Definitivamente, hemos llegado al rediseño del Frente
Popular. Antes, un PSOE marxista llevó a España (contra la opinión de
destacados líderes, Julián Besteiro entre ellos) a una guerra civil cuyo
epílogo acarreó centenares de miles de muertos y casi cuatro decenios de
dictadura cuya verdadera maldad desconocemos por su imposible cotejo con aquella
otra del sistema marxista alternativo, hipotético, verosímil. Bueno y malo,
pese al maniqueísmo imperante, ofrecen gradaciones dispares de forma aislada,
sin contraste. Cualquier juicio, en uno u otro sentido, conformaría un
monumento a la exageración, al reclamo o, simplemente, a la estupidez. Ahora, el
conciliábulo político perfilado puede llevarnos, si le dejan la cordura
española (incluso socialista) y el acervo europeo, a la más absoluta de las
miserias y pérdida sustancial de libertades individuales que tanto ha costado
conquistar. El PSOE hoy constituye un partido extraño. A mis años, el miedo
suena a algo proscrito, esperpéntico, pero me inquieta el tic despótico del
comunismo.
Se especula -tal vez de forma interesada- por analistas zoquetes,
antojadizos, (medios y periodistas, alguno en concreto, colindan también con la
extrema izquierda o adheridos a su amo) que Ciudadanos ha sufrido una derrota
electoral sin paliativos por su itinerario inestable, liderazgo personalista y sobre
todo por bloquear al PSOE. Nada más lejos de la realidad. Ciudadanos se ha
estrellado por ser fiel a sus principios, leal al centro sociológico y repudiar
el juego peligroso, vehemente (quizás agresivo) e insolidario de bloques. En
otro país hubiera sacado mayoría absoluta, pero nosotros desmedimos el lastre
visceral generando ira; tanta, que se vota por rencor, no por convicción.
Ciudadanos hubiera sido un partido inestimable durante la transición y a futuro
(sujeto, constreñido, el nacionalismo catalán y vasco, hoy no habría tanto
separatista generado por deslealtad y pusilanimidad a partes iguales), pero
Zapatero encendió la mecha cismática abriendo una fisura nacional todavía hoy
en plena efervescencia.
Albert Rivera, escrupuloso y dúctil, se dejó llevar por principios
privativos y sugerencias ajenas. En este país, donde las etiquetas indican observaciones
ruines de una ética presuntamente hegemónica en la izquierda, propaganda y
medios corrompen lo que yo denomino “conciencia social”. Sin embargo, el
sambenito de blanquear a Vox no tuvo repercusión porque mucho antes Podemos
-auténtica extrema izquierda, no de bagatela- lo había sido por un PSOE suicida
que salió ileso del embate electoral y parasitario. A Ciudadanos no lo ha
fulminado Sánchez, al decir de conmilitones políticos y periodistas, sino la
destemplanza infantil hacia Vox de un Rivera falto de cintura y recursos sagaces,
sutiles. La prueba incontestable es que Sánchez no obtuvo ni un voto del
partido naranja cuyo declive (cuarenta y siete diputados) lo absorbieron Vox
(veintiocho) y el PP (veintidós). Asimismo, “encontraron” los tres que perdió
Sánchez; de ahí su precipitación en instaurar un bloque disonante, combativo e infausto.
Ignoro qué prioridades configuran la encarnadura del
presidente en funciones. Creo que egolatría y engreimiento superan a codicia y
rapacidad. Si esta presunción es certera, Iglesias ha ganado las elecciones y
Sánchez las ha perdido destruyendo al mismo tiempo el PSOE. Curiosamente, da la
falsa impresión de haberlas ganado Vox y PP resultando perdedores Ciudadanos,
Unidas Podemos y PSOE. Error; hay un ganador espectacular (Unidas Podemos),
rodeado de “enanitos” dueños del bosque, y un perdedor enfático, estricto, susceptible:
Sánchez. Ocurre, empero, que, ante espíritus toscos, mediocres, aquella
exigencia suscitada por Descartes: “pienso, luego existo” se considera
chuchería filosófica digna de ser enterrada en el mausoleo de la suficiencia.
Lo asegura un viejo axioma castellano: “La ignorancia es muy atrevida”. Así nos
va, ligados a nuestras raíces o comparándonos con naciones del entorno cercano.
A Sánchez no solo se le ha derretido su yo vanidoso abrasado
por el otro yo, siempre en competencia, del Iglesias triunfante. Como consecuencia,
su instinto sufre un desvarío al ser humillado: desamparo o hecatombe. El favorito
gobierno de coalición social-comunista (es decir, la hecatombe), da pruebas
notables -ante las previsiones económicas e institucionales en el horizonte
inmediato- de que los españoles le importan una mierda. Iglesias aún siente
menos interés por ellos, pues pretende potenciar la miseria desarbolando este
país para hacerlo más proclive a medidas extremas. La Historia enseña a quien
quiera verlo que el comunismo totalitario no defiende al trabajador; utiliza el
populismo, la “gente”, ese fanatizado poder popular, con la intención de
traspasar el capital privado al Pulitburó, a la casta elitista del marxismo vetusto,
deparando el aumento de miseria si cabe. No son anticapitalistas, ansían ser
capitalistas ellos. El argumento más sólido, indiscutible, es observar talantes
y riquezas acumuladas por líderes comunistas en cualquier parte del mundo.
Metodología y su vertebración, el método, indican qué acciones
deben realizarse -ante coyunturas específicas- para demoler los probables
efectos nocivos. Rebatir insidias con estoicismo o condescendencia implica
asirse a vana reputación. “El 28-A había una oportunidad histórica para formar
un gobierno de coalición, ahora es una necesidad histórica porque se trataría
de la única manera para frenar a la extrema derecha en nuestro país”. Son
palabras frescas de Pablo Iglesias, líder omnipresente y omnipotente de una
extrema izquierda sin parangón mundial; menos, aditada a ese fraudulento, lema de
la “extrema derecha” cuya sangrienta ejecutoria, al contrario del nazi-comunismo,
nadie conoce ni recoge crónica histórica alguna. A mayor abundancia, José Luis
Ávalos anuncia: “El PP está solo en compañía de la extrema derecha”. Ambas
reflexiones, y otras parejas de ERC, PNV, JxCat … que alimentan bloques
incompatibles, belicosos, imposibilitan consenso alguno ni entendimiento. Queda,
por tanto, (siguiendo la normativa metodológica) responder contundentemente
moderados. No son tiempos de “poner paños calientes”. Al final, Vox recogerá la
cosecha.
Apuesto a que este gobierno heterogéneo y esquizofrénico, si
fructifica, no durará más allá de unos meses. Perdido el crédito del PSOE y con
un PP adscrito a esta información del Confidencial: “El PP, contra la opinión
del Consejo Europeo, pactará con PSOE, Unidas Podemos y PNV la renovación del
CGPJ dejando a Vox fuera” no sería extraño que este último en las próximas elecciones
sacase mayoría absoluta. Casado ha perdido el “método”. Un inciso. Iglesias, observa
que no me convences nada, pero ten cuidado con Sánchez porque antes o después
saldará cuentas contigo por dejarlo en evidencia. Su ego busca revancha: la
venganza se sirve fría.
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