Esta mañana he presenciado una entrevista a Susana Díaz, tras
haber disuelto el Parlamento andaluz y convocar elecciones para el dos de
diciembre. “Un gobernante siempre aspira a agotar legislatura,
pero quiero lo mejor para mi tierra”. Esta andanada la evacuó sin mover un
músculo y con sonrisa cautivadora. Enseguida me ha asaltado un axioma
incontestable: el noventa y cinco por ciento del extracto de nuestros políticos
viene determinado por ausencia de valores, cinismo, desfachatez y labia. El
otro cinco por ciento restante, lo llena una mente indigente, plana, pretenciosa.
Esta sutileza, entre otras diversas, determina que vayamos de mal en peor.
Cuarenta años de democracia, si se puede conceptuar así, y hemos evolucionado
poco o nada. Acaso, a peor. Forjamos una ilusión esperanzadora y nos han
llevado a un escenario lamentable, siniestro, antidemocrático; ahora mismo,
censor.
Pedro Sánchez (doctor no, todavía sin deslindar) sosia magistral
del “inolvidable” Zapatero, recorre terco el espacio de la vileza. Prometía
austeridad -como ética “exclusiva” de una izquierda interclasista, proletaria-
y derrocha dinero público además de dejarse avistar ese achulado talante con
que acicala su inepcia. Desde que ocupa el gobierno, de forma legal y no tanto
legítima, el PIB ha caído unas cuantas décimas favorecido también por una
segunda crisis mundial en ciernes según augures de todo prestigio. Sin embargo,
aparte ciertas bombas saudíes de ida y vuelta, su programa conocido se ciñe a
la exhumación de Franco, hacerse fotos con migrantes y bajar el IVA en prendas
de higiene femenina. Ah, se me olvidaba. Muestra interés desmedido por codearse
con líderes internacionales porque se le echa la casa encima. Perderemos miles
de millones, pero, al final, será culpa de cualquier turco que asome la cabeza.
Los medios todavía siguen refrescando la corrupción del PP, “el
partido más corrupto de Europa” hasta que Arcadi Espada preguntó a un feligrés
convencido: ¿Cuál es el segundo? Cierto que distinguidos representantes peperos
metieron (presuntamente unos, y otros no tanto) mano a la caja llevándose
algunos milloncejos. Pero en este país, sin contar con las deficitarias
empresas públicas, han desaparecido miles de millones del ámbito local,
autonómico y nacional por mala gestión, desidia voluntaria o involuntaria.
Probablemente familiares, amiguetes y amiguitas se hayan ensuciado los hocicos con
un achocolatado pastel caído del cielo cual maná nutriente. Ninguno que yo sepa:
presidentes, ejecutivos, gobernador del banco de España, dignatarios de ciertas
cajas rebosantes de inmoralidad, evalúa la probabilidad de ser juzgado a causa
de las enormes pérdidas dinerarias ocasionadas por su insolvencia, quizás
pillaje.
Me parece injusto que semejante caterva de aventureros indoctos
abandonen la política -muchos de ellos jubilados- peripuestos, pulcros, jurídicamente
limpios. Sé que cohecho, prevaricación y desfalco tienen demasiados vericuetos para
facilitarles un escape con poco esfuerzo y mucha altanería. Son inmunes a otras
figuras jurídicas porque, fatalmente, la estulticia no delinque ya que la
sociedad (supuesta soberana y contribuyente real) elige incluyendo vicios
ocultos, o no tanto. Es verdad. Votar con rechazo significa tener una imagen
tal vez prefabricada del contrario, pero no vemos de qué pie cojea el individuo
cercano a nuestros afectos; tanto al gobierno como a la oposición llegan
auténticos desconocidos. Dicha quiebra les permite salir indemnes de los
desastres que ocasionan. Los redime esa “irresponsabilidad” donada por
ciudadanos con equivalente torpeza. El político
inepto, a su casa.
Disponemos también de engañabobos. Conformando una única
categoría, surgen dos estereotipos amantes del atraco y de la corrupción:
medios y prebostes o viceversa. Los primeros -saltándose cualquier regla
deontológica- inducen al extravío colectivo con su línea editorial intransigente,
corrupción sin paliativos de la conciencia social. Conllevan, asimismo, un
atraco ético cuando reducen al máximo la discriminación semántica y el hábito
reflexivo. Nuestros prebostes atesoran con avidez ambos defectos, siempre
ocultándose tras cualquier biombo impostor, teatral. Pese a la gran cantidad de memos que abarrotan
el espacio nativo, a estos especímenes protegidos se les va terminando el chollo
a poco. Exceso e impudor dejan al descubierto tanta trivialidad, tanto fantoche,
tanta contingencia, que les es imposible ocultar el auténtico individuo. Se va
abriendo lentamente una luz clarificadora y su ocaso parece próximo.
Hoy ha caído la primera hoja otoñal. Estaba cantado pese al
histrionismo de horas antes. ¿Alguien piensa que se puede firmar cualquier
acuerdo complejo de forma instantánea, fugaz, si previamente no estaba cerrado?
Ayer Podemos aseguraba no tener respuesta afirmativa a los PGE. Sánchez,
raptado por su ambición, ha medido mal la fuerza del partido populista y
totalitario. No ha calibrado lo suficiente la egolatría de Iglesias, cosa que
si ha hecho este con el apetito desbocado de Pedro. Pablo hubiera rubricado su
“liberalismo democrático”, si fuera preciso, con tal de seguir afirmando: “Hoy,
Podemos tiene más poder que nunca”. ¡Menudo es él! De todas formas, el
principio de acuerdo para los Presupuestos probablemente sea un brindis al sol,
por suerte. Es imposible que Sánchez dé a Torra lo que pide y por tanto el sí
del independentismo a los Presupuestos. Si así ocurriera, la CUP ridiculizaría
a sus contrincantes. No es lo mismo votar contra Rajoy que asentar un gobierno
refractario al pulso independentista.
Bocazas tienen todos los partidos, en mayor o menor
proporción y calidad. Ninguno, no obstante, rivaliza con Rufián. Comprendo que
este ejemplar -único- defienda su pan (pasó de parado a superar los siete mil
euros mensuales), pero todo tiene un límite y el impresentable diputado lo
traspasa sin pudor ni continencia. Permítanme una apostilla. Aun discrepando de
Julio Anguita, máxime sobre sus tesis económicas, le niego cualquier semejanza
con líderes de la izquierda más o menos extrema. Don julio ofrece algo de lo
que los demás carecen: honradez y rectitud acrisoladas. A diferencia del resto,
él sí defendería, incluyendo errores, intereses nacionales y no particulares. Paradigma
sin seguidores porque idealistas apenas existen; la mayoría se presta a oscuras
y rentables componendas. Escudriñen, adviertan; de estos “virtuosos” hay
legión.
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