viernes, 20 de mayo de 2011

UNA INDIGNACIÓN, ME TEMO, CON FECHA DE CADUCIDAD


Esta mañana, navegando por las recónditas e infinitas vías de internet, me he topado (a expensas del azar sin excluir, en la lejanía, una enigmática impronta) con el vocablo anisotropía. Designa una característica general de la materia por la cual determinadas propiedades físicas varían según la dirección en que son examinadas. Lo mismo ocurre, pensé, con el apelativo, estima o dimensión con que aquilatamos el movimiento Democracia Real Ya (DRY). Resulta curioso, también aleccionador, los paralelismos entre leyes y conceptos físicos con los comportamientos, actitudes y significado del cuerpo social en su dinámica, más o menos incentivada.

A nadie escapa (si exceptuamos políticos y algún comunicador infiel) que el personal fuma en pipa, sirva la premisa subversiva. El paro por si solo fundamentaría el atracón de nicotina en esa metáfora que pretende suavizar expresiones iracundas, acordes con la exaltación vehemente provocada por la ley antitabaco. Añadamos alguna minucia: Unidad e independencia judiciales; CGPJ y Tribunal Constitucional elegidos, ad eternum,  por el ciudadano , con posibilidad de recusarlos mediante la acción popular bajo determinadas condiciones; Cambio de la Ley Electoral para que el Congreso represente la soberanía Nacional y el Senado la Territorial; Organización del Estado con viabilidad económica; Responsabilidad jurídica de políticos y financieros en delitos económicos con la restitución de lo distraído; Auditorías publicadas; Uso exquisito de los caudales públicos; Desaparición de castas políticas, sindicales y, en menor medida, "ilustradas". En definitiva, una auténtica regeneración democrática.

Este movimiento auspiciado por la "indignación" social, presenta dos interrogantes al menos. ¿Por qué se inicia la semana preelectoral? ¿Por qué ha de terminar, divulgan los convocantes, el domingo veintidós? Si sobran razones faltan, desde luego, intenciones. Tuve la fortuita ocasión de presenciar el trámite del movimiento zaragozano en plena Plaza del Pilar; Yo, idealista y rebelde casi septuagenario, congenié enseguida con la veintena de jóvenes y jóvenas (Carmen Romero dixit) universitarios que, sin estridencias tanto en el vestir cuanto en la expresión, se afanaban comúnmente en preparar notas de prensa y confeccionar pancartas reivindicativas. Modosos, sin aspavientos. Me despedí   animándoles en su ansia por labrar un futuro de libertad.

Poco a poco, tras una semana de vorágine viajera sin apenas noticias, fui tomando conciencia de lo ocurrido, sobre todo en Madrid. Internet me ofreció un manifiesto, complementado con propuestas, asumibles las más. Otras, por contra, simulaban un canto poético a las tinieblas; alucinaciones gráficas, romanticismo barbilampiño, como algunos nombres que surgían asimétricos, fulminantes, en la relación de adhesiones. Porque estoy a favor, en gran medida, no me atrevo a prejuzgar interés electoral alguno achacable (siguiendo el tópico) al autor intelectual de este movimiento bautizado previamente 15 M. Me intriga, sin embargo, la decisión de enterrarlo junto al último voto.

 
Desconozco si los "indignados", su obcecación de mesar las barbas a la Junta Central Electoral, con el beneplácito -al parecer- de quien "salvaguarda escrupulosamente la ley en defensa de la seguridad ciudadana", afectarán o no al resultado de las urnas; si continuarán o no las movilizaciones tras el día veintidós (tengo la esperanza que sea impredecible su final como corresponde a todo acontecimiento caótico). Sé, y no es poco, que, más allá del bipartidismo, del inútil ocasional que nos gobierna, de los cómplices financieros, empresarios y medios, me abstendré hasta que un partido me ofrezca una verdadera regeneración democrática. Hasta entonces, exhortaría a mis compatriotas, como única solución posible, hicieran lo propio con el objetivo de alcanzar una abstención próxima al noventa por ciento y dar un verdadero escarmiento a quienes se acuerdan de Santa Bárbara sólo cuando truena. Lo contrario, suceda cualquier cosa a favor de unos u otros, significa seguirles un juego parecido al cuento de nunca acabar.