viernes, 27 de diciembre de 2019

LA VOLADURA


Ignoro qué circunstancia, aparte una precipitación indecorosa tras la gestión picaresca antes y después del 10-N, ha llevado a Meritxell Batet a liberar los últimos días (27, 28, 29 y 30) de diciembre y los primeros (2, 3, 4 y 5) de enero para investir al señor Sánchez. Nos emplazan, según parece, de Santos Inocentes a Reyes Magos; es decir, de la inocentada candorosa al mito infantil. Presumiblemente, no ocurrirá en ninguna de las fechas señaladas porque quienes manejan e imponen las conversaciones se arman de exigencias nuevas, intimidatorias, imposibles. Eso, pese a la fe que pone en ellas el candidato -amén del silencio expectante, casi un ¡ay!, de Iglesias- hasta desmantelar al PSOE y ser el hazmerreír internacional. ERC, por otro lado, guarda los flancos no vaya a ser que el “malvado Carabel” adelante las elecciones generales y termine, según apunta la crónica taurina, como Cagancho en Almagro.


Va calando (poco a poco, incluso entre sus acólitos) la grave irresponsabilidad de quien ambiciona presidir el gobierno, por el canon que debe pagar y no solo económico. Cierto es que, salvo mayorías absolutas, todos los presidentes abonaron tasas costosas e incluso denigrantes. Sin embargo, en este caso se están batiendo récords históricos pues apostamos la propia estabilidad del Estado y la quiebra nacional. Hacer uso indebido de Instancias, más o menos altas, del país constituye un deterioro de difícil restitución. Retorcer la semántica, única evidencia conocida hasta el momento, conlleva sospechas engorrosas anejas al secretismo con que llevan la farsa. Sabemos que se ha cedido a la bilateralidad entre gobiernos, soslayando parlamentos y ajando -si no transgrediendo- el refrendo constitucional. Preocupa profundamente que nadie del Comité Federal alegue alto y claro el camino peligroso iniciado por el PSOE, cuyo final inapelable, con esta línea, es la práctica desaparición del mismo. Mirémonos en el espejo de Europa


Salvando a Felipe González, nunca el PSOE pudo identificarse rigurosamente con la socialdemocracia y sí con el marxismo radical, relegado casi a antisistema o poco operativo para el siglo XXI. Paradojas ahora hay para vender y regalar. Hoy mismo, un contertulio, ha afirmado que Albert Rivera hizo un daño irreparable a España al rehuir un gobierno de coalición con el PSOE. O dicho señor disponía de información privilegiada o fantaseaba a hora temprana, pues Sánchez jamás ofreció tal posibilidad al partido naranja. Así, al menos, ha llegado al común. Habitualmente tales lances son maliciosos porque unos y otros los inclinan al extremo, al vicio, a la ficción. La siguiente constituye un hecho insólito, desmesurado, fuera de todo arbitraje jurídico. Que el Tribunal Supremo pida al Tribunal Europeo de Justicia un informe sobre la inmunidad de Junqueras sin haber recogido su acta de eurodiputado (las formalidades dictadas por el Parlamento Europeo para ser investidos eurodiputados, aunque confusas, siguen correspondiendo a cada Estado miembro) me parece inocente. Incluso individuos exaltados, puntillosos, airean la posibilidad de “gato encerrado”. 


Sospecho que la conjunción de una clarividencia exigua, a tenor del jugo exhibido; un mesías radical sin praxis alguna fuera de equívoca oratoria, oída, cansina, espuria y unos independentistas -cargados de abalorios retóricos- en permanente enfrentamiento, pueden conformar el gobierno de España. La pregunta surge espontánea, inercial: ¿Será capaz esta camada de despejar las contrariedades visibles ya y las más peliagudas que asoman por el horizonte inmediato? No, diría la calle en un acto de cruda sinceridad. A quienes analizamos fríamente el devenir nacional en sus variados aspectos, nos asaltan dudas razonables. Desde mi punto de vista, el Estado Autonómico presenta cada día heridas profundas, en las llamadas autonomías históricas, de imposible remedio salvo suscribir sus objetivos independentistas o cambio drástico y decidido del gobierno. Incluso les incomoda el concepto plurinacional porque su masa -amorfa, necia- se inclina por la opción menos favorable: independencia.


El ser o no ser ontológicos están separados por lo “que hay” o “no hay”. No obstante, al ser o no ser atributivos los separa una decisión personal. Los independentistas pretenden agarrarse a un ser atributivo idealizado, onírico, para conseguir su concepción ontológica. Dicho a fin de iluminar mentes obtusas, ERC, JxCat y CUP no quieren ningún diálogo que pueda entorpecer, desviar o retrasar la independencia de Cataluña a cuyo remate aspiran millones de catalanes que han superado la irrelevancia de sus líderes y han sido adoctrinados, a lo largo de cuarenta años, con beneplácito incluido de PSOE y PP. Los datos muestran claramente la derrota de los partidos nacionales (PP, Ciudadanos y Vox) cuando en las últimas elecciones generales sacaron seis diputados de cuarenta y ocho. Ignoro al PSC porque este partido solo es nacional los fines de semana. 


Ahora, la sentencia del Tribunal Europeo sobre la “inmunidad, que no impunidad” de los eurodiputados Junqueras, Puigdemont y Comín, embarra más si cabe el terreno de juego jurídico. Se han lanzado campanas al vuelo prematuramente y temo que la frustración a medio plazo destroce ilusiones. Tantas, y tan lunáticas, como Sánchez ha depositado en partidos que desean segregar territorios, leyes y personas. Carecen, al mismo tiempo, del apego necesario para convivir, ni a regañadientes, con el resto de predios que, bajo las botas de reyes y dictadores, han sufrido atropellos sin límite. Hoy, para no dañar la imagen bastante maltrecha de una justicia encastillada, pero frágil, el gobierno en funciones presiona con perentoria delicadeza (sí, que no se note demasiado) a la Abogacía General del Estado para emitir un informe que influya en el Tribunal Supremo y favorezca a Junqueras en su viacrucis. Si lo hace, adiós cordera.


Ciertamente estos desalmados, junto a Podemos, quieren efectuar una voladura controlada -sin prisas, pero sin pausas- del país. Estoy convencido de que importantes centros de poder internacionales (reflexionemos sobre algunas señales notorias) anhelan liquidar nuestra jurisdicción y a una Europa de por sí bastante quebradiza. España es nación con la suficiente enjundia económica y estratégica como para que alguien intente asentar en ella una maquinaria disgregadora. Saben que fragmentar es el germen de toda derrota y la afección se extiende rápida. Ayer León propuso una autonomía independiente de Castilla formada por León, Zamora y Salamanca. Si empezamos con catas (porción de algo que se prueba) la “fruta” se pudre. No hay mayor advertencia ni se necesita.

viernes, 20 de diciembre de 2019

EL CHALANEO


La RAE, en su acepción primera, define chalán así: “Que trata en compras y ventas, especialmente de caballos u otras bestias, y tiene para ello maña y persuasiva”. Tales palabras resultan esclarecidas por dos rasgos. Primero, puede advertirse un matiz peyorativo al trascender cierto efluvio pícaro, embustero, estafador. Segundo (y más velado, aunque intuitivo), ese acierto -semánticamente a trasmano- de que porfía con bestias. Encontramos aquí, alrededor de dicho sustantivo, a quien despliega parecido quehacer y conducta: el político. Parecen hechos a medida, porque para desempeñar ambos oficios se necesitan requisitos especiales, tremendos, ajenos a la gran mayoría de gente convencional. Pido disculpas a los chalanes por tan injuriosa comparativa, pero el contexto era propicio, me venía al pelo.

A partir de ahora, cualquier renglón apuntará básicamente a los políticos, colectivo que, en España al menos, suspende; es decir, necesita corregir, optimizar, lo que ellos llaman sin recato servicio al ciudadano. Sería injusto e inexacto no urgir también a nuestra sociedad a que extreme, como mínimo, reflexión y cordura. Nunca hay un solo culpable cuando la coyuntura, fruto de interacciones personales o grupales, presenta una cara favorable e incluso espeluznante. Un proverbio árabe asegura: “La primera vez que me engañes, será culpa tuya. La segunda será culpa mía”. No puede refutarse nada a tan sabio precepto, solo el hecho de su rechazo u observancia. Personas vinculadas a mi entorno amistoso-familiar dicen observar con alivio cambios casi imperceptibles, pero esperanzadores, en esa credulidad ancestral, enojosa, nociva. Las peculiaridades cotidianas, necedad, fatalismo y sinrazón, específicamente en campañas electorales, me llevan a la duda frecuente, ingrata.

El chalán -ese individuo que encubre el discurso prudente, juicioso, tras una retórica desaprensiva- no tiene que ser necesariamente emanación vital, ineludible, de una inmanencia proverbial. Inclusive, a veces, construye vencido por avideces crematísticas esa herramienta infernal que le lleva a pervertir cualquier actividad. El chalan constituye, en términos generales, una especie corruptora porque conduce voluntades a un destino personal y social incierto, destructivo. Primero, y es su mecánica inicial abiertamente, contamina el lenguaje para desorientar al posible comprador o usuario. Luego sacrifica reglas y desazones para conquistar un éxito que le suele satisfacer en cuanto a rentabilidad material, pero huérfano de gratificaciones éticas y estéticas envicia al personal relamiéndose envilecido con ese sabor repugnante. Conforma el desquite que las sociedades sin rigor crítico, estúpidas, se cobran para compensar su inmoralidad.
                                                                                                                                                        
 Sí, todos los políticos pecan -en mayor o menor grado- de chalanes. La génesis se debe al ínclito Zapatero. Aquellas nefastas “Ley de Memoria Histórica” e innecesaria “Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género”, que despreciaba la equitativa “Ley Orgánica de Medidas Concretas en Materia de Seguridad Ciudadana, Violencia Doméstica e Integración Social de los Extranjeros”, trajo no ya la controversia sino el enfrentamiento entre los bandos de la Guerra Civil y entre hombres y mujeres. Vestir a unos santos mientras se desnuda a otros, además de despótico e inmoral, origina peligrosas frustraciones. Solo la corrección política y el chalaneo de los medios, que han irrumpido censores, inmoderados, en la vorágine, permiten lecturas complacientes de ambos terremotos nacidos, al amparo de la inepcia, para satisfacción de dos lobbies con intereses espurios: republicano extemporáneo y feminista.

Ignoro si llega a pandemia, pero estoy convencido de que el chalaneo es una delicada epidemia nacional extensible a varios rangos del poder. Siempre, desde el espacio librecambista, las relaciones de compra-venta se gestionaron a través de diversas reglas o leyes exclusivamente economicistas. Sin embargo, dicho esto, en política y áreas próximas (campos especiales de aquella interacción) el chalaneo domina el método u ordenanzas que rigen tales vínculos. Hoy se ha llegado a tal punto que existen auténticos peritos en el arte de la engañifa, del timo social. Una sentencia popular clarificadora desenmascara todo artificio, eso que se da en llamar realidad virtual: “Oradores vanos, mucha paja y poco grano”. Necesitamos no ya horas de observancia sino mente crítica para contrarrestar los efectos perniciosos aparejados al regate semántico. Me abstengo de examinar las inquietudes de servicio que dicen ofrecer vacuamente unos y otros, pero siempre a un precio abusivo.

Confirmo que, siendo una plaga generalizada, la izquierda se atribuye con éxito el modo agitación y propaganda para conquistar el poder. Sánchez consigue hoy por hoy un récord meritorio en retorcer hasta el paroxismo el discurso de por sí sumamente pueril, jactancioso e impostado. ¿Legitima la farsa cualquier acción posterior consecuencia, probable, de ella? No, nunca. De aquel lejano eslogan “España no merece un gobierno que mienta” hemos pasado a un presidente insólito (para algunos, ocupa y, para todos, en funciones), fulero donde los haya. Su última campaña electoral se afianzó sobre compromisos inquebrantables. Él jamás pactaría con Podemos, independentistas ni Bildu. Qué hace, pues, Carmen Calvo perorando: “El gobierno se forma con los datos de las urnas” ¿De qué urnas habla, señora, de los votos adjudicados a Pedro Sánchez o, tal vez, de los conseguidos por el presidente en funciones? Esa naturaleza bina que la “vice” se sacó de la manga tiempo ha, puede salvar la legitimidad ética del 10-N y maridajes posteriores.

Ayer, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó una resolución sobre la inmunidad de Junqueras que proyecta el chalaneo del poder legislativo. ¿Puede explicarme alguien por qué los diputados han de ser inmunes fuera de su estricta actividad parlamentaria? Si el respectivo órgano no concediera el suplicatorio, tal privilegio se convertiría de hecho en impunidad coyuntural o definitiva. Cualquier constitución democrática basa su legitimidad en la igualdad de derechos y deberes. ¿Cómo puede entenderse que la voluntad de unos pocos expresada en las urnas preceda al sentido común y a la Constitución aprobada por cada sociedad? Además, en este caso, había procesos abiertos con anterioridad a la condición de eurodiputados ya que la instrucción empezó en octubre de dos mil diecisiete y la fase del juicio oral a principios de dos mil diecinueve; por tanto, de facto, se estaría aplicando (a destiempo) una inmunidad perversa, ad hoc. Cierto, no soy experto en leyes; aun así, ni los propios magistrados se ponen de acuerdo a la hora de desentrañar dicha resolución. Soberanía y democracia son términos demasiado serios para aventurarse en laberintos que puedan resquebrajar el bien a proteger.

viernes, 13 de diciembre de 2019

¿EL HUEVO O LA GALLINA?


Por la tierra que me vio nacer, hace ya casi ocho decenios, el huevo -en su más amplia acepción- poseía un peso específico, sugestivo y estimado, en expresiones que adornaban el talante campechano, expansivo, de sus gentes. Dos frases destacaban, (espero que aún lo hagan) en aquellos lejanos tiempos. “No sabe dónde poner el huevo” sugería, a guisa de chanza, indecisión de quienes alimentaban día a día sus vacilaciones continuas. Eran personas sin gancho y con escaso crédito. “Ha puesto el huevo” proclamaba, inclemente, graves errores en quien había optado por un camino equivocado. El protagonista, aquí, quedaba hecho un cristo con epítetos del tipo: necio, estúpido, botarate. Actualmente se le hubiera llamado gilipollas.  


Tras esta introducción, quiero consolidar el célebre -además de enrevesado y siempre incógnito- interrogante: ¿Qué fue primero, el huevo a o la gallina? Todavía estoy esperando un argumento que valide o invalide cualquier respuesta. Es la pregunta tonta que suele hacer el listillo de turno para tocar las narices. Solo en ocasiones especiales libra esa carga ridícula y aporta un interés casi desmedido en colocarla dentro del núcleo social. Hay coyunturas que precisan herramientas inverosímiles para situar enigmas de imposible, o improbable, enfoque. Ignoro si el método serviría en toda ocasión y tiempo. Seguramente no, dados los tejemanejes que pueden aparecer sin necesidad de habilitar tramas u obsesiones esotéricas.


Ahora mismo ha dejado de ser (como suele decirse) la pregunta del millón para convertirse en interpelación al ejecutivo, más concretamente a Sánchez. ¿Por qué no se formó gobierno tras las elecciones del 28-A? Resultados solo hubo uno: Seis meses después no había germinado ninguna autoridad evidente. Alegatos, demasiados: Que PP y Ciudadanos bloquearon toda posibilidad; que Podemos exigía demasiado y no eran de fiar; que Iglesias era el problema insoluble; que luego Podemos (sin Iglesias) se negó en julio; que en septiembre Podemos aceptaba la propuesta de julio, pero Sánchez no les dio posibilidad. En fin, una verdadera yenka política. La verdad es que el gurú del presidente en funciones le aseguraba, al compás de Tezanos, que las nuevas elecciones le darían ciento cincuenta diputados. Luego obtuvo ciento veinte y así nos va, que “ni se muere la abuela ni cenamos”. 


¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¡Qué más da que el inicio sea huevo o gallina! Cierto que Ciudadanos anunció desde el principio reprobar la investidura, pero Sánchez se echó en brazos de Podemos para constituir un “gobierno progresista” y no ofreció a Rivera ninguna probabilidad de pactar un gobierno de coalición; por cierto, el único estable y con mayoría absoluta. Pedro, rechazó el pájaro que tenía en la mano y prefirió disponer de ciento volando. Falto de humildad, ante la expresada negativa de Rivera, sacó su ego al sol ahogando todo intento de acuerdo que hubiera beneficiado a PSOE y a Ciudadanos. Al presente, humillado permanentemente él, el PSOE y España (su orden de prioridades), será presidente cuando trece diputados de ERC apetezcan.


Creo que, de acuerdo con aquella frase del primer párrafo, Sánchez “ha puesto el huevo”. Sé también que, a futuro, certidumbre y adivinación dejan de ser algo insólito, pero (sin pecar de vanidoso) yo, al menos, vislumbraba azaroso aquel famoso gobierno “de progreso”. Hoy, la composición extraña de la Cámara y diez diputados menos entre PSOE y UP, el forzoso apoyo de ERC deja demasiados pelos en la gatera. De ser este partido casi despreciativo se ha convertido en fundamental, y tal situación conlleva un peaje caro, inasumible. Aquí nace la razón por la que líderes antañones de la ortodoxia socialdemócrata y algunos barones actuales empiezan a exigir una vuelta a los patrones que permitieron aquellos rentables Pactos de la Moncloa. Otras elecciones empiezan a tomar cuerpo porque a los independentistas -tanto a nivel autonómico como nacional y a medio plazo- no les vendría mal un hipotético gobierno del PP.


Sánchez -extasiado, impermeable, cautivo por una ambición delirante, paranoica- conforma la gallina posterior al huevo. Perdida toda cordura, consiente conceptos, actitudes y hechos impropios de un presidente juicioso (aunque sea en funciones). Desde luego, el discurso de ayer -hace semanas- queda fementido, maloliente, por las informaciones que se desprenden de unas conversaciones oscuras y oscurantistas. De crítica a firme trinchera, podría definirse su incoherente talante en la oposición y en el gobierno. Apenas trasluce alguna reseña de las conversaciones con ERC. Antes clamaba transparencia, negro sobre blanco; ahora, únicamente permite negro sobre negro. Primero, Cataluña tenía un problema de orden público y convivencia social. Luego, se concluye que es un conflicto político. Los conceptos, las percepciones, pueden herir mortalmente la realidad. Al fingir, también.


El rumbo que marca el presidente en lo que le atañe específicamente y en lo que le indican diferentes asuntos aleatorios, fruto de propagandas orquestadas, lleva sin remedio a ninguna parte. Fachada con poco o ningún elemento arquitectónico más, constituye un llamativo esqueleto presto a su demolición por pragmatismo estratégico. Sánchez, desde el minuto uno (llevado por no sé qué proyectos o fantasías) renunció al bipartidismo probo y vigoroso entre PSOE, PP y Ciudadanos, cada cual en el papel que a priori le fuera otorgado electoralmente. Se decantó por quebrar cualquier consenso constitucionalista reavivando, al tiempo, el Frente Popular con la extrema izquierda y el independentismo. Ahora, poco a poco, advierte el enorme error cometido -complejo y de difícil salida- debido a inoportunas agitaciones partidarias, nacionales y europeas.


Sí, España avanza en sentido negativo. Mientras los países de nuestro entorno procuran remediar los problemas actuales, bastante desdibujados, nosotros nos encaminamos a la primera mitad del siglo XX. Mantenemos siglos de retraso y, tercos, seguimos aplazando la llama renovadora. Permítanme una digresión. Meritxell Batet, leyó días atrás en el Parlamento: “Su Majestad el Rey propone como candidato a presidir el gobierno al excelentísimo señor don Pedro Sánchez Pérez-Castejón”. Deseo precisar que el protocolo político acostumbra a dejar sin contenido vocablos que la lingüística ennoblece en toda su egregia extensión.

viernes, 6 de diciembre de 2019

LA ESPAÑA PLURINACIONAL, DESGARRADA


Sánchez, ese “estadista” que el azar nos concede cual espécimen excepcional, hace años decidió que España podría concebirse como una federación asimétrica dentro del Estado Plurinacional. Quizás anteayer bebiera la pócima destinada al PSC o sintiera un vahído psicológico que lo apartara del tránsito racional. Sea como fuere, el mencionado presidente en funciones refuerza su posición y permite pedir a Iceta una licencia caricaturesca, bochornosa: que el catalán se enseñe en todo el país. Considero que, a esos extremos de sicopatía, sin darlo por totalmente inaplicable, no llegue nuestro prócer gobernante, aunque a Pedro le pierde el embuste no exento de ruindad.


Con los apremios de la investidura, el campo se ha embarrado más si cabe y nos acercamos con celeridad al ridículo o a la quiebra del país. Tal vez, el hazmerreír lo hagamos desde hace tiempo, pero es preferible, o no, (¿quién sabe?) a que salte en pedazos este statu quo que ha logrado el mayor periodo de paz. Llevamos siglos batallando con un independentismo asentado en la invención y el egoísmo. Cuando el vocablo “robar” se convierte en dogma identitario, los demás motivos conforman refugios grandilocuentes, pero tramposos. Siempre que alguien encubre la voracidad, personal y colectiva, con postizas virtudes -incluso nutriéndose de reglas morales sin autentificar- consigue el encono fingido de sus propios seguidores por una cuita social. 


Salvador Illa, secretario de organización del PSC, ha dicho: “El PSC tiene más de cuarenta años de Historia y siempre ha defendido que Cataluña es una nación”. El mensaje despide cierto tufo independentista, y por tanto contrario a la Constitución. Sin embargo, los líderes del PSOE han ido obviando -con mayor o menor grado de aceptación- esta realidad que le lleva a nadar entre dos aguas respecto a su fortaleza preceptiva. No es un caso aislado, pero sí el más grave. PP y Ciudadanos, en el ámbito autonómico, también muestran cierta querencia a primar Cataluña de forma insolidaria. Así ha ocurrido con todos los presidentes del gobierno central, incluyendo casos como el de Zapatero que aprobó un Estatuto en dos mil seis, corregido luego por el Tribunal Constitucional. Escamotear la legalidad genera escasos beneficios.


Las elecciones del 10-N, más allá de declaraciones ampulosas o recatadas (¿quién lo diría?), que de todo hay, van indicando -a poco que escudriñemos- hipocresía y cinismo a partes iguales. Un individuo íntegro, armado de sustancia, no pasa de la descalificación al aprecio en horas. Evidencia poca “chicha”; tal vez ninguna. Tampoco es creíble un cambio radical en quien no hace tanto decía que “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”. Tanta sumisión empalaga cuando proviene de un arrogante acomodado a costa de un histrionismo embaucador, efectivo. Y, pese a todo, los hemos visto abrazarse con exceso, pletóricos, tras enfundar aquellas dagas morunas chorreando sangre fresca, faltas de higiene, alma y concierto. Codicia, obscenidad y apresuramiento, son los argumentos centrales que rubrican el fondo de la coalición.


Sánchez intuye que el probable gobierno apoyado por un récord histórico de partidos (desentonada ensalada ideológica) exhibe demasiados flancos indefensos que le pueden predisponer a un desenlace gravoso e inesperado. Bastantes periodistas afines -quizás con intereses espurios, turbios- procuran mantener en pie un catafalco con madera podrida. Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, tras escarnecer a Ciudadanos por el vapuleo electoral mostrando así un talante poco gallardo, servil, dijo con su habitual solemnidad docta: “Las elecciones las ha ganado el grupo que ganó la moción de censura”. Solo le faltó, para disuadir cualquier controversia, “he dicho”. Pero este señor no se encuentra en condiciones de dar conferencias políticas porque lo impide el pesado lastre maquiavélico, maniqueo, sectario, que tiene adosado a su entraña periodística, muy probablemente también a su aliento humano.


De parecido corte “magistral” se presenta una frase manoseada e indescifrable dicha por individuos inconexos de la izquierda heterogénea, híbrida: “España necesita un gobierno progresista”. Proclamar “progresista” al comunismo o a partidos que hacen de la violencia el único método político eficaz es tan excesivo, tan ridículo, que solo la falta de criterio social impide una carcajada colectiva. Del mismo jaez es hablar de un gobierno de izquierdas cuando tiene fuerte apoyatura en PNV (partido que robustece la derecha elitista vasca), JxCat, siguiendo a Juliana, (formado por una sólida y vetusta derecha catalana) y ERC (cuya dirección, pese al sustantivo, no ha tenido relación manifiesta con la izquierda por ser un partido independentista, republicano y nada proletario).


Ahora, haciendo guiños a una España plurinacional, Sánchez reconoce el conflicto político en Cataluña y está dispuesto a iniciar conversaciones bilaterales refrendadas por Podemos y demás adjuntos. Veamos. Cataluña y País Vasco llevan siglos recibiendo de la “odiada monarquía” fueros, leyes especiales y privilegios múltiples que les han permitido industrializarse y vivir económicamente muy por encima del resto. Franco, en su “inmunda dictadura”, siguió protegiendo ambas regiones mientras fomentaba una migración enriquecedora, principalmente, para ellas. El centro y periferia inmediata, abandonados a su suerte, yermos industrialmente, producía la materia prima; es decir, generaba miseria. Es inadmisible que partidos que se dicen defensores del bienestar general, sigan ahondando las diferencias que acarrearía un país plurinacional desdeñando la solidaridad de una nación indivisible. ¿Qué hacemos con Andalucía, Extremadura, las dos Castillas, Murcia, Aragón y otras Comunidades? Esas sociedades deben despertar.


El PSOE, por omisión o silencio, suscribe la existencia de presos políticos en nuestra democracia. Hablan de diálogo con el independentismo, pero saben que es la fórmula lingüística que encubre nuevas concesiones en pos de sus objetivos finales. No cambian de estrategia ni aspiran a mostrar mesura, creen llegado su momento histórico, conocen la debilidad de Sánchez, y van a por todas. Digan lo que digan unos y otros, solo hay dos salidas: Independencia o terceras elecciones. Habrá independencia porque los medios preparan el terreno sibilinamente y el partido constituye un muro donde el único eco que lo esquiva procede de un silencio atroz. Cristina Almeida, otra que quiere el cambio de régimen, temerosa y concienciada, para no levantar inquietudes, protestas -ahora que la sociedad está dormida- dijo: “No creo que sea el momento de hablar de concesiones”, Procedamos, perecen decir, sin hacer ruido.


En suma, los partidos perdedores de la guerra civil quieren ganarla ochenta años después (jamás aceptaron la derrota, que fue en puridad del comunismo) trayendo la Tercera República y manteniendo el Frente Popular. Distinto es que lo consigan dentro de esta Europa, pero lo van a intentar. Gestos ya se han realizado y aún quedan por venir. Los bloques se han ido construyendo minuciosamente para romper la unidad social y el Estado. Todo bien planificado. ¿Habrá implícito a medio plazo algo con más entidad?