Esta
mañana, navegando por las recónditas e infinitas vías de internet, me he topado
(a expensas del azar sin excluir, en la lejanía, una enigmática impronta) con
el vocablo anisotropía. Designa una característica general de la materia por la
cual determinadas propiedades físicas varían según la dirección en que son
examinadas. Lo mismo ocurre, pensé, con el apelativo, estima o dimensión con
que aquilatamos el movimiento Democracia Real Ya (DRY). Resulta curioso,
también aleccionador, los paralelismos entre leyes y conceptos físicos con los
comportamientos, actitudes y significado del cuerpo social en su dinámica, más
o menos incentivada.
A nadie
escapa (si exceptuamos políticos y algún comunicador infiel) que el personal
fuma en pipa, sirva la premisa subversiva. El paro por si solo fundamentaría el
atracón de nicotina en esa metáfora que pretende suavizar expresiones
iracundas, acordes con la exaltación vehemente provocada por la ley antitabaco.
Añadamos alguna minucia: Unidad e independencia judiciales; CGPJ y Tribunal
Constitucional elegidos, ad eternum, por
el ciudadano , con posibilidad de recusarlos mediante la acción popular bajo
determinadas condiciones; Cambio de la Ley Electoral para que el Congreso
represente la soberanía Nacional y el Senado la Territorial; Organización del
Estado con viabilidad económica; Responsabilidad jurídica de políticos y
financieros en delitos económicos con la restitución de lo distraído;
Auditorías publicadas; Uso exquisito de los caudales públicos; Desaparición de
castas políticas, sindicales y, en menor medida, "ilustradas". En
definitiva, una auténtica regeneración democrática.
Este
movimiento auspiciado por la "indignación" social, presenta dos
interrogantes al menos. ¿Por qué se inicia la semana preelectoral? ¿Por qué ha
de terminar, divulgan los convocantes, el domingo veintidós? Si sobran razones
faltan, desde luego, intenciones. Tuve la fortuita ocasión de presenciar el
trámite del movimiento zaragozano en plena Plaza del Pilar; Yo, idealista y
rebelde casi septuagenario, congenié enseguida con la veintena de jóvenes y
jóvenas (Carmen Romero dixit) universitarios que, sin estridencias tanto en el
vestir cuanto en la expresión, se afanaban comúnmente en preparar notas de
prensa y confeccionar pancartas reivindicativas. Modosos, sin aspavientos. Me
despedí animándoles en su ansia por
labrar un futuro de libertad.
Poco a
poco, tras una semana de vorágine viajera sin apenas noticias, fui tomando
conciencia de lo ocurrido, sobre todo en Madrid. Internet me ofreció un
manifiesto, complementado con propuestas, asumibles las más. Otras, por contra,
simulaban un canto poético a las tinieblas; alucinaciones gráficas,
romanticismo barbilampiño, como algunos nombres que surgían asimétricos,
fulminantes, en la relación de adhesiones. Porque estoy a favor, en gran medida,
no me atrevo a prejuzgar interés electoral alguno achacable (siguiendo el
tópico) al autor intelectual de este movimiento bautizado previamente 15 M. Me
intriga, sin embargo, la decisión de enterrarlo junto al último voto.
Desconozco
si los "indignados", su obcecación de mesar las barbas a la Junta
Central Electoral, con el beneplácito -al parecer- de quien "salvaguarda
escrupulosamente la ley en defensa de la seguridad ciudadana", afectarán o
no al resultado de las urnas; si continuarán o no las movilizaciones tras el
día veintidós (tengo la esperanza que sea impredecible su final como
corresponde a todo acontecimiento caótico). Sé, y no es poco, que, más allá del
bipartidismo, del inútil ocasional que nos gobierna, de los cómplices
financieros, empresarios y medios, me abstendré hasta que un partido me ofrezca
una verdadera regeneración democrática. Hasta entonces, exhortaría a mis
compatriotas, como única solución posible, hicieran lo propio con el objetivo
de alcanzar una abstención próxima al noventa por ciento y dar un verdadero
escarmiento a quienes se acuerdan de Santa Bárbara sólo cuando truena. Lo
contrario, suceda cualquier cosa a favor de unos u otros, significa seguirles
un juego parecido al cuento de nunca acabar.