viernes, 31 de enero de 2014

ORGÍA Y ESTÉTICA POLÍTICAS


Orgía, precisa el diccionario, significa satisfacción desenfrenada de los deseos. Tiene similar raíz que alergia y energía. Asimismo, estética es una rama de la filosofía que estudia el origen del sentimiento puro. Ambos vocablos muestran rotunda divergencia, rechazo e incluso hostilidad. Al primero suele añadírsele una connotación sexual, libidinosa. Seguramente esta variante explica la sarta de adjetivos que el individuo añade de forma plástica a gobierno, políticos, sindicatos y otros personajes. Tienen en común el afán de vertebrar su vida asidos a la continua, incurable, representación histriónica. Conforman no aquel Gran Teatro que indicaba Calderón sino el circo prosaico, grotesco, que caricaturiza este hatajo de indigentes sin límites ni vergüenza.

La vida política puede enfocarse, vivirse, de dos maneras: recreando un barrizal nauseabundo donde revolcarse, cual cerdos repugnantes, o hacer de ella continuo acto de servicio al individuo. Deduzco innecesario manifestar cuál es el camino emprendido por la mayoría de prebostes que pueblan nuestro solar patrio. Desgraciadamente disponemos de una clase política (secta según muchos) que se sitúa en las antípodas del pudor. Pocos, por no decir ninguno, cumplen el compromiso -más o menos tácito- de servicio al pueblo que dicen representar.

Aquellos que se excitaban con el final del franquismo y pregonaban las probidades democráticas propiciando la “libertad sin ira” -tras casi cuatro decenios desde que se iniciara la transición- han convertido España en una orgía arrebatadora. El delito impune campa a lo largo y ancho del país sin que, hasta el momento, nadie haya pisado la cárcel ni devuelto las ingentes sumas distraídas. Apetecen, dentro del adocenamiento social, arrasar la clase media; única con actitud rebelde. Alguna sigla evidenció la legalidad del tres por ciento. Convengamos, tasando por bajo, la justeza del “problema” de Ciu, según Maragall. Si a las comisiones devenidas por AVEs, aeropuertos, planes E y otros, sumamos subvenciones a sindicatos, empresarios, cineastas, junto a diversas especies próximas al extenso elenco zoológico, podemos y debemos cuantificar lo sisado o despilfarrado en una magnitud sideral.

El latrocinio generalizado constituye la faceta, con ser despreciable, menos ostentosa. La configuración Autonómica del Estado alimenta necesariamente un festín orgiástico. Políticos y tertulianos engañan cuando aseguran la magnanimidad de esta configuración pseudofederal si se evitaran excesos y se corrigiera la gestión. Estos condicionantes suponen un brindis al sol. No pueden consumarse porque el mal va implícito en su propia naturaleza. Las autonomías nacieron, en esencia, para resarcir favores cercanos y proclamar la componente tribal que aún domina el temperamento español. Así, se roba en grupo; al tiempo se incumple toda ley foránea. Está impreso en su ADN. Sobran palabras y gestos falaces que no resuelven nada. El Estado Autonómico es perverso, oneroso, de nacimiento.

Hace años, un político jerezano afirmó que la justicia era un cachondeo. Se quedó corto. España al completo, hoy, es un cachondeo, una orgía plena. Corrupción e indignidad anidan por doquier. El partido que gobierna con mayoría absoluta incumple programa y expectativas. Prepotencia, desprecio, elitismo y fraude conforman su ideario de estilo.  Son, sin embargo, insólitamente necios. La oposición, altanera, belicosa, a la contra, espolea una calle receptiva con la pretensión de legitimar un poder que las urnas le negaron. Siglas noveles repletas de viejos rostros arman las cañas -ignoro sus auténticas intenciones- para pescar en estas aguas turbias, revueltas. Jueces que priorizan ambición sobre independencia; financieros acomodados a la sopa boba de la deuda pública; gentes, en fin, que acometerán por enésima vez una soberana sandez fortaleciendo un bipartidismo siniestro. Tan lamentable comparsa completa el escenario. Juegan al escarnio; algunos a conciencia.

Creo inobjetable el marco expuesto. ¿Estamos atrapados sin remisión en la vorágine? No, pero casi. Es obvio que sufrimos el rigor de una casta ávida, manilarga, ubicada en alta torre de marfil. Abramos los ojos. Los que ya conocemos, sin exclusión, han confeccionado un chiringuito jurídico-político-social (sin desdeñar el bloque financiero) que, tras indecoroso expolio, nos condenan a pagar deuda de por vida. Confiar en envolturas, en frases huecas, es un yerro que aplazará la conquista de soberanía, de libertad. Tenemos la oportunidad de analizar detenidamente palabras, gestos y resoluciones del PP en la Convención Nacional de Valladolid. Ayer lo hice yo en referencia a las declaraciones del vicesecretario general de organización, Carlos Floriano, sobre ETA, las víctimas del terrorismo y las supuestas intenciones de partidos acuñados en fechas postreras. Penoso. Se les nota que creen dirigirse a tontos de capirote.

Queda por examinar a fondo, protegidos con discretas prevenciones, los bienquistos principios constitutivos de Movimiento Ciudadano y de Vox. Destaca en ellos una estética hasta ahora oculta, por no decir inexistente. Aquí tenemos alguna probabilidad de iniciar un camino nuevo hacia la construcción del sistema anhelado. Aquel en que nos sintamos partícipes, coprotagonistas, soberanos. Aquel donde justicia e igualdad ante la ley dejen de ser sólo bellos epígrafes constitucionales. 

 

 

viernes, 24 de enero de 2014

PALABRA Y MANIPULACIÓN


Denominamos palabra al instrumento que utiliza el hombre para relacionarse con sus semejantes. Su falta destierra el conocimiento (ignoraríamos hasta nuestro propio yo), pero asidos a su fingimiento, a su vacuidad, genera divergencias fatales y daña la convivencia. Un reputado, asimismo típico, aforismo popular enseña: “Obras son amores que no buenas razones. Salvo raras particularidades, pecamos de verbo abundante, terco. Sin embargo, quienes se funden en el exceso con ánimo viciado son los políticos y gentes que -bajo la denominación genérica de comunicadores- esconden un ministerio adoctrinador. Tan arraigada encontramos esta faceta en el hombre público que político y manipulación pueden considerarse sinónimos; al menos si nos referimos a este país de ópera bufa. Resulta sorprendente que la sociedad se muestre seducida por tales activistas del señuelo, bendiciendo obras y milagros con pleno asentimiento. A veces, el aplauso oculta una tarea mediocre confundiendo inercia y refrendo o, peor aún, necedad y loa.

Alexander Pope decía: “Las palabras son como las hojas; cuando abundan, poco fruto hay entre ellas”. Cualquier español crítico, imbuido de sentido común, aceptará la vigencia de semejante pronunciamiento. No obstante, si recurrimos al acontecer diario, proclamo -sin temor al yerro o al exceso- que resulta difícil encontrar compatriotas que atesoren ambos atributos. Precisamente de esta indigencia se aprovechan prebostes adscritos a diferentes siglas, que no ideologías, para eternizarse subidos al machito. ¿Cuántos engrosarían las listas del INEM si se despegaran de la mama ubérrima? Su apego les origina un alto precio: lucen cifosis atípica a resultas de practicar una sempiterna curvatura servil e indigna.

Estoy harto de tertulianos que aprovechan el medio para adiestrar mentes donde anida el candor; incautas, sin ninguna restricción ni filtro. Democracia, para ellos, es una bandera asida a un asta que utilizan para apalear a quienes no comulgan con sus dogmas. Son acérrimos partidarios del apelativo vejatorio, infamante, cuando se quedan sin argumentos. Todavía siguen alimentando su discurso de un antifranquismo anacrónico, falso, pero increíblemente fecundo. Algunos, jóvenes, rozan el esperpento al utilizar la bicha sin ningún recato. Desconozco qué ilación les lleva a considerar demócrata con pedigrí sólo a quienes fueran, o se consideraran, oponentes al régimen anterior. Así, lo eran Largo Caballero y Negrín junto a multitud de acérrimos defensores de las tesis estalinistas e incluso aristocráticas. Una cosa es la realidad histórica o actual y otra, muy diferente, obtener de ella espurias conclusiones.

Quien se lleva la palma, pese a todo, son los políticos empezando por el gobierno. Viene al pelo una amable circular recibida hoy mismo. Precisan que mi pensión la “incrementan” un cero veinticinco por ciento. Callan el IPC real; aun el oficial. ¿No les dará vergüenza cuando aseguran que el poder adquisitivo de los pensionistas viene garantizado por ley? Comprendo el famoso “factor de sostenibilidad” que se gestó tiempo atrás, pero parece una burla el anuncio epistolar. Para qué tanto derroche. Evidencian la presunción de estupidez hacia el contribuyente (breve ciudadano). Sospecho, además, la inexistencia de vergüenza que rige tan inicuo fervor.

Llevamos soportando, varios meses ya, el bombardeo del quimérico abandono de la crisis. Equivale a los “brotes verdes” de antaño, notificados por la misma irresponsabilidad. Estos acrecientan su delirio electoralista con la nueva de que se empieza a crear empleo neto. Entre tanto aumenta exponencialmente quienes se ocupan en el contenedor. Constituye un fiel reflejo de la economía real. Peor nos encontramos desde el punto de vista institucional. Bajo la amenaza del nacionalismo radical, el PP pretende recuperar un crédito perdido por su propia dejadez. Todavía reclama aquello que intuye imposible: puntos de encuentro con los independentistas. Tamaño dislate se encuadra entre la torpeza y el fatalismo inmovilista. Todo se reduce a vana verborrea. Terrorismo y Ley del Aborto han sido los detonantes para la quiebra del PP. También de su reputación.

Oposición mayoritaria, PSOE e IU, caminan a la grupa de un ejecutivo falaz. Parece fortuito, aunque afirmo que no lo es, el hecho relevante de que todos los gobiernos mientan, en diverso grado y ocasión. El PSOE, sobre todo, carece de autoridad moral para dar lecciones de economía, estrategia y largueza. Olvido o desfachatez les viene como anillo al dedo cuando denuncian deficiencias proclamando soluciones al margen. Izquierda Unida exhibe un optimismo sacrílego cada vez que alecciona sobre la falta de ética en los rivales. Observan a la perfección el viejo adagio: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Sólo los muy confiados ofrecen un margen de duda a la manipulación que ejercen medios y políticos. Incluso aquellos cuya doctrina apuesta sin ambages por la libertad plena, fuera de todo poder, son satanizados con un epíteto suave para sus costumbres: utópicos. Las palabras que excluyen la verdad matan. Por esto Rudyard Kipling sentenció: “Las palabras son la más potente droga utilizada por la humanidad”. Lesionan, desnaturalizan, asesinan, la mente colectiva atrayendo el pensamiento único, intolerante y totalitario.

 

viernes, 17 de enero de 2014

ESPAÑA, ENTRE DÉDALO Y EL AVE FÉNIX


Reconozco que España, ahora mismo, no soporta relatos mitológicos ni mucho menos. Sin embargo, al igual que los mitos (a medio camino entre quimeras religiosas y rémoras culturales) surgieron para dar respuesta a situaciones embarazosas, de tanteo difícil y menor comprensión. Cuando todo parece caminar por la senda del desatino, el hombre necesita asir cualquier cabo que le lleve a encontrar un poco de luz, de aliento. Así, a través de los tiempos, han ido apareciendo -puede que gestando- rituales oferentes, actitudes; en definitiva ídolos e iconos salvadores. Cuanto menos piadosos.

Se cuenta que el rey Minos de Creta tenía encarcelado al Minotauro -por haber seducido a su esposa Pasífae- en un laberinto construido por Dédalo. A poco, este arquitecto, perdió el favor del rey y fue confinado también junto a su hijo Ícaro. Conocedor de la maraña, escapó enseguida. Como les era imposible abandonar la isla por tierra o por mar, muy vigiladas ambas posibilidades, Dédalo ideó componer unas alas de cera para escapar junto a su hijo. Ícaro (joven irreflexivo), pese a los consejos de su padre, ascendió demasiado y cayó al mar cuando el calor del sol derritió la cera con que había compuesto el artilugio alado. Feneció víctima de la insolvencia, del ofuscamiento.

El ave Fénix conforma un mito egipcio. Posteriormente pasó a la cultura griega y luego a la cristiana. Significa la muerte y resurrección. Se reduce, en palabras actuales, a renacer de sus propias cenizas. El bello animal, cada determinado tiempo, se quemaba dentro del nido por la acción del sol para resurgir pronto con más esplendor, si cabe.

Aprecio dificultades a la hora de trazar paralelismos entre personajes mitológicos y devenir patrio. La nación se encuentra en coma, no sé si inducido o a consecuencia de lesiones ocasionadas por gobiernos ineptos, incluso nacionalismos partidarios de una eutanasia general e irremediable. Esta piel de toro ancestral -a la que violaron fenicios, griegos y otros pueblos posteriores- madre de varias culturas americanas, encaja con Creta. A Minos, rey tirano, tornadizo, bien podría representarlo la casta política que nos gobierna y arruina. Dédalo toma cuerpo en quienes proyectan sacar a España del marasmo; desean superar el laberinto en que nos encontramos y de cuya cimentación fueron partícipes. El ave Fénix constituye la esperanza hecha fundamento de que, en el peor de los casos, España renacerá de sus cenizas.

Movimiento Ciudadano antes y ahora Vox quieren abandonar los presupuestos que rigen la vida política española. Convencidos del caótico círculo vicioso, ininteligible, antidemocrático, que encarcela a la sociedad (y de cuya existencia, reitero, no son del todo ajenos) ansían, en apariencia con verdad y rigor, destruir el camino que lleva indefectiblemente al despojo ciudadano. Unos cuantos aventureros sinvergüenzas, huérfanos de todo principio ético, en menos de cuatro décadas han conseguido, blandiendo falso talante democrático, levantar un edificio maldito. Tras el ignominioso biombo intitulado “Democracia Española” se encuentra la cueva de Alí Babá. Sin asemejar ningún cuento de Las Mil y Una Noches, el país ha quedado convertido en un desierto donde sólo cabe esperar a que el genio de la lámpara consuma los tres deseos. He aquí la noble labor que les espera a ambos u otros alumbrados por el objetivo de servir a un pueblo anhelante y harto.

Uno, vertebral, sería que esta nueva savia política nutriera la conciencia ciudadana para desterrar usos, modos y personajes, llevándolos al ostracismo definitivo. Es hora de que la sociedad española tenga auténtico poder de decisión, directo, sin sufragar onerosas pignoraciones que le reclaman tácitamente estos buitres insaciables.

A renglón seguido, y como consecuencia, la desaparición del bipartidismo calamitoso. Los graves problemas nacionalistas que se otean en el horizonte son su peaje más notorio. PSOE y PP, salvando mayorías absolutas, han necesitado abusivos apoyos, no meramente crematísticos, de PNV y CiU. Listas abiertas (sin ser la panacea) y circunscripción electoral única (carece de sentido que diputados independentistas tomen asiento en el Parlamento Nacional) mitigarían manifiestas esclerosis del sistema. Evitaríamos, al menos, la partidocracia. Asimismo la mediocridad.

Soslayar tácticas que agudicen el viejo enfrentamiento entre las dos Españas colmaría el tercer deseo. Necesitamos una voluntad común, una percepción patriótica. Sabemos que toda división debilita y nos obstinamos en alimentarla cuando debiéramos demandar rudimentos que ponderasen el conjunto. Seguir por este sendero nos lleva a ahuyentar la enmienda política, económica e institucional.

Queda -como respuesta al individualismo beligerante, antipatriota, improductivo y absurdo- la postrera oportunidad de que España, cual ave Fénix, renazca con fuerza de sus propias cenizas si el efecto Dédalo fuera estéril. Es la alternativa. No caben ya paños calientes. Se percibe cercano el estado de ignición sin retorno.

 

 

viernes, 3 de enero de 2014

POLÍTICA, SENSACIONALISMO Y TREMENDISMO


Los tiempos que nos corresponde vivir son similares a los que  experimentaron o han de hacerlo -sin mediar época- ancestros y descendientes. Como especifica el Eclesiastés, no hay nada nuevo bajo el sol. Una ley cíclica rige toda ventura humana, asimismo universal. En palabras del clásico, la vida breve (germen de percepción fragmentaria, de exiguo empirismo) conduce a error nuestras lucubraciones. Tal falta determina que casi todos los epílogos exhiban cierta orfandad certificatoria. Somos eficientes formulando hipótesis que futuras progenies deberán refrendar. Estudiosos preocupados por el análisis y resolución de los conflictos sociales, fechas ha, enunciaron fondo y forma de estructuras e instituciones para concebir una existencia menos infamante. Visto el escenario actual, también ellos malograron sus empeños.

Con el advenimiento de la Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII, surge una pléyade de filósofos y sociólogos cuyo anhelo es avanzar la sustancia de los sistemas que predispongan al orden social. Hasta ese momento, el absolutismo dictaba las relaciones entre monarcas y súbditos. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” encerraba un exordio indiscutible de articulación. ¿Quién se atrevería a poner bajo sospecha legitimidad ni pragmatismo? Nadie, aun cuando el primer enunciado delate falsedad y ausencia. A su vez, las posteriores democracias burguesas camuflaron su rostro en expresiones seductoras pero huecas. Igualdad, libertad y fraternidad ocultaban una realidad parecida al sistema anterior. Semejante pálpito acarreó las diversas revoluciones de mil ochocientos cuarenta y ocho, ahogadas por la misma burguesía subversiva que decenios atrás se conformara con permutar la opresión monárquica por otra liberal. Aquí y ahora, el eslogan doctrinal (paradójico, opuesto) pudiera sugerir: “Todo para una camarilla influyente bajo el soporte de un pueblo soberano”. Añade sólo sarcasmo al reciente marco pleno de refrendo, incluso aquiescencia popular. El poder pasa a manos de un clan menos cerrado aunque igualmente dominador. 

El nuevo régimen -vencedor del obscurantismo y la vileza- empieza a desarrollar, sobre todo, conceptos para mostrarlo ajeno a su arraigado precursor. Preocupa, al parecer, una convivencia pacífica; yo diría secuestrada. Surgen individuos que proyectan orientar, armonizar, poder y muchedumbre a la que engatusan con vistosa envoltura: ciudadanía. Pertenecen a la élite burguesa. Por ello, e incluso suponiéndoles buenas intenciones, conservan el germen de la discordia. Su cinismo les lleva a identificarse con aquella famosa máxima lampedusiana: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Así, entierran el viejo régimen y recrean otro similar con diferentes déspotas. La plebe representa el papel intransferible de siervo, como antes. Cualquier ardor revolucionario le reclama sacrificios, congojas, pero intuye la dificultad de saborear sus cuantiosos frutos. 

Fue la Revolución Francesa, el nuevo planteamiento, quien inauguró la práctica política. Se asentó sobre dos premisas: concepción e ideología. Dicen, se subraya, que la política es un arte porque requiere inspiración, olfato y oportunismo. Un concepto más genuino se inclina por definirla como rama de la Moral que trata del empeño puesto para resolver una sociedad los problemas de convivencia. Algunos opinan que su característica principal se reduce al uso legítimo de la fuerza. Carl Schmitt considera que la política tiene en la guerra su inmanencia. Nació cuando el hombre se hizo sedentario, allá por el neolítico. 

Marx consideraba a las ideologías cosmovisiones que pretenden arrebatar al hombre su libertad; convertirlo en parte de una masa que se pretende manipular y, si triunfa, subyugar. Evidencian un encargo de control social, evitando que los oprimidos perciban tal estado de opresión. En el régimen naciente toma cuerpo la sociología del conocimiento. Ésta admite, como presupuesto básico, la tendencia humana a falsear toda entidad en función del interés. Construye una realidad al margen de ella misma y facilita la superposición de discursos y el nacimiento de las utopías. Tan aclamada sociología, a cuyo fundamento se acomodan diferentes doctrinas, acarrea la mendacidad y tiende al totalitarismo.  

Napoleón, en certera e inteligente frase, dijo: “Si pierdo las riendas de la prensa, no aguantaré ni tres meses en el poder”. Pese a exquisitas declaraciones deontológicas, los medios -con preferencia audiovisuales- colaboran con el poder y su perpetuidad. Siempre que se intenta desacreditar un medio, suele calificársele de sensacionalista. Le atribuyen un estilo indecoroso al promover sensaciones viscerales con noticias de impacto. Javier Darío Restrepo mantiene que el sensacionalismo acaba donde llega la prensa inteligente. Es un negocio que permanece mientras haya ganancia. Sin darse cuenta se refiere a todo el periodismo porque, de una forma u otra, cada vez más opera en abierta sintonía con los gobiernos. Desde mi punto de vista, tiene parecida carga sensacionalista quien logra adormecer utilizando la llamada prensa rosa que quienes publican estas o parecidas noticias: “España pedirá en dos mil catorce un total de doscientos cuarenta y cuatro mil millones de euros; un diecisiete por ciento más que en dos mil trece”. ¿Nos encontramos a las puertas de sucesivas convocatorias electorales?

Poco importa la forma, interesa sólo el alcance. Desde esta perspectiva, sensacionalismo y tremendismo dibujan los mismos rasgos y propósitos. Sin embargo, el segundo lo hace cargando tintas; como dicen en mi pueblo, a la tremenda. Aquel informa pero destaca cuantos matices alimenten el morbo del lector. Este se regodea en comentarios angustiosos al acentuar los aspectos más crudos de la vida real. Tremendismo es la depuración de la UDEF y la cúpula de Hacienda. También tolerar el acto de Durango, paños calientes incluidos, por parte del ministerio correspondiente.