Escuchamos frecuentemente
-con falta de rigor, a la ligera- que acechan tiempos nuevos, horizontes
inciertos, misteriosos, pero ilusionantes. Nada hay nada tan traumático como
sembrar vanas esperanzas. Algunos, malintencionados, codiciosos, desparraman
sobre el barbecho social semillas nulas de fruto, concebidas para evocar odios
medio enterrados. No es tiempo de esparcir potingues reparadores, sugerentes,
cuando existen recetas ordinarias aunque sean laboriosas. Las gravísimas crisis
del pasado siglo trajeron consigo nazismo y totalitarismo, caras terribles de
la misma moneda. Aquellos tiempos sí eran nuevos; estos, anuncian un revival
necio, probable, pues ni conocemos ni interesa la historia. El milagro
prometido entonces, costó millones de muertos y decenios de miseria. Pagaron un
alto peaje por dar oídos a aventureros cuyas promesas, inverosímiles en
circunstancias normales, hechizaron a cuantiosos sectores de la sociedad.
Seguimos sin aprender.
El desastre económico de
Lehman Brothers, en dos mil ocho, añadió aquí al gobierno Zapatero. Superado
por los acontecimientos, don José Luis tuvo que adelantar las elecciones. Sin
comerlo ni beberlo, probablemente espantado, Rajoy recibió una mayoría absoluta
tan inmerecida como inútil. Desde mi punto de vista, hizo bueno a Zapatero si
tasamos las facultades -presuntas- de uno y otro. La suma de estos tres
ingredientes onerosos, insoportables, concibió dos partidos dispares pero
lógicos. Hastiada la ciudadanía de un bipartidismo inoperante, sordo, suicida,
abrió desesperadamente los brazos europeos (en mayo de dos mil catorce) a
Podemos y, con menor entusiasmo, a Ciudadanos. Unos chicos hijos de papá, leídos,
desenvueltos, arrogantes, sin oficio ni beneficio, descubrieron la gallina de
los huevos de oro. Sediento el individuo, con hambre de arbitraje, asqueado de
indignidades, (a)prestaba oídos escasos de reflexión, armado de necia torpeza,
casi apático. Hubo, aquí sí, una conjunción planetaria debida al ahogo laboral,
cinismo populista e ingenuidad colectiva. ¿Quién podría creerlo? Trocaron paro
o marco mileurista por seguro y suculento salario.
Lejos, a años luz, del
llamado Jueves Negro que convulsionó aquella sociedad e hizo posible la Segunda
Guerra Mundial, esta crisis ha movido los cimientos políticos del llamado mundo
civilizado. De ella se han alimentado populismos arcaicos, junto a otros de
nuevo cuño, cuyos efectos -que se presumen próximos- generan inquietud cuando
no terror. Trump instaura el ejemplo proverbial. Nos esperan días de
expectación, de zozobra. Nuestra piel de toro ve aparecer a Ciudadanos y a
Podemos. Ambos surgen por inacción acrisolada de quienes copaban los diferentes
gobiernos democráticos. El personal pasó de A a Z sin solución de continuidad.
Ahora solamente el PP mantiene esa atadura engañosa que facilita el poder; los
demás lamen heridas de escisión
PSOE y Podemos abren sus
carnes a la dinámica interna para consolidar proyectos, tal vez doctrina, que
hagan creíble al segundo mientras trata de recuperar prestigio el primero.
Ciudadanos pugna animoso buscando el espacio ideológico que no existe porque un
PP hábil acapara el amplio abanico que va desde la derecha liberal hasta los
confines de una izquierda socialdemócrata. Ha elaborado un monstruo para
asfixiar a rivales al tiempo que trampea a votantes. Ciudadanos debe esperar a
que la exasperación, el fuego, complete su efecto devastador -ya cercano- y
aproveche aquella quimera mitológica, cien por cien inverosímil, de que otro PP
renazca como el Fénix. Entonces tendrá un peso renovador, transcendental. El
PSOE acaricia claras oportunidades de futuro abandonando rutinarios tics
decimonónicos, caducos y estériles. Ojo a Pedro Sánchez, individuo nocivo para
el partido, que acaba de anunciar su candidatura a la secretaría general. Si
encuentra su camino, jamás podrá ser absorbido por cualquier aventura que se
realice a su izquierda. Los españoles y europeos (ahora hay que contar también
con ellos) son enemigos de experimentos en general, menos a la carta.
Podemos apuesta por
albergar todos los vicios: machista, arrogante, fatuo, oligarca, oscuro. Le fascina
hacerse notar, ofrecer esta carta de presentación mediante el mañoso recurso de
envolverse en la dialéctica contraria, aunque involuntariamente enseña la
patita. Abarco al partido porque cualquier populismo está hecho a imagen y
semejanza de su líder incontestable, carismático; insalubre siempre. Por tal
razón, Podemos exhibe una naturaleza acorde a las muchas manifestaciones, tal
vez gestos y afanes, realizadas por sus dirigentes más destacados. A poco, va divulgando
distintas facetas que dejan conocer su verdadera identidad. Hay enormes
divergencias entre dichos y hechos. Se les está cayendo el velo que difuminaba
un rostro, quizás jeta, auténtico, definido, repulsivo. Empieza un confuso itinerario
que le llevará a ninguna parte.
Vista Alegre II
destapará, con toda crudeza, el enfrentamiento encarnizado, no entre Iglesias y
Errejón -que también- sino entre dos grupos que no caben en la misma sigla. Su
ADN, un hechizo a las purgas, les ha llevado demasiado lejos. Eclipsado Monedero,
ese verso asonante con la rima primigenia, quedó una imagen y un proyecto
(probablemente dicotómicos, disyuntivos) que, bajo el aparente acuerdo instruido
por la voz cantante, originaron dos clanes inconexos, antagonistas. Mitad
debate estratégico, mitad lucha por acumular poder, Podemos se desangra.
Bescansa y anticapitalistas conforman una comparsa transitoria pese a algunos
medios empecinados en proclamar una realidad ad hoc.
Pablo Iglesias personifica
un escaparate muy logrado, estético, sugerente, pero anodino. A su soberbia e
inconsciencia, Errejón proporciona cotejado con él peor imagen. Sin embargo, su
pragmatismo o agudeza le lleva a entrever que oponerse de manera radical al
statu quo europeo solo permite asaltar el limbo. Tan realistas como él, sus
seguidores aumentan (conquista voluntades) porque saben que no hay otra forma
de alcanzar el poder, la regalía, el acomodo. Después del vano cónclave, decía Miguel
Urbán -pobre- que el objetivo de Podemos es desbancar a PP, PSOE y Ciudadanos
para asumir ellos el gobierno. Así, solos, contra los tres. Pero… ¿de dónde han
salido estos señores? Pablo Iglesias y sus sosias anuncian, prepotentes, candorosos,
el ocaso de Podemos. Al tiempo.