigo. Y nosotros con estos pelos.
Sea como fuere, al bodrio se le da apariencia democrática y legal. Termina esta caricatura grotesca con la aprobación de medio Parlament para tramitar su ansiada república independiente de Cataluña. Insertos en lo jocoso, semejante porfía me recuerda a la de aquel que acariciando el disparate quería comprar medio armario. Al otro lado, un Senado justiciero aprobaba la armadura “suave y gradual” del artículo ciento cincuenta y cinco. Mientras, los jueces dejaban para el lunes cualquier medida penal, lícita, carcelaria. La prórroga del horizonte penal, además de generar lucubraciones temerarias, es inoportuna e indecorosa. Imposible explicar semejante regate, pues la justicia lenta, indolente, no puede considerarse justicia. A poco que analicemos los hechos, ambas acciones matizan un sí pero no. Seguimos jugando al ratón y al gato. Sancionar de forma sutil una república independiente a la vez que repeler escrupulosas medidas constitucionales para restaurar el statu quo, supone un costo institucional, social y económico, elevado. Nadie quiere -se atreve- a anotarlos en su debe. Menos, si a algunos puede afectarle personalmente.
Pase lo que pase en los próximos días, el asunto seguirá patente porque supera cualquier ámbito político. Hoy, el tema adquiere una componente exclusivamente social. La manipulación populista acarrea situaciones difíciles, endiabladas. Toda referencia a tópica ideologización de las masas, constituye un eufemismo que ensalza la miseria semántica vinculada a procesos revolucionarios. Al final, la masa se mueve por atesorar conquistas materiales, de acuerdo con su encarnadura pedestre. Por este motivo, solo puede desengañarse analizando errores vividos, nunca descritos. El éxito es alumno ignorante; el fracaso, el yerro, profesor fidedigno.  
Nuestro entorno actual -tanto interno como externo- niega cualquier acceso a la fuerza, pero tampoco conviene limitarse al privilegio e insolidaridad. Se abrirían heridas injustificadas que pudieran arrastrar al país hacia una desvertebración definitiva. Como dije, únicamente se aprende de los fracasos; más si cabe, cuando se fanatiza una conciencia dogmática. Razón por la que un gobierno inteligente permitiría el experimento independentista. Solos, aislados, sin amparo nacional ni internacional. Tengo la certidumbre de que el vigor soberanista quedaría reducido a la nada por convicción. Cuando el paro y la miseria se adueñaran del escenario, cuando su propia experiencia les hiciera vislumbrar falacias y camelos, surgiría una explosión de clarividencia, no precisa en estos casos sino esencial. ¿Existe otra forma duradera de convencer al hijo pródigo?
Distintas medidas -manipulándolas hasta retorcer la realidad; es decir, su quimera- sería darle fundamentos eficaces al torbellino independentista. Nada costaría viciarlas por esta demagogia inapreciable para una sociedad infectada de populismo. Un alimento generoso y gratuito que satisfaría al govern cesado, amén de asociaciones cebadas con subvenciones públicas. El sueño, las pesadillas, terminan cuando se hace la luz. Hasta el método científico se basa en aquel principio irrebatible de prueba y error. Dejemos, con ayuda de Europa y del llamado primer mundo, que se equivoquen, que aprendan.
Seguramente este periodo necesario, desde mi punto de vista, haga daño a catalanes sensatos. Soluciones diferentes, más allá de no enderezar nada, les haría un daño infinito dada la quimera sembrada por adoctrinamiento largo tiempo planificado. Se debe evitar por todos los medios que la fractura social desemboque en enfrentamiento civil. Examinemos una sentencia de Quintiliano: “Lo que no ayuda, estorba”. Ocurre con las llamadas frecuentes al diálogo, al pacto (insustanciales brindis al sol), de aquellas siglas que carecen de programa nacional y coherencia. Cada vez que Podemos expele algún mensaje desabrido, frívolo, atentatorio, asoma en mí una mueca jocosa, tal vez de conmiseración. ¿Cómo se puede ser tan bocazas? ¿No se dan cuenta de que así pierden crédito a chorros? Al hacer lo que sabemos y después airear vocablos como democracia, libertad, convivencia, derechos humanos, etc. me desternillo y asqueo. Se ven, al igual que los políticos catalanes, con la soga al cuello.
 
 

viernes, 20 de octubre de 2017

QUIJOTES Y SANCHOS


En varios lugares de La Mancha, de cuyos nombres temo no acordarme, hemos ido viviendo la paradoja cervantina. El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha es un título contradictorio ya que loco e ingenioso son antagónicos. Con todo, eso es otro tema. Nuestro periplo, llanura eterna con escasos oteros, está protegido por un ejército de colosos astados. Preveíamos besanas e interminables viñedos, pero hemos encontrado también inesperadas plantaciones. Queríamos recorrer la ruta del Quijote conociendo además los pormenores del asunto catalán. A cada paso -con acelerado vaivén- iban sucediéndose informaciones viejas, si no opuestas, al segundo siguiente. La cuestión interesa, preocupa. Una insólita sacudida recorre, quizás vertebra, mesas de redacción y noticiarios audiovisuales. Personalmente, todavía tengo dudas de si Cataluña, y su artificial coyuntura, merecen la histeria político-social engendrada. Si bien es cierto que llevamos juntos siglos, que don Quijote y Sancho unieron centro y periferia con instinto viajero, cada cual puede estrellarse a gusto si su empeño impide soluciones serenas, ilesas o poco lesivas.

Iniciamos viaje (mi señora y yo), junto a otra pareja amiga, el pasado jueves día diecinueve. Jalonábamos castillos, molinos, historia, literatura y buen yantar, con notables deseos de escuchar notas aclaratorias, definitivas, emanadas del sentido común. Vana esperanza. Acompañando el retiro nocturno, tras frugal -casi monacal- cena, confiábamos cuerpos y almas a la información. Nada nuevo ni tranquilizador. Los políticos catalanes, jaleados por una muchedumbre enfebrecida, agresiva, seguían echando un pulso estúpido al Estado, a la sociedad restante. Cerraban, sin resquicio alguno, toda posibilidad de avenencia. El adoctrinamiento educativo-mediático carece de freno.

Belmonte y Mota del Cuervo, dos perlas conquenses, conformaron la primera veta de hidalguía, de buen comer, que fue recurrente a lo largo y ancho de otras jornadas. Bajo estos atributos vertebrales (largueza y soberbio alimento, repito), tras Campo Criptana y sus famosos molinos siguió El Toboso de Dulcinea hasta recalar en Alcázar de San Juan. Exhaustos, pero satisfechos, recibimos la muy grata bienvenida de Beatriz, encanto hecho recepción. Las tierras cervantinas, pragmáticas, llenas de realismo sanchopancista, siguen preñándose de trigo. La viña, con europea subvención, fue arrancada sustituyéndose por el oriental pistacho y olivo mediterráneo. Es la visión del agricultor sagaz que surge del entorno seco, mísero. Quedan, sin embargo, quijotes que completan esa dualidad tan española. La Asociación de Amigos del Museo del Carro, en Tomelloso, aporta excelentes muestras que constatan el esfuerzo desinteresado. Gentes con espíritu recio, solidario, perseverante, llevan décadas para conseguir un sin par museo etnográfico, “bombo” descomunal incluido.

Argamasilla de Alba parece copar el núcleo representativo. En esta villa, los contrastes (canal y aridez) constituyen la esencia, la encarnadura, de un territorio que cabalga -como nuestros protagonistas cervantinos- entre un realismo tosco, rural, casi indigente, y una sensibilidad noble, limpia, generosa. Aquí, donde según cuenta la tradición estuvo preso Cervantes, reside Lorenzo. Orondo de figura pero proceder recto, un Sancho Panza gigantesco, encierra el talante liberal del Quijote sin recovecos, presto. Nos dio bien de comer. Individuos como él, orgullosos de su tierra, engalanan balconadas de hermosas labranzas con banderas nacionales. Todos los pueblos estaban llenos de ellas.  

Puerto Lápice recibe al visitante mostrando su Plaza Mayor. Uno, si bien ya advertido, queda raptado por el encanto, la fascinación. Lo despide esa venta -transformada hogaño en moderno restaurante- ataviada con ropaje antañón. Almagro colma las esencias de la ruta, más allá de palacios y casonas blasonadas, con un trío bastante novedoso: Plaza Mayor, Corral de Comedias y Museo del Teatro. La primera comporta un amplio espacio rectangular con portales laterales para guarecerse del sol, supongo, que no de la lluvia. Sin adjetivos, pese a padecer sobrexplotación turística. Gozamos de una breve representación teatral que compendiaba diferentes piezas del Siglo de Oro. Por cierto, si quieren un consejo, no paren a comer en Moral de Calatrava. De los diez-quince euros habituales y viandas deliciosas, pasamos a los veinticinco de cocina normal. La viña del señor, nunca mejor dicho por estos lugares de buen vino, deja sorpresas ingratas.

Como exponía al principio, estos días conjugamos fantasía e indelicadeza, invención y realismo. Algunos, sin moverse del despacho-camilla de psiquiatra, confunden ambas. En Alcázar de San Juan, viernes noche, nos topamos con un independentista catalán. Su dogmatismo, ese apuntar ciego, me llevó a concluir de golpe un diálogo imposible. Le había inquirido sobre el escenario actual por aquellos lares conflictivos. La respuesta fue suficiente para entrever una argumentación única, pasiva, irreversible. A poco, todas las cadenas informaron que, ante la postura radical del “govern”, el gobierno central pondría en marcha de inmediato el artículo ciento cincuenta y cinco. Cabe algún matiz del PSOE, como mínimo, amén del retroceso no de Puigdemont (arrebatado por la vorágine, tal vez estulticia) sino del PDeCAT económico. Me extrañaría que el auténtico poder burgués permita tanto signo psicótico cuya consecuencia será la ruina autonómica, sin conocer la verdadera razón. ¿Prurito o tapadera?

No obstante, los soberanistas montan a Clavileño picando espuelas hacia una utopía, un delirio, que conduce al suicidio colectivo. Su engendro puede terminar con Europa si esta no pulsa el resorte político y económico que confine a aquellos impidiendo su contagio. Probablemente la fractura social supere cualquier medida interna, pero el boicot internacional debiera ser suficiente para evitar epidemias. Esta locura, sanchopancista más que quijotesca, tendrá consecuencias difíciles de subsanar pues se ha abierto un abismo social que tardará generaciones en cerrarse. De nuevo ha surgido la división, las dos Españas, la de quijotes y la de sanchos. Cataluña, ahora, ha sido el punto de ignición.

 

viernes, 13 de octubre de 2017

NADA, OQUEDAD Y HUNDIMIENTO


Decía Bacon que nada induce al hombre a sospechar mucho como el saber poco. Tal frase ratifica su certidumbre en momentos históricos. Análisis y conjetura se imbrican, a veces funden, a la hora de advertir qué ocurre, por qué tanta expectación. Una plaga de incauto cotilleo se vislumbra en la ciudadanía ahíta de argumentos que le lleven a conciliar sentido común y actos ininteligibles. Vano intento, pues entrevemos complejo acceder al retorcido mundo dirigente. No debido a dificultad objetiva sino porque la dinámica política esconde trayectorias diversas marcadas todas ellas con el sello de la coyuntura, de la paradoja, tal vez del descalabro. Ahora, el analista rebosa espejismo -empapado de sed- pareciéndose al viajero perdido en el desierto.

Semejante extravío, este caminar por el erial informativo, no surge de forma mágica o milagrosa. Hay que atribuirlo a despierta voluntad, a cruel rechazo, de quienes debieran clarificar el itinerario para alcanzar la Tierra Prometida. Todo Estado, su gobernanza, tiene como origen y fundamento salvaguardar derechos e intereses ciudadanos. En este sentido -a lo que se ve- principio rector y tarea ocupan ámbitos antagónicos, divergentes. Cierto es que el escenario está plagado de oportunistas trincones o, en su caso, de necios indocumentados, oportunistas. Tanto monta monta tanto, unos y otros transitan beodos, vacilantes, sin conferir impulso; cuánto menos, esperanza futura. La actual situación arrastra al exégeta a conformar un oráculo atrabiliario, acre; asimismo, expuesto a aturdimiento permanente.

Si bien su andar es sibilino y acarrea confusión, el político se va desenmascarando. Por afinidad con un popular aforismo, podemos asegurar que quien miente tiene las patas muy cortas. Además, mentira y paripé carecen de embalaje sugestivo para vestir un tosco papel de estraza. Muestran tanta necedad que ya ni ocultan un talante agreste, mediocre. La confianza da asco, suele asegurarse, y estos individuos ya no se molestan en guardar las apariencias. Ignoro si es bellaquería, arrogancia o burla, pero su estilo y actitud rozan, más allá de la insolencia, el desprecio. Siento no concretar ninguna excepción porque están confeccionados con el mismo patrón al estilo de aquellas “hornadas” que retrata precursoramente “Un mundo feliz”.

El común, pese a diferencias filosóficas, identifica nada y oquedad vocablos sinónimos; pues, en un espacio no infinito, ambos enuncian lo mismo. Nuestros próceres -ayer, hoy y mañana- adolecen de vacíos profundos, integrales, hasta el punto de constituir su distintivo vertebral. Don Mariano, presidente sin iniciativa, cabalga a lomos de una inactividad proverbial e indecisión arraigada. El séquito silente se esfuerza por convertir semejante carencia en plenitud. Dice, a coro, que está curtido en gestionar los tiempos, pero pasa olímpicamente de Cronos. Pudiera insinuarse (sin temor a errar) que el tiempo, los tiempos, ajustan su quehacer definido siempre por dudas y zozobras. Personifica lo inadvertido, no ya como táctica sutil sino como encarnadura sustantiva. Despliega un muestrario de abalorios con el que encandila a la desolada feligresía ahíta de jovialidad, de optimismo. En los últimos meses hace malabares lanzando al aire la bonanza económica y el artículo ciento cincuenta y cinco.

Pedro Sánchez es un buñuelo de viento. Tras Felipe González, PSOE, desorientación y anemia, trajeron caos, división e inmundicia a la izquierda moderada. Zapatero fue el principal responsable gestando aquella nefasta Ley de Memoria Histórica y el Estatuto Catalán. Hoy, el secretario general -perdidos brújula y sextante- vive sin vivir en él reclamando un Estado Federal invertebrado; es decir, sin sustancia programática. Su proyecto político, su vena de estadista, dejo ayer aquella impronta imperecedera de “no es no”. Actualmente acaricia el éxito su “sí, pero…”. Es perito de lo virtual zambulléndose en todo aquello que pueda significar un voto. Menudo zascandil.

Nadie, sin embargo, se acerca al récord de don Carlas (perdón por mi fonética). El señor Puigdemont, sepulturero de la autonomía catalana, no personifica el vacío político, lo borda. Extraño, a fuer de singular, creador y contestatario de una independencia irrisoria, cómica, este personaje -si pasa a la Historia- vivificará a alguno de “La venganza de don Mendo”, sainete de Muñoz Seca. Acompañado, quizás complementado, por Ada Colau para concluir el sinsentido, se muestran empeñados en despeñar Cataluña de forma cruel y definitiva. Utilizan sin recato la demagogia junto al populismo con ajustadas dosis de tácticas fascistas. Por cierto, esta señora protagonizó una entrevista en la que, tras media hora, ofreció un vacío indecente. Navegaba gris, a la deriva, con proposiciones comunes, triviales, sin aporte alguno. “Bendito ser quien calla cuando no tiene nada que decir” apuntó Ben Jonson, dramaturgo renacentista inglés. Vaya dúo; para enmarcar.

Cataluña se hunde irremisiblemente. Queda poco margen de maniobra, por no decir ninguno. Y lo peor no sobrevendrá por su empobrecimiento, qué va; lo agotador será revertir la fractura social, su belicosa ceguera. El adoctrinamiento educativo y mediático debido a intereses concretos, constituye un caldo de cultivo extraordinario para sucumbir hechizado bajo el populismo oneroso. Estoy convencido de que la autonomía más próspera y moderna pasará momentos terribles por mor de un independentismo fanático, iracundo, irracional. Como dice la Biblia, luego vendrá el llanto y crujir de dientes, mas levantar lo hundido será misión de titanes, casi imposible. Intuyo pocas ganas de razonar pese a signos notables, evidentes, clarificadores. Por el contrario, quedan fuerzas para aventar falacias, para ahondar diferencias. Aún existen individuos con la quimera de que se confunda, incluso fuera de nuestras fronteras, patraña y realidad. Mientras, entre todos la mataron y ella sola se murió.