viernes, 31 de mayo de 2019

TODOS VIENEN CON LA CABRA


Soy consciente de que mis lectores jóvenes -si cuento con alguno- se extrañarán de tan rocambolesco epígrafe. Dichosos ellos que su juventud les impide comprender cuánta verdad encierra la cabecera. Solo aquellos entrados en años saben qué enmascara este insólito titular. Aclaro. Durante mis años infantes, allá por el terruño conquense que me vio nacer, solía aparecer ocasionalmente una compañía de comediantes aprovisionada de curiosos carromatos. Algunos portaban incluso chimenea. Les llamábamos los húngaros. Conformaban un grupo familiar, con muchos niños, y la indefectible, y no menos relevante, compañía de una cabra amaestrada. Recuerdo que el espectáculo se celebraba al aire libre o en algún cobertizo incómodo, según la estación. Era corriente ver un adulto, generalmente hombre, tocando una trompeta mientras varias mujeres, con largas vestimentas, simulaban bailes inconcebibles. 


El auditorio -atosigado por la ausencia de repertorio, aburrido, roto cualquier signo de moderación- demandaba a voz en grito escudándose en la masa: ¡“que salga la cabra”! Aquel clamor vibrante formaba parte sustantiva del propio espectáculo, era el clímax, la conmoción suprema. A poco, ante tamaña exigencia, salía una cabra magra que (bastante cansina) subía algunos peldaños de la escalera adosada a un taburete minúsculo donde se aposentaba, sobre sus cuatro patas, improvisando el número esencial. Poco más “y esto es todo, amigos”, anunciaba el trompetista ahuecando la voz o labrándola atrevidamente con aquel deje extranjero. Anunciaba el final de tan menesterosa distracción, paradójicamente bastante apreciada.


 Concluidas las Elecciones Generales, traspasado el ciclo de la segunda hornada, viene el circo que ilustra este laberinto de acuerdos, asimismo pactos, provenientes de actores con falsa palabra y esquema sibilino. Tan atrabiliario panorama me retrotrae a aquellos años en que los “húngaros” ocupaban el tiempo de asueto, de ocio indigente -casi bastardo- satisfecho principalmente por la cabra; animal decisivo en cada casa cuyo afecto desafiaba su generosidad láctea. Hoy, los políticos sin excepción pretenden trepar al sustentáculo de la abundancia, del buen vivir, colocando parecido taburete, similar cabra con diferente encarnadura. Ahora, el rumiante se reviste de frases estúpidas, embaucadoras, incoherentes. Ansían compensar el hastió de sus duelos a florete (quizás daga traicionera) con frases desconcertantes, capciosas, tontas. Entre tanto, mientras acuerdan el reparto, el escenario político se abarrota de próceres que dicen perseguir, henchidos de ignominioso cinismo, el bien de España.


El pasado domingo, apenas a medio recuento de las autonómicas y municipales, aparece Sánchez -bajo el palio de su guardia de corps- para afirmar: “El PSOE ha ganado las elecciones… de largo”. Tan de largo que solo tiene seguras las Comunidades, ya antañonas, de Extremadura, Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana y Asturias. Ninguna nueva salvo, tal vez, La Rioja que le serviría de consuelo por la pérdida de Andalucía. ¡Menuda cabra exhibió don Pedro! No fue animal de compasión, ni de entusiasmo; fue un bicho de carcajeo. La señora Lastra presentaba también la suya: “El PSOE rechaza un intercambio de cromos con Ciudadanos, no apoyará a Villacís a cambio de Gabilondo”. ¿Acaso el PSOE tiene suficientes concejales en Madrid para darle la mayoría a Villacís? Ignoro si Lastra o su cabra necesitan fósforo. A nivel nacional, aunque atesore un rebaño, lo tiene pésimo y encima divulga que quiere gobernar solo. Ya lo dije, imposible solo y lo siguiente coaligándose con el “moderado y democrático” Podemos. Ve tal estrago que alienta a Macron para presionar a Rivera contra Vox.


Casado adelantó el equilibrismo caprino cuando afirmaba rotundo que Vox era la “extrema derecha” al objeto de convencer al personal, pese al pacto andaluz, de estar equidistante, de patrimonializar el centro. Ahora mismo, Vox -una vez centrado el PP- “se convierte en su derecha”. Constata ese perspectivismo convenenciero que lucubrara Ortega en el primer cuarto del siglo pasado. Fiar todo a la cabra, rendirse al relato extravagante, perfilar atributos de quita y pon, acostumbra a pasar factura onerosa. Incluso en política, donde el fraude, la estafa, puede llegar a ser esencia. Casado, por suerte, ha dejado de ser el prestatario de Rajoy. Hay fracasos gestados por individuos irresponsables que abandonan dejando a su sucesor en difícil tesitura, abocado a los propios tiburones. Abascal, si Ciudadanos abandona el foráneo e injertado prurito de pactar con Vox, se ha convertido en muleta imprescindible para que Madrid (Ayuntamiento y Comunidad) no caiga en manos de la extrema izquierda.


Ciudadanos, inseguro, víctima de un complejo letal, asoma una cabra sin pedigrí, misteriosa, prestada. Valls, de tacada, se convierte en árbitro sin apenas pito. Con seis concejales al alimón, se permite el lujo de trazar líneas rojas a un Rivera que lo acogió en su seno con generoso y burdo error. El ex primer ministro francés se atreve al reto suicida: “Un pacto con la ultraderecha implicaría la ruptura total y definitiva con Ciudadanos”. Yo, ya lo hubiera puesto en la vereda camino a Francia donde fue desahuciado por Macron. Aparte este marco perverso, algo impostado, necio, Rivera peca de soberbio cuando, por el contrario, debiera mostrarse más humilde con quien puede concederle cuantiosas alegrías no exentas de excepcionales réditos. Se precisa un alto grado de cretinismo para morder la mano que te da de comer. Cuidado con las cabriolas realizadas sin red y en Madrid está tentado de realizar un triple mortal. Venderse al PSOE implicaría asentar al PP como única oposición. Menudo chollo.


Podemos, pobre, está agonizante por obra y gracia de arrogancias sin límite. Fuera de una excelente imagen mediática, Iglesias no da más de sí. Engreído, desdeñoso, acaparador, Pablo es el sepulturero del propio partido dado su carácter tiránico, totalitario. Al final, Errejón liderará la izquierda extrema surgida tras el esperpéntico sepelio de Izquierda Unida. Sabe, pese a su desahucio municipal y autonómico, que son necesarios si Ciudadanos mantiene su negativa a Sánchez. De ahí ese ruido insistente en convenir un gobierno “de progreso” con el plácet de las hordas fáctico-mediáticas que, por oposición a Vox, no lo advierten extremo. Cosas veredes, amigo Sancho.


Para terminar, dos cabras montesas. La del sindicalismo español (tan financiado) que exige un “gobierno estable y de progreso” y la de Ada Colau que días atrás ignoraba una contribución desinteresada de la derecha, JxCAT y Ciudadanos, para conseguir el cabildo. No obstante, ella será alcaldesa recogiendo velas, ¿principios? e inocencia.

viernes, 24 de mayo de 2019

ARRIBA EL TELÓN


Concluida esa parte ritual (donde el ciudadano parece concurrir como protagonista cuando, en el fondo, solo es un aparejo formal), viene ahora la conformación del Parlamento y Senado. Ambas Cámaras deberían respirar por ese pulmón que el pueblo trasplanta, tal vez solo lo aparente y se deje embaucar, a políticos -ellas y ellos- para asegurarse los objetivos que exige el principio que fundamenta el Estado de Derecho. Inexiste el Estado Democrático, “cuando no hay una unidad política que organice jurídicamente la sociedad y que, en cuanto expresión de la voluntad popular, genere derechos y garantice los que le son propios al ciudadano”. Bien es verdad que tal rito electoral pudiera considerarse un lance figurativo, menor; pero ustedes, amables lectores, razonando el curso de los acontecimientos vertebrales, esos que prefija la Carta Magna, deben encontrar o no motivos para el desencanto, más allá de los cánticos de sirena que saturan el espacio nacional. 


Convendría, antes de proseguir, conceptuar lo legal y lo legítimo. Legal significa que está establecido por ley o conforme con ella. Lo legítimo presenta una consideración compleja y con aspectos cambiantes. Quizás su mejor expresión sea: “Capacidad de un poder para obtener obediencia sin necesidad de recurrir a la coacción”. Es básico en las relaciones de poder e implica consenso con la mayoría. En una democracia, lo legal es esencia, substancia; lo legítimo, aviene cuando se consensua el poder. La primera es fácil de advertir o ignorar; el segundo -casi imbricado en la primera- precisa algún asiento aclaratorio. Por ejemplo, el Estatuto de Autonomía de Cataluña, aprobado en dos mil seis, es legal, pero (objetivamente y desde mi punto de vista) ilegítimo pues el Referéndum para su aquiescencia tuvo una abstención superior al cincuenta por ciento y su asentimiento neto próximo al treinta y seis coma cinco por ciento; es decir, fue invalidado por mayoría. Su legalidad proviene de una acción ilegítima, fraudulenta.


Sí, el día veintiuno empezó a levantarse el telón de ese teatro (con alarmantes perfiles de pertinaz inclinación) en que se ha convertido el Parlamento español. Necio sería ocultar programa parecido para el Senado. Ambas Cámaras tienen a su frente políticos del PSC, circunstancia que por sí misma no debiera levantar ninguna sospecha, ni reproche. No obstante, méritos anteriores hacen precipitarse algún recelo disuelto entre vapores de escepticismo, de desconfianzas. Acaso sean los mejores para conducir el curso parlamentario de una legislatura que presiento movida, si no fugaz. Los primeros movimientos ¿inerciales? de la señora Batet sobre la suspensión de los diputados presos, ha calentado -casi fundido- la Mesa del Congreso. Va a remolque porque quiere cocinar una tortilla sin romper huevos, olvidando la servidumbre de su cargo motu proprio o por imposición. Desde casi las dos, sé que ha imperado la ley frente al dividendo o acaso hayan pesado tenebrosas conjeturas.


Tal vez fuera una premonición, pero la Mesa de Edad estaba formada por un señor del PSOE barbadohiperbólico -sosias de Valle-Inclán- y dos “jóvenas” de ERC y Podemos, respectivamente. El escenario, hueco de contenido, de mensaje, lo ocupaban diversos actores huidos, medrosos, porque ahora tocaba representar la obra por provincias. El vigorizado elenco socialista se encuentra aquietado por el césar Sánchez. Una ola de servilismo, impregnada de tensa espera, bate las huestes perplejas del sanchismo. ¿Acabarán sentados con Podemos, perceptible extrema izquierda, inaugurando una aventura temeraria? En un marco capitalista, la extrema izquierda conforma el peor acompañamiento posible. Esa gran victoria que cantaban con exceso de jactancia, les obliga a “bañarse”, no sé si con regocijo, entre pirañas. Se acabó la “ayuda desinteresada”; llega el momento del aro. No perdamos de vista alguna otra colaboración lúgubre. Estamos, como siempre, en manos de minorías disgregadoras y nadie quiere poner remedio.


Casado está recogiendo la semilla infértil que sembró denodadamente un Rajoy lánguido, enroscado en su apocamiento. Sesenta y seis diputados, supone el récord, un desastre sin paliativos. Casi con total seguridad, las próximas elecciones no mejorarán los resultados y hay quien apuesta por verlo cadáver político. Me gustaría saber qué recambio ocupa esas mentes adivinas. ¿Juan Manuel Moreno? ¿Núñez Feijoo? ¿Alguien de incógnito? Moreno no tiene entidad y a Núñez Feijoo lo inhabilita su edad, cincuenta y ocho años, cuando todo el banquillo exuda juventud (Entre los treinta y ocho de Casado y los cuarenta y siete de Sánchez). Además, ninguno despliega maneras de líder, de haber logrado nada por sí mismo. Aquel, sin ganar, consiguió la presidencia de Andalucía por hastío. Este, aprovecha el terreno que le dejó Fraga, salvando el paréntesis de Pérez Touriño. Casado, lejos de ser un portento, hoy no tiene rival, pero debiera contenerse, en ocasiones, mientras ha de tajar sin remilgos, en otras. El PP necesita ideas nuevas, claras y limpieza, mucha limpieza.


Ciudadanos, hoy por hoy, confunde su papel. Es evidente que el pueblo español quiere gobiernos de centro izquierda o derecha con el apoyo exigente de un tercero, cuyo protagonismo le toca hoy al partido naranja. Alejados nacionalismos y extremismos del poder por voluntad popular, que no por acuerdo para cambiar la nefasta ley electoral, solo cabe, invocando patriotismo y responsabilidad política, que Albert Rivera (insisto, hoy) sea la llave del equilibrio, de la gobernabilidad. Si actúa de forma distinta y deja a Sánchez en manos de Podemos y nacionalistas regresaremos a épocas terribles. Eso sí, ha de dejar claro a Sánchez y al PSOE posterior que ya está bien de jueguecitos guerracivilistas. Son necesarios pactos sobre educación, economía, pensiones, política exterior, etc. etc. Ahí es donde se necesitan acuerdos y dejar de una vez para siempre politiquillas de partido, de usar y tirar. Caso contrario, más pronto que tarde, estaremos abocados a los extremismos. PSOE, PP y Ciudadanos disponen de ocasión ideal para demostrar que son los partidos que demanda el Estado, su filosofía, su génesis. 


Haciendo una analogía entre vida y política, finalizo con un pensamiento recogido en el film Amelie: “La vida no es más que un interminable ensayo de una obra que jamás se va a estrenar”.

viernes, 17 de mayo de 2019

CAMINO AL PRECIPICIO


El principio de causalidad confirma que todo efecto tiene una o varias causas. Confucio, a este fin, afirmó: “un pueblo que no conoce su Historia está condenado a repetirla”. Ahora mismo, la coyuntura en que nos encontramos -nada novedosa, por cierto, y de ahí su particular gravedad- se ha repetido dos veces en este país. Si el alcance no ofrece duda alguna, señalar las causas se presenta enmarañado. Cualquier realidad es multifacética y, por ende, compleja. Ahondar en “la razón suficiente” para describir un evento, los pormenores, su comprensibilidad, implicaría abrir paso a un laberinto insondable. Allá por el año mil ochocientos setenta y tres se instauró la Primera República que (en nueve meses) aparte de cuatro presidentes, parió el cantonalismo en varias ciudades y que ha tenido continuidad durante la Segunda República. Hoy queda un poso romántico, testimonial, con Tabarnia, Valle de Arán o el Bierzo.


No admite discusión que cualquier periodo democrático anterior al actual terminara en breve tiempo. La primigenia oportunidad concluyó por falta de acuerdo, por desmayo, entre un federalismo pactista y otro intransigente. Aun suponiendo responsables a varios actores, es inobjetable el infausto papel de aquellos políticos que encabezaron la Primera República. Al menos, y ese fue su éxito, apenas hubo derramamiento de sangre para sofocar las distintas rebeliones. Quiebra devastadora trajo, a poco, la Segunda República. Tras Primo de Rivera, una dictadura de la que nadie habla (probablemente porque UGT fuera fiel colaboradora), y unas elecciones municipales, cuanto menos atípicas, fue proclamada en mil novecientos treinta y uno la Segunda República.


Cinco años después de aquel entusiasmo general, explosivo, el sistema se fue deteriorando dando lugar a episodios terribles como Casas Viejas o la sublevación de Cataluña y Asturias. Estos y otros hechos luctuosos, provocaron el enfrentamiento paulatino entre derechas e izquierdas sin aclarar convenientemente qué fue primero, el huevo o la gallina; es decir, quién empezó. Sea como fuere, la Guerra Civil desencadenada provocó un número indeterminado de muertos; contándose, eso sí, varios centenares de miles. ¿Quién fue responsable? Por mucha imparcialidad con que se fragüe el análisis, es imposible adoptar una conclusión válida para todos los contendientes. Es indiscutible, sin embargo, el ahogamiento apresurado del intento democrático y la larga dictadura de Franco, al que no se le pueden imputar todos los estragos. Cada vez estoy más convencido de que España fue una pieza fundamental, un instrumento, en el tablero geoestratégico europeo y mundial.


Se dice que ahora mismo resurge un nuevo episodio de guerra fría, entre Rusia y Estados Unidos, cuyo marco de pugna es el mar Caribe. Este desplazamiento del conflicto no significa, en modo alguno, que otras áreas hayan perdido su influencia geoestratégica. Nuestro país sigue teniendo un papel sustantivo, de primer orden. Resulta extraño, por decir algo tranquilizador, que sean Venezuela e Irán -países amigos de Rusia- quienes presuntamente hayan financiado a cierto partido español con oscuros objetivos. Asuntos tan turbios e importantes no pasan porque sí; al fondo, siempre emerge una mano que mece la cuna. Mi escasa fe en los políticos se desmorona al aproximarme a los dogmáticos, a quienes desean conseguir el cielo sin asentar bases sólidas en la tierra. Alarmante.


Concluidas las elecciones, uno queda aturdido cuando profundiza en la máxima escolástica: “Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos”. Si después de diez meses de percepciones continuas, aún se ignora el valor real de “progre”, “gobierno progresista” y la gente vota a este mentiroso patológico, un inepto en toda regla, solo caben dos respuestas. O no se aplica la máxima escolástica o apabulla esa otra: “El pueblo es la bestia aparejada sobre la cual cabalga el más audaz”, dicha por alguien libre, sin ataduras. Un sanchismo desatado, disoluto, parece haber obtenido la gloria definitiva. No obstante, su pírrico resultado, su absoluta necesidad de pactar con partidos extremos, le augura una legislatura inestable que pronostico corta, bien por soledad ya por seguir iniciativas económicas inviables. Preveo un gobierno inane, propagandístico.


Este ejecutivo -sin abandonar la mediocridad- realiza manifestaciones que causan vergüenza ajena. Borrell, presuntamente el único cerebro, lleva una racha insólita. Cuando nuestra embajada en Venezuela se vio rodeada por la policía de Maduro, un notorio intento coactivo, dijo: “Veo lógico que haya policía del régimen fuera, sería raro que no la hubiera”. ¿Qué, señor Borrell, que desde su otero nos ve al resto idiotas perdidos? La señora Calvo es un caso especial, imposible examinarlo en el corto espacio del artículo. Sánchez, vocacionalmente falaz, viene anunciando (por boca de sus ministros) subida de impuestos solo a los ricos. Expongo a continuación datos que demuestran lo contrario. En mayo de dos mil doce, el barril de petróleo alcanzó su mayor precio, ciento ocho dólares, mientras el litro de gasoil costaba uno treinta y nueve euros. Hoy el barril cuesta setenta y tres dólares y el litro de gasoil uno veintinueve euros. Es decir, mientras el precio del crudo ha bajado un treintaidós coma cuatro por ciento, el precio del gasoil lo ha hecho en un siete coma catorce por ciento. Estos datos implican una subida bestial al impuesto de los carburantes. Prueba palmaria de la farsa, salvo que la clase proletaria/media sea potentada.


El inquilino de Villatinaja pide lastimosamente entrar en el gobierno a fin de ocultar su desbarajuste electoral. Pedro, lo engañará una vez más y le permitirá gozar de puestos ínfimos -sin sustancia ni poder para transformar nada- a cambio de su lealtad. Hasta pudiera ser que, dada la egolatría de que ambos hacen gala, no lleguen a ningún acuerdo. Sería la única opción de que los españoles pudiéramos respirar con cierta tranquilidad. El sanchismo, reducto actual del PSOE, no es socialdemócrata, ni moderado; carece de parangón en Europa. Tampoco es marxista, acaso algo populista; conforma una caterva de individuos sin más objetivos que detentar el poder. Espero su desaparición rápida y definitiva. Nosotros, estúpidos, hemos empezado un camino hacia el precipicio.

viernes, 10 de mayo de 2019

DE LO UNIVERSAL A LO FRAGMENTARIO


Lejos de vericuetos filosóficos entre universalismo abstracto y concreto, entre aspecto declarativo y redención personal, el papa Francisco ha resquebrajado la sustancia eclesial. En efecto, un indicador fundamental de la eclesiología es precisamente su carácter universal. Joan Planellas, párroco independentista de Jafre, ha sido nombrado arzobispo de Tarragona. Parece deducirse de este singular nombramiento el celo papal por legitimar (blanquear en el léxico posmoderno) las ansias independentistas de una parte del catolicismo español. No obstante, tal sanción implica una profunda raja, un abismo, abierto en la universalidad ancestral de la Iglesia. Estoy convencido, o casi, de que -por desconocimiento- el papa ha suscitado un resquicio cuyas consecuencias están todavía por dilucidar. No cabe duda, eso sí, de su adverso proceder.

Por adherencia consuetudinaria, el universalismo es la vocación de cualquier ideología dogmática. Digo vocación y no característica porque esta sería realidad inexistente, ya que su objetivo tiende a conseguir idénticos “talentos” para todos los individuos y eso es ontológicamente imposible más allá de su formulación. Principios o estereotipos dogmáticos solo conseguiremos distinguirlos en doctrinas religiosas, como hemos expuesto, y en idearios políticos, más o menos juiciosos. Pese al universalismo proclamado por Marx (proletarios del mundo, uníos), hoy el ámbito del trabajo -clase media- vive con extrañeza, con decepción, el soporte que el independentismo excluyente, insolidario, antiuniversalista, recibe del comunismo “activo, ejemplar, progresista”. Ningún partido que, de forma tácita o expresa, quiebre las entelequias marxistas (según Aristóteles la entelequia completa y perfecciona toda actividad) puede considerar su ejecutoria afín a la esencia del sistema.

La izquierda extrema española también, y por ello, ha perdido el referente. Esa transversalidad que tanto ensalza para difuminar (en ocasiones) un pasado más que nebuloso, le obliga a dar bandazos y a transgredir fundamentos que debieran ser inamovibles. El mayor problema es que ha vivido siempre de espaldas a la realidad. Por este motivo, ahora pretende descubrir caminos menos ortodoxos, pero que conduzcan a otro lugar común: recuperar una superioridad moral tan pomposa como cínica. No necesitábamos ninguna constatación porque la Historia se muestra terca en destapar esa superchería. Sin embargo, tenemos diferentes escenarios donde es imposible disimular cuanta miseria, tiranía y corrupción, encierran las diferentes siglas que sintetizan el neocomunismo. Etiquetaje político, tal vez recurso vejatorio, ignominioso, constituye la huella que arrastra toda divergencia. Universalismo ambiguo, volátil y tribalismo competitivo conforman el eje político subsiguiente a la Revolución Francesa.

Si concedemos al llamado siglo de las luces la gestación, el trazo inequívoco, de cualquier doctrina política, convendremos sin factible discrepancia que hoy es el siglo de las sombras y, por tanto, de una insolvencia política desgarradora. Desconozco si sería absurdo, o simple pérdida de tiempo, analizar la evolución doctrinal desde las dos últimas centurias derrochando, quizás pareciéndolo, arrebatadas querencias. Temo que esa relatividad ocupa, sorpresiva, ha invadido y mancillado el mundo inmaterial legando una sociedad en crisis permanente. Esta mañana, escuchando la radio, he oído una frase certera, sumaria, referida al ascenso de determinados políticos. Decía: “Que Colau sea alcaldesa de Barcelona, y pueda repetir en el cargo, muestra lo reñido de la sociedad con la excelencia”.

Pese a lo escrito sobre Iglesia e izquierda, en su amplio contenido, la derecha -mucho menos dogmática- observa parecidos indicadores potenciando una fragmentación usurera, onerosa. Vemos, con alarmante inquietud, cómo los partidos adscritos a la derecha mantienen no solo una escisión perdedora, sino la particular rivalidad entre ellos para ver quien protagoniza el papel opositor. Semejante marco agrega, confirma, legítimas apreciaciones de que espurios pruritos personales venden el bienestar colectivo por un plato de lentejas. Los experimentos sociales, esa tentación de controlar dinámicas grupales con objetivos políticos, unas veces dan alegrías y otras, sinsabores cuando no respuestas catastróficas. Rajoy, un registrador metido a científico, enraizó a Podemos para debilitar al PSOE. Al tiempo, este permitió el alumbramiento de Ciudadanos y Vox. No hay mayor necio que quien tira cantos a su tejado.

La derecha, aun fragmentada, es menos estúpida que la izquierda en términos generales, pero el hándicap lo supera ganándole en maldad. Medios y prohombres del PSOE repiten con tono sombrío la deriva derechista de PP y Ciudadanos cuando pretenden pactar con Vox. Ignoro qué razón lleva a Casado a no explicitar él y todos sus conmilitones, de forma reiterativa, por qué el PSOE puede pactar con Podemos, partido de extrema izquierda, sin que aquel resulte afectado por dicho extremismo y PP y Ciudadanos, si pactan con Vox, constituyan partidos afines a la extrema derecha cuando solo serían socios de un partido alejado de cualquier connotación extremista o terrible para la sociedad. Vox, ni es nazismo ni fascismo agresor, conforma una ultraderecha constitucional -por muchos voceros que afirmen lo contrario- a la vez que exponen tesis que algunos “espabilados” se han encargado de distorsionar, aunque haya muchos ciudadanos que las aprueben.

Repito, el tactismo de aumentar la oferta ideológica para desgastar al rival -junto al latrocinio inmoderado- ha permitido el total desmantelamiento del bipartidismo. Ciudadanos, Podemos y Vox, son su consecuencia y ahora, rota la universalidad y mecidos por la fragmentación, pechan apesadumbrados, indecisos, hasta incrédulos, con una situación novedosa, sin asistencias empíricas. Cualquier yerro significaría no ya la perdida privativa del poder sino un finiquito concursal para todo el partido. Indaguen, si no, los problemas que empiezan a surgir en Andalucía por un quítame allá esas etiquetas. De igual manera, el esforzado presidente en funciones no sabe si fenecer por inanición o indispuesto a causa del brebaje adobado en el laboratorio podemita.

Apresurarse, cantar victoria antes de dominar orquesta y coro, trae consecuencias inesperadas, desesperantes. Mitad fanático, mitad receloso por engaños pretéritos, Iglesias puede desequilibrar un statu quo determinado si no obtiene lo que quiere, porque a él, igual que a Sánchez, España y los españoles le importan medio comino. Malo si lo acompaña, tal vez peor si no lo hace. El dogma (religioso y político) ha desgarrado el universalismo y su fragmentación conlleva un peaje todavía sin calcular. Veremos.

               

                                  

viernes, 3 de mayo de 2019

DE PERDIDOS AL RÍO






Concluidas las elecciones, sus protagonistas me refrescan una conocida anécdota que le ocurrió a un señor testarudo. Algunos personajes de aquellas y los de la anécdota tienen estilos diferentes, si no opuestos. Dicho señor rural, terco, quiso realizar un viaje. Cuando el conductor del autobús -billete en mano y conocido su destino- le advirtió con suma delicadeza que el vehículo llevaba ruta contraria a la elegida por él y que debía bajar para coger otro, le respondió digno y cargado de razón: “Yo pago, tú tira”. Guardando distancias, y esfuerzos éticos, entre conductor y prohombres públicos, entre el cerril mencionado y el pueblo español, este (caso improbable de que cualquier candidato le observase el yerro de su elección), diría: “Yo voto, tú calla”. El paralelismo entre aldeano y gente es innegable: ninguno otea el sentido común, ambos se nutren de absurdo e irracionalidad.


Lo expuesto se ciñe al carácter providencial, fatalista, propio de sociedades emotivas, ayunas o escasas de entendimiento. Si cunde la desorientación o el trastorno, si se transita por un laberinto de enmarañada salida, hay dos únicas respuestas: hacerles frente con espíritu firme, analítico, o tirarse al río, a la aventura, con la esperanza de lograr una desembocadura feliz, fecunda. El español, en su gran mayoría, siempre considera salida idónea lanzarse al río. Las pasadas elecciones han mostrado, una vez más, la divergencia abismal que existe entre lógica y objeto. Enfatizar ahora mismo esta anómala situación, es redundante, innecesario. Exponer dudas sobre el cortejo de mentiras que acompaña a Sánchez e ineptitud mostrada en diez meses, es un insulto a la inteligencia. Sin embargo, ha ganado las elecciones. Constituye la evidencia reconocida de esa temeridad confortable: de perdidos al río.


Como dije en algún artículo anterior, Sánchez engatusó a los militantes socialistas en primera instancia. A cargo de la moción, ha engañado a nacionalistas y a Podemos. Ahora estafa a España, mientras persigue enredar otra vez a los anteriores. Sabe que no cuenta con Ciudadanos y esta coyuntura le dificulta enormemente su legislatura. Si se coaliga con Podemos y PNV la economía se resentirá tanto que no aguantará media legislatura. Si intenta gobernar en minoría, presionando a diestra y siniestra, lo normal es que no le aprueben los presupuestos y deba lidiar con un anticipo electoral. En el fondo, Sánchez ha conseguido una amplia victoria/derrota electoral que le pasará factura pese al BOE y a RTVE. Asociarse jubilosamente, sin mesura ni barreras, significa decantarse por compañías poco recomendables -desde el punto de vista social- que conllevan un peaje desventurado y gravoso. Lo inteligente (atisbo similar a pedir peras al olmo) precisaría aprender de Rajoy, de sus garrafales errores.


Reitero mi extrañeza ante el resultado electoral del PP. Analistas “ortodoxos, duchos y prominentes” ya han decidido que la culpa es de Casado. Se olvidan de Rajoy (cuando interesa), llenan las ondas con la corrupción miserable del PP mientras silencian aquella gigantesca y perversa del PSOE, le endosan una derechización ultra al tiempo que omiten las simpatías de un PSOE -de por sí izquierdoso, marxista- hacia Podemos, partido de extracción exaltada, fanática, con tufos totalitarios. Rajoy, medios audiovisuales, cinismo y estrategia desafortunada al final, amén de una sociedad mostrenca, se han conjurado contra el PP. A España se le presenta un problema grave y acuciante: la derecha presenta un exceso de oferta y la izquierda (radicalizada, sin nutrimento socialdemócrata) solo puede traer miseria, quiebra de las clases medias. Se impone el reforzamiento ético del PP y la revitalización de UPyD como partido eminentemente socialdemócrata, sin tintes comunistas, para dar salida electoral a la izquierda moderada.


Cierto, conviene una política económica keynesiana (pero efectiva) o liberal (pero más social). Desde luego, se hace necesario -en cualquier caso- terminar con los “chiringuitos” que pululan en autonomías, empresas públicas e instituciones sociales, sin el exigible control público. No puede ser que los gobiernos, todos, se sometan por completo a grupos inversores, entidades financieras y grandes empresas, obviando las deficiencias económicas que se generan en la masa social. Es indigno que hoy demasiados trabajadores reciban sueldos de miseria. Tal escenario lleva a pedir un pacto nacional para exigir el cambio electoral (algunos partidos tienen diputados con sesenta y cinco mil setecientos setenta votos y, en la misma Comunidad, otros con noventa y cuatro mil quinientos no tienen ninguno), sistema nacional verdadero de enseñanza, una sanidad única y unas leyes laborales que eviten la penuria.


Observo con extrañeza que el independentismo catalán y vasco, ambos, han priorizado sus votos en ERC (15) y PNV (6) en primer lugar para, a continuación, ofrecer el segundo puesto al partido socialista (PSC-12, Y PSE-4). Luego aparecen, ECP (En Común Podem-7), JxCAT-7, Ciudadanos-5, PP-1 y Vox-1; Podemos-IU-Equo-Berdeak-4 y Bildu-4. El País Vasco no tiene representantes de PP, Ciudadanos o Vox. Constatado el hecho, se deducen las consiguientes resultantes. PSC y PSE nadan con el constitucionalismo, pero guardan la ropa al amparo del nacionalismo más o menos independentista. ERC, PNV, etc. practican, además de un soberanismo excluyente, apego al óbolo estatal mostrando afrentosa insolidaridad. Estas Comunidades plantean serios indicadores de quiebra nacional con subsiguiente desequilibrio patrio y europeo.


Cuarenta años y una transición plagada de dificultades e intereses mezquinos, han convergido en el marco nacional que ahora mismo nos atenaza. Sometidos a lesivos caprichos de los llamados “padres de la patria”, tuvimos que soportar no solo el Estado Autonómico sino Plurinacional. Presuntamente menesterosos de Historia, de psicología, desconocían -así lo parece- que Roma tardó dos siglos en unificar Hispania y que nuestro individualismo constituye la cruz del lastre destructor. Ahora nos encontramos en un oscuro callejón sin salida. Encima, de forma miserable, codiciosa, se azota sin misericordia a quien ose señalar tan probadas adversidades. He aquí las causas de tanto desapego, de tanto hartazgo, de tanto desaliento.  Sería lógico desafiar al infortunio, pero conociendo el percal únicamente cabe “de perdidos al río”.