viernes, 28 de diciembre de 2018

DECISIÓN SALOMÓNICA


La arrogancia busca en vano la sabiduría, dictamina una clásica reflexión moral. Tras las elecciones andaluzas, aparte los resultados, el escenario quedó reducido a necia capa de soberbia insoluble con las decisiones dadas por ciudadanos hartos. Susana Díaz, desarbolada justamente, endulzó la derrota enseguida afirmando que ella había ganado. Voces amigas, también sumisas tanto políticas como mediáticas, empezaron a corear lo oneroso de un pacto PP y C,s con Vox, “ese partido de ultraderecha”. Era evidente que tan burda patraña (única treta posible para continuar utilizando, o mangoneando, el palacio de San Telmo) no surtiría ningún efecto. Pero la “virreina” andaluza -me cae bien, a la postre- sigue afirmando que desea inaugurar la investidura. Nulo esfuerzo.

Pese al ridículo disparate, siempre queda un poso de esperanza. Ignoro si tal virtud, evocada con delectación, lleva por nombre Albert Rivera o Juan Marín. Ambos a dos o de manera individual, empezaron negando pan y sal al partido que había conseguido doce diputados y cuatrocientos mil votos. Obcecación e indigencia política se adueñaron de titulares y noticieros. Una falta de acuerdo favorecería, sin duda, los intereses de PSOE y Vox en perjuicio básicamente de Ciudadanos. No ocurrirá, pero la posible repetición electoral hundiría al partido naranja a nivel nacional. Valls, el anodino peso político que esconde su fachada barroca (frágil ornato), deslumbró a un Rivera inseguro y con torpes complejos ocultos bajo pretendido fondo roqueño. 

Desde el día dos hemos asistido a todo tipo de teorías e hipótesis, algunas ramplonas y muy descabelladas. Nada extraño si tenemos en cuenta la materia prima que conforma nuestro espacio político. Hasta el nefando presidente Sánchez (no eres más tonto porque no puedes, le espetó Antonio del Castillo), mantiene curiosamente ahora -a las vísperas, cuya invocación inicial reza: “Señor, date prisa en socorrerme”- que debe gobernar la lista más votada. Susana aspira gobernar por ser primera fuerza. A su vez, Marín lo pretende porque ha crecido más que nadie. Argumentos hay para calmar y colmar cualquier pretensión, aunque parezca risible e infantil. Este triste epílogo tiene desconcertados a propios y extraños con sorprendentes empeños al embeleco.

Ciudadanos, preso de gratuito terror al orquestado infundio que le mezcla con la ultraderecha, proyectó una decisión salomónica: ofrecer a todos los partidos representación en la Mesa del Parlamento andaluz. Jugada perfecta para acallar las voces que le acusaban de cooperación con Vox. Sin embargo, se impuso una realidad ayuna de pragmatismo y reflexión. Adelante Andalucía (denominación que la desgaja de Podemos) despreció el aguinaldo navideño para luego quejarse. Tal renuncia ambiciosa -digo no, pero me gustaría decir sí y alzo una voz divergente con esa ultraderecha demoniaca- indica que la madre naturaleza olvidó darles un corazón sabio e inteligente. Quieren blanquear a toda costa, por supuestas razones a contrario, su propia y más intranquilizadora radicalidad.

Como mencioné antes, el arrogante busca en vano la sabiduría. A mayor escarnio, la vida política española se encuentra abarrotada de arrogantes. Este vicio no tiene protagonistas ni parangón; ocupa cualquier territorio y envilece a todo el combinado humano. No obstante, donde los efectos experimentan consecuencias trascendentes es en la gestión inútil, habitual, de políticos ignorantes. Peor aún, huyen -como alma que lleva el diablo- del sentido común. Exigirles sapiencia, cautela, aptitud, significaría pedir peras al olmo. Tal vez fuera conveniente no reclamarles nada porque si exhiben incapacidad, falta de ética, bochornosas patrañas e instinto delictivo, mejor dejar a ellos que apliquen y se responsabilicen del ritual.

Ciertamente, para gobernar no se precisa sabiduría pero sí sentido común. Las elecciones andaluzas carecen de impronta ilustrativa. Mucho antes de ellas sabemos que nuestro linaje político renunció a dicho sentido. Pero su inmediatez obliga a analizar ciertas manifestaciones y referencias. Callo las urgencias, por parte de Iglesias, a tomar la calle -junto a una sutil connivencia o asentimiento del presidente- al perder Andalucía y que ambos ocultan bajo ese postizo biombo levantado tras la “victoria ultrajante” de Vox. Aunque representen algunas decenas de diputados, nunca tuvieron demasiado crédito. Asimismo, Bonilla asegura que el Estatuto conformará la única línea roja en conversaciones preliminares; supera la insolencia propia de quien ha logrado mayoría absoluta para convertirse en dislate. Ciudadanos objeta cualquier acuerdo con Vox y este, en justicia, exige que se visualice algo su programa. ¡Cuidado!, demasiado ingrediente incompatible para tan escaso talento.

Ciudadanos, ignoro quien lo asesora, gusta merodear los abismos con paso vacilante, indefinido. Deduzco, por su trayectoria, que elude inflexible el papel de bisagra encomendado hoy. Queda lejano, quizás velado, el momento en que los votos le permitan encabezar una candidatura y necesitar apoyos de otras siglas, llámense PP, PSOE o Vox; es decir, partidos manifiestamente democráticos. Todo ello, me lleva a concluir que Rivera debiera sustituir fobias desdeñosas, puede que filias antojadizas, por madurez y praxis. Parece que el señor Valls -político paracaidista, intruso- marca estrategias, consignas, que deben cumplirse. Pese a ser primer ministro de Francia con Hollande, si acariciara una destreza rentable, provechosa, hoy presidiría dicha nación. Nadie debe olvidar que Macron, compañero en el gobierno socialista, le impidió formar parte de En Marcha. Él, sí lo conocía.

Finalizo con dos aberraciones opuestas a cualquier decisión salomónica, próximas a actitudes fanáticas. Me refiero a la injerencia política del juez Joaquim Bosch, portavoz de Jueces para la Democracia, respecto a Vox. Con gesto airado, casi belicoso, en una intervención televisiva, dicho juez realizó valoraciones excesivas, osadas e inciertas, respecto al partido aludido. Por su parte, el presidente hizo un balance no solo optimista sino hiperbólico de su gestión durante los meses que lleva al frente del gobierno. Entresaco una perla que dice mucho del buen señor: “He hecho yo más en siete meses que el PP en cinco años”. Delirante, psicótico. El pueblo lleva tiempo tomando nota como muestran las elecciones andaluzas, Comunidad a la que amenaza tras perderla el PSOE. Si no es pose, puede considerarse amago radical, autocrático, fascistoide.

viernes, 21 de diciembre de 2018

VIAJE A LAS CAVERNAS


Me produce repugnancia cualquier uso adulterado que hacen los políticos -sin distinción- del lenguaje. No conciben límites si tal exceso redunda en favorecerse con algunos votos fariseos, desleales, ruines, sin soporte. Consideramos correcto que todos, alternativamente, pretendan desacreditar al rival mientras lo hagan destacando vicios o errores incontestables. Rechazamos, no obstante, cualquier uso espurio del lenguaje (o la falacia continuada) para proyectar sobre el oponente manchas que exhibe su propio ejercicio público, incluso personal. Conocemos cuánta razón sobra a proverbios cuya enseñanza sugiere que habla siempre quien debiera callar por lucidez y equilibrio. Si la sociedad fuera cauta (aunque ello signifique pedir peras al olmo), los amigos del señuelo quedarían ilegitimados para representar con justeza y justicia derechos ciudadanos; es decir, su candidatura política sería incompatible. 

Permítanme un inciso de última hora. Al parecer, Sánchez y Torra -según Elsa Artadi- tendrán una reunión en la cumbre. Distinguidos intelectuales, avalados por notables currículos presidenciales y dada su trascendencia, ambos descartan el Palacio de Pedralbes (lugar previsto del encuentro) a la vez que impulsan como alternativa el Monasterio de Montserrat, algo lejano y abandonado ayer por un Torra anacoreta. Ello, probablemente, les urgirá a elegir el Parque de Atracciones del Tibidabo, promontorio menos elevado pero más cercano e idóneo para la finalidad que intentan conseguir.   

Un grupo “despierto” de asesores les indican que cumbre, en este caso, no significa cima, altura. Tal advertencia semántica permitirá una “reflexión profunda” y Pedralbes será elegido al cabo. Malicio que alguien pueda acusarme de hiriente e irrespetuoso. Craso error, les devuelvo la misma moneda con que ellos liquidan, metafóricamente hablando, al ciudadano. Si todos hiciéramos igual, sin considerar “amigos ni enemigos”, otro gallo cantara. Además, somos sujetos de derecho y pagamos su sueldo; motivo sobrado para exigir respeto (al menos, descartar bochornos), no al revés. Abandonemos ya ciertos prejuicios antidemocráticos.

De vuelta al tema que nos ocupa (renuncio a hacer sangre con los aforamientos), constato que abundan espeleólogos en todas las siglas patrias. Ubicarse en la oscuridad inmediata e histórica es acervo común; Podemos, titular hoy del testigo comunista, a mayor gloria. Sabemos -con suma nitidez- que ciertos partidos alimentan populismos y demagogias expuestos con ademanes amables, casi inmaculados. Precisamente son estos quienes denominan cavernícola al oponente de forma reiterada, hostil. Sus prisas por abanderar subsidios, las agresiones para apadrinar aquella falsa superioridad moral de la izquierda, mientras su gestión encierra efectos liberticidas y onerosos, causan desapego e indolente huida social.

Aparte tópicos oscurantistas, regresivos, que se atribuyen a la denominada caverna política, el eco también forma parte sustantiva de su entraña. No obstante, sería absurdo considerar oro todo lo que reluce. Para redimir semejante probabilidad, rascar la superficie y someter a análisis pelaje y apariencias es un método infalible que conduce a descubrir el fraude. No eximo a ningún partido de culpa, pero tengo la firme convicción de que izquierda y caverna -en cualquier aspecto- son sinónimos. Sin embargo, se ha instituido una cruzada maldita sobre la derecha. Supuestamente, protagoniza multitud de excesos y flaquezas, ni más cuantiosos, amorales, ni infames, que los mostrados por la izquierda. Apoyada por diferentes gobiernos, tal vez esa otra caverna mediática (parcial, ferviente, con pruritos progres) moldee una conciencia social haciendo oídos sordos a elementales exigencias deontológicas.

Epígrafe y texto ulterior entroncan sus raíces en palabras de Pedro Sánchez respecto a Andalucía: “Apelo a la sensatez de PP y Ciudadanos para no desandar, a costa de lo que sea, el camino de la igualdad y la inclusión social que algunos quieren transitar en su viaje a las cavernas”. Lo pide quien ha pactado con Podemos, independentistas acérrimos, filoterroristas y felones, esgrimiendo antitética gallardía entre dichos y hechos. “Dime de qué presumes y te diré de qué careces” es una realidad adscrita a nuestros próceres sin excepción. Cuanto más sirven a la palabra, cuando el compromiso se muestra circunspecto e intransigente, haremos bien en exigirnos un mayor plus de sutileza. Jamás demos por cierto lo que reclama reserva porque, en ocasiones, aprender del error resulta demasiado dispendioso.

Un eco cavernario subrayaba: “Objetivo de la censura fue sacar a España de la parálisis”. Cito el mensaje como ejemplo insidioso, compendio de manipulación política, farsa legal y manufactura ilegítima. ¿Qué se entendía por parálisis? Tiempo e indicios confirmarán ese acuerdo tácito mediante el cual Sánchez despega Cataluña y olvida una Constitución que juró cumplir. Semejante hipótesis constituye el fruto natural de una reunión umbría, furtiva, sigilosa, con perfiles cavernarios. Hubo dos novedades: Llamar al aeropuerto catalán Josep Tarradellas y rechazar la muerte de Luis Companys. Todo ello costó un millón de euros. Espero que esa factura, antes o después, la pague Sánchez y el PSOE. Lo enjundioso sigue oculto. ¿Caverna? ¡Qué va! “Ahí se encuentran otros”.

Siento una corriente nueva, un desatasque social, con horizonte límpido, clarificador. Estoy convencido, si acierto, de que les queda poco tiempo a quienes (políticos y medios) se mueven ágiles, seguros, en ese hábitat -mitad caverna, mitad cuchitril- virtual que unos y otros han habilitado con gran plácet. Resulta curioso que quien ocupa dicho escenario, y se mueve dentro como pez en el agua, prescinda de él haciendo recaer sobre otros su dominio. Se ha llegado demasiado lejos y España, ahora mismo, está en peligro. Aprovechemos la última oportunidad para tomar decisiones enérgicas dejando atrás nimiedades personales.

Nuestra sociedad -máxime adolescente- venera el becerro de oro y demás ídolos a costa de un pueblo pillado a contracorriente; putrefacto, quebradizo, tísico, tras ingente obra de ingeniería. Para llegar hasta este lamentable estado, han tardado casi treinta años. Desarbolada e inculta, la sociedad acepta lo que le echen. ¿Y aún se atreven a hablar del viaje a la caverna cuando llevamos tiempo metidos en ella? Merecen una contundente respuesta.

viernes, 14 de diciembre de 2018

EL SACO VACÍO



Hasta hoy, doce de diciembre de dos mil dieciocho, para conceptuar alguien inepto, ignorante, torpe, se utilizaba la expresión fresca -con certera carga paradójica- “vaya lince”. Sin embargo, esta mañana, enzarzados en usual sesión de control al gobierno, he escuchado algo que me ha impresionado favorablemente. Cierto interviniente afirmó: “Un saco vacío no se tiene en pie y usted, señor Sánchez, es un saco vacío”. Ampliando el paralelismo, PSOE y España son sacos vacíos ahora mismo; ninguno se tiene en pie. Sánchez se aferra a una retórica ineficaz, compensatoria, ante la inanidad que exhibe en su gestión gubernativa. Incluso la retórica clásica pretendía persuadir o disuadir al auditorio para convertirla en algo material, tangible, físico. Según López Eire, el retórico moderno prefiere lo teórico a lo prescriptivo. Como consecuencia, es imposible que el verbo de Sánchez se haga carne.

Tan excelente contribución lexicológica puede hacerse extensiva al Parlamento y, por ende, a políticos a granel, salvo contadas y honrosas excepciones. El presidente, pobre, centra con justeza cualquier maldad que encierre la reseña. No obstante, sería injusto si no agregara a tan alto protagonismo una comparsa privativa, asimismo aledaña. Últimamente la cosecha de vacuidades, buñuelos sabrosos y fantasías, viene generosa. Más, desde que populismo y demagogia se digieren sin ardores ni pasmos mentales pese al estigma que aparejan. Creo (constatado el delirio generación espontánea) en el papel estrella de los medios para diseñar tan “oportuno” escenario. Tal vez sean ellos quienes lo instauren mostrando también su saco vacío. A este paso, parece improbable localizar un colectivo -la ciudadanía ya se ve- cuyo embalaje sea firme, rígido, recio. Quizás fuera causalidad, pero inopinadamente Casado matizó, desde mi punto de vista, otro grave aspecto que está oprimiendo a España

Cuantos estamos al corriente del acontecer nacional, conocemos personajes cuyas manifestaciones, aparte de inmorales e ignominiosas, pueden considerarse un tributo al disparate. Sobran ejemplos y entresacaré algunos edificadores. Certificado cum laude en tesis doctoral, ligereza y rectificación, nuestro presidente es un adelantado farsante. Ha vivido, presuntamente, a caballo entre artificio y enredo. La farsa, tal vez algo de sino providencial, le ha permitido salir indemne tras acreditar su insolvencia. Descubierto y apartado por una ejecutiva harta de evidencias, engaña a los afiliados y vuelve a la secretaría general inusitadamente. Al entrever que su andadura política vetaba colmar ambición propia y deleite conyugal, realizó un pacto tóxico para echar a Rajoy. Engatusó a independentistas, presentándoles viable lo imposible, mientras horrorizaba a propios que temían -pese a supuestos esplendores- la muerte anunciada de un PSOE vano, acomodado a los vaivenes frívolos de un Pedro Sánchez chulesco, insolidario, verdugo.

Su basamento, a la sazón, concluye con Podemos, un partido extremado, radical, cuyo objetivo -más allá de buenismos impostados- es erigir una dictadura comunista en loor y gloria de la nomenclatura (aún me pregunto por qué a los gerifaltes comunistas les gusta vivir tan bien, como esos capitalistas a quienes tanto censuran. En realidad, conforman un capitalismo intervenido). No obstante, Podemos y PSOE entre otros, etiquetan a Vox de ultraderecha. Desde luego, poco o nada tienen que ver con Marine Le Pen mucho más cercana a Podemos que a Vox. Podemos es un partido antieuropeista y rupturista, además de mantener diferentes “fobias” muy bien disimuladas, igual que Agrupación Nacional. Por lo tanto, aquí casa como anillo al dedo la sentencia: “Dijo la sartén al cazo: ¡Quítate que me tiznas!”. Podemos es un ejemplo notorio de saco agujereado, vacío.

Existe una cavidad sin determinar volumen y llenado (Ciudadanos) que intercambia pasiones con otra hueca e infecta, al decir mayoritario (PP). Esta, mientras alternaba gobernanza con PSOE, exhibía continuos complejos frente a una izquierda petulante, impostada. Llega Casado y trastoca los papeles. Ahora PP se siente seguro y Ciudadanos irresoluto, acomplejado. ¡Pues no dice que él no pacta con Vox! ¿De dónde saca esa hipersensibilidad? ¿PSOE puede concertar con Podemos y vosotros os negáis a hacerlo con Vox? ¿Acaso Valls, mi tocayo, ha enturbiado vuestro cerebro o de consuno pretendéis dilapidar un capital político generado con esfuerzo y cautela? Gente hastiada del PP os vota con la condición de que el PSOE muerda el polvo. Es costumbre nacional, y lo sabéis, votar a la contra. Votan al PP, en mayor medida, para derrotar al PSOE y viceversa. Podemos, Ciudadanos y Vox, hoy por hoy son partidos bisagra, pero deben andar con cuidado -hasta “sorpasso”- salvo empeño de muerte dulce. Albert Rivera se juega su futuro en Andalucía.

A mí, al contrario que Podemos, Vox no me genera insomnio, ni intranquilidad. Advierto en él un partido democrático, amén de que sus postulados doctrinales puedan considerarse bastante rigurosos. Creo que se ha sembrado la especie de que una democracia debe ser moderada, solidaria, justa, igualitaria. Estoy de acuerdo, en parte, sobre todo si estos principios afectan a quienes llevan sobre sus espaldas al Estado; es decir, cumplen con las Leyes y con sus obligaciones ciudadanas. Necesitamos siglas que expresen lo que miles de personas maduran al calor del hogar. Cierto que la élite política tiene argucias para escabullirse. Semejante marco me lleva a considerar vacío el saco social. Contando con individuos dogmáticos, miopes, perezosos e insensatos, nos movemos entre la indiferencia y el encono. Verdad es que los medios, igual de hueros, han terminado por contagiar al país entero configurando una conciencia colectiva infecta.

Catalanes y políticos constituyen un dueto singular. Les acompañan un alto porcentaje de individuos cuyas características no precisan vocablos específicos, pues sustancia y actos dibujan su encarnadura mejor que cualquier epíteto al uso. Llegados a esta fecha, cercana al “curioso” consejo de ministros en Barcelona, no es que haya sacos vacíos, no; es que un yute deslavazado, disperso, anárquico, cubre Cataluña atiborrada, en gran parte, de perturbados oriundos y decorativos políticos forasteros alimentados, como dicen en mi pueblo, de aire y tradición unos mientras otros lo hacen con brindis al sol.

Calvo -vicepresidenta insólita, prodigiosa- ha conseguido la “Binidad” de Sánchez, es decir la nada bipersonal en una exégesis. Cuando le preguntaron por qué el presidente había cambiado de opinión respecto al delito de rebelión en cuatro meses, respondió: “El presidente jamás dijo que los políticos catalanes cometieran delito de rebelión. Lo dijo Pedro, pero no Sánchez”. ¿Es, o no, una salida para enmarcar? Ocurre, asimismo, que la cantidad exuberante de frases chocantes desmerece una demanda ridícula, pero meollo hay. Sánchez no es el único saco vacío, desde luego.

                    

viernes, 7 de diciembre de 2018

ELECCIONES ANDALUZAS, ULTRAS Y DEMOCRACIA


Suele decirse con profusión que no hay peor ciego que quien no quiere ver. Izquierda, incluso moderada, y poder forman un tándem irrazonablemente indisoluble. Por este motivo, cuando lo pierde genera -aparte solemnes agonías- maniobras peligrosas si no terribles en ocasiones. La Historia despliega múltiples argumentos, irrebatibles y perpetuos, que constatan dicha afirmación. Sobran, por otro lado, ejemplos recientes capaces de convencer al individuo extraviado. Necesita únicamente juicio crítico junto a mente abierta y lógica. Absurdo, trivialidad e intransigencia, son ingredientes ajenos a este apunte; si bien es verdad que aparece con excesiva frecuencia cualquier término de la terna, si no ella entera. Ello hace que estemos enlodados por un uso envilecido, infecto, del idioma; aunque, a poco, seamos capaces de discriminar grano y paja.

Susana Díaz, antaño rival del presidente, ha subido al ara sacrificial para expiar los innumerables extravíos y falacias que Sánchez ha ido atesorando. Sin ser tampoco una estadista, acertaba con ese criterio de que Pedro (me recuerda a aquel mentiroso compulsivo que anunciaba la llegada del lobo) era maligno para el PSOE. Por tal motivo, quiso adelantar las elecciones en Andalucía. ¡Vaya descalabro! Baja catorce escaños, recibe una admonición molesta, pierde la Autonomía -un verdadero chiringuito- y cede el paso a Vox. Imposible igualar este récord. Ahora, ella no hace autocrítica y el gobierno central le imputa culpas por su torpe desacierto; asimismo, baraja también la pobre participación consecuencia de una campaña átona. Todo, menos explorar cierto protagonismo ligado al presidente rehén, livianamente español.  

Los doce diputados electos de Vox en el Parlamento andaluz, eclosión inesperada, han levantado ronchas. Todas las siglas evidencian motivos diferentes para poner a caldo al partido novel. Quien más, quien menos, teme perder parte de una tarta inmensa, por el momento. No asusta qué ideario pueda exhibir ahora o en un futuro impreciso. Les preocupa solo la competencia, ese trance irresoluble de añadir comensales al banquete. Porque Vox debe quedarse -por suerte o desgracia- durante mucho tiempo, asunto que aclarará Cronos. Sí ha conseguido, desde el primer minuto, crear una polémica artificial no por razonable. Tanto partidos próximos como antagónicos han iniciado una cruzada mendaz, agria e inconsecuente. Unos por el “quítate allá que me tiznas” y otros por hábito de “ver la paja en ojo ajeno”.

Podemos y su estrafalario líder, batiendo cualquier registro, tildan a Vox de ultraderecha (por cierto, exijo cuatro guardias civiles para vigilar mi vivienda amparándome en la igualdad de todos los españoles que Pablo M. pide demagógicamente. Caso contrario, que renuncie a ellos por coherencia. ¡A que no!). También lo hace el PSOE, un pálpito recorre al PP y el sarpullido asoma en Ciudadanos. Hasta Valls, diseño de alcalde corporativo, sugiere el peligro electoral que se corre al sucumbir bajo tan aciaga influencia. Considero un desatino que Podemos -ultraizquierda axiomática, reconocida- tilde a nadie de ultra. Recuerdo, al efecto, mayo de dos mil catorce cuando esta sigla consigue cinco eurodiputados. Nadie, ni partidos ni medios (mucho menos estos), habló de ultraizquierda habida cuenta de su ubicación a la izquierda del PSOE. ¿“Superioridad moral”? garabateada a fuego en la conciencia social. Penoso.

Ahora mismo, tras las elecciones andaluzas, se ha conformado un manicomio. Sánchez, a grito pelado o con voz chica, pretende la desaparición de Susana y adueñarse del cotarro. La ve consolidada y retrocede; no se sabe si para coger impulso o para huir desangelado, vencido. Iglesias ansía la desaparición (política, claro) de Teresa Rodríguez, pero se le hace un bocado excesivo y no está el horno para bollos (ambos -Pedro Sánchez y Pablo M. Iglesias- antes de pedir tales dimisiones, hace tiempo deberían haber enseñado dicho camino debido a estrepitosos fracasos o excesos). Ciudadanos, tercera fuerza en diputados, quiere presidir el gobierno andaluz mientras un PP perplejo exige ser quien debe presidirlo, marcando ahí línea inaccesible. Por otro lado, a ninguno le seduce Vox porque temen intoxicarse con la etiqueta maldita que le han colgado una izquierda cínica, presurosa, y los medios de comunicación adictos.

La política española se ha convertido en una guerra de guerrillas entre PSOE, PP y Ciudadanos. Sostengo que Podemos y Vox son partidos populistas, aunque ninguno me alarma; uno porque jamás alcanzará el poder total y otro “per se”. Sin embargo, la democracia ganaría en salud si se aplicaran algunos postulados que mantienen de manera tenaz. Podemos preconiza el salario básico y Vox la desaparición del Estado Autonómico. Veamos. Se dice que las Autonomías cuestan sesenta mil millones de euros anuales. Una descentralización administrativa, con funcionarios de carrera, necesitaría menos puestos, ausencia de encarecidos privilegios y ahorro de capital público que, como sabemos, “no tiene dueño”. Con seguridad, economizaríamos miles de millones que permitirían destinar un sabroso salario básico a varios millones de parados, probablemente a todos. Sumemos estrategias parecidas en empresas públicas y entes locales. Llegaríamos a cimentar una auténtica democracia. Átense bien los machos aquellos partidos llamados a gobernar España. Podemos y Vox esperan.

Ayer celebramos cuarenta años de una Constitución vigorosa, válida, pese a interesadas interpretaciones ampulosas y excesivas. La situación económica actual impide satisfacer algunos derechos consagrados en la Carta Magna porque letra e inferencia no siempre encuentran maridaje. El esfuerzo fiscal es casi confiscatorio depauperando la clase trabajadora. No obstante, derroche y servicios sociales divergen en proporción inversa. Surge así una democracia hecha para una minoría elitista mientras el “pueblo soberano” la aprecia lejana, injusta, ruin. Brotan, poco a poco, sentimientos de rechazo, de hastío, a la vez que ansias de explorar regímenes inciertos, pero esperanzadores. No sirve, queda obsoleta, aquella sentencia atribuida a Churchill “La democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. El individuo necesita una democracia fuerte, resolutiva, satisfactoria. Si no la consigue transmuta sus emociones llegando a desear no sabe qué, pero algo diferente, donde no haya tanto desmadre. Casi siempre, el indecoroso quehacer político genera posturas contrarias, tal vez radicales.


viernes, 30 de noviembre de 2018

DELITOS PENALES Y LABERINTOS INACEPTABLES


Quien opine que los medios cumplen, excelsos, únicamente su misión de informar, se equivoca de medio a medio. Todavía desconozco las razones, pero el periodismo actúa como asistente -supongo bien pagado- del político. Despliega calcados afanes cuando seduce raciocinios, doblega criterios, para conseguir los mismos objetivos que ellos. Hoy predominan programas donde cualquier mensaje queda viciado por opiniones ex cátedra, fervientes, fanáticas. Ayuno de lectura y crítica, el individuo llano, algo vetusto, nutre su alma política, elemento de impulso electoral, consumiendo solo medios audiovisuales. Conforma, así, una conciencia infecta, un mosaico mental montado con teselas falsas. Completado el programa de ingeniería social acometido hace décadas, nuestro pueblo adora supercherías, ídolos a mayor gloria, mientras desprecia verdades concluyentes pero tergiversadas. 

Días atrás, la jueza del caso Máster procesó a Cristina Cifuentes por falsedad documental y archivó la causa contra Carmen Montón. Así debió consignarse en cualquier medio, noticia escueta o ampliada, pero no; qué va. Vinieron raudos, voraces, conocidos carroñeros a darse un botín aparatoso, espectacular, ad hoc. El marco elegido fue una televisión que enfatiza los peores vicios procedentes de una derecha no más disoluta que el resto de siglas. Durante dos horas largas se sembraron apreciaciones unidireccionales, probablemente hiperbólicas y, por supuesto, creadoras de opinión fraudulenta. He observado en múltiples ocasiones cómo parecidas reseñas tienen opuesto tratamiento según a qué sigla afecte. Argumentación y cinismo acuden al yugo progre para conseguir un maridaje canallesco.

Debemos suponer imparcialidad absoluta en jueces y fiscales. Imputar delitos penales, acarreadores de prisión, exige dominio, excelencia, comedimiento. Sé que la ley abarca recovecos impenetrables para el personal lego; de ahí que surjan procedimientos o sentencias extraños. Sin embargo, a veces, se utilizan razones curiosas para enjuiciar, quizás sobreseer, asuntos a priori parejos. Tal circunstancia, de difícil filiación, hipoteca todo crédito judicial bastante ajado por acontecimientos cercanos. Pedro Sánchez y algunos ministros, presuntamente, han estampado falsedades en diferentes documentos públicos sin que ello les haya supuesto ningún proceso legislativo ni político. Con absoluta certeza, nadie ha visto indicios ni evidencias de actuación ilegal, así como tampoco la presión mediática impone consideraciones anejas. En política, si no hay resonancia, los hechos pasan desapercibidos e impunes. Eso constata, al menos, mi dilatada experiencia.

Acepto que cualquier medio delate a ilegales y corruptos (reos penales) sin concesiones a la galería. Refuto, no obstante, toda versión maniquea por su esencia indigna y efecto retorcido. Quienes somos propensos a tertulias y debates conocemos el paño que enmascara determinada ideología. Diría, ahíto de razones, que Sexta y Trece TV acunan a la izquierda -más o menos radical- amén de una derecha heterodoxa. Ambas ofrecen similar proselitismo obviando excesos de siglas cofrades, las ideologías desaparecieron hace tiempo. Aquí no existe error ni desesperanza, nos ponemos a disposición de medios genuinos, francos. Ellos saben también que les asiste una feligresía neta, rigurosa, incendiaria, abierta al sermón cotidiano. Poco a poco caen vendas y su labor doctrinal alienta solo a convictos; el resto conformamos un share en descenso.

Rosa María Mateo (sus declaraciones complementarias) y el señor Duque (condonado, al parecer, de una sanción fiscal importante), aparte otros miembros destacados del PSOE, han cometido irregularidades si no supuestos delitos penales por falsear documentos fiscales; es decir, públicos. Pretendo únicamente expresar diferencias en los tratamientos mediáticos de estas personas respecto de aquellas pertenecientes al PP. Tales contrastes, encierran una corrupción democrática más transcendental que las habituales dinerarias. Como procede del denominado cuarto poder, agrava más si cabe el efecto por olvidar su deontología periodística y de contrapeso. Esta deslegitimación potencia el desgarro entre prensa y sociedad, abocándose sin remedio a programas triviales, ramplones, germen de una frivolidad perfilada, asimismo alarmante.

Estos cismas -difícilmente digeribles- vienen acompañados de múltiples embrollos, tal vez tejemanejes y siempre etiquetas capciosas, que embarran todavía más el campo político-social. Ustedes, amables lectores, conocen casos capaces de despertar sentimientos encontrados. Desde arcadas repugnantes a conmiseración comprensiva, benevolente. En sus manifestaciones son tan intransigentes, tan patéticos, que ante ellas surgen pálpitos diversos, encadenados a un tira y afloja paradójico, humano. Se deben al titular, a ese eco ampuloso, rentable, que codicia cualquier prócer si quiere trepar alto.  Algunos, incluso, exceden la indigencia para rozar directamente el delito. Vienen a colación las palabras infértiles, áridas, pueriles, de Lorena Yusta (afiliada inédita al PSOE de Villaverde) dirigidas a Casado por pronunciarse “impúdicamente” -cuando expuso condiciones lógicas- contra la migración: “El que siembra miseria recoge bombas lapa”. A la política humilde, minúscula, presuntamente le pudo un ADN invasivo o quiso congeniarse, arribismo en ristre, con sus “mayores”.

Dentro del embrollo nacional, finalmente llegan los botarates “gana garbanzos” (si se piensa que el vocablo botarate implica ofensa o insulto, yo digo con Valle Inclán que es una definición). Constituyen un colectivo amplio, exaltado, mozo de la cuerda “progre”. Asistidos por una inadecuada libertad de expresión, ya que suelen mancillarla, se sienten impelidos a atentar moralmente contra quienes no piensan como ellos escarneciendo símbolos nacionales, instituciones que desdeñan, siglas recusadas y doctrinas negadas. Muchos españoles, también tenemos nuestros entes refractarios no venteados ni propicios para conseguir un sustento cobarde. Defienden los derechos humanos, dicen; el problema sobreviene cuando solo ellos deciden quienes son humanos. Léase aquí Dani Mateo y otros esforzados bufones desmañados que claman democracia al amparo de nuestra democracia. Estamos insertos en un laberinto inaceptable.

viernes, 23 de noviembre de 2018

DE VÍSCERAS Y DE COLORES


Cuando hace unos días se me ocurrió el título, jamás pensé que utilizara el vocablo inicial en sentido drástico. Porque hoy tomaron el Parlamento, cuanto a fondo y forma, cual si fuera una vulgar taberna de barrio. Salieron a relucir expresiones “agudas”, hijas del “recogimiento y la cordura”. Vi al señor Tardá -yugular hinchada, presa de desubicada orquitis- expeler con malos modos la palabra fascista contra Albert Rivera. Callo, por principios estéticos, aun éticos, la intervención del diputado Rufián y los pormenores del presunto escupitajo a Borrell. Sea como fuere, no cabe duda de que lo expuesto diverge totalmente del epígrafe porque estos señores llenan su cráneo de sustancia imprecisa, alejada de cualquier víscera.

Respecto al apéndice histórico del fusilamiento de Company por un golpista (Franco), arquetipo victimista de ERC, voy a mencionar tres fechas: cinco de mayo de mil setecientos ochenta y nueve, inicio de la Revolución Francesa; cinco de octubre de mil novecientos treinta y cuatro, Revolución de Asturias; cinco de mayo de mil novecientos treinta y siete, revolución anarquista y POUM contra el gobierno de Company. Ni quito ni pongo rey, son fechas de alzamientos históricos sin posible manipulación interesada. Las reseñas relativas a distintas consecuencias, y juicios de valor ideológico, pueden o no ceñirse a la lógica de tales hechos por otro lado incuestionables. Añado que la provocación suele cabalgar a lomos de la inconsistencia. 

Rompiendo toda cautela, debo empezar por lo más inmediato y alarmante. Aludo a partidos minoritarios -sin representación parlamentaria en ocasiones- entre ellos los nacionalismos catalán, vasco, navarro, valenciano, mallorquín y riojano. Su tonalidad cromática acoge, indistintamente, al negro aciago o al blanco candor. El primer grupo incluiría, desde mi punto de vista, JXCAT, ERC, PNV y Bildu. Al segundo Compromís, el PSC, con matices, acompañado de otros como PSN-PSOE, Partido Socialista de Mallorca-Entesa (PSM-Entesa) y En Comú. He decidido identificar con el color negro a aquellos, por las significativas sombras de unos y el pasado sangriento de otros. Los segundos, gamas de PSOE y Podemos, muestran un candor virginal, grato, apreciado. Aunque desarrollan un enanismo enraizado, protagonizan el curso de los acontecimientos.

Sin embargo, PSOE y PP -en este orden- acumulan la responsabilidad plena del escenario actual. Sí, rojos y azules llevan cuarenta años no solo con desencuentros perversos sino con beligerancias onerosas. Tripas y testosterona guiaron cualquier intento de pacto. Fue imposible llegar a acuerdos amplios para conseguir una ley electoral justa con los partidos y con el país. El Parlamento debería elegirse mediante una circunscripción electoral única. La Cámara Territorial (Senado) podría tener tantas circunscripciones como Autonomías. Por otro lado, si estas fueran divisiones solo administrativas muchas competencias perdidas serían hoy estatales. Ahorraríamos dinero, disgustos y graves conflictos institucionales. No obstante, se ponen de lado cuando no exhiben pomposos y retóricos sacrificios personales en aras al Estado de Bienestar. Hipócritas, gorrones.

Nacionalismos radicales, inexistencia de pacto educativo y voraz elección de órganos judiciales, entre otros, se deben a la longeva ineptitud de PSOE y PP, englobando además cierta obcecación testicular. El independentismo dice poseer un mandato democrático de la sociedad catalana mientras esta coyuntura amasa cuarenta años de manipulación escolar con la anuencia cómplice, displicente e irresponsable, de ambos. En este mismo momento, observamos exquisitas e innumerables melindres hechas al desbordamiento independentista por parte de un presidente, al menos, contradictorio. No me extrañaría que el PP dedicara, en parecida ocasión, equiparables deferencias. A veces, el corazón constitucionalista es un viejo olvidado, casi maldito, y el color patrio se desvanece al contacto con los billetes. 

Por este motivo, cuando oigo al político de turno proclamar cómo se sacrifica por España y los españoles me entran ganas de vomitar. Mis lectores saben que soy un abstencionista convencido y esas estupideces acentúan tal disposición. Agradezco a tanto indocumentado que me ofrezca argumentos irrefutables para mandarlos a hacer puñetas, vocablo ahora de moda. Pese a los yerros -tal vez lúcidos- de PSOE y PP, el partido morado (agreste donde los haya) les supera en la insólita tarea de resquebrajar los cimientos nacionales que se han ido consolidando a lo largo de siglos. Poco a poco, sibilinamente, pretenden astillar leyes, costumbres y bondades, bajo el advenimiento de nuevas soluciones incorporadas a viejas imposturas.  

Podemos muestra tantas ansias de poder que ansía ocupar cualquier resorte: legislativo, ejecutivo, judicial. Contra lo que predica (el sumo sacerdote siempre está subido al púlpito mediático) abraza descaradamente el poder íntegro, aunque la sociedad acumulase, con evidente mentecatez, miseria y esclavitud. Dicen que el color morado, fruto de la mezcla azul-rojo, es tonalidad penitente. Pudiera ser, pero para élites exclusivas -alejadas del común, de toda connotación religiosa, llenas además de pragmatismo- trae vetas mágicas, soberanas, rutilantes. Nada emerge por generación espontánea, siempre existen razones a veces ilógicas, sublimes o pedestres, que operan de motor oportuno. En este caso, vienen prontas perfiladas por fábulas que atraen bajas pasiones y estómagos hambrientos. Llega la hora nauseabunda de las vísceras.

Finalizo con el color naranja; limpio, todavía libre de contaminación, arrastra fama de inestable por algún vaivén incomprendido. Mezcla de rojo y amarillo, se le considera reflejo de la sociabilidad y de la alegría. Constituye, empero, el tridente sólido, sensato, en el gobierno de España. Rojo, azul y naranja, apareados -a voluntad del ciudadano- debieran formar el ejecutivo y la oposición con verdadero sentido democrático. Infiero espinoso extinguir de forma inmediata las afecciones putrefactas, pero ahora mismo se hace imprescindible eliminarlas, es conditio sine quanon, para disfrutar una democracia auténtica. Contrariamente, alimentaríamos el color morado cuyas rastreras vísceras atiborradas, perniciosas, potencialmente más corrompidas, pondrían en grave riesgo la convivencia. Así de real y de factible. Pese a sutil estrategia carroñera, el dogal está en manos del tridente y en las nuestras.

viernes, 16 de noviembre de 2018

CLASE POLÍTICA


El poder es un ideal que quien lo alcanza consume parte de él en conseguir difuminarlo a fin de no despertar codicia. Inflama asimismo la lucha permanente para obtenerlo sin estimar costes ni medios, aun lesivos e ignominiosos. Tanto, que resulta imposible encontrar cercanos a su área de influencia ni idealistas ni filósofos; solo individuos roídos por ese apetito insaciable. Se halla en diferentes albañales, mancebías y dogmas, donde personajes ebrios, cínicos, histriónicos, sinvergüenzas, enajenados por inmensos desenfrenos, le sirven de alimento y coartada. Porque el poder seduce al hombre con cánticos de sirena y lo esclaviza, mientras parece darle las llaves maestras que abren todas las puertas. Terrible engaño: conquista una jaula de oro, invisible a los ojos físicos, en cuyo interior -lleno de gozo áureo- vive oprimido, perdida toda libertad (basamento humano), toda encarnadura ética, mientras sucumbe lentamente a ese despotismo imperecedero.

¿Por qué entonces, se me preguntará, hay tantos seres que prefieren desplegar un poder dictador, valga la redundancia? No tengo respuesta al hipotético interrogante, porque para mí es incomprensible, pero vislumbro ciertos desequilibrios adscritos a entendimiento y voluntad. Mientras el poder comporta la resultante adictiva, infame, de un atajo terrible, su ausencia esconde venturas plácidas, inobservables para los que poseen entendimiento impuro y voluntad atormentada. Quienes logran poseerlo han de franquear puertas terribles, vergonzosas. He aquí sus nombres: Amoral, traicionera, indecente, postiza, frívola. Si fuera preciso también cruzarían la definitiva, llamada violencia. Solo una élite, subyugada ante su presencia, abandona el gran grupo para aislarse en aquella jaula dorada que al final debe ahogar a los protagonistas de tan burdo trueque. Actuar como Fausto siempre conlleva un sobreprecio.

De los sesgos que toma el poder, hoy haré mención al poder político; es decir, el conformado por prebostes adscritos a ideologías cambiantes, ahora sintetizadas bajo el epíteto de “transversales”. Al fin y al cabo, pese a brindis populistas, inútiles, el poder presenta múltiples facetas y una sola sustancia. Poderes con entidad, financieros o grandes empresarios, merecen pocos o ningún rechazo porque nos pillan lejanos. Si acaso sufren embestidas (nunca mejor dicho) provienen de políticos demagogos cuya fachada sirve, como dicen en mi pueblo, para un roto y un descosido. Son políticos “palabricas”, término murciano y que he escuchado en La Manga donde me ubico por unos días. El hotel, pequeño, casi familiar, destaca por un buen yantar mientras el ocio queda oficiado por la gentil María, muy agradable y eficiente en su quehacer de animación. Tras esta digresión, me explico. “Palabricas” es el vocablo con que bautizan aquí al prócer parlanchín, impenitente, pero remiso a la hora de actuar.  

Todo sujeto fiscal -llamado ampulosamente ciudadano- censura cualquier poder político, discriminando con sensibilidad estúpida a los suyos de los antagonistas. Son incapaces de comprender que todos somos sus opositores. El poder político constituye una clase social, quizás antisocial, que repudia y necesita la muchedumbre ajustando orden e intensidad. Inexisten excepciones o salvedades por mucho que auténticos seductores asciendan al púlpito, siempre en épocas de crisis. Estamos rodeados de “palabricas” que encienden pasiones y luego pretenden argumentar con lógica virtuosa el porqué de finales frustrantes. Aun los anticlasistas más indomables (de nombre) se avienen al calor, a los privilegios de clase, que les otorga un predominio grato, cómodo, acogedor. Pasan desapercibidos porque su grey peca de excesiva fe y ven en ellos, tal vez con ojos virtuales, solo prodigalidad. Sus abundantes escarceos con la incoherencia concluyen sin secuelas electorales.  

Podemos constata sin empacho su apego al poder. Olvida discursos pretéritos en los que se presentaba como un partido anticasta, huérfano de puertas giratorias y pretensiones. A la primera de cambio, deja principios y pruritos sobrios para apuntar los mismos atropellos antiestéticos, parecida falta de austeridad. Pese a promesas y prédicas con ofertas para la regeneración democrática, ha participado en el indecoroso hábito de elegir aquellos jueces que conforman los órganos de poder judicial. Al mismo tiempo, y con la misma avidez, manosea radio televisión española omitiendo viejos empeños de imparcialidad cuando estaban en la oposición. Para no perder otras prerrogativas personales e impúdicas, Pablo M. Iglesias va de la Meca a Medina, o viceversa, con objeto de aprobar unos presupuestos que le son vitales. ¿Elecciones anticipadas? No lo piensan ni él ni Sánchez.

Patrick Rothfuss, escritor norteamericano, ha dicho: “El poder está bien, y la estupidez es, por lo general, inofensiva. Pero el poder y la estupidez juntos son peligrosos”. Este país lleva decenios sufriendo dicha confluencia con ascetismo, quizás con desaliento. Hay un despego, una disonancia, cada vez mayor entre el poder político -ensimismado, distante, especulador, al fin clase repelente- y una sociedad desdeñada, metafórica carne de cañón. A nadie puede extrañar que se manifieste algo encanallada al comprobar cuánta morralla cubre el papel gobernante. Sé que la señora Calvo es vieja protagonista de esperpentos dialécticos. Ayer, sin ir más lejos, anunció la bondad del cambio de hora porque “ayuda como resistencia al machismo”. En mi pueblo, gente noble pero bestia, dirían “qué tienen que ver los co…. para comer trigo”.

Resulta indigesto, además de absurdo, inoperante, el que nuestros políticos embistan (qué vocablo tan oportuno) unos a otros para disimular complejos e ineptitudes. Deberían conocer la masiva pretensión social de que Sanidad y Educación, al menos, ofrecieran gestión nacional. Ni caso, oídos sordos es su única respuesta recurrente. Nos estamos acostumbrando a la nada con envoltura atractiva. El señor Sánchez hace hincapié en la exhumación de Franco, bajada de IVA en prendas íntimas femeninas y enseñar la patita censora como advertencia por si a alguien se le ocurre sacar los pies del tiesto. ¡Ah! y avanzar con treinta años de antelación su extraordinario interés en garantizar la pureza medioambiental. Me recuerda aquellas viejas inquietudes por el cambio climático y la alianza de civilizaciones tan explotadas por aquel estadista llamado Zapatero. ¡Qué clase con tan poca clase!

viernes, 9 de noviembre de 2018

SENTENCIAS Y RÉDITOS ESPURIOS


España siempre ha sido un país de sentencias, porque aquí no solo juzgan los jueces; a nuestros ciudadanos les obsesiona pronunciarse rotundamente ante cualquier tema. Ningún pueblo, que yo conozca, ofrece al mundo esa compilación popular de tanta raigambre como es un refranero. No consiste en un extracto literario al decir de bastantes expertos, no; más bien constituye el prontuario filosófico que nos permite enfocar la vida desde amplias referencias vitales. Añadamos el hecho insólito de que los autores, en vez de pasarse años lucubrando sobre el ser y su entorno, cimentaron sus dictámenes sobre observaciones y sentido común. Sin embargo, semejante preferencia, huérfana de toda requisitoria habitual, obtuvo respuestas válidas durante siglos. Solo una sociedad adormecida e inculta tras magistral ingeniería, puso fin al curtido concierto refrán- rumbo vital.

Hoy ha emergido un linaje que coopera con los legítimos árbitros de forma ilegal, desvalijando toda deontología: medios audiovisuales. Estos, por principio, deben acometer el papel sustantivo de informar sin límites ni regates ideológicos, fiscalizar el poder. Pese a ello, cada vez con mayor fuerza aparecen comunicadores radicales, fanáticos, armados de un dogmatismo devastador, que corrompen la conciencia social debilitando -al mismo tiempo- el sistema democrático. Hace un instante, la televisión (entrevistando a la portavoz del PSOE, y por su boca) juzgaba al PP de partido infecto, ultra, casi nazi; una piltrafa. Tal pretensión de achacar al rival todos los vicios y peligros, implica desdibujar cuando no impedir la alternancia política, esencia de toda democracia escrupulosa. Ya no se limitan a disputar con nobleza el voto, procuran por medios casi ilícitos eliminar al adversario, incluso con pactos de dudosa calidad democrática.

Dos sentencias judiciales marcan un antes y un después en el pelaje democrático de ciertos partidos. La primera se refiere a las medidas preventivas adoptadas contra políticos catalanes que participaron con arrebato en aquella declaración unilateral, folklórica, de independencia. La otra, harto desatinada, condujo al hazmerreir -aborigen y extranjero- anterior a la resolución final. Cierto que el desprestigio anidó dentro del propio tribunal, verídico el absurdo esfuerzo con que se puso la soga al cuello. No obstante, instituciones, partidos y políticos, potenciaron irresponsablemente tan monumental yerro. Hasta Pedro Sánchez, en gesto inusual, al día siguiente afirmó que el AJD (Acto Jurídico Documentado), un impuesto del año mil novecientos noventa y tres, que supone el setenta por ciento de los gastos notariales, lo pagarían los bancos. Además de subvertir la autoridad del Tribunal Supremo, grave atentado democrático, para justificar a futuro un indulto fraudulento, miente a sabiendas porque al final los bancos lo repercutirán sobre las hipotecas.

Ignoro qué interés muestra nuestro presidente, sobre todo el PSOE, de deslegitimar instituciones fundamentales para el sistema democrático. Empieza por partidos rivales (PP, Ciudadanos, Vox) y poder judicial, mientras trata con cierta intemperancia a las fuerzas de seguridad. Vislumbro vagas intenciones de resucitar un aciago frente popular para satisfacer aviesas intenciones de todos. Pedro Sánchez seguiría en La Moncloa; Pablo M. Iglesias detentaría la vicepresidencia real, gozando de un poder que nunca consentirían las urnas; los independentistas catalanes lograrían indultos, competencias y dinero; PNV junto a otros tendrían papeles protagonistas en la política vasca. Y aún hay quienes, dueños de un cinismo insultante, afirman que ellos (los anteriores, sobre todo PSOE) trabajan para el ciudadano y no como otros que solo miran el voto. España, sus habitantes, les importa un bledo. ¿Está en perspectiva una democracia popular?

Brotan como hongos sentencias dictadas -y no es vocablo candoroso- por personajes, personajillos y chiquilicuatres. Ustedes los integrarán en el grupo de su agrado. Un PSOE  exquisito acusa a PP y Ciudadanos (por llevar a Sánchez para que explique su negra y plagiada tesis, presuntamente) de utilizar el Senado a favor de sus intereses. Niego que esos intereses sean distintos a los de PSOE y Podemos (junto a otros socios) por llevar al Congreso a destacados líderes de PP por un caso inmerso en la vía judicial. JXCAT, antigua CiU, pone en duda la imparcialidad del Supremo. No lo dirá por los innumerables casos jurídicos en los que bracea dicho partido o alguno de sus dirigentes históricos. Echenique divulga que Casado mancha de cloacas la democracia porque ganó con apoyo de Cospedal. ¡Soberbio!

Pese a todo, hay dos informaciones-declaraciones-sentencias que me inquietan profundamente. Noticia: “Decenas de profesores y varias universidades se unen al referéndum sobre la monarquía de la Autónoma de Madrid”. Declaración: “Un gobierno decente tiene que convertir la voluntad popular en una ley”, Pablo M. Iglesias dixit. Ambas iluminan la antesala a un chavismo, peor todavía, a un comunismo sin biombo que pone en riesgo la democracia. Estos sistemas tienen normas, aprobadas por mayoría, que garantizan el cumplimiento de la Ley y la separación de poderes. Cualquier intento que atente contra dichos principios contiene semillas antidemocráticas. Pareciera que se pretende ganar (con el concurso impagable de altavoces mediáticos) una guerra perdida hace ochenta años, aunque ello conlleve dolor y miseria.

Semejantes jueces (sin toga) ex cátedra, demagogos, populistas, crean y siembran sentencias, principios éticos y políticos, que incumplen descaradamente sin perder por ello prestancia -algo personal- ni seducción, indicativo ajeno a uno mismo. Mantienen intactos, superando hipocresías, corrupciones (incluso dinerarias) y tejemanejes diversos, los réditos que les concede una sociedad demasiado inconsciente. Nadie sensato, lógico, puede explicarse que la gente acepte de buen grado, y a los resultados electorales me remito, el hecho (infumable en democracia) de que un político, Echenique, amenace con salir a la calle si los jueces del Supremo dan razón a la Banca. Todo el conjunto de injerencias ilegítimas, buscan el rédito fácil, espurio, populista, propio de las crisis. ¡Cuánta ignominia acompaña al sillón!

Falta esa sentencia terminante del ciudadano que suele pronunciarse en política poco y mal. Lo apetezco para que no se cumpla el adagio de Michael Moore: “Si vuelves a la gente estúpida votarán a un estúpido”. Espero que algún día los réditos dejen de ser espurios y sean percibidos por su auténtico impositor, la sociedad

viernes, 2 de noviembre de 2018

DEMOCRACIA Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN, ¿CUÁNDO?


Relativismo, conciencia social terciada, tal vez impulso irreflexivo, nos acercan al concepto integral, sugerente, fructífero, pero no siempre veraz. Ocurre con el vocablo democracia, instalado en la sociedad con fines engañosos. Se abusa incondicionalmente de aquel famoso alegato dicho por Churchill: “La democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. Nada que añadir salvo el hecho de renunciar a la mínima exigencia sobre qué democracia queremos. Porque no todas sirven ni se ajustan al modelo primigenio gestado en Grecia -hace siglos- y corrompido con excesivo disfrute. A veces, este sistema (encomiado hasta la saciedad) sufre tal cambio que, como dijo Alfonso Guerra respecto a España, no lo conoce ni la madre que lo parió. No solo padece el comercio negro, antisocial, para convertirlo en despojos infames; también las lógicas comparaciones con otros regímenes solos o anejos a coyunturas especiales.

Efectivamente, distintos prohombres se han situado en el polo opuesto a Churchill. Thomas Jefferson, político republicano, sentenció: “La democracia no es más que el gobierno de las masas, donde el cincuenta y uno por ciento de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro cuarenta y nueve por ciento”. En parecidos términos se manifestó Edmund Burke, padre del liberalismo. Castelao, nacionalista gallego, apuntó que el pueblo solo es soberano el día de las elecciones. Hay quienes, exaltados, excesivos, avivan el debate rompiendo moldes. Considero poco rigurosas expresiones como la de Ruy Barbosa, político brasileño: “La peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor de las dictaduras”. Sin matices porque el mensaje elimina cualquier intento de convergencia. Dibuja un maniqueísmo a todas luces insensato, embaucador. Sin embargo, Ayn Rand -escritor demócrata norteamericano- sugería que una dictadura benevolente sería un mejor sistema de gobierno para resolver las crisis. El crac de mil novecientos veintinueve condujo al nazismo y al estalinismo.

A lo largo de los tiempos, hubo sistemas políticos diversos en fundamento y eficacia. Al fondo de todos ellos aparece una irresistible ambición de poder, excusada tras un chinesco biombo de servicio al individuo; porque el poder se retroalimenta, tiene principio y fin en sí mismo. Carece de rostro, objetivos y sentimientos; devora al hombre convirtiéndolo en instrumento, a veces sanguinario. Ha recibido diferentes nombres: Democracia, monarquía, aristocracia, oligarquía, teocracia, dictadura, entre otros. Un falso coro de veleidades, donde voluntarismo reminiscente y seducción no terminan de cuajar. Allá, al fondo, la Historia nos deja claro que solo existen aristocracia y dictadura en sus diversos formatos o culminaciones. Es evidente que el poder ni se divide ni se comparte; por este motivo lo ejerce una minoría, sometida al líder, o directamente un dictador. Cualquier fórmula distinta constituye una convocatoria perfecta, sublime, a parecida opresión.

Si nos ceñimos a esta piel de toro, seca y ceñuda, aparecen ingentes razones que convalidan lo expuesto en el párrafo anterior. Ningún país medianamente serio consentiría tráfico de votos para alcanzar un poder negado, a priori, por las urnas. Aquí, se permiten trasiegos, componendas, amancebamientos insólitos y traiciones, expiando apenas peaje alguno, sin excesivo costo electoral. No en vano, por estos pagos afloraron la picaresca y un Patio de Monipodio gratis et amore. Salvando las mayorías, desde el primer segundo la Transición consintió trueques e intrigas que ahogaron toda esperanza de conseguir una democracia homologable a aquellas que saborean naciones ricas y punteras de Europa. Los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) conforman el área iletrada, mísera, putrefacta. Todavía peor, no se observan visos de cambios sustanciales.

La puntilla definitiva viene del tándem Sánchez-Iglesias con cuadrillas que rechinan al precepto taurino. Pedro, siente arcadas independentistas por alimentarse de refritos caducados. Iglesias, enemigo declarado de las democracias liberales (al punto, no existen otras), nota mareos indigestos por tomar provisiones excesivamente patrióticas. Ambos, sin quitarse ojo, pretenden acumular poder jugando a los bolos. Todavía es pronto -porque ninguno se siente fuerte- para ver quién tumba a quién. Ahora se utilizan los dos, pero enseguida divergirán sus estrategias. Pablo no quiere porque es la única andadura que desagravia su ego insaciable. Solo, excluido, degustaría una tenebrosa oscuridad bajo el crepúsculo sombrío de alguna televisión furtiva. El PSOE se siente partido de gobierno, protagonista de un poder probable si renuncia a los aspavientos sobrevenidos y lo hará.

Descuidar las formas democráticas, se dice, es incompatible con un régimen de libertades. Llevamos cuarenta años transitando por la senda democrática y en contadas ocasiones han sido guardadas. ¿Quiere esto decir que apenas hemos conocido aquel sistema tan ansiado? Probablemente, pero si hubieran sido observadas con extrema exquisitez, tampoco. Nunca una forma puede sustituir a la sustancia y de esta sí que nos hemos sentido indigentes. Yo, al menos. No importa que Sánchez agreda a Castellanos, a Rivera o viceversa. Las actitudes que exhiben, más allá de síntomas, son efervescencias específicas de la enfermedad. Por otra parte, han desfigurado la democracia efectiva convirtiéndola en caricatura esperpéntica. Nos han construido un monumento de cartón piedra sin nada detrás, hueco, en cuya única pared destaca con egregios caracteres el vocablo democracia. Pura apariencia, puro embeleco.

Convienen destacar, asimismo, los esfuerzos que hacen todos los políticos por silenciar aquellos ecos que no les son favorables. Comúnmente se empeñan en controlar medios y periodistas, adscritos mayoritariamente a la izquierda dogmática o progresía de prurito y cartera. Si no lo consiguen, lastran su economía cuando no proponen leyes que castiguen semejante osadía. A tal grado se llega que Iglesias, he leído, pide no condenar a los políticos presos catalanes, pero sí a Inda y a Jiménez Losantos. ¿Puede aceptarse tamaño episodio contra la libertad de expresión? Ateniéndonos al deseo de Pablo Manuel, y algunos otros expresados con anterioridad, podemos advertir hasta donde estarían dispuestos estos populistas si llegaran a conseguir el poder auténtico. Por esta libertad de expresión a trompicones, no es descabellado, ni mucho menos, la cabecera que da entrada al artículo.  

viernes, 26 de octubre de 2018

CINISMO Y MISERIA


Antes de que Pedro Sánchez (armado de su habitual apostura chulesca y con proceder compensatorio e infantil) castigara de rodillas y brazos en cruz a Casado, le había dicho: “Ustedes no tienen programa de gobierno ni para Cataluña ni para España”. Así, con un par. Una aureola de cinismo contoneó esa testa meritoria -valga la ironía- del presidente más ambicioso y torpe en cuarenta años. Al final, será difícil averiguar si las necedades proceden de los presidentes o de sus respectivos asesores políticos. Todo vino a consecuencia de la “responsabilidad y participación” de Sánchez en el golpe de Estado que se está perpetrando, en palabras de Pablo Casado. El gobierno, delicadamente sensible, exhibiendo ronchas y mohines aviesos, olvida aquel “indecente” que espetó Sánchez al entonces presidente Rajoy, incluyendo la menudencia de acusarle de insuflar el independentismo. Ya saben, la viga y la paja. Como diría González Moore: “No hay mayor cinismo que el de aquellos que reclaman para sí lo que nunca han dado”. 

Cínico, enseña el DRAE, es quien actúa con falsedad o desvergüenza descaradas. Llevamos tiempo constatando que tal zozobra recorre las filas de cualquier sigla, si bien el populismo se lleva la palma. Ignoro qué predomina en esta coyuntura; si el descaro del preboste -quizás osadía que implica mayor inestabilidad emocional- o la estupidez ciudadana, tal vez sumisión ancestral. Sea cual la respuesta, vivimos un momento crucial, peliagudo. Para encrespar más los ánimos, si es posible, unos medios audiovisuales y escritos se esfuerzan por retorcer los conceptos hasta dejarlos irreconocibles, viciados, cuando no envilecidos. Etiquetas falsas, imputadas con saña y a veces impotencia, restallan en el espacio social contaminando el aire de aromas tóxicos, antitéticos, que aportan perturbaciones a la fisiología patria de consecuencias indeseadas. Una sacudida glacial, malsana, recorre el cuerpo nacional. La perspectiva sojuzga mentes y almas creando cierta desazón ante un futuro incierto

¿Quedan muchas tinieblas, mucho malestar? No existe una respuesta precisa respecto a Cronos ni a la diosa Felicitas. Temo que estos desarrapados intelectuales nos hagan pasar penalidades sin fin. Las cosas se están sacando de quicio con suma celeridad y percibo un intento nuevo, obcecado, de construir ladinamente el régimen que la guerra cortó de raíz. Mientras, se condena el liberalismo tachándolo de radical, de extrema derecha al tiempo que se le somete a causa general. Medios, colectivos estridentes y políticos siniestros -vistos en su doble acepción- siembran con bastante éxito una semilla que lleva implícitos el enfrentamiento, la quiebra, el caos. Sin duda han encontrado el terreno óptimo, preparado -al modo gramsciano- por un credo que ha hecho del cinismo su púlpito preferente. Esas ansias hegemónicas, de dominio estructural y moral, abren dudas razonadas de si Felipe González renunció convencido al marxismo. Zapatero y sus inexplicables añoranzas lideró enajenado la izquierda guerracivilista, aquella que se alejó de una socialdemocracia próspera.

LOGSE, junto a un relativismo que llenó toda la fisonomía formativa de una juventud sin futuro, ha ido forjando esta sociedad carcomida por todos los excesos a la par que por todas las carencias. Existe tal desorientación que las doctrinas, antaño guías ineludibles en los sistemas democráticos, han terminado ociosas, innecesarias, obsoletas. Surgen vigorosos credos alarmantes que nos retrotraen a épocas amargas, terribles. Hay ideologías tiránicas que emergen solo cuando el mundo se ve sacudido por profundas crisis sociales o económicas. Totalitarismo y nazismo brotaron en esas coyunturas socialmente desequilibradoras. Ahora, los movimientos migratorios ponen en riesgo -a veces por su propia dinámica- el statu quo de los países de acogida. Como réplica natural, aunque insolidaria, aflora un rechazo irascible, virulento, implacable. En ocasiones, los propios gobiernos calientan el conflicto aprobando medidas peregrinas.

España, pese a los esfuerzos de la progresía política y mediática, carece de ese ardor que comporta una dinámica radical, de momento. Estamos en el camino propicio para componer -a no tardar demasiado- un país envuelto en preocupantes conflictos sociales. Nuestro PSOE, alejado de enfoques pragmáticos, ha sido un partido disolvente, enemigo de alianzas que facilitaran políticas de Estado. Le pesa excesivamente el desafortunado papel que eligió en la Segunda República. Su vieja radicalidad le ha impedido, por pruritos atávicos, adoptar modales socialdemócratas. Sin embargo, la socialdemocracia (superada por doctrinas liberales, asimismo radicales) pierde gobiernos en Europa central y septentrional. Aquí, Sánchez -basándose en esa alergia europea y raptado por una codicia espuria, apremiante- ha recreado el frente popular como posibilidad exclusiva para conseguir La Moncloa. Aglutinar a la extrema izquierda con independentistas y antisistema, debe traer consecuencias nefastas para España y para el propio PSOE.

La izquierda moderada, como indico, ha perdido poder en Europa a beneficio del liberalismo, aunque esta crisis social originada por la migración -y otra económica que se vislumbra cercana- provoque un resurgimiento preocupante de las ideas inmoderadas, para ser suave. El polo opuesto (Portugal, España, Italia y Grecia) lo constituyen gobiernos de izquierda, más o menos radical, a excepción de Italia cuyo ejecutivo viene determinado por una mezcla explosiva de populismo y derecha radicalizada. Resulta aventurado, sin vestigios claros, hablar con verdad de convulsiones nazis o totalitarias pese a etiquetas vertidas por la táctica agitprop. No obstante, no deben descartarse a futuro.

Nosotros estamos eligiendo un camino que lleva directamente a la miseria, pues nos dejamos gobernar por una izquierda vacía. Reclamo, etiqueta y propaganda, con el auxilio impagable de unos medios serviles, definen su esencia, su encarnadura. Hemos de acostumbrarnos a mirar las cosas de frente, no de perfil. Analicemos qué proyectos reales, en beneficio ciudadano, ha elaborado el actual gobierno a lo largo de estos cinco meses. ¿Sánchez y sus acólitos pueden favorecer el Estado de bienestar? No, acarrean miseria para la sociedad porque, además de su odio al capital, solo les interesan los gestos, el poder sin más; se presentan indigentes para otros objetivos pese a seductoras apariencias. La economía vertebradora, boyante, no puede encontrarse en doctrinas estatalistas, es un axioma histórico.

viernes, 19 de octubre de 2018

¡VIVA LA BANDA!


Mis lectores habituales conocen que soy partidario de utilizar como epígrafe títulos significativos de canciones, textos, refranes, películas o citas sugestivas. En esta ocasión opto por la película de Ricardo Palacios, cuya trama se desarrolla en plena Guerra Civil española. Sin embargo, el fondo jocoso del filme tiene poco que ver con la situación grotesca, pero espeluznante, que domina hoy la escena política. Aunque parezca paradójico, cualquier caricatura despliega dos sentimientos opuestos. Uno advierte el tinte estrafalario, sarcástico, hasta ridículo; esperpento que evita frustraciones en el tópico valle de lágrimas. Es la fórmula exclusiva para una autodefensa eficaz. Otro, menos imaginativo, más real pero amargo, usurpa al género humano su deseo, aun su derecho, a una felicidad efímera, terrena.  

Banda constituye un vocablo con acepciones que tienen un cimiento común: grupo, más o menos organizado, con tareas y objetivos distintos. Hoy, me interesa aquel significado, casi siempre peyorativo, referido a conjunto heterogéneo de individuos. Yendo al grano, me refiero a la plaga de políticos y comunicadores que permite esta piel de toro. Ambos armonizan un tándem preciso, necesario, imprescindible, para llegar al embeleco que constituye ahora mismo la democracia española. ¡Viva la banda! es el grito minoritario, adiposo, de quien vive a la sombra opípara del poder eventualmente detentado. El noventa por ciento de la población, como mínimo, debiera estar hastiada de tanto acoso farsante e impositor. Pero no. Hete aquí que han corrompido la conciencia social y al coro ruinoso, infame, se adhieren de muy buen grado -cuando llegan las elecciones- numerosos colectivos vejados y vehementes.

Un perfecto, codicioso, programa de ingeniería social (iniciado con el nefasto sistema educativo llamado LOGSE y con el complemento vil, felón, de una prensa huidiza) permite a políticos y periodistas vivir de forma regalada a costa del fraude democrático. ¿Cuándo, si no, individuos -con dudosa valía intelectual y catadura moral- podrían permitirse una vida regalada, propia de potentados? No preciso nombres, incluyendo todas las ideologías, para elaborar un memorándum presente en la mente popular. Quien me lea, sabe que culpo al pueblo de colaborador principal. Aunque el papel protagonista sea adjudicado exclusivamente a políticos y prensa, el ciudadano (ahora contribuyente) tiene un importante quehacer de comparsa, si bien muchos se crean estrellas. Por tanto, este pueblo es corresponsable activo de la coyuntura presente.

Lo típico -al tiempo que sustantivo- de la banda actual, viene configurado por el desorden anarquizante, folklórico. Avistamos fuerzas heterogéneas diluidas en el maremágnum político-mediático. Se ha difuminado la vieja socialdemocracia moderada, gobernante, con un comunismo totalitario, novecentista. Demagogia y populismo desbancan el mandamiento recto, ético. Izquierda y derecha abandonan sus espacios tradicionales jugando a novedosos sondeos, mañas e ingenios, mientras consiguen desorientar al ciudadano, desheredada marioneta. Experimentan, en este laboratorio desconcienzado, una utopía tiránica con la saña que no apetecen para lograr el Estado de Bienestar. Porque utopía cae dentro de su campo, válida solo cuando el objetivo se refleja en ellos mismos. Egoísmo se convierte en doctrina troncal por muchos esfuerzos que realicen para ocultar, con palabras talismán, sus verdaderos anhelos.

Cabría preguntarse, entre otros interrogantes no menos oportunos, qué reflexiones llevan a un partido de gobierno a pactar con totalitarios, presuntos delincuentes y reconocidos antiespañoles, unos presupuestos en vez de ejercer de auténtico patriota y convocar elecciones. Se emplea como justificación el que gobiernos precedentes lo hicieran. Constituye otro ejercicio de configurar un lenguaje ad hoc, torciendo el oficial, para modular mensajes contaminados y argumentar quimeras. Comprendo menos el cesarismo expelido por todas las siglas nacionales hasta el punto de emponzoñar sus respectivos partidos antes que abandonar el poder, bajo un consentimiento suicida o cretino. Pedro Sánchez prefiere amortajar el PSOE antes que abandonar La Moncloa. Vimos a su antecesor, resuelta su economía, en la misma tesitura.

¡Viva la banda! claman alborozados quienes, fuera de ella, sin nepotismo, descubren un futuro incierto, ruin. Banda, privilegio y arbitrariedad forman el trípode sobre el que se sustenta nuestra democracia. A lo sumo, cabe añadir que las muestras no presentan signos de afección a la gente. Incluso aquellos que se distanciaron de la casta, han resuelto zambullirse hasta el cuello en ella. A más a más, como dirían los catalanes, poseen guardia personal, un símbolo -como sabe todo el mundo- netamente proletario. Qué pronto convergen los que pretendieron abrir una brecha simbólica tan insustancial como falsa. La prensa también forma parte básica del espectáculo, cuya contribución seguramente es bien remunerada. En ocasiones, ciertos periodistas que atizan la progresía como método eficaz traspasan todas las líneas de lo razonable y campan a sus anchas por el repugnante fanatismo dogmático, cuando no maniqueo

Évole asevera con rotundidad: “Me preocupa Vox porque hay mucha gente dispuesta a votar a un partido fascista”. Fascista es un anacrónico recurso propagandístico que intenta resucitar tiempos olvidados, de siglos pretéritos, ya que ciertos partidos necesitan etiquetas poderosas que aviven el subconsciente colectivo. Santiago Gonzáles -en el polo opuesto, pero sin ofrecer alimento electoral- dice: “El peor presidente de nuestra Historia es un psicópata que emputece todo lo que toca”. Ambas no constituirán ningún breviario de frases célebres, ni por sobriedad ni por estilo. Tal vez, el cetro lo detenten El País con sus bandazos y la Sexta TV ejemplarizando una fidelidad indiscutida.

Dentro de la órbita política tenemos declaraciones, actos, que serpentean el insulto a la inteligencia. Sánchez anuncia desmarcarse de la cita Iglesias-Junqueras. Martínez Maíllo, tabernario, considera que “Iglesias es un crack, es el puto amo”. Sin que le falte razón, sus palabras ajan crédito a las formas políticas. Carmena se gasta un millón de euros en redecorar el palacio donde se ubica el ayuntamiento. Susana Díaz, asida al cinismo, exige a Tejerina que pida perdón a los niños andaluces, etcétera, etcétera. Es incuestionable. Una élite encumbrada, estafadora, viviendo a lo grande, exclama (olvidando a la gallina de los huevos de oro y en permanente francachela) ¡Viva la banda!

viernes, 12 de octubre de 2018

GOBIERNOS IMPUNES O EL OCASO DE ENGAÑABOBOS


Esta mañana he presenciado una entrevista a Susana Díaz, tras haber disuelto el Parlamento andaluz y convocar elecciones para el dos de diciembre.Un gobernante siempre aspira a agotar legislatura, pero quiero lo mejor para mi tierra”. Esta andanada la evacuó sin mover un músculo y con sonrisa cautivadora. Enseguida me ha asaltado un axioma incontestable: el noventa y cinco por ciento del extracto de nuestros políticos viene determinado por ausencia de valores, cinismo, desfachatez y labia. El otro cinco por ciento restante, lo llena una mente indigente, plana, pretenciosa. Esta sutileza, entre otras diversas, determina que vayamos de mal en peor. Cuarenta años de democracia, si se puede conceptuar así, y hemos evolucionado poco o nada. Acaso, a peor. Forjamos una ilusión esperanzadora y nos han llevado a un escenario lamentable, siniestro, antidemocrático; ahora mismo, censor.

Pedro Sánchez (doctor no, todavía sin deslindar) sosia magistral del “inolvidable” Zapatero, recorre terco el espacio de la vileza. Prometía austeridad -como ética “exclusiva” de una izquierda interclasista, proletaria- y derrocha dinero público además de dejarse avistar ese achulado talante con que acicala su inepcia. Desde que ocupa el gobierno, de forma legal y no tanto legítima, el PIB ha caído unas cuantas décimas favorecido también por una segunda crisis mundial en ciernes según augures de todo prestigio. Sin embargo, aparte ciertas bombas saudíes de ida y vuelta, su programa conocido se ciñe a la exhumación de Franco, hacerse fotos con migrantes y bajar el IVA en prendas de higiene femenina. Ah, se me olvidaba. Muestra interés desmedido por codearse con líderes internacionales porque se le echa la casa encima. Perderemos miles de millones, pero, al final, será culpa de cualquier turco que asome la cabeza.

Los medios todavía siguen refrescando la corrupción del PP, “el partido más corrupto de Europa” hasta que Arcadi Espada preguntó a un feligrés convencido: ¿Cuál es el segundo? Cierto que distinguidos representantes peperos metieron (presuntamente unos, y otros no tanto) mano a la caja llevándose algunos milloncejos. Pero en este país, sin contar con las deficitarias empresas públicas, han desaparecido miles de millones del ámbito local, autonómico y nacional por mala gestión, desidia voluntaria o involuntaria. Probablemente familiares, amiguetes y amiguitas se hayan ensuciado los hocicos con un achocolatado pastel caído del cielo cual maná nutriente. Ninguno que yo sepa: presidentes, ejecutivos, gobernador del banco de España, dignatarios de ciertas cajas rebosantes de inmoralidad, evalúa la probabilidad de ser juzgado a causa de las enormes pérdidas dinerarias ocasionadas por su insolvencia, quizás pillaje.  

Me parece injusto que semejante caterva de aventureros indoctos abandonen la política -muchos de ellos jubilados- peripuestos, pulcros, jurídicamente limpios. Sé que cohecho, prevaricación y desfalco tienen demasiados vericuetos para facilitarles un escape con poco esfuerzo y mucha altanería. Son inmunes a otras figuras jurídicas porque, fatalmente, la estulticia no delinque ya que la sociedad (supuesta soberana y contribuyente real) elige incluyendo vicios ocultos, o no tanto. Es verdad. Votar con rechazo significa tener una imagen tal vez prefabricada del contrario, pero no vemos de qué pie cojea el individuo cercano a nuestros afectos; tanto al gobierno como a la oposición llegan auténticos desconocidos. Dicha quiebra les permite salir indemnes de los desastres que ocasionan. Los redime esa “irresponsabilidad” donada por ciudadanos con equivalente torpeza.  El político inepto, a su casa.  

Disponemos también de engañabobos. Conformando una única categoría, surgen dos estereotipos amantes del atraco y de la corrupción: medios y prebostes o viceversa. Los primeros -saltándose cualquier regla deontológica- inducen al extravío colectivo con su línea editorial intransigente, corrupción sin paliativos de la conciencia social. Conllevan, asimismo, un atraco ético cuando reducen al máximo la discriminación semántica y el hábito reflexivo. Nuestros prebostes atesoran con avidez ambos defectos, siempre ocultándose tras cualquier biombo impostor, teatral.  Pese a la gran cantidad de memos que abarrotan el espacio nativo, a estos especímenes protegidos se les va terminando el chollo a poco. Exceso e impudor dejan al descubierto tanta trivialidad, tanto fantoche, tanta contingencia, que les es imposible ocultar el auténtico individuo. Se va abriendo lentamente una luz clarificadora y su ocaso parece próximo.  

Hoy ha caído la primera hoja otoñal. Estaba cantado pese al histrionismo de horas antes. ¿Alguien piensa que se puede firmar cualquier acuerdo complejo de forma instantánea, fugaz, si previamente no estaba cerrado? Ayer Podemos aseguraba no tener respuesta afirmativa a los PGE. Sánchez, raptado por su ambición, ha medido mal la fuerza del partido populista y totalitario. No ha calibrado lo suficiente la egolatría de Iglesias, cosa que si ha hecho este con el apetito desbocado de Pedro. Pablo hubiera rubricado su “liberalismo democrático”, si fuera preciso, con tal de seguir afirmando: “Hoy, Podemos tiene más poder que nunca”. ¡Menudo es él! De todas formas, el principio de acuerdo para los Presupuestos probablemente sea un brindis al sol, por suerte. Es imposible que Sánchez dé a Torra lo que pide y por tanto el sí del independentismo a los Presupuestos. Si así ocurriera, la CUP ridiculizaría a sus contrincantes. No es lo mismo votar contra Rajoy que asentar un gobierno refractario al pulso independentista.

Bocazas tienen todos los partidos, en mayor o menor proporción y calidad. Ninguno, no obstante, rivaliza con Rufián. Comprendo que este ejemplar -único- defienda su pan (pasó de parado a superar los siete mil euros mensuales), pero todo tiene un límite y el impresentable diputado lo traspasa sin pudor ni continencia. Permítanme una apostilla. Aun discrepando de Julio Anguita, máxime sobre sus tesis económicas, le niego cualquier semejanza con líderes de la izquierda más o menos extrema. Don julio ofrece algo de lo que los demás carecen: honradez y rectitud acrisoladas. A diferencia del resto, él sí defendería, incluyendo errores, intereses nacionales y no particulares. Paradigma sin seguidores porque idealistas apenas existen; la mayoría se presta a oscuras y rentables componendas. Escudriñen, adviertan; de estos “virtuosos” hay legión.


viernes, 5 de octubre de 2018

SER O NO SER


Constituye la frase más famosa del monólogo de Hamlet, príncipe de Dinamarca, sobre la vida y la muerte. William Shakespeare -en sus reflexiones sobre ambas, expuestas en dicho soliloquio- quizás fuera el antecedente cercano, preeminente, del existencialismo. Sartre tituló su obra sustantiva “El ser y la nada” con evidente analogía respecto a la obra shakespeariana. Ortega, dentro de su peculiar perspectivismo, también recorrió la senda existencialista. Ello, le llevó a advertir: “La vida es futurización, es lo que no es”. Observamos una clara avenencia entre los tres autores a la hora de titular o definir sus discernimientos. Shakespeare quiebra una concepción esencialista del hombre, propia de la filosofía clásica, para abrir un nuevo interrogante donde la existencia (y su angustia vital) ocupa el arranque de cualquier lucubración en los dos últimos siglos.

Cierto es que empirismo (escuela que preconiza la propia experiencia como método para llegar al conocimiento) y fenomenología (sistema cuya tesis indica que solo podemos conocer los fenómenos, nunca el ser-objeto) coexisten, mientras atesoran preferencias (no exentas de vacilaciones), con el existencialismo durante los siglos postreros. El individuo, sometido a presiones límite, se aferra al relativismo en sus diversas formas. Así se va construyendo una sociedad vacilante, perdida, manejable, cuyos añejos valores -morales o éticos- han sido sustituidos por otros de reciente cuño donde destacan codicia, egocentrismo, abuso e insolidaridad. Vemos con estupor, asimismo zozobra, como poco a poco nos deslizamos sin freno a un abismo insondable. Peor que el destino resulta esa estulticia casi irracional que nos empuja sin oponer resistencia. Un refrán popular indica: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta”; es decir, necedad y desastre son compañeros de un viaje alejado de cualquier escapatoria educativa, restauradora.

De entre las varias rutas inciertas emprendidas por gobiernos pérfidos e impulsadas por una sociedad necia, estúpida, cabe señalar el Estado Autonómico, su avidez, y en especial aquellas Autonomías que se consideran a sí mismas con identidad nacional. Ahora, Cataluña preocupa al pueblo español debido a la situación de quiebra social y a la imagen que brinda al mundo entero. Los independentistas aducen oscuras razones históricas para exigir independencia y república. Al parecer, su génesis como pretendido reino dataría de la primera mitad del siglo XIII. Reivindican conjuntamente, quimérica tesis, Valencia y Mallorca en esa unidad llamada Países Catalanes. Lo que ellos denominan Reino-Principado-Condado de Cataluña aparecía formado por varios condados-territorio (no administrativos) situados en el área geográfica de la actual Autonomía y otros allende los Pirineos, hoy Estado francés. Más razones históricas tendrían Valencia, Sevilla, Badajoz, Toledo, Zaragoza, etc. “reinos de Taifas” a finales del siglo XI. Llegaríamos al Estado plurinacional efectivo, a la España desvertebrada, a la nada.

Puedo comprender el sinvivir de políticos y sociedad catalana desde que una marea de independentistas superó ese palo y zanahoria que CiU astutamente exhibía ante los diferentes gobiernos nacionales. Era el statu quo perfecto. Venteando la bandera del independentismo conseguían miles de millones y competencias jamás imaginadas. Ese mensaje reiterativo, pertinaz, de “España nos roba” y parecidos eslóganes, acabó por imponerse al paripé de un soberanismo de pega. Necesitaban nutrir la llama nacionalista para mantenerse en el poder y, cubriéndose con la bandera catalana, forjar una panda que saqueó, presuntamente, Autonomía e instituciones adyacentes. En aquellos años de González, Aznar y Zapatero, no eran independentistas, ni mucho menos; pancismo e intereses espurios fundamentaban su ADN político. Pero hace tres años, una diada multitudinaria les hizo ver el monstruo que habían creado. Solo restaba huir hacia adelante y aquí, en esta tesitura molesta, irreversible, suicida, nos encontramos.

Imagino, si es que les queda algún escrúpulo, el abatimiento del señor Mas. Menos de los presos o fugitivos porque consintieron una situación advertida. Quisieron acreditarse héroes nacionales y terminarán por emerger tontos inútiles. Hoy, el Parlament se ha embarrado debido a la divergencia JxCAT y ERC a la hora de delegar o designar los diputados presos o huidos. Se ha resuelto a favor de la concordia, aunque el desgarro sigue intacto. Era lo esperado, pues ni el gobierno catalán -junto a sus apoyos- ni Sánchez (y su soporte) quieren elecciones anticipadas. Torra y Torrent deben andar como el verso de Santa Teresa: “Vivo sin vivir en mí”. Vacilan si ser (nacer, vivir cual políticos en el alambre) y exponerse a la cárcel o no ser (fenecer políticamente e iniciar otro aliento porque la muerte es causa de vida) disfrutando del sueño de estar vivos incorporados a un bucle dulce e ilusorio. Creo que todas sus angustias, fiascos y velas, terminarán en la mazmorra social por “traidores” o en el cautiverio judicial por presuntos y graves delitos penales. La gilipollez acaricia su peaje. 

El pueblo catalán padece sus demonios internos y otros externos disfrazados de políticos patriotas. Semejante carga les hace transitar por un viacrucis que, a poco, siente sustituirse tomando cuerpo una turbulenta mezcla de intolerancia, agresividad e inconformismo. En un vaivén mecánico -grupos minoritarios, pero muy fanatizados- van por libre, han abandonado el no ser aupando el ser a extremos que empiezan a desazonar a sus mentores. Han eliminado el orden facilitando, de este modo, la irrupción lógica de gentío acéfalo, agreste, anárquico, rabioso, subsumido por un separatismo impostado. Uno ve ciertas imágenes, atesora información, y se sorprende (pese a los años) de la sandez infinita que encierra el género humano.

Sánchez, presidente inusual, paga su ambición mostrando cuan postizo tiene el ser.  Un doctorado lacio y falso; compromisos incumplidos; apariencia fraudulenta, estilo, carácter y palabra hipócritas; amigo del escondite, de silencios inconclusos, evita contra viento y marea dejar la presidencia, el sillón, las sinecuras, el no ser. He aquí quien arrastra una vida dificultosa, mostrenca, indefinible, huidiza, pero lo prefiere a la tranquilidad anodina del que abandona focos y prebendas. Rearmando la disyuntiva, ambición o silencio sustituyen al antañón ser o no ser.