Soy consciente de que mis lectores jóvenes -si cuento con
alguno- se extrañarán de tan rocambolesco epígrafe. Dichosos ellos que su
juventud les impide comprender cuánta verdad encierra la cabecera. Solo
aquellos entrados en años saben qué enmascara este insólito titular. Aclaro.
Durante mis años infantes, allá por el terruño conquense que me vio nacer,
solía aparecer ocasionalmente una compañía de comediantes aprovisionada de curiosos
carromatos. Algunos portaban incluso chimenea. Les llamábamos los húngaros.
Conformaban un grupo familiar, con muchos niños, y la indefectible, y no menos relevante,
compañía de una cabra amaestrada. Recuerdo que el espectáculo se celebraba al
aire libre o en algún cobertizo incómodo, según la estación. Era corriente ver
un adulto, generalmente hombre, tocando una trompeta mientras varias mujeres, con
largas vestimentas, simulaban bailes inconcebibles.
El auditorio -atosigado por la ausencia de repertorio,
aburrido, roto cualquier signo de moderación- demandaba a voz en grito escudándose
en la masa: ¡“que salga la cabra”! Aquel clamor vibrante formaba parte
sustantiva del propio espectáculo, era el clímax, la conmoción suprema. A poco,
ante tamaña exigencia, salía una cabra magra que (bastante cansina) subía
algunos peldaños de la escalera adosada a un taburete minúsculo donde se aposentaba,
sobre sus cuatro patas, improvisando el número esencial. Poco más “y esto es
todo, amigos”, anunciaba el trompetista ahuecando la voz o labrándola atrevidamente
con aquel deje extranjero. Anunciaba el final de tan menesterosa distracción,
paradójicamente bastante apreciada.
Concluidas las
Elecciones Generales, traspasado el ciclo de la segunda hornada, viene el circo
que ilustra este laberinto de acuerdos, asimismo pactos, provenientes de
actores con falsa palabra y esquema sibilino. Tan atrabiliario panorama me retrotrae
a aquellos años en que los “húngaros” ocupaban el tiempo de asueto, de ocio indigente
-casi bastardo- satisfecho principalmente por la cabra; animal decisivo en cada
casa cuyo afecto desafiaba su generosidad láctea. Hoy, los políticos sin
excepción pretenden trepar al sustentáculo de la abundancia, del buen vivir, colocando
parecido taburete, similar cabra con diferente encarnadura. Ahora, el rumiante
se reviste de frases estúpidas, embaucadoras, incoherentes. Ansían compensar el
hastió de sus duelos a florete (quizás daga traicionera) con frases desconcertantes,
capciosas, tontas. Entre tanto, mientras acuerdan el reparto, el escenario
político se abarrota de próceres que dicen perseguir, henchidos de ignominioso
cinismo, el bien de España.
El pasado domingo, apenas a medio recuento de las autonómicas
y municipales, aparece Sánchez -bajo el palio de su guardia de corps- para
afirmar: “El PSOE ha ganado las elecciones… de largo”. Tan de largo que solo
tiene seguras las Comunidades, ya antañonas, de Extremadura, Castilla la Mancha,
Comunidad Valenciana y Asturias. Ninguna nueva salvo, tal vez, La Rioja que le
serviría de consuelo por la pérdida de Andalucía. ¡Menuda cabra exhibió don
Pedro! No fue animal de compasión, ni de entusiasmo; fue un bicho de carcajeo.
La señora Lastra presentaba también la suya: “El PSOE rechaza un intercambio de
cromos con Ciudadanos, no apoyará a Villacís a cambio de Gabilondo”. ¿Acaso el
PSOE tiene suficientes concejales en Madrid para darle la mayoría a Villacís?
Ignoro si Lastra o su cabra necesitan fósforo. A nivel nacional, aunque atesore
un rebaño, lo tiene pésimo y encima divulga que quiere gobernar solo. Ya lo
dije, imposible solo y lo siguiente coaligándose con el “moderado y democrático”
Podemos. Ve tal estrago que alienta a Macron para presionar a Rivera contra Vox.
Casado adelantó el equilibrismo caprino cuando afirmaba rotundo
que Vox era la “extrema derecha” al objeto de convencer al personal, pese al
pacto andaluz, de estar equidistante, de patrimonializar el centro. Ahora
mismo, Vox -una vez centrado el PP- “se convierte en su derecha”. Constata ese
perspectivismo convenenciero que lucubrara Ortega en el primer cuarto del siglo
pasado. Fiar todo a la cabra, rendirse al relato extravagante, perfilar
atributos de quita y pon, acostumbra a pasar factura onerosa. Incluso en
política, donde el fraude, la estafa, puede llegar a ser esencia. Casado, por
suerte, ha dejado de ser el prestatario de Rajoy. Hay fracasos gestados por
individuos irresponsables que abandonan dejando a su sucesor en difícil
tesitura, abocado a los propios tiburones. Abascal, si Ciudadanos abandona el foráneo
e injertado prurito de pactar con Vox, se ha convertido en muleta imprescindible
para que Madrid (Ayuntamiento y Comunidad) no caiga en manos de la extrema
izquierda.
Ciudadanos, inseguro, víctima de un complejo letal, asoma una
cabra sin pedigrí, misteriosa, prestada. Valls, de tacada, se convierte en
árbitro sin apenas pito. Con seis concejales al alimón, se permite el lujo de
trazar líneas rojas a un Rivera que lo acogió en su seno con generoso y burdo error.
El ex primer ministro francés se atreve al reto suicida: “Un pacto con la ultraderecha
implicaría la ruptura total y definitiva con Ciudadanos”. Yo, ya lo hubiera
puesto en la vereda camino a Francia donde fue desahuciado por Macron. Aparte
este marco perverso, algo impostado, necio, Rivera peca de soberbio cuando, por
el contrario, debiera mostrarse más humilde con quien puede concederle
cuantiosas alegrías no exentas de excepcionales réditos. Se precisa un alto
grado de cretinismo para morder la mano que te da de comer. Cuidado con las cabriolas
realizadas sin red y en Madrid está tentado de realizar un triple mortal. Venderse
al PSOE implicaría asentar al PP como única oposición. Menudo chollo.
Podemos, pobre, está agonizante por obra y gracia de arrogancias
sin límite. Fuera de una excelente imagen mediática, Iglesias no da más de sí. Engreído,
desdeñoso, acaparador, Pablo es el sepulturero del propio partido dado su
carácter tiránico, totalitario. Al final, Errejón liderará la izquierda extrema
surgida tras el esperpéntico sepelio de Izquierda Unida. Sabe, pese a su desahucio
municipal y autonómico, que son necesarios si Ciudadanos mantiene su negativa a
Sánchez. De ahí ese ruido insistente en convenir un gobierno “de progreso” con
el plácet de las hordas fáctico-mediáticas que, por oposición a Vox, no lo
advierten extremo. Cosas veredes, amigo Sancho.
Para terminar, dos cabras montesas. La del sindicalismo español
(tan financiado) que exige un “gobierno estable y de progreso” y la de Ada
Colau que días atrás ignoraba una contribución desinteresada de la derecha, JxCAT
y Ciudadanos, para conseguir el cabildo. No obstante, ella será alcaldesa recogiendo
velas, ¿principios? e inocencia.