Reconozco que España, ahora mismo, no
soporta relatos mitológicos ni mucho menos. Sin embargo, al igual que los mitos
(a medio camino entre quimeras religiosas y rémoras culturales) surgieron para dar
respuesta a situaciones embarazosas, de tanteo difícil y menor comprensión.
Cuando todo parece caminar por la senda del desatino, el hombre necesita asir
cualquier cabo que le lleve a encontrar un poco de luz, de aliento. Así, a
través de los tiempos, han ido apareciendo -puede que gestando- rituales
oferentes, actitudes; en definitiva ídolos e iconos salvadores. Cuanto menos
piadosos.
Se cuenta que el rey Minos de Creta
tenía encarcelado al Minotauro -por haber seducido a su esposa Pasífae- en un
laberinto construido por Dédalo. A poco, este arquitecto, perdió el favor del
rey y fue confinado también junto a su hijo Ícaro. Conocedor de la maraña,
escapó enseguida. Como les era imposible abandonar la isla por tierra o por
mar, muy vigiladas ambas posibilidades, Dédalo ideó componer unas alas de cera
para escapar junto a su hijo. Ícaro (joven irreflexivo), pese a los consejos de
su padre, ascendió demasiado y cayó al mar cuando el calor del sol derritió la
cera con que había compuesto el artilugio alado. Feneció víctima de la
insolvencia, del ofuscamiento.
El ave Fénix conforma un mito egipcio.
Posteriormente pasó a la cultura griega y luego a la cristiana. Significa la
muerte y resurrección. Se reduce, en palabras actuales, a renacer de sus
propias cenizas. El bello animal, cada determinado tiempo, se quemaba dentro
del nido por la acción del sol para resurgir pronto con más esplendor, si cabe.
Aprecio dificultades a la hora de trazar
paralelismos entre personajes mitológicos y devenir patrio. La nación se
encuentra en coma, no sé si inducido o a consecuencia de lesiones ocasionadas
por gobiernos ineptos, incluso nacionalismos partidarios de una eutanasia
general e irremediable. Esta piel de toro ancestral -a la que violaron
fenicios, griegos y otros pueblos posteriores- madre de varias culturas
americanas, encaja con Creta. A Minos, rey tirano, tornadizo, bien podría
representarlo la casta política que nos gobierna y arruina. Dédalo toma cuerpo
en quienes proyectan sacar a España del marasmo; desean superar el laberinto en
que nos encontramos y de cuya cimentación fueron partícipes. El ave Fénix
constituye la esperanza hecha fundamento de que, en el peor de los casos,
España renacerá de sus cenizas.
Movimiento Ciudadano antes y ahora Vox
quieren abandonar los presupuestos que rigen la vida política española.
Convencidos del caótico círculo vicioso, ininteligible, antidemocrático, que
encarcela a la sociedad (y de cuya existencia, reitero, no son del todo ajenos)
ansían, en apariencia con verdad y rigor, destruir el camino que lleva
indefectiblemente al despojo ciudadano. Unos cuantos aventureros sinvergüenzas,
huérfanos de todo principio ético, en menos de cuatro décadas han conseguido,
blandiendo falso talante democrático, levantar un edificio maldito. Tras el
ignominioso biombo intitulado “Democracia Española” se encuentra la cueva de
Alí Babá. Sin asemejar ningún cuento de Las Mil y Una Noches, el país ha
quedado convertido en un desierto donde sólo cabe esperar a que el genio de la
lámpara consuma los tres deseos. He aquí la noble labor que les espera a ambos
u otros alumbrados por el objetivo de servir a un pueblo anhelante y harto.
Uno, vertebral, sería que esta nueva
savia política nutriera la conciencia ciudadana para desterrar usos, modos y
personajes, llevándolos al ostracismo definitivo. Es hora de que la sociedad
española tenga auténtico poder de decisión, directo, sin sufragar onerosas
pignoraciones que le reclaman tácitamente estos buitres insaciables.
A renglón seguido, y como consecuencia,
la desaparición del bipartidismo calamitoso. Los graves problemas nacionalistas
que se otean en el horizonte son su peaje más notorio. PSOE y PP, salvando
mayorías absolutas, han necesitado abusivos apoyos, no meramente crematísticos,
de PNV y CiU. Listas abiertas (sin ser la panacea) y circunscripción electoral
única (carece de sentido que diputados independentistas tomen asiento en el
Parlamento Nacional) mitigarían manifiestas esclerosis del sistema.
Evitaríamos, al menos, la partidocracia. Asimismo la mediocridad.
Soslayar tácticas que agudicen el viejo
enfrentamiento entre las dos Españas colmaría el tercer deseo. Necesitamos una
voluntad común, una percepción patriótica. Sabemos que toda división debilita y
nos obstinamos en alimentarla cuando debiéramos demandar rudimentos que
ponderasen el conjunto. Seguir por este sendero nos lleva a ahuyentar la
enmienda política, económica e institucional.
Queda -como respuesta al individualismo
beligerante, antipatriota, improductivo y absurdo- la postrera oportunidad de
que España, cual ave Fénix, renazca con fuerza de sus propias cenizas si el
efecto Dédalo fuera estéril. Es la alternativa. No caben ya paños calientes. Se
percibe cercano el estado de ignición sin retorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario