viernes, 30 de marzo de 2018

POLÍTICA, ENIGMA Y PARIPÉ


Permítaseme, aunque sean tiempos de fe y espiritualidad, que -yo, nada religioso- analice el prosaico fluir de una vida material cuajada de penas y glorias. Definir política plantea tantas dificultades como presenta su compleja actividad. Concepto y práctica revelan cierta vehemencia (no siempre obvia) pero ocultan con cinismo una tosca falta de ética. Suele decirse que política es el arte o acción por el que una sociedad libre resuelve los problemas que plantea la convivencia colectiva. Seguramente ese sea el objeto, pero ambos vocablos, política y práctica, quedan cortos, confusos, a lo peor yermos, porque nadie quiere atribuirse apéndices o atributos que pudieran entenderse reseñas rentables e interesadas. Esto les conduce a arrostrar el rigor hipócrita de lo políticamente correcto, quizás incorrecto por aflicción, acomodo o incertidumbre.

Decía Tagore: “No es tarea fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio, es muy sencillo. Si ya es humillante someter la palabra a los dictados de quien quiere viciarla, asearla para legitimar oscuras maniobras resulta amoral e indecoroso. Los partidos que ostentan el poder desde mil novecientos ochenta y dos, lo vienen haciendo. Son los únicos culpables del atropello iniciado por aquellas fechas. Se sabe que las dinámicas sociales raramente se mueven a la velocidad de estímulos más o menos seductores. Poner la masa en marcha, emplea parecida energía que para luego frenarla. He aquí la razón de un adoctrinamiento sólido, consistente, sin sacrificar tiempos ni tácticas oscurantistas.

Algunos vislumbran supuestos, calificados por el común de oníricas lucubraciones, que los hace víctimas del presente y del futuro. Mantengo la tesis de que el escenario actual se debe al proceder del nacionalismo catalán, permitido desde el gobierno central. Sostenemos una Ley Electoral a medida que permitió, años atrás, cebar poco a poco el engendro que nos desafía hoy. PSOE y PP impulsaban una política ajustada a intereses partidarios -aun personales- para lograr un poder de cuotas, de reparto. Quizás hubiera bastado con modificar la Ley, pero rechazaron tal recurso para no ver mermadas sus expectativas electorales. Ninguno estaba dispuesto a sustituir el modelo favorable. Se conformaron con lo “malo conocido” evitando lo “bueno por conocer”.

Enigma, en su acepción segunda, significa realidad, suceso o comportamiento que no se alcanza a comprender, o que difícilmente puede entenderse o interpretarse. Cataluña ahora se ha convertido en un enigma de consecuencias impredecibles. Conjeturo que el statu quo internacional desaprobará cualquier iniciativa secesionista porque las consecuencias pueden traer desequilibrios indeseados, alarmantes. No obstante, y considerando que “nunca falta un roto para un descosido”, jamás saboreemos un manjar antes de catarlo. Existen pocas dudas respecto al pronunciamiento de la UE, pero otros países, sin adscripción, e instituciones con afectos cruzados, tal vez indefinidos -quién sabe si promiscuos- son capaces de introducir quimeras donde, objetivamente, la realidad es incontrovertible.

El independentismo queda hipnotizado, levita, mientras la ONU acepta a trámite una denuncia que interpone Puigdemont “por vulnerar sus derechos”. Dos cuestiones. No seré yo quien cierre los ojos ante determinadas resoluciones efectuadas por dicha institución internacional, así como el papel desempeñado en diferentes conflictos. Pero, ¿puede considerarse democrática, justa, impoluta, cualquier organización donde cinco países tengan derecho a veto? Asimismo, admitir a trámite una querella no entraña sin remedio fallo favorable; simplemente hay indicios a considerar. En el fondo, solo es un protocolo mecánico.

Menos de veinticuatro horas después de ser detenido Puigdemont, Cataluña se convirtió en territorio rebelde, entregado a desórdenes e ilegalidades. La televisión plasmó los enfrentamientos entre manifestantes y policía autónoma próximos a la Delegación de Gobierno en Barcelona. Era notable, proverbial, la “inofensiva”, “pacífica”, agresividad de supuestos CDR (Comités de Defensa de la República). También cortaron carreteras y vías de especial tránsito. Dichos cortes se sucedieron a lo largo de varias jornadas con enfrentamientos varios y variopintos. El espectáculo era deplorable, clarificador y pernicioso para la imagen de Cataluña. Pregunto qué prioridades defienden estos aguerridos ciudadanos.

Desearía saber el brebaje dado por Puigdemont a los independentistas para absorberles el seso. ¿Cómo un personajillo tan incoloro, inodoro e insípido, puede arrebatar mentes y voluntades del gentío? Son legión quienes tras estos y otros sucesos le siguen aclamando presidente legítimo. ¿Es posible tanta necedad? Ya lo vemos. Hasta el presidente del Parlament asegura: “Ningún juez puede perseguir al presidente de todos los catalanes”. Semejantes manifestaciones tienen porte de morbosa anormalidad. Sin ton ni son, Sair Domínguez (TV3) dijo: “La república no se construye con lacitos y manifiestos sino con sangre y fuego” ¿Acaso estas palabras esquivan el ilícito penal? Mutismo.

Paripé significa fingimiento, simulación o acto hipócrita. Tal definición casa perfectamente con la aplicación del artículo ciento cincuenta y cinco; mejor dicho, con la no aplicación. ¿Qué eficacia se consigue si cesan al presidente, consejeros y a alguno más apartado por el sistema de pinto, pinto, gorgorito? Han dejado intacta la infraestructura gubernamental, los mossos y la televisión catalana. Es decir, un perfecto paripé. Cierto que Rajoy apechuga con una oposición que defiende a capa y espada las tesis contrarias, incluso contra intereses nacionales. Pobre Sánchez y pobre PSOE inmersos siempre en el paripé. ¿No haría mejor dejar que Rajoy se ahogara en su propia salsa? Esta táctica aneja al “no es no”, hará que el PP (Partido Picaresco) aliente una nueva legislatura. 


viernes, 23 de marzo de 2018

DEMOCRACIA AD HOC Y DEMOCRACIA SUI GÉNERIS


A propósito del confuso master de Cristina Cifuentes, he oído a Rafael Mayoral decir algo así: Espero la respuesta de los naranjas de Aznar. El acento era insolente, tramposo. Huérfano de proyectos netos, propuestas, planes de actuación para conseguir el bienestar ciudadano, dicho individuo (a la postre aforado y favorecido con sabrosas subvenciones) pretende desprestigiar al rival. Cierto que los políticos parecen sacados de aquella cosecha clónica imaginada por Huxley en “Un mundo feliz”. Sin embargo, hay cumplidas diferencias; sobre todo de estilo. Jamás escuché a nadie -probablemente pudiera hacerlo con sobrada motivación- mencionar a “los discípulos bermellones de Maduro” o, el apurado, “los epígonos de Stalin”, verbigracia. Menciono tales alusiones porque serían el prólogo ideal, inesperado, del epígrafe. 

Asimismo, el periódico de Ignacio Escolar publica pantallazos que abordan un trato de favor hacia la presidenta de Madrid. Visto lo visto, arrojan pocas dudas sobre extraños manejos, al menos. Actuar así confirma la existencia, incluso esencia, de una prensa libre pese a apreciaciones ruines, sectarias, antipatriotas. Además, debe ser objetiva, ajena a cualquier límite o nutriente maniqueo. Caso contrario, se convierte en medio inmundo, éticamente pobre, manipulador. Estoy convencido de que esta señora no es la única isla en el inmenso océano que constituye tan insólita tropa, según clamó con añadido grosero el conde de Romanones. Don Ignacio -a lo que se ve- opina que dicha turba o revoltijo se agita solo en determinadas aguas ideológicas. Salva, a contrario, otras que merecen su bendición, no sé si urbi et orbe.

“Ad hoc” es una proposición latina, de uso frecuente, que significa estar especialmente diseñado para un fin concreto. “Sui géneris”, también de origen latino, en su primera acepción significa peculiar, que no coincide con lo que designa. A la segunda acepción le acompañan original, estrafalario.

Democracia ad hoc implicaría, por tanto, una consideración positiva, digna, hacia el ciudadano. Sin duda, se refiere a ese sistema genuino dentro de las múltiples formas en que puede revestirse. Tanto que, desde un punto de vista estricto, no hay ni hubo un español capaz de garantizar haber vivido democracia de tales características. España vivió cortos periodos, salvando el actual, en los que el ciudadano tuviera siquiera el protagonismo protocolario. El primer periodo plenamente democrático llegó con el advenimiento de la Segunda República donde se aprobó el voto femenino pese a la negativa del PSOE. Estos cuarenta y tantos años desde la muerte de Franco, conforman el mayor periodo de liturgia democrática, no de democracia porque ella encarna derechos no gestos artificiosos, fraudulentos.

Analizando los siglos XIX y XX, resulta quimérico encontrar un decenio seguido de plenitud liberal. En el XIX acontecieron al menos ocho pronunciamientos, pasados los veinte primeros años. Si excluimos los cinco del reinado de Amadeo de Saboya y los veintiséis borbónicos, calculen cuánto duraron los sistemas democráticos más o menos reales. El siglo XX trajo cinco años, correspondientes a la Segunda República, y cuarenta actuales de los que solo cuatro (Suárez) se asemejaron a una democracia verdadera, aunque vigilada.

Felipe González, supo aprovechar rencillas políticas a la vez que atormentadas avideces sociales y se hizo con el poder absoluto. Creo que este fue el inicio de la “democracia ad hoc”, pero adulterando peyorativamente sus fines. Mataron a Montesquieu, maniataron los medios e impusieron el inmovilismo: “Quien se mueva no sale en la foto”. Del Digo pasaron al Diego y promovieron empresas públicas cuyo objetivo silenciado era intensificar un nepotismo en ciernes. Por necesidades del guion, empezaron a conceder réditos demasiado onerosos a los nacionalistas, enmascarado por entonces su ancestral independentismo. Al fondo, podía apreciarse en ciertas autonomías un afán de consolidar riquezas y transferencias que, al final, facilitarían -así lo percibe su insano juicio-la segregación definitiva. El resto del país asumió el papel de hetaira abonando cama y oficio. He aquí el venero supremacista o preeminente del soberanismo catalán.

En silencio, de forma sigilosa, vino lo que conocemos. Inadvertidamente se consolidó la “democracia sui géneris”, esa que es cualquier cosa menos democracia. El ciudadano pasa a ser contribuyente, siervo fiscal, con apenas derechos (porque son muy caros) más allá del pataleo. Entre tanto, políticos y afines campan casi impunes henchidos de privilegios y adscritos a abusos múltiples. Nada nuevo bajo el sol debido a la pobreza moral e intelectual que despliega tradicionalmente el individuo patrio. Sometidos a un estilo grotesco, resulta inevitable aquel estigma ambiguo considerado tópico tiempo atrás: “España es diferente”. Pudiera apreciarse frase panegírica, pero no; llevaba una carga despectiva con justeza y justicia.

Sin necesidad de escarbar mucho, nos topamos con miles de muestras que plasman lo dicho. En la cocina inmediata encontramos sobrados ingredientes tópicos, privativos. El tema catalán, que antes provocaría vergüenza, se ha convertido en esperpéntico, irrisorio. Pecan políticos descerebrados, necios, paranoicos. Peca un gobierno impertérrito, estéril, cobarde, acompañado de una oposición con escasa legitimidad para albergar tal término. Un país se gestiona por la acción vertebradora, conjunta, de gobierno y oposición. Aquí no, aquí la oposición ejerce de Penélope deshaciendo lo tejido con anterioridad. Damos pasos, gastamos energías, pero no nos movemos.

Ciudadanos y Podemos, esas siglas que -en propia confesión de Podemos- vienen a limpiar la vida pública, empiezan a pringar antes de asar. El patio presenta irregularidades continuadas, extremas. Lo verdaderamente triste, sin restar gravedad a lo expresado, son los atributos del individuo español: inculto, cándido, necio, irreflexivo…. Esperando el autobús, un señor mayor (tras echar pestes contra Rajoy, la derecha y -matizando- la izquierda) defendía aguerrido a aquellos dos partidos inmaculados. Algo ya visto y oído; pasamos de uno a otro extremo sin solución de continuidad. Aprecié, no obstante, cierta querencia por Podemos. Sirva el ejemplo como prueba indiscutible, empírica. Este episodio evidencia que nos hemos ganado con honores esta maldita democracia sui géneris.


viernes, 16 de marzo de 2018

PRECISAMOS ÁRBITROS QUE ORDENEN ESTE CAOS


El hombre, desde que tiene uso de razón, se hace una pregunta de forma consciente o inconsciente. ¿Qué es la vida? Tras milenios de honda reflexión sigue sin encontrar respuestas satisfactorias. Filosofía y literatura intentan acercarse al enigma, pero solo consiguen circundar el interrogante. Abrigan pocas probabilidades de vencerlo dejando su entraña al descubierto. Semejante coyuntura impulsa al individuo a describir diferentes manifestaciones que, siguiendo a Husserl y su fenomenología, es lo único que consigue apreciar. Surgió así el teatro y, más tarde, el cine; veneros de una realidad difuminada. 

Con buena lógica, todo ciudadano ansía resolver como sea aquellos aspectos que le producen sorpresa, inquietud o indignación. Los últimos tiempos vienen repletos de visiones tremendistas, de intenso desasosiego social, aunque (pese a hechos recientes) sean casos que proliferan en América. Me refiero a los secuestros donde -en sus diferentes versiones- surge soberbia la figura del negociador, aliento policial para familiares. Tanto es así, que de mil novecientos noventa y siete a dos mil catorce se han realizado cuatro filmes con dicho título: el negociador. Al crimen, al desorden, se opone el rigor del experto que procura zanjar situaciones anómalas y delicadas. Constituye la gestión definitiva antes de llegar a un lamentable final.

De parecido modo, nuestro país vive hoy cautivo por constantes extravíos políticos, económicos, mediáticos e institucionales, cuanto menos. No obstante, por estos lares de histeria político-social, todavía vemos distantes estos personajes interpuestos pese a cabalistas de chistera o apocalipsis. Necesitamos -diría sin prisas, pero sin pausas- alguien (individual o colectivo) capaz de equilibrar, armonizar, tanto guirigay. Me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí y obtengo la misma incertidumbre que introdujo la pregunta del primer párrafo. Conocemos las consecuencias y tememos los motivos porque se vienen percibiendo desde siglos atrás. Se dice que hemos cultivado pocos hábitos democráticos. Sin embargo, en esta ocasión cabe preguntarse si es primero el huevo o la gallina. Puede que huevo y gallina, sin que sirva de precedente, vayan a la par. Véase, si no, las sediciones habidas a partir del siglo XIX sin cuajar sistema democrático alguno.

Cierto: realidad y percepción difieren, cuando no divergen. Pese a todo, este país ha llegado a límites inasumibles. Precisa necesariamente, y cuanto antes, algún árbitro (mediador) que armonice no ya ideas, sino tácticas diferentes. Existe una patraña general: todos dicen servir al ciudadano, aunque la experiencia constata lo contrario. Unos más otros menos, cada cual pretende arramblar votos, incluso de manera nada ortodoxa. Populismo, exceso y quimera, son vocablos sinónimos sin matiz diferenciador. Siempre es la oposición quien representa el perverso papel de denuncia, tal vez envolviéndose en hipocresías e impudores indignos. Me parece un juego demasiado sucio que debiera concluir con una mayoritaria deserción popular.

El PP –embriagado, ególatra, tal vez sumiso a un cesarismo inoportuno e indignante- descubre deficiencias notables. Corrupción y deslealtad al ciudadano (también a otras siglas y a distinguidos cuadros) hacen de él un partido bajo sospecha. Se enorgullece de resultados macroeconómicos indiscutibles, pero le falta cintura social. Miente, por el contrario, quien mantenga que favorece a empresas o a la gran banca mientras abandona al ciudadano corriente. Necesita un árbitro, apeado Rajoy, que equilibre los intereses de una élite, hasta ahora favorecida, con aquellos de una clase media depauperada y que ha sufrido como nadie los embates de la crisis. Herido de muerte en su credibilidad, no es fidedigno ni concluyente cualquier escamoteo, aun embestida, de PSOE o Podemos. Menuda alternativa.

Parece claro que, en Europa, los partidos liberales y socialdemócratas se diferencian solo por sus respectivos acrónimos. PP y PSOE sienten en sus carnes tan arraigada conclusión. Ello crea molestos, amén de desproporcionados, trastornos. El PP vive rumiando el complejo de ideología fascista, ladinamente atribuida por la izquierda más o menos ultra. Mientras, el PSOE lo hace con el sacrilegio de ser considerado neocapitalista, cuya caricatura debe a la extrema izquierda. Ambos atributos son tan incisivos como falsos. Peca el PSOE que no asume con naturalidad su ADN capitalista. Me refiero, claro está, al partido actual ganado insensatamente por el extravío. Sin citar novedades concretas, ni este PSOE, ni sus líderes sirven a España. Tampoco en la oposición.

Podemos podría ser el mayor enemigo de los españoles por su vocación camaleónica. Causa agrado que la sociedad vaya descubriendo su verdadero rostro pese a ser un pueblo sin criterio ni sentido crítico. Cualquier populismo, incluso invocando honradez, democracia, ética, feminismo, etc. acaba en el más tiránico totalitarismo, según Korstanje. Y conocía bien el fenómeno. Esta máxima pone al descubierto sus falsedades: “Por sus obras los conoceréis”. Si solo vemos la Sexta o la Cuatro y leemos Público o El Periódico, daremos -presuntamente- un largo paseo por los Cerros de Úbeda. Descubramos la diferencia entre dichos y hechos; nada más, ni nada menos.

Ciudadanos, de momento, exterioriza menos desequilibrios que los otros llamados a gobernar: PP y PSOE. Cierto que muestra elasticidad en determinados temas. ¿Acaso no lo hacen los mencionados en momentos clave? Desde mi punto de vista, presenta una hoja de servicios menos extensa, pero de una pulcritud estimable. Ahora mismo, ese valor cotiza al alza. Esperemos a ver qué nos depara el futuro. Sea como fuere, vislumbro que se lo están poniendo en bandeja. Igual que se lo puso Zapatero a Rajoy en dos mil once y que ha dilapidado neciamente.

Sí, España está desequilibrada pese a tener una economía que va saliendo del túnel. Verdad es que la clase media necesita un rescate urgente, aunque el horizonte micro se muestre remiso. Ahora mismo no se aprecia árbitro que pueda imponer un equilibrio serio, que satisfaga esa miseria injusta acumulada durante siglos. El error surgió con liberales y absolutistas para continuarlo después conservadores y liberales. Con la Segunda República se alcanzó el paroxismo. Quinientos mil muertos supusieron una terrible penitencia. Ignoro el final a que nos vemos abocados por falta de sensibilidad con aquel gran colectivo social. Necesitamos un buen arbitraje, sincero, apacible y eficaz para ganar paz y tranquilidad.


viernes, 9 de marzo de 2018

DIRIGIR Y DOMINAR


Las últimas informaciones y comentarios políticos ofrecen dos hechos contrapuestos cara al ciudadano. Uno trascendente, cual es el abandono de PSOE y Podemos de la Comisión Educativa. Otro, subrogado, hiperbólico y teñido de folklorismo, pese a justas, lícitas (pero desdibujadas), demandas feministas. No seré yo quien mengüe o conmute la miseria económica ni el carácter frustrante de los contratos laborales, de la terrible coyuntura, conociendo el paño en un familiar muy cercano. Tampoco soslayar la deuda escalofriante contraída por esta sociedad con las mujeres en múltiples facetas de la vida. Deuda adquirida desde hace tiempo y jamás reclamada. Es hora, pues, del reconocimiento pleno, junto al propósito de enmienda, puesto que este conflicto supera de largo la reparación institucional.

Sospecho que Antonio Gramsci era más clarividente, tal vez realista, que los líderes del PSOE y Podemos. Prejuzgo, sin temor a equivocarme, que mucho más de lo demostrado por Ana García, veterana secretaria general de los estudiantes. Acaso, fuera un poco más que el colectivo de periodistas indivisas, uniformes, arrastradas probablemente por un prurito de progresía irreflexiva, torpe, contagiosa e impersonal. La muchedumbre acude con la mente lavada; vicio higiénico general cuando se adoptan actitudes maximalistas, beligerantes.

Ambas decisiones -abandono e impostura espectacular- tan legítimas como de ardua justificación, chocan con las tesis de Gramsci sobre el bloque hegemónico. Sus reflexiones referentes a infraestructura/superestructura, como fundamento del poder, merecen considerarse el ABC metodológico de cualquier adiestramiento revolucionario. Sin embargo, él concebía una distinción sustantiva, vertebral, entre poder dirigente y poder dominante. Concluía que este último, a secas, llevaba a un estado dictatorial. Aquí pudiéramos encontrar la raíz del eslogan: “venceréis, pero no convenceréis”, curiosamente patrimonializado por la izquierda más o menos ultra.

Ignoro si ese principio hegemónico ha empujado a PSOE y Podemos a abandonar la mesa del Pacto por la Educación. Aunque divulguen que el móvil se encuentra en la negativa gubernamental de aumentar el presupuesto al cinco por ciento del PIB, la verdadera causa, sin duda alguna, es otra. Creo que la izquierda, siguiendo las tesis de Gramsci, pretende la total hegemonía cultural, amén del sentimiento religioso y de los medios. Podemos, una nota al margen, no cuenta. El PSOE, partido imprescindible ahora y siempre, jamás estará de acuerdo en elaborar un pacto educativo porque no quiere ceder la praxis que le dificulte alcanzar sus objetivos. Nuestra experiencia nos enseña que los sistemas educativos en España, desde la Transición, se aderezaron a voluntad del PSOE. LOCE y LOMCE han sido leyes perfiladas a la sombra del PP. Aquella, murió antes de nacer; esta, es un simple apéndice de la LOGSE. El colectivo “cultural” y los púlpitos audiovisuales se nutren de su mano. Ya conocimos la repercusión que tuvieron tanto “artista” e “intelectual” de la ceja.

Nadie duda, yo no, de las justas reivindicaciones de la mujer en diferentes espacios. Es preciso que la sociedad sea vanguardia para resolver jurídica e institucionalmente ese clamor de siglos. Pero, sin discusión, una cosa es una cosa y otra es otra. Hemos sido testigos de declaraciones y actitudes inmoderadas contra quienes -también mujeres- deseando lo mismo, glosaban formas diferentes. Ansiar un poder dominante, excluyente, quiebra cualquier argumento o espíritu de concordia. No persiguen conseguir metas universales, solo escasos réditos políticos; confunden derechos democráticos con imperio colectivo, cuando no colectivizado. Huelgas y manifestaciones, de esta guisa, se han convertido en un proceso histórico porque casi todo el mundo ha engullido la fullería. Seguir la corriente para no quedarse varadas, les empujó a correr alocadamente tras el señuelo. Cobardía y recelo incluidos, la esencia del triunfo ha sido una excelente estética, pasajera a fuer de impostada.

Llevamos demasiado tiempo consintiendo las inclemencias de una sociedad inculta e incívica junto a una clase política trincona y abusiva. No obstante, el mayor deterioro viene de unos medios livianos que únicamente buscan la cuenta de resultados. Dije antes que ellos conforman la conciencia social y es verdad. Casi todo conocimiento, prácticamente toda información, entra por los oídos. Sin juicio crítico, cualquier sociedad se cimienta con los medios. Así, crean un estado de opinión sujeto a vaivenes políticos o financieros. En definitiva, hoy son el opio del pueblo, el mayor factor de alienación. Constituyen los púlpitos del siglo XXI, mucho más nefastos que aquellos de antaño. Quien maneje radiotelevisión tiene en su mano la mejor herramienta para conseguir el botín hegemónico. Lo vivido el día ocho abona la prueba irrefutable.

Dirigir es valerse de la superestructura -inteligencia e ideario- para converger diferentes actitudes orientadas a alcanzar el poder abstracto. Ese ente colectivo arrastra directo al estado de bienestar, quizás a la paz que es su feudo querido. Dominar, por el contrario, es utilizar la infraestructura -fuerza de producción- para someter al individuo cuando se alcanza un poder total.

Educación y presupuesto no son, sin remedio, magnitudes directamente proporcionales. Por tanto, el abandono del pacto educativo excusándolo con una falta de presupuesto, indica un desinterés absoluto hacia la enseñanza porque priman otros intereses. Del mismo modo, el éxito numérico de las manifestaciones es el triunfo estéril y olvidadizo de lo estético. Antes, había divergencias irreconciliables entre mujer y feminismo radical. Ahora, el frentismo es evidente. Politizar es antónimo de seducir, al igual que dirigir sitúa en el lado opuesto a dominar. La izquierda, sumergida en el error totalitario, ansía solo dominar.




viernes, 2 de marzo de 2018

PRIETAS LAS FILAS, RECIAS, MARCIALES


Arrancaban los años cincuenta del pasado siglo –cumplidos yo los siete años, o a punto de hacerlo- cuando ocurría el siguiente relato. En mi pueblo conquense, de unos novecientos habitantes, se conformaba (como en otros muchos del territorio nacional) una falange local. Niños y jóvenes, algo más de un centenar, formábamos los domingos en la plaza, columna de tres, para ir a misa. Con las banderas desplegadas, y cantando canciones al uso, ocupábamos el espacio central de la iglesia. Después, volvíamos a la plaza en castrense formación. A poco, mientras el resto bajaba luciendo sus mejores galas, terminadas las arengas, de forma marcial y con tajantes órdenes, rompíamos filas bajo un cariñoso mohín de nuestros familiares. No todos compartían ese espíritu, pero yo entonces no veía miradas esquivas, incluso de ira reprimida, a las diversas autoridades llenas de orgullo un tanto bastardo.

Cantábamos especialmente “Prietas las filas”. Nos dijeron que era el himno del frente de juventudes. Pero había otras en las que, de forma usual, se encomiaba la camaradería y la afinidad de objetivos irrenunciables; también incomprensibles para nuestra tierna edad. Imperio, unidad, fortaleza, destino universal… configuraban la esencia semántica de semejantes proclamas épicas. Al principio de los sesenta, cumplidos los dieciocho años, terminó mi trayectoria en la OJE (Organización Juvenil Española). Asimismo, jamás me afilié a ningún movimiento, sindicato o partido; fue suficiente con aquella participación involuntaria. Tampoco nunca he evocado tan remotos avatares ni los sucesivos. Excuso su naturaleza; simplemente -como consecuencia de mi temperamento parco, reacio y escéptico- no me han atraído las organizaciones de índole laboral, social o política.

Ahora, con la distancia, frialdad y sensatez que dan los años, veo o vislumbro las razones ocultas de aquellas celebraciones cuasi militares. Acababa de surgir un nuevo gobierno personalista, sin base ni estructura doctrinal. Franco, basada su legitimidad en la victoria, creó un sistema cuartelero donde la obediencia jerárquica era el elemento aglutinador. Si acaso potenciado con la anuencia de pequeños sectores dispares pero amalgamados por extraños intereses: terratenientes, burgueses, falangistas, requetés y profesionales liberales. El régimen no gozó del apoyo de ningún partido prebélico: nacionalismos, CEDA, u otros de orientación social-cristiana. Franco necesitaba generar esperanza y aspiraciones a los españoles que, en su conjunto, solo querían paz y seguridad. Huérfanos de ideología, aquellas canciones que no aportaban nada en su mensaje solemne, servían de nutrimento cara a un futuro demasiado diluido. El “generalísimo” sembraba canciones patrióticas e ilusionaba -tal vez no lo lograra totalmente- con aquellas filas, recias, marciales. Había intentos claros de ensalzar la nada al futuro ilusionante sin que nadie osara proferir una palabra más alta que otra. Era un relleno oportuno, inevitable.

Casi ochenta años después, nos encontramos en parecida situación. Seguimos teniendo un régimen sin engarce doctrinal. Presuntamente democrático, gobierna una oligarquía partidaria; en el fondo, un cesarismo recalcitrante. Los cánticos pretéritos, caducos, se han transformado en actitud vehemente, pragmática. Un modo de vida que seduce al silencio vergonzoso, al mimo miserable. Hoy el mensaje sordo, sin notas musicales, se ha convertido en sustancia presente para asegurarse el futuro. Vemos esas filas -apestadas de dogma y mutismo espurio- prietas, recias, marciales. Siguen mostrando la misma, a la vez que distinta, necesidad. Aquella, para nutrir un embrión malformado; esta, para disfrazar de virtud una realidad viciosa, prostituida, viciada.

El partido que gobierna marcha al compás de su jefe, con escasa reciedumbre y menos marcialidad. Eso sí, tan hermanado -al menos tan calmo- como una procesión de viernes santo. Nadie rompe la disciplina, cada cual se ajusta al papel asignado, porque quien se mueve no sale en la foto. Al PP le perjudican los errores de Rajoy y la permisividad, cuando no complacencia, con la corrupción. Cualquier prospección social, cada vez más negativas electoralmente para el partido, deja inalterable su trayectoria amén de descartar cambio alguno. Los prohombres del partido ya ni se alarman. Creen que tiene cintura; asimismo, dominio de tiempos y estrategia cuando yo sospecho que le falta elasticidad. Sin embargo, esperan, armados de un fatalismo estático, su caída política inhibidos y paralizados. Como mucho se apresuran a suavizar los diferentes escenarios, con tan poco tino que empeoran su maltrecho crédito. Vean, si no, las declaraciones de Rafael Hernando en relación a las manifestaciones de jubilados: “La pérdida del poder adquisitivo en este sexenio ha sido una décima”. Las necedades ya no calan, aburren e incomodan.

Este PSOE de Pedro Sánchez un tanto destartalado, mustio, urgió apretar filas. Tal necesidad permite el bloqueo del secretario general frente a los barones que habían propiciado su caída. Seguramente tan supuesta conjunción, ese marchar al compás de los militantes, no ha conseguido el carácter marcial deseable. Las grietas evidentes lo hacen un partido invertebrado, con exiguo futuro. Carecen de música y de letra; a lo peor, también de sintonía. Siguen, no obstante, ansiando presidir un régimen roto por ellos al cincuenta por ciento. Con Franco había, al menos, esperanza; con PP y PSOE solo vemos oscuridad sin penumbra posibilista. Sus líderes, impidiendo savias nuevas, renuevan un futuro átono, inaudito, postrado.

¿Qué decir de Podemos? A priori se trata de la cara infausta (como mínimo) del franquismo, porque este tuvo que arrimarse al fascismo, pero el frente popular -sosias de la izquierda extrema y cuajado de asesores comunistas (estalinistas)- llevaba en sus entrañas el totalitarismo. Esa circunstancia influyó en el curso de la contienda. Cuando el PSOE huyó definitivamente de la Tercera Internacional, los comunistas perdieron la guerra. Francia e Inglaterra reconocieron rápido la España de Franco. Su fracaso vino del hecho inmutable de que España fuera la llave occidental del Mediterráneo.

En esta coyuntura, quieren adueñarse de la calle porque los usos democráticos les niega el poder. Cocinan una propaganda con diversos ingredientes: “poder popular”, “retroceso de la libertad de expresión”, “referéndum sobre la monarquía”, “homenaje a chequistas fusilados”. Perfilan los problemas con extraordinaria destreza, pero jamás proponen soluciones viables. Estos no cantan, piden unas filas prietas, recias, marciales, Ochenta años después, han llegado tarde.
Espero que PP, PSOE y Ciudadanos aprendan la lección y -por fin, tras un pacto de Estado- los españoles podamos vivir en una democracia real, limpia y soberana. Entonemos, como entonces, un prietas las filas, recias, marciales. No con ansias épicas, ni de revancha, sino como ilusionante camino hacia un régimen justo y solidario