viernes, 27 de diciembre de 2019

LA VOLADURA


Ignoro qué circunstancia, aparte una precipitación indecorosa tras la gestión picaresca antes y después del 10-N, ha llevado a Meritxell Batet a liberar los últimos días (27, 28, 29 y 30) de diciembre y los primeros (2, 3, 4 y 5) de enero para investir al señor Sánchez. Nos emplazan, según parece, de Santos Inocentes a Reyes Magos; es decir, de la inocentada candorosa al mito infantil. Presumiblemente, no ocurrirá en ninguna de las fechas señaladas porque quienes manejan e imponen las conversaciones se arman de exigencias nuevas, intimidatorias, imposibles. Eso, pese a la fe que pone en ellas el candidato -amén del silencio expectante, casi un ¡ay!, de Iglesias- hasta desmantelar al PSOE y ser el hazmerreír internacional. ERC, por otro lado, guarda los flancos no vaya a ser que el “malvado Carabel” adelante las elecciones generales y termine, según apunta la crónica taurina, como Cagancho en Almagro.


Va calando (poco a poco, incluso entre sus acólitos) la grave irresponsabilidad de quien ambiciona presidir el gobierno, por el canon que debe pagar y no solo económico. Cierto es que, salvo mayorías absolutas, todos los presidentes abonaron tasas costosas e incluso denigrantes. Sin embargo, en este caso se están batiendo récords históricos pues apostamos la propia estabilidad del Estado y la quiebra nacional. Hacer uso indebido de Instancias, más o menos altas, del país constituye un deterioro de difícil restitución. Retorcer la semántica, única evidencia conocida hasta el momento, conlleva sospechas engorrosas anejas al secretismo con que llevan la farsa. Sabemos que se ha cedido a la bilateralidad entre gobiernos, soslayando parlamentos y ajando -si no transgrediendo- el refrendo constitucional. Preocupa profundamente que nadie del Comité Federal alegue alto y claro el camino peligroso iniciado por el PSOE, cuyo final inapelable, con esta línea, es la práctica desaparición del mismo. Mirémonos en el espejo de Europa


Salvando a Felipe González, nunca el PSOE pudo identificarse rigurosamente con la socialdemocracia y sí con el marxismo radical, relegado casi a antisistema o poco operativo para el siglo XXI. Paradojas ahora hay para vender y regalar. Hoy mismo, un contertulio, ha afirmado que Albert Rivera hizo un daño irreparable a España al rehuir un gobierno de coalición con el PSOE. O dicho señor disponía de información privilegiada o fantaseaba a hora temprana, pues Sánchez jamás ofreció tal posibilidad al partido naranja. Así, al menos, ha llegado al común. Habitualmente tales lances son maliciosos porque unos y otros los inclinan al extremo, al vicio, a la ficción. La siguiente constituye un hecho insólito, desmesurado, fuera de todo arbitraje jurídico. Que el Tribunal Supremo pida al Tribunal Europeo de Justicia un informe sobre la inmunidad de Junqueras sin haber recogido su acta de eurodiputado (las formalidades dictadas por el Parlamento Europeo para ser investidos eurodiputados, aunque confusas, siguen correspondiendo a cada Estado miembro) me parece inocente. Incluso individuos exaltados, puntillosos, airean la posibilidad de “gato encerrado”. 


Sospecho que la conjunción de una clarividencia exigua, a tenor del jugo exhibido; un mesías radical sin praxis alguna fuera de equívoca oratoria, oída, cansina, espuria y unos independentistas -cargados de abalorios retóricos- en permanente enfrentamiento, pueden conformar el gobierno de España. La pregunta surge espontánea, inercial: ¿Será capaz esta camada de despejar las contrariedades visibles ya y las más peliagudas que asoman por el horizonte inmediato? No, diría la calle en un acto de cruda sinceridad. A quienes analizamos fríamente el devenir nacional en sus variados aspectos, nos asaltan dudas razonables. Desde mi punto de vista, el Estado Autonómico presenta cada día heridas profundas, en las llamadas autonomías históricas, de imposible remedio salvo suscribir sus objetivos independentistas o cambio drástico y decidido del gobierno. Incluso les incomoda el concepto plurinacional porque su masa -amorfa, necia- se inclina por la opción menos favorable: independencia.


El ser o no ser ontológicos están separados por lo “que hay” o “no hay”. No obstante, al ser o no ser atributivos los separa una decisión personal. Los independentistas pretenden agarrarse a un ser atributivo idealizado, onírico, para conseguir su concepción ontológica. Dicho a fin de iluminar mentes obtusas, ERC, JxCat y CUP no quieren ningún diálogo que pueda entorpecer, desviar o retrasar la independencia de Cataluña a cuyo remate aspiran millones de catalanes que han superado la irrelevancia de sus líderes y han sido adoctrinados, a lo largo de cuarenta años, con beneplácito incluido de PSOE y PP. Los datos muestran claramente la derrota de los partidos nacionales (PP, Ciudadanos y Vox) cuando en las últimas elecciones generales sacaron seis diputados de cuarenta y ocho. Ignoro al PSC porque este partido solo es nacional los fines de semana. 


Ahora, la sentencia del Tribunal Europeo sobre la “inmunidad, que no impunidad” de los eurodiputados Junqueras, Puigdemont y Comín, embarra más si cabe el terreno de juego jurídico. Se han lanzado campanas al vuelo prematuramente y temo que la frustración a medio plazo destroce ilusiones. Tantas, y tan lunáticas, como Sánchez ha depositado en partidos que desean segregar territorios, leyes y personas. Carecen, al mismo tiempo, del apego necesario para convivir, ni a regañadientes, con el resto de predios que, bajo las botas de reyes y dictadores, han sufrido atropellos sin límite. Hoy, para no dañar la imagen bastante maltrecha de una justicia encastillada, pero frágil, el gobierno en funciones presiona con perentoria delicadeza (sí, que no se note demasiado) a la Abogacía General del Estado para emitir un informe que influya en el Tribunal Supremo y favorezca a Junqueras en su viacrucis. Si lo hace, adiós cordera.


Ciertamente estos desalmados, junto a Podemos, quieren efectuar una voladura controlada -sin prisas, pero sin pausas- del país. Estoy convencido de que importantes centros de poder internacionales (reflexionemos sobre algunas señales notorias) anhelan liquidar nuestra jurisdicción y a una Europa de por sí bastante quebradiza. España es nación con la suficiente enjundia económica y estratégica como para que alguien intente asentar en ella una maquinaria disgregadora. Saben que fragmentar es el germen de toda derrota y la afección se extiende rápida. Ayer León propuso una autonomía independiente de Castilla formada por León, Zamora y Salamanca. Si empezamos con catas (porción de algo que se prueba) la “fruta” se pudre. No hay mayor advertencia ni se necesita.

viernes, 20 de diciembre de 2019

EL CHALANEO


La RAE, en su acepción primera, define chalán así: “Que trata en compras y ventas, especialmente de caballos u otras bestias, y tiene para ello maña y persuasiva”. Tales palabras resultan esclarecidas por dos rasgos. Primero, puede advertirse un matiz peyorativo al trascender cierto efluvio pícaro, embustero, estafador. Segundo (y más velado, aunque intuitivo), ese acierto -semánticamente a trasmano- de que porfía con bestias. Encontramos aquí, alrededor de dicho sustantivo, a quien despliega parecido quehacer y conducta: el político. Parecen hechos a medida, porque para desempeñar ambos oficios se necesitan requisitos especiales, tremendos, ajenos a la gran mayoría de gente convencional. Pido disculpas a los chalanes por tan injuriosa comparativa, pero el contexto era propicio, me venía al pelo.

A partir de ahora, cualquier renglón apuntará básicamente a los políticos, colectivo que, en España al menos, suspende; es decir, necesita corregir, optimizar, lo que ellos llaman sin recato servicio al ciudadano. Sería injusto e inexacto no urgir también a nuestra sociedad a que extreme, como mínimo, reflexión y cordura. Nunca hay un solo culpable cuando la coyuntura, fruto de interacciones personales o grupales, presenta una cara favorable e incluso espeluznante. Un proverbio árabe asegura: “La primera vez que me engañes, será culpa tuya. La segunda será culpa mía”. No puede refutarse nada a tan sabio precepto, solo el hecho de su rechazo u observancia. Personas vinculadas a mi entorno amistoso-familiar dicen observar con alivio cambios casi imperceptibles, pero esperanzadores, en esa credulidad ancestral, enojosa, nociva. Las peculiaridades cotidianas, necedad, fatalismo y sinrazón, específicamente en campañas electorales, me llevan a la duda frecuente, ingrata.

El chalán -ese individuo que encubre el discurso prudente, juicioso, tras una retórica desaprensiva- no tiene que ser necesariamente emanación vital, ineludible, de una inmanencia proverbial. Inclusive, a veces, construye vencido por avideces crematísticas esa herramienta infernal que le lleva a pervertir cualquier actividad. El chalan constituye, en términos generales, una especie corruptora porque conduce voluntades a un destino personal y social incierto, destructivo. Primero, y es su mecánica inicial abiertamente, contamina el lenguaje para desorientar al posible comprador o usuario. Luego sacrifica reglas y desazones para conquistar un éxito que le suele satisfacer en cuanto a rentabilidad material, pero huérfano de gratificaciones éticas y estéticas envicia al personal relamiéndose envilecido con ese sabor repugnante. Conforma el desquite que las sociedades sin rigor crítico, estúpidas, se cobran para compensar su inmoralidad.
                                                                                                                                                        
 Sí, todos los políticos pecan -en mayor o menor grado- de chalanes. La génesis se debe al ínclito Zapatero. Aquellas nefastas “Ley de Memoria Histórica” e innecesaria “Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género”, que despreciaba la equitativa “Ley Orgánica de Medidas Concretas en Materia de Seguridad Ciudadana, Violencia Doméstica e Integración Social de los Extranjeros”, trajo no ya la controversia sino el enfrentamiento entre los bandos de la Guerra Civil y entre hombres y mujeres. Vestir a unos santos mientras se desnuda a otros, además de despótico e inmoral, origina peligrosas frustraciones. Solo la corrección política y el chalaneo de los medios, que han irrumpido censores, inmoderados, en la vorágine, permiten lecturas complacientes de ambos terremotos nacidos, al amparo de la inepcia, para satisfacción de dos lobbies con intereses espurios: republicano extemporáneo y feminista.

Ignoro si llega a pandemia, pero estoy convencido de que el chalaneo es una delicada epidemia nacional extensible a varios rangos del poder. Siempre, desde el espacio librecambista, las relaciones de compra-venta se gestionaron a través de diversas reglas o leyes exclusivamente economicistas. Sin embargo, dicho esto, en política y áreas próximas (campos especiales de aquella interacción) el chalaneo domina el método u ordenanzas que rigen tales vínculos. Hoy se ha llegado a tal punto que existen auténticos peritos en el arte de la engañifa, del timo social. Una sentencia popular clarificadora desenmascara todo artificio, eso que se da en llamar realidad virtual: “Oradores vanos, mucha paja y poco grano”. Necesitamos no ya horas de observancia sino mente crítica para contrarrestar los efectos perniciosos aparejados al regate semántico. Me abstengo de examinar las inquietudes de servicio que dicen ofrecer vacuamente unos y otros, pero siempre a un precio abusivo.

Confirmo que, siendo una plaga generalizada, la izquierda se atribuye con éxito el modo agitación y propaganda para conquistar el poder. Sánchez consigue hoy por hoy un récord meritorio en retorcer hasta el paroxismo el discurso de por sí sumamente pueril, jactancioso e impostado. ¿Legitima la farsa cualquier acción posterior consecuencia, probable, de ella? No, nunca. De aquel lejano eslogan “España no merece un gobierno que mienta” hemos pasado a un presidente insólito (para algunos, ocupa y, para todos, en funciones), fulero donde los haya. Su última campaña electoral se afianzó sobre compromisos inquebrantables. Él jamás pactaría con Podemos, independentistas ni Bildu. Qué hace, pues, Carmen Calvo perorando: “El gobierno se forma con los datos de las urnas” ¿De qué urnas habla, señora, de los votos adjudicados a Pedro Sánchez o, tal vez, de los conseguidos por el presidente en funciones? Esa naturaleza bina que la “vice” se sacó de la manga tiempo ha, puede salvar la legitimidad ética del 10-N y maridajes posteriores.

Ayer, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó una resolución sobre la inmunidad de Junqueras que proyecta el chalaneo del poder legislativo. ¿Puede explicarme alguien por qué los diputados han de ser inmunes fuera de su estricta actividad parlamentaria? Si el respectivo órgano no concediera el suplicatorio, tal privilegio se convertiría de hecho en impunidad coyuntural o definitiva. Cualquier constitución democrática basa su legitimidad en la igualdad de derechos y deberes. ¿Cómo puede entenderse que la voluntad de unos pocos expresada en las urnas preceda al sentido común y a la Constitución aprobada por cada sociedad? Además, en este caso, había procesos abiertos con anterioridad a la condición de eurodiputados ya que la instrucción empezó en octubre de dos mil diecisiete y la fase del juicio oral a principios de dos mil diecinueve; por tanto, de facto, se estaría aplicando (a destiempo) una inmunidad perversa, ad hoc. Cierto, no soy experto en leyes; aun así, ni los propios magistrados se ponen de acuerdo a la hora de desentrañar dicha resolución. Soberanía y democracia son términos demasiado serios para aventurarse en laberintos que puedan resquebrajar el bien a proteger.

viernes, 13 de diciembre de 2019

¿EL HUEVO O LA GALLINA?


Por la tierra que me vio nacer, hace ya casi ocho decenios, el huevo -en su más amplia acepción- poseía un peso específico, sugestivo y estimado, en expresiones que adornaban el talante campechano, expansivo, de sus gentes. Dos frases destacaban, (espero que aún lo hagan) en aquellos lejanos tiempos. “No sabe dónde poner el huevo” sugería, a guisa de chanza, indecisión de quienes alimentaban día a día sus vacilaciones continuas. Eran personas sin gancho y con escaso crédito. “Ha puesto el huevo” proclamaba, inclemente, graves errores en quien había optado por un camino equivocado. El protagonista, aquí, quedaba hecho un cristo con epítetos del tipo: necio, estúpido, botarate. Actualmente se le hubiera llamado gilipollas.  


Tras esta introducción, quiero consolidar el célebre -además de enrevesado y siempre incógnito- interrogante: ¿Qué fue primero, el huevo a o la gallina? Todavía estoy esperando un argumento que valide o invalide cualquier respuesta. Es la pregunta tonta que suele hacer el listillo de turno para tocar las narices. Solo en ocasiones especiales libra esa carga ridícula y aporta un interés casi desmedido en colocarla dentro del núcleo social. Hay coyunturas que precisan herramientas inverosímiles para situar enigmas de imposible, o improbable, enfoque. Ignoro si el método serviría en toda ocasión y tiempo. Seguramente no, dados los tejemanejes que pueden aparecer sin necesidad de habilitar tramas u obsesiones esotéricas.


Ahora mismo ha dejado de ser (como suele decirse) la pregunta del millón para convertirse en interpelación al ejecutivo, más concretamente a Sánchez. ¿Por qué no se formó gobierno tras las elecciones del 28-A? Resultados solo hubo uno: Seis meses después no había germinado ninguna autoridad evidente. Alegatos, demasiados: Que PP y Ciudadanos bloquearon toda posibilidad; que Podemos exigía demasiado y no eran de fiar; que Iglesias era el problema insoluble; que luego Podemos (sin Iglesias) se negó en julio; que en septiembre Podemos aceptaba la propuesta de julio, pero Sánchez no les dio posibilidad. En fin, una verdadera yenka política. La verdad es que el gurú del presidente en funciones le aseguraba, al compás de Tezanos, que las nuevas elecciones le darían ciento cincuenta diputados. Luego obtuvo ciento veinte y así nos va, que “ni se muere la abuela ni cenamos”. 


¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¡Qué más da que el inicio sea huevo o gallina! Cierto que Ciudadanos anunció desde el principio reprobar la investidura, pero Sánchez se echó en brazos de Podemos para constituir un “gobierno progresista” y no ofreció a Rivera ninguna probabilidad de pactar un gobierno de coalición; por cierto, el único estable y con mayoría absoluta. Pedro, rechazó el pájaro que tenía en la mano y prefirió disponer de ciento volando. Falto de humildad, ante la expresada negativa de Rivera, sacó su ego al sol ahogando todo intento de acuerdo que hubiera beneficiado a PSOE y a Ciudadanos. Al presente, humillado permanentemente él, el PSOE y España (su orden de prioridades), será presidente cuando trece diputados de ERC apetezcan.


Creo que, de acuerdo con aquella frase del primer párrafo, Sánchez “ha puesto el huevo”. Sé también que, a futuro, certidumbre y adivinación dejan de ser algo insólito, pero (sin pecar de vanidoso) yo, al menos, vislumbraba azaroso aquel famoso gobierno “de progreso”. Hoy, la composición extraña de la Cámara y diez diputados menos entre PSOE y UP, el forzoso apoyo de ERC deja demasiados pelos en la gatera. De ser este partido casi despreciativo se ha convertido en fundamental, y tal situación conlleva un peaje caro, inasumible. Aquí nace la razón por la que líderes antañones de la ortodoxia socialdemócrata y algunos barones actuales empiezan a exigir una vuelta a los patrones que permitieron aquellos rentables Pactos de la Moncloa. Otras elecciones empiezan a tomar cuerpo porque a los independentistas -tanto a nivel autonómico como nacional y a medio plazo- no les vendría mal un hipotético gobierno del PP.


Sánchez -extasiado, impermeable, cautivo por una ambición delirante, paranoica- conforma la gallina posterior al huevo. Perdida toda cordura, consiente conceptos, actitudes y hechos impropios de un presidente juicioso (aunque sea en funciones). Desde luego, el discurso de ayer -hace semanas- queda fementido, maloliente, por las informaciones que se desprenden de unas conversaciones oscuras y oscurantistas. De crítica a firme trinchera, podría definirse su incoherente talante en la oposición y en el gobierno. Apenas trasluce alguna reseña de las conversaciones con ERC. Antes clamaba transparencia, negro sobre blanco; ahora, únicamente permite negro sobre negro. Primero, Cataluña tenía un problema de orden público y convivencia social. Luego, se concluye que es un conflicto político. Los conceptos, las percepciones, pueden herir mortalmente la realidad. Al fingir, también.


El rumbo que marca el presidente en lo que le atañe específicamente y en lo que le indican diferentes asuntos aleatorios, fruto de propagandas orquestadas, lleva sin remedio a ninguna parte. Fachada con poco o ningún elemento arquitectónico más, constituye un llamativo esqueleto presto a su demolición por pragmatismo estratégico. Sánchez, desde el minuto uno (llevado por no sé qué proyectos o fantasías) renunció al bipartidismo probo y vigoroso entre PSOE, PP y Ciudadanos, cada cual en el papel que a priori le fuera otorgado electoralmente. Se decantó por quebrar cualquier consenso constitucionalista reavivando, al tiempo, el Frente Popular con la extrema izquierda y el independentismo. Ahora, poco a poco, advierte el enorme error cometido -complejo y de difícil salida- debido a inoportunas agitaciones partidarias, nacionales y europeas.


Sí, España avanza en sentido negativo. Mientras los países de nuestro entorno procuran remediar los problemas actuales, bastante desdibujados, nosotros nos encaminamos a la primera mitad del siglo XX. Mantenemos siglos de retraso y, tercos, seguimos aplazando la llama renovadora. Permítanme una digresión. Meritxell Batet, leyó días atrás en el Parlamento: “Su Majestad el Rey propone como candidato a presidir el gobierno al excelentísimo señor don Pedro Sánchez Pérez-Castejón”. Deseo precisar que el protocolo político acostumbra a dejar sin contenido vocablos que la lingüística ennoblece en toda su egregia extensión.

viernes, 6 de diciembre de 2019

LA ESPAÑA PLURINACIONAL, DESGARRADA


Sánchez, ese “estadista” que el azar nos concede cual espécimen excepcional, hace años decidió que España podría concebirse como una federación asimétrica dentro del Estado Plurinacional. Quizás anteayer bebiera la pócima destinada al PSC o sintiera un vahído psicológico que lo apartara del tránsito racional. Sea como fuere, el mencionado presidente en funciones refuerza su posición y permite pedir a Iceta una licencia caricaturesca, bochornosa: que el catalán se enseñe en todo el país. Considero que, a esos extremos de sicopatía, sin darlo por totalmente inaplicable, no llegue nuestro prócer gobernante, aunque a Pedro le pierde el embuste no exento de ruindad.


Con los apremios de la investidura, el campo se ha embarrado más si cabe y nos acercamos con celeridad al ridículo o a la quiebra del país. Tal vez, el hazmerreír lo hagamos desde hace tiempo, pero es preferible, o no, (¿quién sabe?) a que salte en pedazos este statu quo que ha logrado el mayor periodo de paz. Llevamos siglos batallando con un independentismo asentado en la invención y el egoísmo. Cuando el vocablo “robar” se convierte en dogma identitario, los demás motivos conforman refugios grandilocuentes, pero tramposos. Siempre que alguien encubre la voracidad, personal y colectiva, con postizas virtudes -incluso nutriéndose de reglas morales sin autentificar- consigue el encono fingido de sus propios seguidores por una cuita social. 


Salvador Illa, secretario de organización del PSC, ha dicho: “El PSC tiene más de cuarenta años de Historia y siempre ha defendido que Cataluña es una nación”. El mensaje despide cierto tufo independentista, y por tanto contrario a la Constitución. Sin embargo, los líderes del PSOE han ido obviando -con mayor o menor grado de aceptación- esta realidad que le lleva a nadar entre dos aguas respecto a su fortaleza preceptiva. No es un caso aislado, pero sí el más grave. PP y Ciudadanos, en el ámbito autonómico, también muestran cierta querencia a primar Cataluña de forma insolidaria. Así ha ocurrido con todos los presidentes del gobierno central, incluyendo casos como el de Zapatero que aprobó un Estatuto en dos mil seis, corregido luego por el Tribunal Constitucional. Escamotear la legalidad genera escasos beneficios.


Las elecciones del 10-N, más allá de declaraciones ampulosas o recatadas (¿quién lo diría?), que de todo hay, van indicando -a poco que escudriñemos- hipocresía y cinismo a partes iguales. Un individuo íntegro, armado de sustancia, no pasa de la descalificación al aprecio en horas. Evidencia poca “chicha”; tal vez ninguna. Tampoco es creíble un cambio radical en quien no hace tanto decía que “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”. Tanta sumisión empalaga cuando proviene de un arrogante acomodado a costa de un histrionismo embaucador, efectivo. Y, pese a todo, los hemos visto abrazarse con exceso, pletóricos, tras enfundar aquellas dagas morunas chorreando sangre fresca, faltas de higiene, alma y concierto. Codicia, obscenidad y apresuramiento, son los argumentos centrales que rubrican el fondo de la coalición.


Sánchez intuye que el probable gobierno apoyado por un récord histórico de partidos (desentonada ensalada ideológica) exhibe demasiados flancos indefensos que le pueden predisponer a un desenlace gravoso e inesperado. Bastantes periodistas afines -quizás con intereses espurios, turbios- procuran mantener en pie un catafalco con madera podrida. Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, tras escarnecer a Ciudadanos por el vapuleo electoral mostrando así un talante poco gallardo, servil, dijo con su habitual solemnidad docta: “Las elecciones las ha ganado el grupo que ganó la moción de censura”. Solo le faltó, para disuadir cualquier controversia, “he dicho”. Pero este señor no se encuentra en condiciones de dar conferencias políticas porque lo impide el pesado lastre maquiavélico, maniqueo, sectario, que tiene adosado a su entraña periodística, muy probablemente también a su aliento humano.


De parecido corte “magistral” se presenta una frase manoseada e indescifrable dicha por individuos inconexos de la izquierda heterogénea, híbrida: “España necesita un gobierno progresista”. Proclamar “progresista” al comunismo o a partidos que hacen de la violencia el único método político eficaz es tan excesivo, tan ridículo, que solo la falta de criterio social impide una carcajada colectiva. Del mismo jaez es hablar de un gobierno de izquierdas cuando tiene fuerte apoyatura en PNV (partido que robustece la derecha elitista vasca), JxCat, siguiendo a Juliana, (formado por una sólida y vetusta derecha catalana) y ERC (cuya dirección, pese al sustantivo, no ha tenido relación manifiesta con la izquierda por ser un partido independentista, republicano y nada proletario).


Ahora, haciendo guiños a una España plurinacional, Sánchez reconoce el conflicto político en Cataluña y está dispuesto a iniciar conversaciones bilaterales refrendadas por Podemos y demás adjuntos. Veamos. Cataluña y País Vasco llevan siglos recibiendo de la “odiada monarquía” fueros, leyes especiales y privilegios múltiples que les han permitido industrializarse y vivir económicamente muy por encima del resto. Franco, en su “inmunda dictadura”, siguió protegiendo ambas regiones mientras fomentaba una migración enriquecedora, principalmente, para ellas. El centro y periferia inmediata, abandonados a su suerte, yermos industrialmente, producía la materia prima; es decir, generaba miseria. Es inadmisible que partidos que se dicen defensores del bienestar general, sigan ahondando las diferencias que acarrearía un país plurinacional desdeñando la solidaridad de una nación indivisible. ¿Qué hacemos con Andalucía, Extremadura, las dos Castillas, Murcia, Aragón y otras Comunidades? Esas sociedades deben despertar.


El PSOE, por omisión o silencio, suscribe la existencia de presos políticos en nuestra democracia. Hablan de diálogo con el independentismo, pero saben que es la fórmula lingüística que encubre nuevas concesiones en pos de sus objetivos finales. No cambian de estrategia ni aspiran a mostrar mesura, creen llegado su momento histórico, conocen la debilidad de Sánchez, y van a por todas. Digan lo que digan unos y otros, solo hay dos salidas: Independencia o terceras elecciones. Habrá independencia porque los medios preparan el terreno sibilinamente y el partido constituye un muro donde el único eco que lo esquiva procede de un silencio atroz. Cristina Almeida, otra que quiere el cambio de régimen, temerosa y concienciada, para no levantar inquietudes, protestas -ahora que la sociedad está dormida- dijo: “No creo que sea el momento de hablar de concesiones”, Procedamos, perecen decir, sin hacer ruido.


En suma, los partidos perdedores de la guerra civil quieren ganarla ochenta años después (jamás aceptaron la derrota, que fue en puridad del comunismo) trayendo la Tercera República y manteniendo el Frente Popular. Distinto es que lo consigan dentro de esta Europa, pero lo van a intentar. Gestos ya se han realizado y aún quedan por venir. Los bloques se han ido construyendo minuciosamente para romper la unidad social y el Estado. Todo bien planificado. ¿Habrá implícito a medio plazo algo con más entidad?

viernes, 29 de noviembre de 2019

CORDONES DEMOCRÁTICOS Y LAZOS AMARILLOS


Aunque el español tiene una memoria efímera, cambiante y selectiva, espero que tengamos presentes (incluidos socialistas recalcitrantes) los extremos que Sánchez aireó de Podemos e independentistas, sin ninguna concesión, antes del 10-N. Podemos, además, le quitaba el sueño. Pero hete aquí que el resultado electoral fue un desastre. No disminuyó tres diputados, malogró treinta pues esperaba obtener ciento cincuenta. Al gurú Redondo, en esta ocasión, le abandonaron los estros y el talegazo ha sido de récord. Pero Iván -eficaz y previsor, quizás algo diabólico- voluntaria o instintivamente tenía un plan B. Bastaron horas para instigar otro fraude: el abrazo Sánchez-Iglesias, que evitaría a ambos caer fulminados, para aguantarse firmes. Pedro, dispone de un rearme corpóreo que le permite mantenerse en La Moncloa. Pablo, puede seguir impostando un talante democrático imposible si hubiera traspasado a Irene un liderazgo injustificado, arbitrario. La plebe, aquellos “lumpen” desprovistos de conciencia de clase que dijo Iglesias en sus tiempos dorados, le descubriría donde esconde la bola del trile. El abrazo, digo, rubricó un benefactor comensalismo, jamás el afán de servir a los españoles. 


Mentir no solo es decir lo contrario de lo que se piensa; constituye además un proceder, una evasiva personal, que supera el concepto estricto. Sin embargo, pese al hecho y a decires inexactos, la mentira tiene las patas muy largas; tanto, que carece de fisionomía concreta o conocida. Debido a tan compleja deconstrucción y escapatoria, advertir a un mentiroso cuesta lucubraciones y sorpresas sin fin. Yo, escéptico redomado, ducho en el comportamiento pícaro de cualquier político sin restricciones, he sufrido el aguijón moral, antiestético, de la mentira excusada tras biombo grato, fiable. A mí, a muchos conciudadanos capaces de deslindar virtud y ceguera, se nos engatusa una vez; lo que preocupa es la ingenuidad manifiesta del conjunto. Creo de dominio público el natural farsante de Pedro Sánchez, quien domina como nadie el arte del enredo. Pues bien, ha engañado a militantes del PSOE, en aquel vodevil que supuso su vuelta a la secretaría general, al propio partido, a Iglesias y a España entera. Todavía sigue haciéndolo.


Responsable único del 10-N, pierde seiscientos mil votos, las elecciones, y ahora aspira, con sumisos que achican agua, seguir hundiéndonos en el lodazal. Se coaliga con la extrema izquierda, el independentismo avieso e insolidario para terminar en los brazos cómodos del retazo terrorista, todos ellos desdeñados anteayer. Al tiempo, él, un coro adjunto y la ronda que le acompaña por intereses concretos, pergeñan un gobierno “progresista” cuyo contexto escapa al común. Probablemente porque sean ellos los únicos que progresan; por tanto, el concepto sea patrimonio de una élite preclara, patricia, afín a la casta gobernante, tal vez mediática. Una especie, ya viva, viene colonizando, usurpando, por completo el hábitat social favoreciendo su contaminación: periodistas y medios que venden su decencia (decoro) profesional por un plato de lentejas. Son los auténticos responsables de la corrupción semántica y por ende del desconcierto ciudadano, pasto de traficantes ideológicos.


Se han puesto de moda los cordones sanitaros ahora llamados (tras el eufemismo insultante, canallesco) democráticos. No parecen muy demócratas los intentos de dejar a Vox sin representación en la mesa del Parlamento mientras se quiere dar voz a partidos minúsculos, aun con esta Ley Electoral que los cobija. Se le acusa de extrema derecha cuando no se ha definido rigurosamente el término “extrema” en relación al apelativo derecha e izquierda. ¿Dónde está la divisoria? ¿Quién la marca? ¿Por qué Podemos llega como izquierda sin más y a Vox lo consideran extrema derecha? Se ha llegado a tal grado de desfachatez que Andoni Ortuzar, presidente del PNV, ha dicho sin inmutarse: “Lo que no podemos hacer es echar al PSOE en brazos de la derecha”. ¿Acaso dicho nacionalismo cabalga hacia el centro o la izquierda? Precisaríamos recordar los principios ideológicos divulgados por su fundador, Sabino Arana, llenos de racismo y xenofobia. Comporta un apunte ridículo de la manipulación con que políticos y medios tratan el lenguaje.


En la campaña oficial, esa que duró ocho días, Sánchez juró y perjuró que jamás haría pactos con Podemos e independentistas. El fracaso electoral le debió llevar a la dimisión, pero hizo lo contrario: pactar una legislatura con otro perdedor. Decía necesitar un “vicepresidente” que defendiera la democracia, que reconociera a España como Estado de Derecho y que no se perseguía a nadie por sus ideas. Sin embargo, la rama catalana de Podemos (Colau) sigue hablando de presos políticos. Aquella declaración constituyó una exclusiva apriorística e inconsciente de intenciones pues, en aquel momento, adornaban su gobierno dos vicepresidentas. Adelantándose a los acontecimientos, daba a Iglesias la vicepresidencia ejecutora porque Calvo y Calviño carecen de entidad operativa. Su ambición supera no solo la vela personal sino el insomnio de cuarenta y cuatro millones doscientos setenta mil españoles, según su certero cálculo en campaña electoral. ¿Puede aprovechar alguien semejante escenario? Sí, la industria farmacéutica.


A veces, el lenguaje habitual es sustituido por otro, denominado lenguaje de signos, mucho más consistente. Un lazo amarillo o chapa al estilo Rufián (valga la expresión), comporta la declaración taxativa de presos políticos dentro de un país antidemocrático. Al mismo tiempo, incoherencia de ERC, “partido garante de las libertadas ciudadanas”, que se deja comprometer, convenir castamente, por un gobierno liberticida. Pero este insulto a la inteligencia del español, incluso catalán, viene eclipsado por el sarcasmo de barones y peones de brega socialistas cuando claman: “Con independentistas no” al tiempo que, bajo cuerda, “con máxima discreción”, enseñan -impúdicos- unos gayumbos inmundos. El proceder político no ha cambiado nada pese a opiniones teóricamente fundamentadas. Angélica Rubio, directora de comunicación con Zapatero, dice: “Han cambiado los tiempos políticos. Ahora hay una política de enfrentamiento, de violencia, llevada a cabo por políticos jóvenes”. Eso, más o menos, ya lo dijo Ortega hace un siglo porque los tiempos cambian, pero los políticos no.


Termino con algunos interrogantes que me importunan. ¿Por qué se aprueba el decreto contra “la república digital” si acoge una nueva “ley mordaza” para controlar internet? ¿Por qué se abstuvo Podemos si tanto defiende los derechos ciudadanos? ¿No estará enseñando una “patita” ahora que, presuntamente, formará parte del gobierno? ¿Por qué Iceta exige a Sánchez que el catalán se enseñe en toda España? ¿Por qué el partido de Colau se abstiene siempre cuando quiere decir sí? Respóndanse ustedes.

viernes, 22 de noviembre de 2019

¿HAY ALGUIEN?


El genial Eugenio, tiempo ha, contaba las tribulaciones de un individuo precipitándose al abismo y agarrado a un pino enano cuyas raíces insertaba en la verticalidad de la roca. Aterrado, pedía auxilio sin ahorrar reclamos a potenciales asistencias más por inercia que por esperanza de tenerlas. Perdido todo esfuerzo y consuelo, esperando un final rápido, clemente, oyó una voz tenue que aconsejaba: “Hijo mío, déjate caer sin temor que una legión de serafines y querubines te acogerá en su seno para posar tu cuerpo suavemente en tierra”. Inmóvil, cautivo de la expectativa ofrecida, al fin pudo articular una respuesta desvaída, rota toda ficción (esa era la reminiscencia anímica al colgar del árbol sin visos de escape): “Sí, bien, pero… ¿hay alguien más?”. Constituye una falta severa de fe cuyo origen puede encontrarse en la paradoja viviente de que realidad y panorama moral, aun concreto, son efectos en franca divergencia excesivas veces.

Nosotros -ciudadanos de a pie- solemos encontrarnos indefensos, al borde del abismo, de los precipicios (aun de ficticios principios) ideológicos, económicos, sociales e institucionales, sin que podamos sondear remedio alguno rendidos al vacío. Nosotros estamos inmersos en la nada porque los políticos, todos, se ubican al otro lado. Nuestras demandas hace siglos perdieron fuerza y, como espermatozoides vagos, son incapaces de atravesar la membrana adecuada para fecundar de verdad, sin algazaras, una democracia psicológicamente embarazada. Íñigo Urkullu, lendakari del gobierno vasco, se dejó decir días atrás: “Otegi apostó por las vías claramente democráticas”. En boca del líder peneuvista, tan humillante mensaje aparece cuanto menos aventurado, hiperbólico e inoportuno. Me extrañaría que hubiera cualquier prócer para hacer improcedente ese ¿hay alguien? Ni tan siquiera el PP, única sigla hasta ahora, que apoya a las víctimas cuando está en la oposición, jamás en el poder. Es decir, ninguna probabilidad de enmienda o reproche a la indignidad de Urkullu.

¿”Hay alguien”, en prensa y medios audiovisuales, capaz de servir al ciudadano? ¿Dónde queda aquel cuarto poder, contrapeso del Estado? ¿Dónde esa vocación cuasi misionera y deontológica? En esta coyuntura compleja, claramente decisiva, los medios eligen un acomodo espurio, pasan de puntillas (casi haciendo mutis) o se desentienden total y cobardemente no sea que el tsunami cercano los pille sin protección. Dos meses atrás, una inmensa ola inercial, nacida de divergencias políticas, inundaba diarios notables con titulares ardientes a favor o en contra de PSOE y Podemos. Describían maldades y bondades exhumando (vocablo casual) aquellas viejas “Historias para no dormir” de Chicho. Hoy parece reinar la paz, el acuerdo heterogéneo, multipartido, gregario, pero pragmático. Sin embargo, es ahora, al comprobar que las cabeceras se ponen de acuerdo para aproximar a España un poco más al abismo, cuando ese ¿hay alguien? tiene como respuesta alguna estéril voz de patriotas sin eco. Es la hora de los infames.

La bomba de los ERE ha explotado a destiempo porque, quien haya votado, no puede rectificar debido al latrocinio ya oficial pero conjeturado años atrás. Seiscientos ochenta millones han sido insuficientes para exigir, a medios (amén de a políticos) que -durante un tiempo, aunque sirva de precedente- enyuguen a PP y PSOE “refrescando con cierta reiteración” la conciencia social. De momento, ni la Sexta (juez implacable de la corrupción diestra) ni ningún alto responsable socialista han entonado el mea culpa incorporado a un inquebrantable y público propósito de enmienda. Declaraciones ensalzando no sé qué, sobran por doquier. Desde el silencio letal -que en absoluto exculpatorio- de Sánchez hasta el apoyo intragubernamental de Podemos, tenemos reticencias para escoger. Por si acaso, Ábalos siempre al quite (de casta le viene al galgo) cortocircuita toda especulación al expresar rotundo: “Los ERE no afectan al gobierno actual ni a la actual dirección del PSOE”. Tanta contundencia, cuando la sospecha se cierne con base consolidada, pudiera interpretarse delación encubierta. De camino, el staff de Ferraz añade “indulgente”: “Susana Díaz tiene que caer”. A eso se le llama desde siempre, sin doble sentido, matar dos pájaros de un tiro.

Pese a que Pablo Molina cuantifica demoledoramente la corrupción siniestra al afirmar que el socialismo andaluz ha robado diecisiete veces más que el extesorero del PP, las últimas horas vienen enraizando un inquietante pacto de investidura y posterior gobierno de coalición. Preguntarnos si ¿hay alguien? conformaría un vano ejercicio de inocencia con tintes de necedad, si no estupidez. El horizonte aparece lleno de negros nubarrones económicos, pero fundamentalmente institucionales, sin que advirtamos (quizás sea demasiado prematuro) ninguna convulsión social. Tanto retorcimiento semántico origina desatención ciudadana porque, al igual que sucede con la rana cocida en agua hirviendo, se nos viene aplicando dosis suficientes para entumecer conciencias, de por sí bastante laxas. Desdeñamos, por tanto, el escollo nacional y europeo que supone la aventura catalana, más si cabe con el imprudente rumbo con que actúa Sánchez.

Este statu quo actual, consolidado en cuarenta años, lleva camino de quiebra inmediata si unos u otros no ponen remedio a la mayor brevedad posible. Apetito ávido de Sánchez, dejadez de una ejecutiva socialista ad hoc, sumisa, amén de un régimen autonómico avaro, insolidario, restringe cualquier salida satisfactoria para todos. ¿Hay alguien? Sí, constituyen multitud, pero sus esfuerzos poco rectos y afines se realizan a sentido opuesto, disgregador. Podemos abre un debate beligerante, revelando quizás una patita totalitaria tras biombo ejemplar, casi virtuoso. Intenta ilegalizar a Vox porque “son un peligro para España, no los catalanes”. Implicita en tan insólito -a la vez que estrambótico- deseo un consentimiento expreso a la independencia catalana. ¿Por qué razón padecemos propuestas de individuos botarates subidos a un pedestal inmerecido, arrebatado con malas artes democráticas?

¿Quedan exentos los órganos judiciales ante el decorado que domina la escena? Mi respuesta es no. Voluntariamente o debido a deficiencias estructurales, las resoluciones llegan tarde y, en múltiples ocasiones, suelen tomarse a broma sin que haya respuesta, no ya rigurosa sino tibia. Exhortar aquí una presencia garante tampoco asegura defensa a ultranza de derechos e intereses, llevando al Estado a la práctica desaparición según recogen los compendios filosóficos que legitiman su existencia.

Santiago González asegura: “Los chorizos progresistas usan el producto de sus latrocinios para bien del pueblo”. Hace poco una escolta denunció a Irene Montero por abuso laboral. ¿Hay alguien? ¡Vaya pregunta!

viernes, 15 de noviembre de 2019

SÁNCHEZ ARRASA ESPAÑA Y DESTRUYE AL PSOE


Definitivamente, hemos llegado al rediseño del Frente Popular. Antes, un PSOE marxista llevó a España (contra la opinión de destacados líderes, Julián Besteiro entre ellos) a una guerra civil cuyo epílogo acarreó centenares de miles de muertos y casi cuatro decenios de dictadura cuya verdadera maldad desconocemos por su imposible cotejo con aquella otra del sistema marxista alternativo, hipotético, verosímil. Bueno y malo, pese al maniqueísmo imperante, ofrecen gradaciones dispares de forma aislada, sin contraste. Cualquier juicio, en uno u otro sentido, conformaría un monumento a la exageración, al reclamo o, simplemente, a la estupidez. Ahora, el conciliábulo político perfilado puede llevarnos, si le dejan la cordura española (incluso socialista) y el acervo europeo, a la más absoluta de las miserias y pérdida sustancial de libertades individuales que tanto ha costado conquistar. El PSOE hoy constituye un partido extraño. A mis años, el miedo suena a algo proscrito, esperpéntico, pero me inquieta el tic despótico del comunismo.  


Se especula -tal vez de forma interesada- por analistas zoquetes, antojadizos, (medios y periodistas, alguno en concreto, colindan también con la extrema izquierda o adheridos a su amo) que Ciudadanos ha sufrido una derrota electoral sin paliativos por su itinerario inestable, liderazgo personalista y sobre todo por bloquear al PSOE. Nada más lejos de la realidad. Ciudadanos se ha estrellado por ser fiel a sus principios, leal al centro sociológico y repudiar el juego peligroso, vehemente (quizás agresivo) e insolidario de bloques. En otro país hubiera sacado mayoría absoluta, pero nosotros desmedimos el lastre visceral generando ira; tanta, que se vota por rencor, no por convicción. Ciudadanos hubiera sido un partido inestimable durante la transición y a futuro (sujeto, constreñido, el nacionalismo catalán y vasco, hoy no habría tanto separatista generado por deslealtad y pusilanimidad a partes iguales), pero Zapatero encendió la mecha cismática abriendo una fisura nacional todavía hoy en plena efervescencia.


Albert Rivera, escrupuloso y dúctil, se dejó llevar por principios privativos y sugerencias ajenas. En este país, donde las etiquetas indican observaciones ruines de una ética presuntamente hegemónica en la izquierda, propaganda y medios corrompen lo que yo denomino “conciencia social”. Sin embargo, el sambenito de blanquear a Vox no tuvo repercusión porque mucho antes Podemos -auténtica extrema izquierda, no de bagatela- lo había sido por un PSOE suicida que salió ileso del embate electoral y parasitario. A Ciudadanos no lo ha fulminado Sánchez, al decir de conmilitones políticos y periodistas, sino la destemplanza infantil hacia Vox de un Rivera falto de cintura y recursos sagaces, sutiles. La prueba incontestable es que Sánchez no obtuvo ni un voto del partido naranja cuyo declive (cuarenta y siete diputados) lo absorbieron Vox (veintiocho) y el PP (veintidós). Asimismo, “encontraron” los tres que perdió Sánchez; de ahí su precipitación en instaurar un bloque disonante, combativo e infausto.


Ignoro qué prioridades configuran la encarnadura del presidente en funciones. Creo que egolatría y engreimiento superan a codicia y rapacidad. Si esta presunción es certera, Iglesias ha ganado las elecciones y Sánchez las ha perdido destruyendo al mismo tiempo el PSOE. Curiosamente, da la falsa impresión de haberlas ganado Vox y PP resultando perdedores Ciudadanos, Unidas Podemos y PSOE. Error; hay un ganador espectacular (Unidas Podemos), rodeado de “enanitos” dueños del bosque, y un perdedor enfático, estricto, susceptible: Sánchez. Ocurre, empero, que, ante espíritus toscos, mediocres, aquella exigencia suscitada por Descartes: “pienso, luego existo” se considera chuchería filosófica digna de ser enterrada en el mausoleo de la suficiencia. Lo asegura un viejo axioma castellano: “La ignorancia es muy atrevida”. Así nos va, ligados a nuestras raíces o comparándonos con naciones del entorno cercano.


A Sánchez no solo se le ha derretido su yo vanidoso abrasado por el otro yo, siempre en competencia, del Iglesias triunfante. Como consecuencia, su instinto sufre un desvarío al ser humillado: desamparo o hecatombe. El favorito gobierno de coalición social-comunista (es decir, la hecatombe), da pruebas notables -ante las previsiones económicas e institucionales en el horizonte inmediato- de que los españoles le importan una mierda. Iglesias aún siente menos interés por ellos, pues pretende potenciar la miseria desarbolando este país para hacerlo más proclive a medidas extremas. La Historia enseña a quien quiera verlo que el comunismo totalitario no defiende al trabajador; utiliza el populismo, la “gente”, ese fanatizado poder popular, con la intención de traspasar el capital privado al Pulitburó, a la casta elitista del marxismo vetusto, deparando el aumento de miseria si cabe. No son anticapitalistas, ansían ser capitalistas ellos. El argumento más sólido, indiscutible, es observar talantes y riquezas acumuladas por líderes comunistas en cualquier parte del mundo.


Metodología y su vertebración, el método, indican qué acciones deben realizarse -ante coyunturas específicas- para demoler los probables efectos nocivos. Rebatir insidias con estoicismo o condescendencia implica asirse a vana reputación. “El 28-A había una oportunidad histórica para formar un gobierno de coalición, ahora es una necesidad histórica porque se trataría de la única manera para frenar a la extrema derecha en nuestro país”. Son palabras frescas de Pablo Iglesias, líder omnipresente y omnipotente de una extrema izquierda sin parangón mundial; menos, aditada a ese fraudulento, lema de la “extrema derecha” cuya sangrienta ejecutoria, al contrario del nazi-comunismo, nadie conoce ni recoge crónica histórica alguna. A mayor abundancia, José Luis Ávalos anuncia: “El PP está solo en compañía de la extrema derecha”. Ambas reflexiones, y otras parejas de ERC, PNV, JxCat … que alimentan bloques incompatibles, belicosos, imposibilitan consenso alguno ni entendimiento. Queda, por tanto, (siguiendo la normativa metodológica) responder contundentemente moderados. No son tiempos de “poner paños calientes”. Al final, Vox recogerá la cosecha.


Apuesto a que este gobierno heterogéneo y esquizofrénico, si fructifica, no durará más allá de unos meses. Perdido el crédito del PSOE y con un PP adscrito a esta información del Confidencial: “El PP, contra la opinión del Consejo Europeo, pactará con PSOE, Unidas Podemos y PNV la renovación del CGPJ dejando a Vox fuera” no sería extraño que este último en las próximas elecciones sacase mayoría absoluta. Casado ha perdido el “método”. Un inciso. Iglesias, observa que no me convences nada, pero ten cuidado con Sánchez porque antes o después saldará cuentas contigo por dejarlo en evidencia. Su ego busca revancha: la venganza se sirve fría.

viernes, 8 de noviembre de 2019

TUMBAR GOBIERNOS


Según la filosofía aristotélica, un ser puede presentarse en acto y en potencia. Desde ese punto de vista, cuando hablamos de tumbar gobiernos nos referimos tanto a un estadio de los mismos como al otro. Ciñéndonos a cualquiera de ellos, llevamos una racha que no me atrevo a adjetivar adecuadamente. Cuatro años atrás, se tramitó un gobierno en potencia con tanta dificultad que para no tumbarlo hubo que abatir al secretario general del PSOE, señor Sánchez. Poco después, redivivo este e impregnado de la argamasa que Iglesias esparció además por independentistas y Bildu, tumbaron el gobierno (ya acto, activo) de Rajoy. La corrupción, ese falso lema “el partido más corrupto de Europa” -cuya resolución jurídica culpabiliza a título lucrativo- fue pantalla providencial incluso para el PNV que dos días antes le había aprobado los presupuestos. Traición, debilidad frente al independentismo del nuevo gabinete y codicia desaforada, fueron las razones reales que tumbaron a Rajoy; por otro lado, desarmado, inepto y pusilánime.


Pedro, ese mendaz que el mentís oficial y domesticado transfigura en mandatario impoluto, ligó su palabra -vano empeño- a convocar elecciones de forma inmediata. Hostigado por alguna deserción cuando pretendía aprobar unos presupuestos sui géneris, tuvo que resignarse y adelantar elecciones contra su voluntad. La posterior investidura, gobierno en potencia, dejó al descubierto duros enfrentamientos entre voracidad y ambición. Sánchez, germen voraz del nuevo ejecutivo, se tumbó a sí mismo. Cierto que nacionalistas vascos y catalanes le aflojaron la cincha, pero él mismo (des)amparado por oráculos aciagos se pegó el tortazo. Resulta curioso, tal vez no tanto, que sociólogos de cabecera, Tezanos verbigracia, le hayan empujado (hipérbole tras hipérbole en los sondeos) a estas elecciones que terminen por hacer real aquel viejo augurio de Iglesias: “Si usted rechaza el gobierno de coalición, no será presidente nunca”. ¿Maldad o refinada y definitiva lapidación a manos de la vieja guardia ante el contexto que se avecina? Yo me aventuraría por lo segundo. 


Hace pocos días, leí que el PNV ha investido y tumbado gobiernos con apenas cuatrocientos mil votos cosa que no han logrado Albert Rivera o Pablo Iglesias con cuatro millones. Cierto, pero ese arbitraje vigoroso no le vino por propia sustancia o atributos consignados a la Historia ni al denuedo contemporáneo. PSOE y PP, al alimón, junto a una Ley Electoral que jamás quisieron enmendar, han acarreado la situación ominosa, turbadora, en que nos encontramos y cuya escapatoria se advierte enrevesada. Ahora no preocupa el instrumento, aquella tiranía política que los nacionalismos practicaron a lo largo de tres décadas y que el pluripartidismo, sumado a la evolución independentista, impopular, censurada en el resto del país, ha terminado por relegar al ostracismo definitivamente. Hoy produce insomnio, desasosiego, la quiebra institucional y social a que se ha llegado a causa de enfermiza transigencia, si no dejación de funciones.


El marco político español viene sufriendo una transformación sustantiva, más allá de las reservas europeas. Ahora mismo encontramos seis partidos con cobertura nacional y que, antes o después por interés propio, praxis y exigencia ciudadana, aplicarán un tres por ciento, a nivel nacional, para obtener representación parlamentaria. Mientras, al Senado se entrará con el mismo porcentaje, pero autonómico. Dicha solución, ficticia con el bipartidismo y nacionalistas moderados, aunque pedigüeños e insaciables, se ve ahora urgente, imprescindible. Verdad es que el radicalismo independentista, aireado abundantemente por televisión, suscita tal reacción en el resto que cualquier atisbo de aparejamiento con él de un determinado partido, afectaría de forma severa a sus rentas electorales y futuras. Esta terca conclusión hace irrelevante -cara al pacto- a toda sigla independentista, catalana o vasca. Asimismo, este escenario evidencia la quimera de formar un gobierno consistente, duradero, recurriendo a los actuales mimbres. 


La última semana de sondeos publicados, indica que solo un acuerdo o coalición inverosímil PSOE-PP consigue mayoría absoluta para formar gobierno. Queda confiar en el bloque de las tres derechas como solución menos enojosa. Caso contrario, el PSOE (presunto ganador) tendrá imposible confeccionar un gobierno que cuente con la venia de los españoles, por el tema autonómico, y de Europa, por la cuestión económica a propósito de esa cercana crisis galopante. Sánchez no quiere formar gobierno con Unidas Podemos y no debe intentarlo, salvo arrebato letal, con el independentismo obvio (JxCat, CUP y ERC), PNV -corifeo de Bildu e independentista a días alternos- y Bildu. La sociedad está harta de que durante siglos Cataluña y el País Vasco haya gozado de concesiones económicas, aun políticas, para conseguir un nivel de vida muy superior al desaliño castellano, extremeño, andaluz, etcétera, etcétera, a la vez que desempeñan (desempeñaban, porque así se dispuso de rebote, sibilinamente, en la Constitución) un papel preponderante en el gobierno de España.


El debate a cinco ocasionó grandes expectativas que los intervinientes se encargaron de frustrar al momento. A Casado, sin estar catastrófico, le faltó riqueza expositiva y concreción. Sánchez resultó un falaz papagayo lector y cabizbajo, claro. Abascal estuvo contundente y sincero, pero -en desigual pleito- lucha contra las etiquetas. Iglesias estuvo petitorio incansable, casi suplicante (a mí me causó pena pese a la divergencia). Rivera quiso emerger adoquín y terminar enrollado al estilo Koji Suzuki, autor japonés que escribió una novela en un rollo de papel higiénico. Pudiera parecer milagro alguna enmienda demoscópica atribuible a aquellas tres horas sin apenas chicha, restadas al ocio o al sueño. Acaso se salvara la paciencia jobniana del martirizado espectador. Las damas, anoche, tampoco resultaron resolutivas.


Vislumbro, aunque a priori sería lógico juzgarlo de absurdo, nuevas elecciones en breve. Depende del resultado dominguero y vespertino. Si PP, Ciudadanos y Vox consiguieran la mitad de diputados más uno, enseguida formarían un gobierno sólido con matices. Otro resultado llevaría irremediablemente a nueva convocatoria electoral en semanas o al desahucio político del PSOE, la izquierda en general, como ocurre en países de nuestro entorno y tenor. Queda como solución permanente cambiar la Ley Electoral tras un amplio acuerdo de las siglas mayoritarias. Esto o el quebranto nacional a cuyo logro se empeñan antisistemas e independentistas, cuanto menos.

viernes, 1 de noviembre de 2019

ESPAÑA ENTRE EL MOJE Y LA ALERTA


Que España se encuentra en una coyuntura tenebrosa no debe ser secreto para nadie. Más allá del problema económico emergiendo por el horizonte, nos asfixia el conflicto territorial ante la indiferencia tangible de unos bloques ideológicos que refuerzan su artillería dialéctica. Luego perviven magulladuras de siglos, necrosis malignas, sin aparente toma de conciencia ciudadana. Lejos, pero cronológicamente cercanas, divisamos divergencias pertinaces provenientes del dogmatismo maniqueo. Al final, este escenario nos lleva -obviando cualquier esfuerzo- al despeñadero. Ignoro, ya que hay movimientos sociales antagónicos, si el individuo es consciente o mira medio chispo, aturdido, a cuanto acontece a su alrededor. Las encuestas constatan ese caminar errático, propio de quien abandona toda esperanza por encontrar la salida del laberinto en que nos encontramos. No es para menos con los guías que hemos puesto al frente. 


Sobre el verbo “mojar” y el sustantivo “moje” hay variados conceptos literales y otros figurados, destacando entre el primero un sinónimo de uso frecuente: “untar”; es decir, introducirse en una dependencia o negocio de forma sutil, ladina. El segundo alienta menos la corrupción indefinida que provocan ambos vocablos entrecomillados. Aunque moje es una comida típica y exquisita de La Mancha (que yo suelo saborear con harta frecuencia y deleite) cuya base es tomate de bote, atún y aceitunas -negras preferentemente- existe propensión a equipararlo con tejemanejes oscuros, ruines, punibles. Llevamos años rumiando la convicción de que, en mayor o menor medida, toda sigla participa de estas Bodas de Camacho en que han convertido una democracia ansiada, cabal, cuando se gestó. Así es. El festín, repugnante por gula desordenada con ribetes sicalípticos, mitiga un fondo de atropello sin límite ni propósito de enmienda.


Vemos con asombro, tal vez con indisimulado encono, cómo partidos que surgieron para restringir (incluso desterrar) viejos y nuevos desenfrenos acumulados por PSOE y PP en decenios, reproducen parecidas componendas aun sin haber tocado poder pleno. Cuando la sociedad, siempre constreñida por un talante lacayo y adulador, manifiesta espinosas imputaciones contra cualquier sigla patria, a priori hemos de poner en reserva todo aserto porque -sin menoscabar la presunción de inocencia- antes o después podrá constatarse su certidumbre. Conocemos de sobra la culpabilidad a pachas del bipartidismo que durante años y años ha manejado el país a su antojo y beneficio. Hoy sufrimos la vigencia innoble e insolidaria de presuntos derechos forales propios de regímenes antidemocráticos. A la vez, soportamos la mancha del independentismo catalán que se va extendiendo generosa y groseramente por otras autonomías hacia un falso feudo que les puede aportar pingües ventajas cuando reparte recursos el FLA.


Cierto, salsa y componenda aúnan sus tipologías para enfangar día a día una democracia ya subvertida, irreconocible. Me es penoso soportar frecuentes evocaciones a ella por fariseos del púlpito; menos aun si militan en la extrema izquierda por su doble impostura. Comparan (abriendo fosos de concordia) etapas históricas inmediatas con la actual, pero callan las enormes diferencias que nos desconectan con naciones de nuestro entorno. Comparemos cantidad y calidad de cargos, asesores, coches oficiales, empresas públicas auténticos nidos de nepotismo, vinculación de poderes que debieran ser independientes, talante democrático, etcétera, etcétera. Solo así comprenderemos hasta qué punto han corrompido -y no es la primera vez- sistema tan esperado por el individuo a través de los tiempos. Acreditan sin ambages el viejo refrán: “Entre dicho y hecho hay mucho trecho”. Y este pueblo torturado desde hace siglos, a verlas venir.


Hace años, un PSOE exangüe y un candidato indigente conquistaron el poder con eslogan artero, pero eficaz: “España no merece un gobierno que mienta”. Su candidato ahora, presidente en funciones, además de estafador no dice una verdad ni cuando rectifica. Asimismo, traiciona, olvida, a quienes le ubicaron en La Moncloa; básicamente a Iglesias. Sus excesos, su megalomanía, nutren una actuación itinerante, llena de avances y retrocesos cual Penélope dando largas a la indecisión. Es el personaje del “ni sí, ni no, sino todo lo contrario”. Su hazaña penúltima -la última probablemente esté ya cociéndose- ha sido proponer en su programa electoral, bajo presión del independentismo, la naturaleza plurinacional de España. Prepara el terreno, si consigue ser presidente efectivo, para reconocer las aspiraciones nacionales catalanas previo apoyo de ERC y, aunque ahora hace ascos, de JxCat si lo necesitara.


Arropado por una bandera nacional, que en Cataluña desprecia, si este oportunista pactara, tras conocer los resultados electorales, con UP, ERC, PNV y otros, logrando un gobierno que ellos llaman “progresista”, el caos económico tardaría meses en dar la cara. Veríamos entonces si pica, o no, sarna con gusto, aunque fuera demasiado tarde. Prevención y enfermedad siguen este orden; por tanto, se precisa cautela previa para no cometer errores complejos de remediar a futuro. Franco, junto a una retórica consistente sobre el independentismo que los hechos burlan, son los únicos capitales políticos que puede ofrecer a los españoles más allá de imperecederos fuegos artificiales.


Casado desea primero liderar el centro-derecha español, asentar su autoridad al frente del PP y liquidar los reinos de Taifas levantados en Autonomías poco adictas, cuando no rebeldes. Bajada de impuestos y resolver los enigmas económicos que se aprecian en el horizonte, no pasa de un voluntarismo seductor, imperativo, pero postizo. Creo que prefiere recoger la inmensa cosecha que le pondrá pronto el PSOE en bandeja. Un político hábil, y él lo es, tiene las ideas claras: primero, catarsis; luego, gobierno. Ciudadanos ha defraudado mucho en las negociaciones posteriores al 26-M. Pretendió abarcar mucho, olvidando su papel bisagra, y semejante debilidad le puede pasar una factura penosa. Esperemos un cambio radical en la estrategia, o en el liderazgo, porque es un partido absolutamente necesario. 


Unidas Podemos, tiene un papel comparsa difícil de encajar pese a esas declaraciones fatuas, absurdas, casi estúpidas, de Iglesias: “Sería bonito ver a Irene presidenta de España” al tiempo, pone meta a su quehacer político: “Una vez que haya conseguido gobernar”. Nunca. Te jubilarás en UP si antes no te mandan al gallinero. Vox, constituye una incógnita molesta para todos. Más España, evidencia una erupción infantil, de momento. No obstante lo dicho, mantengámonos alerta, pongamos remedio antes.

viernes, 25 de octubre de 2019

LA HISTORIA REBATE EL SUBJETIVISMO DEL HOMBRE


“Dicen que la Historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Esta frase dicha por un político francés desaparecido al principio del siglo veinte, emerge hoy (tal vez siempre) plena de actualidad. Acaso fuera más elocuente: “Quien evoca la Historia con ánimo de revancha, incita torpemente a provocar sus agrias vivencias”. Zapatero -sumergido en la irrelevancia, cuando no en un proceso paranoico- promulgó la Ley de Memoria Histórica cuyo objetivo real nadie perfila ni apremia porque se caería de lleno en el sinsentido. Sin embargo, su aplicación oculta un intento de agitar emociones, entusiasmos, en personas que no debieran sentir frustración ni desventura alguna. La Guerra Civil que golpeó a muchos españoles tiempo atrás, elemento central de la Ley, queda lejana, marchita en su funesto epílogo y casi sin testigos presenciales. 


Según parece, memoria y aprendizaje son procesos inseparables; es decir, que la memoria no proviene únicamente de experiencias particulares, sino que también el testimonio didáctico, junto a lecturas rigurosas, ponderadas, conforma su dimensión. Por este motivo, nuestra memoria personal sobrepasa con creces las propias vivencias vitales. Dicho apunte me permite afrontar sin ningún menoscabo, con rigor, con el objetivismo que me consiente la especulación racional, cualquier apunte histórico superando los límites cronológicos. Este soporte indubitable ratifica que solo países con una significativa clase burguesa pueden conseguir sistemas democráticos más o menos consolidados. Por el contrario, una mayoría rural, temporera, imbricada con élites intelectuales, se convierte en sociedad prototípica para desarrollar sistemas totalitarios. Francia y Rusia, con sus respectivas revoluciones, constatan lo dicho.


Pese a lo expuesto, democracia, totalitarismo y dictadura son conceptos formales que diluyen la realidad porque los rasgos innatos del poder, en cualquier caso, se muestran nada participativos ni solidarios. La prueba inequívoca es que todos (democracia, totalitarismo y dictadura) persiguen con saña cualquier tentativa anarquizante. Recordemos las implacables persecuciones contra la CNT por parte de Largo Caballero, desde el primorriverista Consejo Superior de Trabajo, así como las trágicas jornadas ocurridas en Cataluña durante mayo de mil novecientos treinta y siete. La Historia plasma hechos ciertos mientras deja a la propaganda y manipulación interpretaciones subjetivas e interesadas. Somos una sociedad dispuesta a comulgar con ruedas de molino sin ningún interés por consolidar el sentido común. Desconozco si hemos llegado a tan anómala situación de forma consciente o sometidos al continuo, azaroso e inagotable, abandono que incorpora nuestra idiosincrasia.  


Mucho se ha escrito -en mayor medida se ha hablado y habla- de nuestra Guerra Civil. Las divergencias que plasman los relatos, debidas al maniqueísmo oferente, causan estupor cuando no vergüenza. Unos y otros, diferentes solo por una escala cuantitativa, persiguen el empeño de vivificar momentos que la sociedad actual necesita omitir con urgencia. Mientras, aquel repugnante suceso requiere puntualizar ciertas versiones poco o nada justas ni ajustadas a la verdad histórica. Se dice, verbigracia, que aquella fue una lucha para defender la democracia contra el fascismo. Si bien es verdad que Franco recibió ayuda de Mussolini y Hitler, también lo es que Stalin ordenó implantar las Brigadas Internacionales de clara extracción marxista. Al fondo, puede entreverse un choque extraño, confuso pero incentivado, contra el comunismo que era el enemigo único, universal. Son conocidos los sabotajes y ralentizaciones, en el puerto de Marsella, sobre el material de guerra que enviaba Rusia al ejército republicano. De igual modo, Casado y Mera (este anarquista) se opusieron a prolongar la guerra que los comunistas deseaban alargar. Además, Gran Bretaña y Francia (viejas democracias) reconocieron a Franco de forma inmediata. 


Ni quito ni pongo rey, pero el mito de héroes antifascistas, luchadores por la libertad y otros aparatosos epítetos con que se ennoblecía a los combatientes republicanos, queda reducido a simple reclamo por lo expuesto en el párrafo anterior. Franco, lo que logró entonces fue salvar a España y a otros países del totalitarismo bolchevique. No puede negarse que instituyó un sistema autárquico, dictatorial, que su represión posguerra apuntara al exceso, pero quizás así evitó una tiranía mucho más sanguinaria. Cuando murió Franco yo contaba treinta y dos años. Durante ese tiempo, salvo escasas anécdotas intrascendentes, no tuve grandes obstáculos a la hora de moverme o expresar críticas dentro de un límite; casi como ahora, si diferenciamos épocas y normas, cárcel y sutil sometimiento. Curiosamente, en aquellos tiempos los individuos disidentes eran muy escasos. Incluso franquistas acomodados -hoy, ellos o sus hijos- son reconocidos refractarios. Dentro del ochenta por ciento, como mínimo, yo ni fui pro ni soy anti, sencillamente, como muchos españoles, he vivido siempre de mi trabajo.


Sánchez ha exhumado a Franco y durante toda la jornada medios próximos elogiaron el espectáculo como un hecho histórico. Un cero coma cero, cero, tres por ciento protestaron por tamaña osadía; aproximadamente un treinta por ciento se siente dichoso y el resto muestra indiferencia plena. Si aceptamos que esa exhumación ocupa un lugar lejano en el orden de prioridades ciudadanas, hemos de concluir que la misma excusa ineptitudes y acaricia ventajas electorales. Hasta algún comunicador, raptado por el éxtasis del momento, ha dejado constancia de que este panorama significa “una victoria de la democracia”. Error. Si la exhumación hubiera sido resultado de un consenso político general, entonces sí, la democracia se hubiera marcado un tanto. Así no. La unión de la izquierda marxista y los nacionalismos, ahora independentistas, amparados por una Ley sacada del cuarto oscuro de la democracia, han cometido una vulgar impostura; para otros, profanación.


Que yo sepa, todavía quedan monumentos, esculturas, calles y homenajes a personajes muy oscuros en la Historia de España, redimidos por la Ley de Memoria Histórica. Para mí tiene parecido significado truculento ver un grupúsculo cantar el Cara al Sol con el brazo derecho levantado que avistar un amplio colectivo cantando la Internacional con el puño izquierdo cerrado. Alguien dijo: “La Historia la escriben los vencedores”. Hoy, Sánchez ha compuesto una página histórica, según se glosa, y la izquierda radical -en su entelequia reformista- ha ganado la Guerra Civil tras cuarenta años de la muerte de Franco y ochenta después de perderla. Es nuestro sino. Somos diferentes.

viernes, 18 de octubre de 2019

SENTENCIA, DESMANES Y MÍTINES


No he leído, ni lo voy a hacer, el contenido de la sentencia del Tribunal Supremo sobre qué supuestos criminales han cimentado su resolución. Me sirven como fuentes fidedignas informaciones y referencias de presuntos expertos en materia judicial. Sus opiniones las leo o escucho, pero solo suponen un elemento más de reflexión sin que ejerzan condicionante alguno que constriña mi propio criterio. Libre, pues, de apriorismos, huérfano de rémoras ajenas, estoy en condiciones de ofrecer sugerencias razonables. Ignoro, en términos rectos y por tanto decorosos, si la sentencia es justa o no, ponderada o insensata; quién sabe si extemporánea. Sé que, sin conocer el objeto, emitir juicios sobre él puede parecer ilegítimo. Sin embargo, desde mi punto de vista, los amplios informes que conforman mi saber fundamentan tal audacia.


Me niego a juzgar si la sentencia refleja la evidencia de los hechos, pues el empirismo personal nos alecciona que con idéntico texto legal un juez te absuelve y otro te condena. Utilizando parecido argumento, tampoco me atrevería a proclamar su rigor o tibieza, ya que dicho sentir obedece exclusivamente a pulsiones del perspectivismo orteguiano. Sí ha sido un veredicto cuyo rédito deja insatisfechos a los diferentes sectores concernidos. Cataluña ostenta la máxima contrariedad, porque el cien por cien de sus habitantes, por mitad, quedan desairados. Los líderes del independentismo habían anunciado, tiempo atrás, que desacatarían cualquier fallo que no fuera absolutorio. Esta determinación, tal vez reto al tribunal, ha supuesto materia de invisibilidad en la propia sentencia presumiblemente porque hubiera mayor interés en seducir al gobierno que condenar con rectitud hechos y complicidades. 


Sin solución de continuidad (entre individuos no incursos en procedimientos penales, sin excluir a los ya sediciosos y malversadores) se está cometiendo de forma reiterada, presuntamente y como mínimo, un delito de desobediencia. La sentencia del TSJ de Cataluña en dos mil diecisiete (Caso Mas) indica: “… que ostente una posición de control sobre los riesgos de lesión del bien jurídico tutelado en este caso y como se advirtió al principio de esta fundamentación, el principio de jerarquía como garantía del perfecto funcionamiento del Estado de Derecho, asentado sobre el necesario sometimiento de la Administración pública a las decisiones judiciales”. Considero insólita la inacción de la Fiscalía cuyo objetivo, deduzco, consiste en reducir tensiones. No obstante, está consiguiendo el efecto contrario: agravar la situación anárquica por sentimiento generalizado de privilegio, de impunidad. Es urgente la adopción de medidas judiciales o económicas (quizás estas últimas sean más eficaces) para neutralizar tanto desafuero.


El espíritu constitucional salvaguarda los derechos de reunión y manifestación. Dentro de este cauce ambos son -por lo general- pacíficos, legítimos, como así constatan medios, aun políticos, cuya convicción queda desmentida coyunturalmente por episodios alarmantes. ¿Por qué cualquiera de ellos, suscritos por el poder democrático y exigidos por la ciudadanía, acaban a menudo en auténtico repertorio de desmanes que atentan contra el patrimonio público y la tranquilidad colectiva? Acudamos a la semántica. Horda define a una comunidad nómada que se distingue de la tribu por el carácter rudimentario de los vínculos sociales y espirituales que la integran. Es decir, conforman un colectivo automarginal, heterogéneo, sin nexos ni acoplamiento. Despojados de patrimonio, quizás de futuro, ansían encontrar algo que dé sentido a su pobre existencia. De ahí el grito unánime, transgresor, “la calle es nuestra”.


Hoy, en Cataluña, dominan la vía y ese prurito avasallador alimenta su ego al tiempo que descubre la argamasa vertebradora de una difusa sensibilidad anárquica. Existe el riesgo de que su vacío vital se transforme en grupo gregario cuya fe, cimentada en el aparato, le lleve a despreciar cualquier adversidad personal y la vuelta a su hosco orden social. Las imágenes que día a día muestra la televisión hacen imposible vaticinar cualquier solución inmediata. Cuando un grupo -más o menos revolucionario- descubre la erótica del poder y se extralimita hay que combatirlo con doble táctica. Encarcelando a los líderes visibles mientras se obstaculiza o ahoga la vía financiera. Asimismo, hay que tener en cuenta la acción de vasos comunicantes entre Estado e insurrectos. Si aquel mengua, estos se agigantan y viceversa. Según esta ley física, sumada a los melindres electorales del presidente, auguro que este episodio se alargará indefinidamente.


Sí, la famosa sentencia ha ocupado de lleno cualquier perspectiva electoral trastocando planes sinuosos, profundos. Es muy probable que el fallo estuviera sometido, en tiempo y contenido, a los deseos de Sánchez y los independentistas. No obstante, el vandalismo ha hecho añicos cualquier línea de control despreciando toda táctica y previsión. Dañada la tramoya dispuesta a beneficio de PSOE, Unidas Podemos, ERC y JxCat, el escenario se ha vuelto favorable a PP y Vox, sobre todo, sin olvidar a Ciudadanos. Pese a toda murga y campaneo, pese al mitin constante, eterno, quien peor lo tiene es Sánchez. Ayer mostró falta de oxígeno, amén de estilo antidemocrático olvidando a casi tres millones de españoles, cuando se reunió con Casado, Rivera e Iglesias -marginando a Abascal- para nada. El presidente en funciones permanecerá inmóvil, invernando, pase lo que pase, mientras los sondeos no bajen de cien diputados y presagien un desastre para él. En cuanto esto ocurra aplicará el artículo ciento cincuenta y cinco. Estoy convencido de su renuncia a Cataluña si tiene que elegir entre ella y el resto del país.


De rebote, estará en peligro el gobierno de Navarra y otras instituciones catalanas para conseguir la abstención de PP y Ciudadanos. Luego quedaría a expensas del azar, pero su buena estrella (hasta ahora) le da confianza para acometer esta aventura. Desconozco si tal estrategia le dará buenos resultados, pero conserva escaso margen de maniobra. El dispendio económico que promete a pensionistas y funcionarios cuando vienen tiempos gélidos, no solo térmicos, pudiera resultar -a medio plazo- letal. Temo, es un decir, que todas las predicciones electorales añejas den un vuelco espectacular a expensas del tenebroso rompecabezas catalán.

Es justo añadir que todos mitinean aprovechando la coyuntura presumiblemente favorable. Hasta algún indocumentado de ERC pretende obtener rédito con aquella gilipollez de: “No es una sentencia, es una venganza”.

viernes, 11 de octubre de 2019

UNA CAMPAÑA TERCA O LO QUE TE RONDARÉ MORENA


Probablemente me quede corto si asevero que media España dice o escucha con asiduidad la expresión “y lo que te rondaré morena”. Esa “morena” no se refiere a moza de pelo carbonado, ni tan siquiera de epidermis cuyo bronceado -agrario o playero- justifica un agosto ardiente en exceso. “Morena” alude a conceptualización mental: algo reiterado, ambiguo en el tiempo. Porque la campaña electoral para el 10-N, cuyo plazo oficial debiera ser ocho días, va a durar casi seis meses; concretamente desde el 27-M al 8-N. Estos políticos que sostenemos, salvo raras excepciones, se han desgañitado en airear el acuerdo, dicen, para acometer una campaña mínima al objeto de restringir unos cuantos millones y paliar parcialmente la situación de penuria social. Los acontecimientos visibilizan cuán hipócritas, indigentes e ineptos son.


Se requiere mucho descaro e impudor para anunciar algo y luego hacer aquello que supone un rédito personal olvidando cualquier compromiso ético. Personalmente, soy comprensivo, tolerante, porque la imperfección llena toda encarnadura humana. Sin embargo, rechazo la falsedad -siempre corruptora- como uno de los males vejatorios, terribles, onerosos. Todo individuo engañado pierde la esencia de su ser: libertad. Tal vez su mente siga siendo lógica; es posible que pueda aprehender todo conocimiento en un proceder supremo, pero será inútil. El método epistemológico viciado, pervertido, conduce irremisiblemente a juicios torcidos, fabulosos. Tal situación, junto al sustento dogmático aderezado con abundantes negligencias individuales, constituye la razón principal de la enraizada incuria política. Así les va a ellos y a nosotros.


Que toda sigla pretende conseguir la máxima venia -sinónimo de acatamiento- en periodo electoral es una verdad evidente. Asimismo, me parece inmoral, ignominioso, si para lograrlo deja jirones éticos y estéticos. Ocurre con todas ellas, y sin excepción. Creo objetivamente que la izquierda se alza algunos dedos por encima de la marca (medida que usaban los tratantes de caballerías, en mi niñez, para juzgar el atractivo del animal a vender sin por ello excluir ninguna flaqueza). Sánchez, como líder del partido más votado, adquiría la única responsabilidad para conseguir gobierno. El buen señor emplea tres meses mareando una perdiz que todo el mundo presumía de yeso. Al final, cae en la cuenta de que coaligarse con UP le hubiera quitado el sueño. Como colofón, echa la culpa a todo bicho viviente del bloqueo gubernamental, quitándose de encima cualquier “mosca” que pusiera en entredicho argumento tan necio. ¡Manda huevos!, que diría aquel. 
  

Armado de insólita desvergüenza, Sánchez -presuntamente- pone el Estado a su servicio sin complejos ni ataduras, asumiendo excesos con notable engreimiento. Desde marzo último, al menos, no acomete ningún acto que no tenga tinte electoral antes o después. Los llamados “viernes sociales”, viajes dentro y fuera, apariciones en medios audiovisuales, etc. tienen como finalidad básica amasar votos para mayor gloria del personaje. Compensa su ineficacia económica, social e institucional, donando en la ONU -verbigracia- ciento cincuenta millones de euros para el llamado Fondo Verde, sin haber cuantía presupuestada, con la inercia del “papista”. Pura tramoya que encandila al colectivo “progre”. Constituye una salida hábil para quien tiene el haber escaso al cierre del ejercicio contable. Luego vienen los santones de turno, políticos y comunicadores, deshaciéndose en aclamaciones a la inteligencia del prócer que facilita su cómoda vida, confundiendo conscientes, medio obligados, astucia maliciosa y clarividencia.


A falta de un mes todavía, han desatado la maquinaria del eslogan tan sugerente como falso. Veamos. El PSOE desea cegar al centro-derecha con “Ahora gobierno, ahora España”. La izquierda, incluyendo el ala más extrema, esa que él llama “izquierda a la izquierda del PSOE”, la tiene comiendo de su mano. Tal eslogan acumula dos falsedades. Sánchez no ha gobernado ni lo hará porque no sabe; a lo sumo presidirá (si lo hace) el Gabinete. Lo de “ahora España” eleva la farsa al grado sumo. ¿Cómo puede proclamarse patriota un individuo que permite los votos de independentistas y Bildu para ocupar La Moncloa? Esa génesis viene superada actualmente por pactos tácitos con los mismos. El PSOE, con su silencio cómplice para no contrariar a Sánchez, está invirtiendo su crédito discutible en un mal negocio. Rememoro que el Partido Socialista de Francia, en dos mil diecisiete, pasó de tener trescientos catorce diputados a solo treinta y uno. Ahora se está refundando. “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”.


Vox, despellejando al PSOE, tiene de lema “España siempre”. Ahora mismo, nada que objetar. Ciudadanos, tras la variante a lo Macron que no parece servir para mucho, se decanta por “España en marcha”. Según todos los sondeos, la marcha que mejor le define es la fúnebre. El PP recurre a “por todo lo que nos une” que, de acuerdo con los amotinados del País Vasco y Galicia, debe ser muy poco. No obstante, Casado lentamente, sin prisas pero sin pausas, va consolidando un liderazgo complejo; le falta dar un segundo golpe de mano. UP y Más País aún no han encontrado el “abracadabra” electoral. Seguro que andan buscando la auténtica llave maestra.   


Mis amables lectores pueden advertir que solo un partido juega con ventaja, aunque cometa errores imperdonables. ¿Qué opinión les merece el desembolso de cuatro mil quinientos millones de euros que pondrá a cuenta el FLA -ahora- a disposición de las Comunidades Autónomas mediante reparto arbitrario? ¿Y bajar el número de peonadas para cobrar el PER? ¿Y aumentar el salario mínimo interprofesional a mil doscientos euros? ¿Y actualizar las pensiones con aumentos iguales al IPC? ¿Y la subida del dos por ciento en los sueldos de funcionarios? Vislumbro dos salidas: Todo es un cuento chino o los impuestos alcanzarían una cota asfixiante. En el otro extremo, también hay “tela”. Sirva de ejemplo esta noticia: “PP y Ciudadanos dejan solo a Vox exigiendo que se derogue la dictadura del catalán en las aulas de Baleares”. ¿Así sirven los justos intereses y derechos del ciudadano? Exacto; en todas partes cuecen habas.


Algunos no cambian. Dice Iceta: “El triunfo del PSOE el 10-N es la única opción para preservar el autogobierno catalán”. Verdadera declaración de intenciones. Lo siento, pero la larga campaña socialista me recuerda el video navideño de las burbujas espumosas que promocionaba cada año una marca de cava. Franco, cambio climático, feminismo. Nada con mucho sifón y lo que te rondaré morena.