viernes, 25 de enero de 2019

RUEDAS DE MOLINO


Uno, que ocupa el eje de simetría entre los setenta y ochenta, tiene la experiencia necesaria y mente crítica para no comulgar con ruedas de molino. En realidad, hace años que dejé de comulgar con ninguna doctrina, sea religiosa o política. Esta particularidad mantiene mi intelecto libre de dogmas, mitos y sacralizaciones, que llevan siempre a pervertir el buen juicio, si no la acción. Por supuesto, lucubro ajeno a epítetos que pudieran dedicarme individuos o grupos por ser políticamente incorrecto, espontáneo, tal vez por descubrir espurios ingresos. Cuando alguien ve peligrar el acomodo económico, a lo peor “honores” que abarrotan el prurito del acomplejado, se vuelve grotesco, iracundo, agresivo. Días atrás, allá, al fondo, en la penumbra que cincela la sigla, aparecieron dos figuras débiles, según el tópico, desairadas, con armadura guerrera y soltando mandobles siempre a derecha. Sendas portavoces (“portavozas”) de PSOE y Podemos han puesto a PP, Ciudadanos y Vox como chupa de dómine.

El discurso experto de táctica militar afirma que “un enemigo hábil ataca donde más seguro cree estar”. Nuestra izquierda patria -astuta, pero deshomologada de la europea- se funde a marchas forzadas en el extremismo radical. Este PSOE, que algunos llaman “sanchismo”, por fas o por nefas casi se solapa con Podemos, apartándose de la senda comedida y democrática. No lo digo yo (latiguillo al uso por el personaje coletudo), lo dice Pablo M. Iglesias. Si un líder como él se proclama comunista, cualquier reclamo de moderación y democracia, son puros brindis al sol (que más calienta). Podemos tiene poco de moderado y nada de demócrata. La Historia lleva siglos constatando lo dicho en el punto anterior ya que es imposible negar evidencias empíricas, base del conocimiento, según Hume. Aquella seguridad, aun paradójica, les impele a llamar ultras, fascistas, asimismo nazis, al amplio abanico que se ubica a su derecha (siempre posicional) y por tanto opuestos a la “moderación y liberalidad que ellos representan”.

Denominar a Vox ultraderecha, si no fuera por la inquina envolvente, se ajustaría al léxico, pues ultra significa más allá. Suponiendo que PP fuera derecha, Vox sería ultraderecha. Sin embargo, quedaría aventurado, postizo, llamarle extrema derecha; menos si lo hace la extrema izquierda por antonomasia: Podemos. Un estudio riguroso de los rudimentos ideológicos, presentes en cada alineación política, concluirá que la derecha suele carecer de planteamientos intolerantes; mientras, la izquierda marxista aprovecha las crisis para resabiar a sectores sociales concretos y llevarlos al exceso. Sucede diferente con el predominio “moral” que la izquierda ha sabido introducir sutilmente en la conciencia individual y colectiva. No obstante, el hábito no hace al monje y estos doctrinarios, farsantes y dogmáticos, carecen de virtudes para ser tales.

Vox -fuera del contexto semántico- es un partido con encarnadura constitucional, democrática. Ni ultra ni, mucho menos, extremado pese al eco, lleno de tormento rival, que viene despertando desde que eclosionó en la campaña andaluza. PSOE y su socio imprescindible, Podemos, han visto diluirse su horizonte político e intentan sembrar semillas disgregadoras aprovechando complejos ancestrales del PP, amén de los flamantes que muestra Ciudadanos. Cuidado, no nos vayamos a estigmatizar, parecen decir uno y otro ¡Estúpidos! Aristófanes enseñaba que: “Los hombres sabios aprenden mucho de sus enemigos”. ¿Cuándo gobernarían PP y Ciudadanos, apoyándose mutuamente, si descartan la aquiescencia de Vox? ¿Qué hacen PSOE y Podemos, este último extraño (según lo expuesto) al paradigma de moderación? Estos, sagaces, van a lo suyo; aquellos, sin duda alguna, precisan elevadas dosis de sabiduría.

Los señores Valls y Macron se nutrieron como políticos en el Partido Socialista Francés. Ambos, a la postre, advirtieron a Ciudadanos -un poco también al PP- de la inconveniencia que supondría aceptar los votos “malditos” de Vox para quitarle el gobierno andaluz a Susana Díaz. ¿Alguien puede asegurar que a Sánchez le sugirieron alejarse del voto tóxico de Podemos, independentistas, nacionalistas vascos e incluso amigos del terrorismo, para quitarle la presidencia a Rajoy? Semejante sugerencia cobija un atrevimiento que roza menosprecio e ignominia, quizás intromisión dominadora, extemporánea. Ha sido curiosa, sobre todo, la reacción de Rivera plegándose retórico, medroso, a semejantes censuras. Luego, ignoro si en plan oráculo, dueño de sí o representando un obvio papel lucrativo, da pasos atrás difuminándolos mientras llenaba de humo la escena.

Casado parece tener clara la necesidad perentoria de apoyarse en Ciudadanos y Vox para alcanzar el gobierno de España. Si logra romper con diversas ataduras del pasado, si consigue el crédito dilapidado por Rajoy, será buena noticia para él mismo y para la sociedad española necesitada de honradez. El individuo medio sabe ya hasta donde llega Sánchez y todavía no ha olvidado a Zapatero y a Rajoy. Estoy convencido de que Casado será el próximo presidente. También lo estoy de que, si falla, la sociedad se vertebrará en torno a Podemos y Vox; mejor dicho, se desvertebrará. Alcanzaremos las absurdas cotas italianas saliéndonos del ruedo ibérico, rechazando la impronta problemática, pero válida, que nos ha servido durante siglos. Vuelvo a la Historia para insistir en que las crisis hechizan soluciones radicales, salvo imposición del sentido común.

Desde hace tiempo, pese a cánticos de sirena, tengo perfectamente razonadas algunas premisas irrebatibles. Los independentistas, verbigracia, no quieren conseguir la independencia definitiva porque todo su fundamento ideológico desaparecería. De la misma manera, el liberalismo busca una sociedad acomodada, rica, que le permita eternizarse en el poder. El marxismo, cuyo soporte es la crisis permanente, requiere una sociedad indigente, hundida en la miseria. Sospecho, además, que cualquier desviación ética, cualquier pauta corruptora, es patrimonio humano. Aceptadas estas premisas, nadie puede arrogarse protagonismos exclusivos en bondades, así como proyectar perversiones privativas, malsanas, adscritas inexorablemente a los antagonistas. Quien más, quien menos, conlleva como puede lacras y cualidades humanas. Va siendo hora de no dejarnos engatusar con ruedas de molino.

viernes, 18 de enero de 2019

MAÑANA SERÁ TARDE


Se veía venir; al menos, se esperaba que los abusos de un padre putativo acabaran por recibir la respuesta justa, pese a que algunos quieran calificarla de traición. Cuando ciertos personajes meticulosos terminan en el infierno, hasta este se pone en pie de guerra para subsanar las injusticias -tal vez aversiones- a que el dios del momento somete sin asiento razonable. Prima el atropello tiránico de quien se administra con enmarañados trastornos que se ubican junto a figurantes ególatras, altivos, vacíos. Solo religión y política condenan a feligreses de ambas al ostracismo si incumples el dogma, fe interpuesta por soplos espirituales ayunos de imaginarios racionales. Así, acatando alguna verdad efímera, obviando máscaras histriónicas (en ocasiones ignominiosas), van tejiendo una tela o red que termina por engullir sociedades incautas, quizás estúpidas.

Pablo M. Iglesias se ha equivocado de fórmula. El comportamiento humano no se rige por leyes físicas. Tampoco los usos sociales son eternos, intercambiables, ni tan siquiera son exactos. Ese es un error propio de indocumentados, ora por indigencia intelectual ora por prepotencia pomposa, inmoderada, fuera del momento presente. No hay peor fallo para un líder político que la desubicación histórica. Quien se queda anclado y pretende resucitar viejas tácticas sin medir los tiempos, corre el peligro de convertirse en algo obsoleto, tragicómico, vacío. Stalin purgó millones de conciudadanos, fundamentalmente a quienes consideraba rivales para seguir detentando un poder dictatorial. Sin embargo, todos perdieron la vida en el gulag o frente al pelotón. Nadie quedó para asaltar ningún “cielo”, menos aún para regalarse una venganza reparadora.

Cualquier caudillaje necesita para perseverar dosis de generosidad o de coparticipación. El conflicto surge cuando los egos atenúan la nitidez del rumbo a tomar. Egolatría y desencuentro caminan dando bandazos mientras impiden otra posibilidad que no sea, al final, chocar con obstáculos sembrados por ellos mismos auspiciando la aparición de magulladuras si no caídas penosas. Cuando varios individuos se embarcan en un proyecto cuajado de anhelos sociales o individuales, es ilegítimo el prurito personal que lleve a alzarse rompiendo conciertos. Cualquier ambición desmedida, todo proceso de endiosamiento personal, lleva a divergencias y posteriormente a disgregaciones. El colectivo es una unidad que debe perpetuarse. Modificar su naturaleza, principios originarios e incluso la equidad primigenia, lleva a planteamientos faltos de sustento y, por tanto, a divergencias irreconciliables.  

Primero fue Tania Sánchez que pasó del “cielo al infierno” sin solución de continuidad. Luego vinieron Luis Alegre, Íñigo Errejón y Carolina Bescansa, todos ellos cofundadores o políticos mediáticos, esenciales, de Podemos. Purgados, y Tania además confinada ignominiosamente en el gallinero del Parlamento. De los seis cofundadores ilustres de Podemos, allá por enero de dos mil catorce, hoy solo quedan dos (Iglesias y Urbán) y medio (Teresa Rodríguez) que patentiza libertad, amén de asiento autonómico. Innecesario aclarar que, en el fondo, existe como único ente visible y cesáreo Pablo M. Iglesias, debilitado ahora por la baja paternal o maternal masculina, ¿quién sabe? Sí, el aggiornamento, la imagen, el señuelo, que no decaigan. ¡Menudo chollo ha inventado! Por encomio personal y abuso va disminuyendo su amplitud y muchos, ahora hartos, tendrán que pasar penurias a no tardar. Pena.

Esa actitud insolidaria, cicatera y coronada por una incoherencia que se agrava con el “casoplón”, generó recelo en otros líderes y disgusto en las bases. Las encuestas predicen descenso considerable de votos. Un “sálvese quien pueda” ruge silencioso por las filas orientadas a la solana pública. Despierta, asimismo, el deseo de desquite en personas de indudable valía sometidas al imperio del capricho, aun del complejo. Errejón personifica ese portazo que también lleva el nombre de Tania, Luis o Carolina, aparte de un número indeterminado con responsabilidades públicas que les siguen por identidad; a lo peor, por dividendo. Sí, se ha abierto la caja de los truenos y no sabemos qué efectos tendrá a medio plazo. Temo que, tras Íñigo -a su sombra- haya un ejército de heridos con letales reivindicaciones para la cúpula, desguarnecida a la hora de soportar el efecto invernal. Quien hace mal, su parte saca.

La ruptura se ha materializado en Madrid, pero deduzco que todavía quedan pasos importantes por dar. Hoy son obsoletas formas y tácticas perpetradas, al principio del siglo XX, por la izquierda radical, totalitaria. Errejón, hace tiempo, ya venteaba la necesidad de un marxismo renovado, novedoso, racional. Herido e ilusionado cree que el método Iglesias zahiere, horripila, a gentes con buenos sentimientos que busca en Podemos una respuesta política inédita. La actual cúpula incita al desapego cuando el individuo analiza tanta paradoja, tanta divergencia entre dichos y hechos. Vislumbro que Más Madrid, fórmula por la que Errejón suma con Carmena para ganar Ayuntamiento y Autonomía madrileños, será la punta del iceberg a nivel nacional. Si no fuera así, dicho político tendría un eco sin armadura sonora, propondría una quimera vana, producto del arrebato onírico, rencoroso. Pese al éxito inicial, perdería la guerra

Estoy convencido de que se avecina un plan pluriautonómico y local con candidatos o equipos donde Errejón -junto a colaboradores y seguidores, armados de marca propia- aúne diferentes sensibilidades cívicas para presentar candidaturas en todas las circunscripciones electorales. Aparte, y sin que implique interferencias malquistas, se irá construyendo la infraestructura precisa para experimentar en el concierto nacional. ¿Es posible, pragmático, la existencia de dos partidos radicales a la izquierda del PSOE? No, pero sí uno definitivo que adecue modos y tiempos evitando caudillajes, dominios, extemporáneos, retrógrados, cismáticos.

Incluso convencidos de que Errejón sigue representando una izquierda extrema, muchos opinan que el talante, carácter asceta y equilibrio emocional lo hacen idóneo, pese a su falta de prestancia mediática, para dirigir esa izquierda avenida, respetuosa e inclinada al pacto con auténticas aspiraciones sociales. Urge tomar decisiones encaminadas a logar dichos objetivos, aunque parezcan complejos y lejanos. Queda poco tiempo. Mañana será tarde.

                 

viernes, 11 de enero de 2019

LA BERREA


El DRAE enseña que berrea es la brama del ciervo y otros animales en época de celo. Grito o lloro desaforado, principalmente de un niño, viene definido por el verbo berrear. Nunca estos lexemas habían tenido tanto eco hasta las elecciones andaluzas del dos de diciembre. Su resultado final arrebató catorce escaños al PSOE, seis al PP y tres a Podemos. Ciudadanos aumentó doce y Vox irrumpió de forma fulgurante en el Parlamento andaluz con otros doce. Esa misma noche, Susana debió berrear en silencio dado el semblante percibido cuando admitió su derrota. Imagino también la terrible tortura de miles y miles acomodados alrededor del poder. Podemos, al día siguiente, lanzó un berrido antidemocrático (¿acaso cabe otro?) induciendo a tomar la calle como símbolo y pujanza de “lucha antifascista”.

Vino luego un puente para ratificar la inacción navideña. Ya casi finiquitado el postrer año, se constituyó la Mesa del Parlamento encabezada por PP, Ciudadanos y Vox. Aquí, sin dar tiempo a iniciarse un nuevo año ni a concluir esas fechas magas e ilusionantes, se inicia la berrea. Teresa Rodríguez -es decir Adelante Andalucía, nomenclatura de Podemos- rechaza pactar con “la extrema derecha” para luego, sin remilgos dado el propio perfil, subscribir una vocalía solo con voz. El calificativo “extrema” me parece, cuanto menos, aventurado y, viniendo de Podemos, cínico. Los partidos extremados, radicales, pretenden romper el statu quo de un país. Este objetivo lo pretenden (a las pruebas me remito) Podemos, ERC, PDeCAT, Bildu, PNV y algún otro, incluyendo probablemente este PSOE. Todo lo demás comporta palabrería hueca, propagandística, embaucadora.

Como digo, terminadas las elecciones de Andalucía, una libido asexual, emotiva, vigorosa, impulsó una berrea implacable, agresiva, darwiniana, para reconquistar un harén figurativo lleno de trapisondas, mercedes y placeres inmensos, acopiado en casi cuatro décadas. Esa castración quirúrgica, ese coitus interruptus fulminante, produjo tal cúmulo de arrebato atávico que dio paso a cierta incredulidad razonable, quizás torpe neurosis. Sí, primero denota cierta aversión a la democracia cuando el pueblo manda hacer mutis por el foro, aunque se haya dado en épocas anteriores. Siempre que la sociedad compra su mentira, los políticos suelen rociarla con lisonjas; caso contrario, aparece un horizonte cargado de advertencias e insultos. Es decir, el individuo es inteligente cuando suscribe “la verdad revelada” y un necio, quizás un facha, si se aparta de ella. Más respeto, señores. Sean agradecidos; somos su maná.

A la berrea política le acompaña, complementa o guarda, una berrea mediática que sirve de encendida caja de resonancia. Ante este insano aplastamiento acústico podemos optar por dos subterfugios: apagar el medio audiovisual o colocarse tapones virtuales capaces de regular los decibelios recibidos. Ayer, verbigracia, leí en un digital “progre” el siguiente titular: “El gobierno de Macron avisa a Rivera y Casado por negociar con Vox”. Luego suavizaba el exceso con la auténtica noticia: Nathalie Loiseau, ministra francesa para asuntos europeos, había dicho que “las declaraciones de Vox sobre los derechos de las mujeres son preocupantes”. Diferencia sustancial, ¿verdad Escolar? Es una forma necia de sembrar el terruño de Vox porque encima ciertas manifestaciones, probablemente poco ortodoxas, suelen manipularse de forma voluntaria. El ardid se ha encarecido sobremanera.

Semejante berrea ha traído notables desafines y salidas de tono. Que mal les sienta el combate cuando su cornamenta se ve desarbolada porque, aun siendo más exuberante, empuja menos. José Luis Ábalos tuvo la osadía de expresar: “La derecha no tiene líneas rojas”. Mi compañero de profesión -si alguna vez ejerció como tal- demuestra poseer una memoria sietemesina, selectiva, ridícula. Hace ahora ocho meses, de ahí su fallo, Sánchez pactó con Podemos, independentistas catalanes, Bildu (todos ellos demócratas convencidos) y un PNV intrigante. El señor Ábalos desconoce con toda seguridad aquella sentencia castellana que dice: “No debe mentarse la soga en casa del ahorcado”.

Íñigo Errejón, acólito de Laclau y Gramsci, dejó la frase más inteligente -por tanto, menos comprensiva- de la orquestada berrea. “El bloque reaccionario está presidido por una voluntad de revancha al empuje por la redistribución y la democracia para pasar a disciplinar la sociedad española en el miedo y el odio”. Dos notas. Apodar reaccionario al bloque PP, Ciudadanos y Vox, es de una superioridad tan rancia como falsa, pues él de forma automática se ubica en la camada progre. Personalmente lo veo presuntuoso. Por otro lado, Laclau, Gramsci e incluso Korstanje (si hubiera alguna influencia de este último), eran investigadores, estudiosos puros de las dinámicas sociales, espíritus transparentes, mientras el señor Errejón queda contaminado (Lenin con el marxismo) por su pasión política. Irene Montero, mediocre, ramplona, anuncia cual falsa diosa: “Vienen tiempos de miedo”. Menuda primicia. Esta señora todavía no se ha enterado del hartazgo ciudadano. A decir verdad, tampoco la masa prócer ni analistas mediáticos.

Faltaba Echenique y su berrea: “Podemos es una formación democrática”. ¿Qué? Salvo yerro involuntario, ni yo ni la Historia conocemos un partido comunista democrático. El instinto marxista es totalitario y miserable; así viene constatado en todos los países que impera este régimen legitimado, antes o después, con violencia y sangre. Un apunte. Francia -cuyo gobierno era socialdemócrata- e Inglaterra (con gobierno conservador) reconocieron la legitimidad de Franco, no del Frente Popular, el veintisiete de febrero de mil novecientos treinta y nueve. Claramente le tenían más miedo a Stalin que a Hitler. Leer “Yo fui ministro de Stalin” (de Jesús Hernández Tomás, secretario general del PCE por entonces) puede dar idea del papel que jugó Rusia durante la Guerra Civil.

Ciudadanos -en esta berrea- ha mostrado más complejos que el PP, y ya es decir. Batiendo todos los récords del cinismo, Sánchez lamenta “la radicalización de PP y C`s” por el pacto alcanzado en Andalucía “con la ultraderecha”. Macron y Valls le someten también a presión y Rivera, absorto, embriagado por el éxito, responde a la altura de un subalterno y contra sus propios intereses. Estoy convencido de que solo él pagará tal agitación. Su falta de pragmatismo e inteligencia le costará caro, pues Vox representa, ahora mismo, el único obstáculo claro al tejemaneje ignominioso. Tiempo al tiempo.

viernes, 4 de enero de 2019

PINOCHO EL DEL CUENTO


No es casualidad que escritores y poetas sientan cierta inclinación por inmortalizar la idiosincrasia de su país. Nosotros, verbigracia, introducimos aquella picaresca -mitad audaz virtud, mitad depravación abominable- cuyos autores y textos mantienen un interés universal. El pícaro, su mundo, inspiró a grandes escritores del glorioso Siglo de Oro. Si se me preguntara si España es tierra de pícaros, mi respuesta sería afirmativa. Ello, en modo alguno, significa que no haya otros pueblos que compitan con nuestro añejo quehacer; incluso aventajarnos sin realizar enormes esfuerzos. Calidad y cantidad casi siempre caminan por sendas divergentes y la nuestra constituye un prototipo especial. Quizás abarquemos poco, pero en estos oficios somos auténticos artesanos.

Nadie se libra de etiquetas ajustadas o inmerecidas. Italia, según se comenta, es el país de las mentiras, tanto que un viejo sondeo cotejó casi cuatro millones al día. Semejante atributo, asumido desde hace siglos, inspiró a Carlo Lorenzini para inmortalizar esta rara peculiaridad escribiendo “Las aventuras de Pinocho”. Cuento protagonizado por una figura de madera que a cada mentira le crecía la nariz de forma ilimitada. Al final, destaca la nariz sobre el personaje. Su caricaturesco semblante no resta énfasis al mensaje que el autor quiso propalar con aspecto negativo, malsano, del avieso carácter latino. La Grecia trágica, histriónica, ha saciado -junto a Italia y España- el trípode del encanallamiento europeo, a la vez que su sueño inveterado de quimérica felicidad.

Mantengo que, allende fronteras, hay personajillos rastreros, serviles, divulgando competencias extrañas. Aquí, en este marco, somos muy productivos y encabezamos el ranking de extravíos propios -como es lógico- y ajenos. Considero un prodigio, entre épico y vergonzante, advertir el deterioro de territorios cuyos remotos logros culturales, militares, económicos e imperiales, han desembocado en miseria generalizada. España, Italia y Grecia ejemplarizan esa dinámica involutiva, infamante. Resulta curioso que las tres sociedades compartan, desde años inmemoriales, individuos ignaros confundidos por la noche y prebostes deslumbrados por un poder indigesto o mal digerido. Aquellos, a la postre, sintetizan menoscabos del conjunto mientras estos ocasionan su defunción so pretexto de discordancias democráticas.

Lo mismo que Lázaro y el licenciado Cabra extractaban ayer cualidades del pícaro, Sánchez, hoy, perpetúa la humanización de Pinocho. Una soberbia nariz tácita elaborada con caoba (madera noble) que requiere para ser su par, centra esa figura. Le repele el pino vulgar, laminado de railite o formica, pues vulgarizaría su linaje. Menudo palurdo. Decía Santiago Rusiñol: “De todas las formas de engañar a los demás, la pose de seriedad es la que hace más estragos”. Nuestra particular marioneta acumula años de farsa, de delirante pompa, consiguiendo rentas, aquiescencias, hipotéticamente alarmantes. Le sobra tanta afectación trascendente cuanta humildad y decoro precisa para transitar estos enmarañados senderos que serpentean el actual universo del político llano, tal vez codiciado estadista. Sánchez nunca alcanzará semejante gracia, lo impide su estulticia, pero sí le podemos exigir un mínimo de mesura y sobriedad.

Empezó mintiendo -nos enteramos hace poco- sobre su doctorado, ejemplo temerario e impúdico fronterizo al estajanovismo sindicado. Regla preceptiva para un comunista no muy convencido, pero practicante. El individuo, en estos regímenes, se considera pieza proscrita, penada por una “colectividad fraterna” que solo sirve como biombo excusable. He aquí por qué tanto interviniente. Engañó a los militantes que le dieron su confianza para ser secretario general del PSOE con la innoble misión de conseguir el poder y acomodar a cuantos deudos o afines hubiera cercanos. Enredó a catalanes independentistas, amén de vascos, ofreciéndoles dádivas imposibles. Sin embargo, Podemos le ha tomado medida a su codicia y es quien maneja el timón mientras invalida cualquier argumento opuesto al pacto PP, Ciudadanos, Vox, por presunta radicalidad del último. Nadar y guardar la ropa se divisa imposible con esta incipiente agudeza social.

Exhibe una fachada llamativa, deslumbrante, mientras su tortuosa encarnadura viene configurada por el disimulo, la estafa. Partiendo de un falso afecto destinado a la desahuciada presidenta andaluza, arranca ahora el anhelo de defenestración definitiva. Soberbia y venganza son también rasgos que rematan al personaje. Ladinamente espera el momento oportuno para, sentado fuera -a la intemperie del incontestable desvarío que le caracteriza- espera ver pasar los cadáveres de todos sus disidentes. Pocas ganancias les arriendo a Fernández Vara, García Page, Ximo Puig y Lambán. Al igual que en aquella frase célebre referida a Juan March, “o ellos se cargan a Sánchez o Sánchez se cargará a ellos”. Una predicción: si Pedro ganara las próximas elecciones generales, aquellos empezarían a exhalar un olor característico, fúnebre. Van a tener suerte porque tal hipótesis es imposible, se convoquen cuando sea.

En efecto, ha pretendido engañar a todos todo el tiempo y eso trae consecuencias. El balance de sus seis meses de gobierno acapara y resume las patrañas de una vida dedicada al sablazo. La frase clave: “Este gobierno en siete meses (no los había concluido) ha hecho más por la justicia social, la regeneración democrática y la modernización de nuestra economía que el anterior gobierno en siete años” (solo había gobernado seis años íntegros). Semejante quimera se responde por sí misma. ¿Qué de justicia social? ¿Permitir una migración luego abandonada? ¿Asimismo, denomina regeneración democrática al continuo oscurantismo del ejecutivo? ¿Quizás a la “premura” de informar que los gastos de protocolo ocasionados por Sánchez en su viaje a Castellón sumaron doscientos ochenta y dos euros con noventa y dos céntimos? Estamos frescos. Eso sí, en precisión no le gana nadie. De economía, mejor me callo.

Un proverbio judío asegura: “Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”. Ignoro si Sánchez conserva precedentes judíos, pero da la impresión de que conoce perfectamente dicha sentencia. Sabe qué le espera en cuanto convoque elecciones generales. Por eso, cuando alguien le pregunta si piensa adelantar los comicios responde sin dudarlo que su vocación es agotar la legislatura. Semejante obcecación encierra un oneroso peaje: el hundimiento de España y del PSOE. A Pedro Sánchez únicamente le preocupa Pedro Sánchez. El resto es embuste y cuento.