viernes, 31 de diciembre de 2021

TOMADURA DE PELO

 

Quien lleve años vividos —si recapacita un mínimo— dispone de hechos que le permitirán forjarse idea exacta (no afectada por apariencias ni propagandas) del papel que juegan los políticos en democracias reales o presuntas. Se dice con hartazgo, ahora mismo tal vez excesiva discreción e indulgencia, que España es un “país bananero”. Medios afines y contrarios al gobierno de turno, han difundido tal especie quebrando, de forma habitual, objetivismos e independencias que debieran serles intrínsecos. Preocupa no solo semejante expresión destemplada, sino su absoluta veracidad desde los primeros pasos democráticos. Escudriñando a fondo el acontecer de los años, podremos advertir lo poco que se valoraron los intereses ciudadanos a la hora de elaborar nuestra Constitución, exaltada en títulos concretos por partidos agencias de acomodo; una tomadura de pelo.

Aquellos famosos padres de la patria (padres putativos al correr de los tiempos) a quienes se confió redactar una Carta Magna que engrasara el sistema naciente, por fas o por nefas idearon un texto envenenado. La apertura del Estado Autonómico, duplicando competencias con Diputaciones, ha generado un costo inasumible. Según cálculos precisos, estas cuestan al contribuyente setenta mil millones de euros que sumados al derroche autonómico se llega a una cifra desmedida. Imagino a aquellos señores, los “más competentes” de colectivos aletargados durante cuarenta años, debatiendo el sinsentido de la unidad española en el previsto Estado Autonómico y una Ley Electoral que prima los nacionalismos (hoy independentismos) sobre partidos de ámbito nacional. Su excusa eran los “derechos históricos” de catalanes, vascos y gallegos. Trajeron el maremágnum.

Demócrito, pensador griego, proclamaba: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. Rechazo usar calificativos porque bondad y maldad son términos huidizos, emparejados a filias y fobias siempre neurasténicas, pero hoy gobiernan España fantoches independentistas que desean cuartearla. Desde las elecciones de mil novecientos noventa y tres, CyU (hoy JxCat, alias para velar la corrupción), ERC y PNV han jugado un papel peculiar en la gobernanza —quizás desgobierno— del país. PP y PSOE consintieron que los nacionalismos, burgueses todos ellos pese al etiquetado, conquistaran parcelas importantes e irreversibles de poder. Ahora ambos, cuando padecen el desamparo que entraña la oposición, inculpan al otro de las confabulaciones realizadas mientras dirigían un gabinete con graves escaseces, minusválido, dependiente.

Política como acepción ejemplar significa arte o ciencia del gobierno. Sin embargo, entre concepto y práctica observamos divergencias aparentemente insuperables. Mi experiencia personal, sumada a la que padecen millones de conciudadanos, lleva a certificar una farsa connatural al vocablo visto el desenfreno a que nos ha llevado esta conjunción maldita de políticos indocumentados, ruines, anexionados a un pueblo gregario, seguidor del cencerro. Esa esquila que llama al rebaño no solo se materializa en el preboste de turno; los medios usufructúan una caja de resonancia sin igual. Implantar sentimientos colectivos que lleven al individuo a comportarse cual sordos, ciegos y ayunos de sentido común, me parece una labor meritoria, aunque onerosa y perjudicial. Cierto que ahora abandonan aquel papel inicial de servicio ciudadano para someterse voluntariamente al gobierno aceptando ser cómplices de su arbitrariedad e imposición.

Desaparecido Suárez y UCD, sofocado un golpe militar sui géneris, realizada la “alternancia democrática” (luego comprimida tres décadas en Andalucía), empezaron los dirigentes a defecar sobre la soberanía popular. Consecuencia de ello, se gestó una degradación paulatina del sistema cuya rúbrica significativa refrendó Alfonso Guerra con aquel amenazador “quien se mueva no sale en la foto”. Más allá del desafío concreto a sus damnificados correligionarios, sobrevolaba la advertencia al pueblo: “haremos en adelante lo que queramos” sin pasar filtros éticos ni legales. El año mil novecientos noventa y dos se celebraron sendos acontecimientos desastrosos dentro del boato: Exposición Universal de Sevilla y Juegos Olímpicos en Barcelona donde se escamotearon muchos miles de millones de pesetas. Constituyó el preludio del desenfreno que llevaría irremisiblemente al envilecimiento político y social. ¡Desvergonzados!

Aznar concluyó una primera legislatura provechosa si bien permitió el reforzamiento catalán con un Pujol vivo, ladino y, por lo descubierto más tarde, presunto ladronzuelo. Además, en economía fue incapaz de perfilar empresas que compensaran el cataclismo industrial perpetrado por Felipe González para entrar en la Unión Europea. A cambio, permitió la burbuja inmobiliaria y financiera de infaustas consecuencias a futuro. Su segunda legislatura, para olvidar, consolidó la corrupción del ejecutivo anterior.

Zapatero, pujolista, supo aprovechar el falso auge económico de Aznar. Realmente fue fundador de bastantes “chiringuitos” con aquellas frívolas naderías llamadas “Memoria Histórica” y “Cambio climático”. Inepto récord (hasta que alguien lo batiera), propagandista diligente y deplorable, dijo en plena crisis “estamos en la champions league de la economía mundial, no estamos en crisis y tenemos la tasa de paro más baja de la historia”. Entre el cachondeo mayúsculo del auditorio, instituyó “historia e histórico” como elemento dinamizador de la farsa. Repitió legislatura desenmascarando al personal.

Rajoy frustró las esperanzas en once millones de votos. Apático, insensible e ingenioso, permitió una corrupción injustamente acrecentada por rivales sin ninguna autoridad moral. Actuar cual Zapatero adán, nulo, impío, le hace ser de los peores presidentes.

Llegamos a Sánchez. Con él he descubierto que los españoles restringimos nuestra vida al mes de diciembre, concretamente al día veintiocho. Las encuestas, y los cien diputados adjudicados al sanchismo con la que está cayendo, confirman la anterior afirmación. Transcribo parte de una carta enviada a Sánchez por Enrique Pérez Romero, vicesecretario del PSOE extremeño. Dice: “Como individuo desideologizado, narcisista, falaz y antidemocrático, tu principal objetivo jamás tuvo que ver con el PSOE, ni con España, sino contigo mismo. Alcanzar el poder para cumplir tu ambicioso y personalista sueño de llegar a Moncloa y vivir de la política el resto de tu vida. No había nada más detrás, ni una ideología, ni ética, ni una visión o misión histórica. El PSOE como partido prácticamente ha desaparecido mediante el estrangulamiento de su funcionamiento orgánico y la dirección mesiánica que ejerces”. Certero, exacto; los socialistas, asimismo, comprenden que algunos nos toman el pelo.  

Sánchez concentra todas las taras personales y políticas. Considero ininteligible cómo un aventurero anodino, inane, mendaz, ha llegado a presidente de este país con Historia irrepetible. Alardea de todo y solo contiene propaganda, imagen, escaparate. Analizando rigurosamente su gestión, se encuentra a distancias siderales del resto. El “aprendiz de tirano”, según Abascal, nos lleva a la ruina sanitaria, institucional, económica y social, potenciando odios (hasta con uno mismo) entre españoles. Conocido por quien quiera ver y saber, sobran epítetos para ilustrar al personaje sin esfuerzo ni alusión.

           

 

jueves, 23 de diciembre de 2021

TRANSICIÓN Y DESCONCIERTO

 

El género humano siempre ha sido esclavo de su cortedad, de mirarse el ombligo y, puestos en lo peor, de ser tiranizado por ombligos ajenos. La globalización, los ingenios tecnológicos, amén de ese enigma llamado inteligencia emocional, han desestabilizado las variadas directrices que guiaban el devenir mundial. Ignoro si podemos aceptar como justificación los ciclos que explican comportamientos naturales y humanos, o todo es el resultado de un plan exquisitamente dispuesto por mentes aviesas y bolsillos opulentos. No cabe duda, sin embargo, que cualquier avatar transgresor de usanzas y rutinas, automatismos al fin, lleva aparejado un convencional enfrentamiento popular. Importa poco que el cambio signifique, o pueda hacerlo, alguna ventaja u oportunidad de futuro. Anular la inercia ociosa, conseguida con años de letargo, conlleva un doloroso peaje.

Estos tiempos de transición entre dos órdenes mundiales (distintos, si no opuestos), debieran constituir un aliciente para prepararse y afrontar los retos hipotéticos que llegan por el horizonte inmediato. Sentencias del tipo: “No podemos convertirnos en lo que necesitamos si permanecemos en lo que somos”, probablemente sirvieran de estímulo porque su mensaje favorecería la acción. Pese a lo dicho, no toda mudanza es ventajosa; hay reacciones cuyo afán, consciente o casual, consiste en difuminar materias sustantivas para el ciudadano. Vemos con harta frecuencia cómo poder y medios —valga la redundancia— abonan polémicas triviales mientras ocultan debates e informaciones trascendentes. Gobierno de Madrid, cambio climático y feminismo son temas repetidos; salud económica, deuda e IPC, verbigracia, merecen silencios sonoros, escandalosos.

Incluso contando con una sociedad apática, pasota, borreguil (el propio gobierno confirmaba, superado el setenta por ciento de vacunados, la inmunidad de “rebaño”), considero irremediable —pese al CIS— una debacle socialista (sanchista en realidad) por su trayectoria temeraria, insensata, divergente, respecto al lenguaje europeo. Surge, asimismo, un asunto pavoroso: desangela comprobar qué alternativas viables tenemos para aprovisionar alguna esperanza. Seguir con el gobierno Frankenstein nos llevaría a dos opciones incompatibles; hundidos, fuera de Europa porque terminaríamos siendo dictadura hispanoamericana, o gobierno fallido. Otra disyuntiva, ya experimentada, nos llevaría a pasadas tragedias, repetidas últimamente en siglos de orden impar (XVII y XIX). Deduzco que cordura e instinto evitarán enfrentamientos, aunque, insisto, a corto plazo no vislumbro ninguna solución templada, razonable.

El PP adolece de análogo epílogo, salvo cambio en la proyección real del partido respecto a su riguroso compromiso ideológico. Quien proclame las renuncias —generosas o menos— del bipartidismo para mejorar la realidad ciudadana, proviene de marte o practica una extravagancia sublime. Casado (fiasco insospechado, aflictivo) muestra día a día el atolondrado trastorno que origina, motu proprio o bajo seducción, en los afiliados y votantes. Enfrentarse directamente a Ayuso, mientras utiliza rodeos para debitarla, fortalece a la presidenta y reduce con desdén sus probabilidades de llegar a La Moncloa. Ignora obstinadamente cuan inútiles se consideran filias y fobias, aunque sean aparentes, preciadas contra el ánimo votante. Su destacada retórica pierde efectividad si recordamos viejos desencuentros nacionales con Vox e invitaciones súbitas al PSOE.

Casado lo tiene difícil, complejo; más que Sánchez, aunque su gestión sea pésima, pues este ya paladea los exquisitos sabores del poder. Con toda seguridad, el PP ganará las próximas elecciones que se van a celebrar el otoño próximo, desde mi punto de vista. Europa mantiene gobiernos de coalición entre la renacida socialdemocracia y partidos liberal-conservadores. No sería extraño, vistos ciertos movimientos con iniciativa incierta, que PSOE y PP formalizarían pactos de gobierno que les permitiera retomar un bipartidismo ad hoc. Desde luego sería bueno para ellos y para España si tuvieran la intención de realizar políticas éticas y meticulosas, opuestas a lo hecho hasta el momento.

Si tras una legislatura siniestra, política y económicamente hablando, queda el edificio constitucional en pie, aunque muy cuarteado, estamos preparados para cualquier alianza a excepción de comunistas e independentistas. Caso contrario, Europa nos inhabilitaría. Semejante posibilidad deja minado el futuro de aquellos. Restaría un Ciudadanos sumido en la incertidumbre —casi desaparecido, a la espera de reaparecer al menor error del bipartidismo— y Vox, con las vanguardias preparadas para alcanzar mayoría absoluta. ¿Recuerdan qué ocurrió tras Zapatero? ¿Hizo Rajoy méritos para conseguir la segunda mayoría absoluta tras la de Felipe González en mil novecientos ochenta y dos? Los cambios sociales carecen de método o planificación concreta, perfilándose al albur de afectos incontrolados. El hipotético “Frente Amplio” de Díaz puede que lo aborten.

¿Por qué pronostico que las elecciones se celebrarán el otoño próximo? Encontraremos la respuesta analizando con detenimiento el desconcierto generalizado. Empezaremos por esta obsesión sanitaria que ha despertado un temor incongruente con lo dicho desde el principio de la pandemia. Primero se anunció que las mascarillas no servían para nada. Tras meses confinados, se dijo que habíamos vencido al virus. Finalizando el dos mil veinte se sembró una nueva ficción: cuando se consiguiera el setenta por ciento de vacunados (agosto del año dos mil veintiuno) lograríamos la inmunidad de “rebaño”. Estamos casi al noventa por cien de vacunados, la pandemia alcanza magnitudes groseras, sin ingresos ni fallecidos, vienen restricciones discutibles y el presidente, como única solución nacional, obliga las mascarillas en lugares abiertos donde la incidencia es nula.

Subiendo de grado, viene el desconcierto territorial. Las sentencias del Tribunal Supremo, un poder del Estado, se toman a cuchufleta incluso por el propio gobierno central que no obliga a su entero cumplimiento. Lo más ridículo constituye la pretensión de Pere Aragonés, después de permitir gigantescas manifestaciones contra el castellano que han sido foco importante, de “cerrar” España para superar el momento.

En grado sumo, y es del que menos se habla por la prensa adicta, le toca el turno a la economía. Todos los expertos —menos quienes entienden algo, presuntamente, en el gobierno— sostienen un fracaso económico sin precedentes. Deuda disparada, impagable, déficit “oficial” elevado, crecimiento inferior en tres puntos al anunciado, paro descontrolado, etc. etc. Todo ello sin contar con el efecto negativo de la reforma laboral para potenciar el poder sindical con los convenios colectivos. Según Darwin, “No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio”. La sociedad española, por fin, imitando la europea pide un cambio. ¿Será Eric Zemmour un referente? Es probable.

viernes, 17 de diciembre de 2021

CONSTITUCIÓN, DESAZONES Y EQUÍVOCOS

 

El paso del tiempo no es baladí ni inútil pues todo se ve con perspectiva más amplia, reflexiva y enriquecedora. Hace una semana se celebró (así, con expresión imprecisa) el aniversario de la Constitución que muchos desprecian entera, por diversos motivos, y otros analizamos negativamente el título octavo, referido a la organización territorial, y artículos sueltos. Excuso una descentralización del Estado lógica, viable, pero no acepto el derroche económico que supone sufragar diecisiete gobiernos. Si oímos los argumentos de cualquier partido —a excepción, quizás, de Vox— llegaremos a la conclusión de que no hay alternativas posibles. Haberlas, haylas, como las meigas, pero eso supondría la desaparición de incontables momios. Además, los nacionalismos se nutren provocando obesidad mórbida, amén de pelaje aparente, con esta ley electoral ad hoc.

Creo que, los presentes en el acto institucional—peor quienes huyeron para exhibir una pedante censura, siempre descortés, electoralista e ignominiosa—por diversas razones carecían de fe en la actual Constitución. El gobierno social-comunista, relumbrón, la embiste (nadie lea el vocablo con segundos matices) cuando interesa sin que ello lleve aparejado (¡vaya por dios!) ningún rechazo o enmienda social. Al resto de izquierdas que no gozan, más ahora con los rigores invernales, del calor generado por “ese dinero sin dueño” que pregonaba Calvo, la Constitución le origina un sinvivir histórico. Como humanista agnóstico siento cierta conmiseración por esta izquierda nacional siempre inmersa en laberintos doctrinales. Resulta “milagroso” ver una comunista hilvanando quehaceres evangélicos con el Papa. Ignoro si despertó piedad o náusea.

Casado, presidente —cada vez más diluido— del PP junto a miembros destacados de la estructura orgánica, ahora parece el primo de zumosol cuando hace decenios que viciaron el cauce constitucional. Maridarse con Pujol, incluso hablando catalán en la intimidad como le ocurrió a Aznar, es un estigma demasiado inmundo para admitir enmiendas inaplazables. Le traiciona la memoria cuando ahora exige activar el artículo ciento cincuenta y cinco tras años de insensibilidad con el tema lingüístico en Cataluña. Al decir de Hegel: “Cuando contemplamos el pasado, esto es, la Historia lo primero que vemos es solo ruinas”. Cierto; PSOE y PP cultivaron, sobre todo pero no exclusivamente, una política educativa tibia (casi cambalacheada) con el nacionalismo catalán y vasco. Dejación culposa se mezcla con alientos infames y aldabonazos mezquinos.

La Constitución permitió al comunismo realizar un punto y aparte del conflicto civil que le pesa como una losa porque afianzó y alargó el desenlace que gustaría omitir. Suele afirmarse que la Guerra supuso una derrota republicana y no es cierto, ni siquiera el Frente Popular; solo lo fueron los comunistas. Alcalá Zamora, Manuel Azaña, Julián Besteiro, Segismundo Casado, Melchor Rodríguez o Cipriano Mera, entre otros republicanos puros, socialistas y anarquistas, no prodigaron la capitulación. Evitaron, eso sí, un inútil derramamiento de sangre pese a los terribles acontecimientos iniciados el seis de marzo de mil novecientos treinta y nueve en Madrid. Otra evidencia incontestable fue el reconocimiento de Franco por Inglaterra y Francia ese mismo mes. Occidente no permitió que Stalin tuviera la llave plena del Mediterráneo. Consideraciones esenciales eran la situación política en Europa y el temor al totalitarismo. Sin duda, la Guerra Civil, y no solo a nivel nacional, estaba tiempo atrás liquidada. 

Ignoro si la estrategia adherida a la sectaria “Memoria Democrática” persigue una incruenta cruzada para que el comunismo extremo gane una guerra tras ochenta años de haberla perdido. Opino, no obstante, que es una idea “fishing” (según definición de Ortega), “que se anuncia y proclama porque se sabe que no tendrá lugar”. Lo vivido nos lleva a la conclusión, bastante tormentosa, que es lo que parece; es decir, que los políticos mediocres buscan vivir de los frutos ubérrimos cultivados con el mencionado estiércol, inmejorable abono orgánico. Ocurre que al fertilizante le avistan ya todas las filfas.

La desazón, en estos momentos, ocupa y preocupa a los agudos estrategas que conforman el corazón de partidos o bandas. Sánchez, junto a su tropa, ya conoce el futuro inmediato según augurio del oráculo. Sabe, por tanto, que este gobierno Frankenstein durará dos telediarios. Personalmente, tiene como única salida el pacto PSOE-PP para continuar con la presente vida de lujo y opulencia. Abandonará previamente todo desviacionismo comunista e independentista para acomodarse a una socialdemocracia centrada que renace en la Europa del bienestar. Su auténtico rival, al que debe temer y teme, es Vox. En el contexto político actual, Podemos e independentistas son meros apéndices de hecho y deshecho. Histriónico y postizo, antes muerto que fiel o sencillo.

Una profunda reflexión afirma: “el pensamiento no es un don del hombre sino adquisición laboriosa, precisa y volátil”. Premisa absolutamente certera, más durante tiempos de zozobra como vive el ciudadano, político o contribuyente en absoluta divergencia. Casado lleva meses febril, erróneamente obsesionado —tal vez bajo los apremios de alguien cercano— contra Isabel Díaz Ayuso. Teme que le quite la presidencia nacional del partido cuando carece de indicios. Tal brecha estúpida, onerosa (sumada a los humillantes complejos y ardores si murmuran de Vox), le obliga a aventurar una discutible coalición con Sánchez o PSOE cuyos antecedentes son poco o nada recomendables. Casado también teme a Vox. Preso por tanta alarma, adiós presidencia.

Siempre que se emprende un conflicto superfluo, absurdo, aparecen daños impensados de consecuencias imprevisibles. Vocablos y argumentos equívocos suelen agravar, hasta pudrirse, escenarios controlables. El dilema lingüístico catalán, llevado a extremos insólitos, ha propiciado un movimiento social que empieza a preocupar al gobierno central y autonómico. El primero permanece insensible, pasivo, irresponsable. Pere Aragonés, altanero y prepotente, ha exigido: “Dejad en paz la escuela catalana” (desconocía que Cataluña fuera país independiente) para añadir, a renglón seguido, “la neutralidad en educación no existe”. ¡Si lo sabrá él! El equívoco es ya un principio ético.

A propósito, o no, me vienen a la mente las palabras de Platón: “El hombre es un ser ignorante. Solo Dios y la bestia no ignoran nada. Dios porque posee todo saber; la bestia porque no lo ha de menester”. Citaré algún ejemplo donde la necedad se quiere revestir con máscara de confusa sabiduría. Sobre la sentencia contra Juana Rivas, anulando su libertad, Irene Montero denunciaba “la estrategia reaccionaria” de poderes no electos. Aventa un ataque furibundo a la división de poderes, fundamento de cualquier sistema democrático. El menoscabo consiste en ubicar ideológicamente la “reacción”. El PSOE sobre la honradez de Sánchez al dar subvenciones a la antigua empresa de su padre: “El presidente es ejemplar”. Sí, pero… ¿con quién hemos de compararlo? Veremos qué dicen los medios afines. ¿Hay dudas? Callarán y seguirán pregonando el engañoso predominio hegemónico de la izquierda. Han renacido los juegos semánticos.

viernes, 10 de diciembre de 2021

EL CASTELLANO Y LA BURBUJA MEDIÁTICA DE LA ULTRADERECHA

 

Hace años, el castellano (máxime dentro de la enseñanza) viene sufriendo un acoso restrictivo y rabioso en las Comunidades bilingües. Las razones —lejos de conculcar los derechos de padres e hijos, que también— se asientan sobre el error obsesivo de considerar único fundamento histórico, dinámico, potente, idioma e identidad nacionalista. Esta perturbación me recuerda aquel probo político español que, medio en broma medio en serio, quería aprender Suajili (lengua bantú hablada en Tanzania y Kenia, entre otras naciones) para, probablemente, de forma grotesca sentirse ciudadano del mundo africano. No quisiera interpretar aquella desfachatez como respuesta irónico-sarcástica a los incisivos esfuerzos del nacionalismo por desterrar el castellano de sus respectivas áreas de influencia. Si bien el deseo puede calificarse de impertinente, la insólita inacción con que los respectivos gobiernos aceptaban ese contexto carece de calificativo audible por ajustado. ¡A qué punto nos ha llevado semejante componenda!

Antes de continuar, precisamos releer la Constitución Española para renovar el recuerdo de unos y otros. Así el artículo tres señala los siguientes puntos: Uno.- El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla. Dos.- Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. Tres.- La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección. Los Tribunales Constitucional y Superior de Justicia de Cataluña, han dictado varias resoluciones a favor de los padres respecto al derecho que les asiste sobre qué idioma desean para la educación de sus hijos. Asimismo, reconocen el derecho de los ciudadanos a expresarse en cualquier idioma elegido, en este caso castellano o catalán, incluidos documentos oficiales o rótulos.

Es evidente que el artículo cuatrocientos diez del Código Penal —génesis jurídica y coercitiva para cumplir lo dicho junto a penas incluidas por desacato— se ha tomado sucesiva e insistentemente a cachondeo. Bien es cierto, insisto, que el bipartidismo siempre ha dejado la magistratura con las vergüenzas al aire cuando PP y PSOE concertaban acuerdos espurios para alcanzar La Moncloa. Hoy, aparentemente rotos todos los puentes entrambos, los jueces visten idéntica desnudez. Lo asombroso con este gobierno reaparece a poco. Ayer, como quien dice, el Tribunal Supremo sentenció que las Comunidades Bilingües darán en castellano el veinticinco por ciento, al menos, del horario lectivo. Cataluña (su gobierno, usando triquiñuelas habituales), se pasará oficialmente por el forro dicha resolución. Ya han dicho que el TS debe comunicarlo al TSJC y este dará conocimiento a la respectiva consejería que comunicará a los centros, sin prisas, su cumplimiento. Adiós curso escolar presente. Armengol, presidente socialista de Baleares, lo incumplirá aduciendo estúpidas razones. Eso ha dicho.

Hay, sin embargo, dos versos sueltos y un poema. El poema lo explicita el gobierno catalán que prioriza un idioma hablado por diez millones de individuos sobre otro, oficial, y que lo hablan casi seiscientos millones. Prueba inequívoca del interés que despiertan en ese gobierno sus ciudadanos. Una cosa es conservar y otra, muy diferente, obligar por un prurito electoral. El primer verso suelto lo firma el sanchismo que deja la sentencia en manos del gobierno de Cataluña mientras Sánchez (un engañabobos compulsivo) pide “cumplir la Constitución de pe a pa”. El segundo verso suelto es doble; lo firman la inquina de los padres del colegio Turó del Drac de Canet de Mar, en Barcelona, contra la familia y el niño que pidió castellano amén de Patricia Gomá, secretaria general del departamento educativo que califica de “positivas” las acciones insumisas. El sentido común indica qué meta conseguirá la actuación de esta sociedad catalana si secunda a sus gobernantes sin plantearse cuestiones trascendentes e imprescindibles.

Lo descrito hasta ahora constituye una burla contra la Democracia, la Constitución, la Judicatura y el propio ciudadano que descubre así un sinsentido pagar impuestos. Mi abstencionismo impulsa aquí precisamente su porqué: “Si los políticos no se preocupan de mí, ¿por qué tengo yo que preocuparme de ellos? Este es mi argumento definitivo. Porque los votos, queramos o no, legitiman el quehacer político, considerado o infame, de muchos mediocres. Me revienta pagar impuestos solo para satisfacer su confort.

¿Qué les parece a ustedes la respuesta que dio Rufián (apellido y atributo presuntamente, superpuestos, fundidos) a Javier Negre —periodista hipotéticamente tan facha como otros que reciben loas sin veda, pero acreditado en el Parlamento— ante una pregunta incómoda? Dijo, sin contestar la pregunta: “No participamos de las burbujas mediáticas de la ultraderecha”. Estando solo, el tal Rufián, imagino que “participamos” lo usó con intenciones mayestáticas, marco que no parece descartarse conociendo al personaje.

Que yo sepa y considere, en España solo hay una extrema: la izquierda radical. Aun suponiendo que Negre sea ultra a nivel personal, es periodista —puente entre el poder y la ciudadanía respecto a la información pública—. Rufián es, o debiera ser, un servidor público cuya obligación, sin prejuicios ni excepciones, es informar a la sociedad. Creo que ha abierto un frente peligroso porque, con el mismo argumento o similar, algún español (con parecida burbuja) puede negarse a pagarle su sueldo por ser independentista. Incluso podría levantarse una ola de magnitudes gigantescas, un tsunami insurgente.

Anoto —entre sus muchas indigencias, no exentas de actitud petulante y agitadora— ciertas facultades histriónicas, siempre acompañadas del papel que le permita escaparse del complejo común de “catalán charnego castellano”, según terminología catalana a los nacidos o no en aquella tierra, fueran andaluces, aragoneses, gallegos murcianos o verdaderos castellanos. Cobraba preeminencia la frialdad del vocablo genérico porque enmascaraba el ínfimo cosquilleo vanidoso, hospitalario, lucrativo, con un denigrante desdén de raza superior.

Durante dos cursos seguidos, iniciados en mil novecientos sesenta y cuatro, estuve dando clases de alfabetización en San Juan de Torruella (Sant Joan de Vilatorrada) y Martorell. Viví siempre en San Juan, en la zona catalana. Mis alumnos eran “castellanos” adultos, trabajadores en su mayoría, y conozco bien cuál era la opinión que despertaban los venidos de fuera incluso en catalanes de generosidad reconocida, algunos amigos míos. Observé, al mismo tiempo, ese no sé qué de insolente predominio.

Ignoro la razón que me lleva a ocupar hoy mi tiempo en personas anodinas, aunque ¡vete a saber qué carambola! les haya permitido abandonar el paro. Quizás se deba a un poso de acerba censura a la arrogante vanidad y lenguaraz aderezo del tonto útil a su señor, mientras reprueba un talante humilde y discreto. Probablemente también por traicionar pautas de brega escrupulosa, púdica, dejando que sus principios, éticos y estéticos, se limiten a esa gongorina frase del clásico: ”Ándeme yo caliente y ríase la gente”.

viernes, 3 de diciembre de 2021

DEMOCRACIA VERSUS FRANQUISMO

 

El debate — espinoso, políticamente incorrecto— se da en personas que nacimos antes de iniciarse los años sesenta del siglo pasado. Quienes tenemos cierta edad y hartazgo, asimismo voluntad y mente abierta para expresarnos sin complejos, solemos preguntarnos (yo, al menos, sí) si la democracia actual nos da más satisfacciones ciudadanas que la dictadura de los dichos años, incluso algunos precedentes, y posteriores hasta su final. Limitar el debate cronológicamente carece de cualquier afán de censura o discriminación. Es evidente que una gran parte de la sociedad asienta sus fundamentos, cuando emite juicios, en lecturas u opiniones ajustadas, precisas, cuyo crédito les resulta fiable, pero se encuentran ayunos de experiencias personales. Tal vez, muchos tampoco sean asiduos lectores y su germen histórico se haya construido en referencias con dudosa ecuanimidad.

Vaya por delante mi curiosidad intelectual por la Historia, básicamente de España en los siglos XIX, XX y XXI. El bagaje lector es amplio y si mi nacimiento (en mil novecientos cuarenta y tres) ha permitido curtirme con el franquismo y con la democracia, creo estar en buena disposición para hablar de ambos. Reconozco limitaciones descriptivas y empíricas porque nadie llega a tener una visión espaciosa, profunda, resolutoria, de nada; es metafísicamente imposible. Mi experiencia se limita a las vivencias en un pueblo conquense de mil habitantes. Luego, ya adolescente, proseguí estudios en Cuenca capital. Después, soltero y casado ya adulto, anduve por diferentes localidades de Barcelona, Cuenca y Albacete, hasta terminar en Valencia ciudad. Mi curiosidad innata me llevó a completar el acervo escuchando detalles de la Guerra Civil a personas mayores, también mi padre, casi todos pertenecientes a la once división de Lister.

Sé también, pese a mi eclecticismo, que las extensas lecturas sobre la guerra y la postguerra descubren áreas limitadas, cuando no manipuladoras. Razones para que el análisis, como cualquier otro, sea muy personal considerando los pormenores expuestos. Añado que jamás pertenecí de forma voluntaria a ningún partido ni sindicato, solo a la OJE (Organización Juvenil Española) y al SEM (Sindicato Español de Magisterio), por razones obvias. Que sepa, en mi pueblo no mataron a nadie antes, en y después de guerra ni hubo prisioneros determinados, salvo un tío mío que fue muerto en acción durante la batalla de Brunete. Quiero decir, no acaeció ningún hecho trágico fuera del conflicto. Personalmente, viví el franquismo, la dictadura, con dificultades económicas, como todo el mundo, pero sin percibir opresión ni impedimento alguno.

Recuerdo que los primeros años fueron convulsos, probablemente debido —entre múltiples eventualidades— al deseo de controlar la población para desenmascarar adversarios potenciales del nuevo régimen o gentes que practicaban el estraperlo. Concluido el maquis y firmado el pacto bilateral con Estados Unidos, la vida interna se fue normalizando, sin olvidar el riguroso control social de la dictadura sobre quienes exhibían ciertas manifestaciones. ¿Había cosas buenas? Desde luego, había seguridad (en las casas de los pueblos sobraban cerraduras) y no se pagaban impuestos directos. Rememoro una época en que apareció alguien bajo una sábana blanca. “El fantasma”, le decían. Sus intenciones serían amatorias o rapiñar “alguna falta porque no quedaban sobras”. Enseguida se dio orden de que en las esquinas se apostaran cazadores con las escopetas preparadas. Nunca más se supo del fantasma.

Como suele ocurrir a raíz de conflagraciones civiles, el maniqueísmo se adueña del relato y sigue sembrando odio dejando abiertas demasiadas heridas y enfrentamientos interminables. Ocho decenios después, sin que quede vivo ningún protagonista directo del choque, sin que nadie mencione el único perdedor: la sociedad española, con sujetos inmorales cuyos intereses espurios se nutren del rencor, la muerte de centenares de miles de españoles ha sido estéril. Hoy, más que nunca, se han abierto trincheras de repulsa. Existe un resentimiento inculcado, unas divergencias irreconciliables, que hacen imposible el aliento colectivo. Sin embargo, ni es innovador, ni actual. Ortega dejaría hoy tal cual, sin cambiar una coma, sus centenarios escritos políticos. Mi extrañeza alcanza su clímax cuando constato que todavía el pasado desvirtúe presente y futuro.

Sobre el pasado disgregador, presente ignorante e incívico, se quiere levantar un futuro pavoroso, deprimente. Construyen, o lo pretenden, sobre cimientos yermos, necios, indoctos. Ortega, sí es preciso volver a él, proponía una estrategia. “¿Por qué no juntar nuestras ignorancias? ¿Por qué no formar una sociedad anónima, con un buen capital de ignorancia y lanzarnos a la empresa con vivo afán de ver claro que súbitamente vamos a llenarnos de evidencias? Partamos una vez más en busca de verdades” (El hombre y la gente). Solo así iremos desenmascarando farsa tras farsa para ser dueños de nuestro destino y hallar una democracia acrisolada e higiénica. Caso contrario, porfiarán con la manipulación y adoctrinamiento hasta hacerlos adictivos, necesarios, en su afán de apropiarse sin escrúpulos del poder que se le niega limpiamente. Sestear no es solución. Goethe advirtió que la libertad se debe conquistar cada día.

Nunca, en mis muchos años de docencia, expresé preferencias respecto a temas religiosos o políticos. Considero que la decisión es exclusivamente personal y quien la tome, ya entrado en juicio, debe llegar a tan importante coyuntura limpio de lastre; es decir, sin adiestramiento previo. Ahora tampoco lo voy a hacer, porque lo transcendental para cada individuo son sus propias ideas. Alguien pregunto a Baudelaire, “¿Dónde preferiría usted vivir?” Respuesta concluyente: “En cualquier parte con tal que sea fuera del mundo”, pero el único fuera del mundo es dentro de sí mismo, en sus ideas. Creo que, ahora mismo, España rompería esa idea utópica de “en cualquier parte”. Somos un país acéfalo, sombrío, oscurantista; en franca decadencia, pese al clima optimista impulsado. Otro fiasco a que nos lleva la “democratura”, como Alfonso Guerra llama al cóctel surgido aunando los vocablos democracia y dictadura.

Un sistema democrático tiene que ser fiel a los siguientes principios, entre otros. Afianzar la parcelación e independencia de los tres poderes clásicos. Compromiso gubernamental inquebrantable de cumplir la Ley y hacerla respetar por encima de consideraciones o intereses bastardos. Detallar la gestión de los capitales públicos, asimismo abrir con generosidad la información (portal de transparencia) se ha de consumar con exquisita observancia y rigor. Potenciar, al abrigo de estímulos económicos, la objetividad y autonomía de los medios. Erradicar todo tipo de corruptelas, tanto crematísticas como intelectuales, que degradan la autenticidad democrática mientras despiertan deserciones y usufructos abyectos, arbitrarios, despóticos. Desde luego, proscribir la mentira

Tengo el derecho a proclamar que, desde mi punto de vista, las diferencias entre esta democracia postiza y el franquismo son mitológicas.

viernes, 26 de noviembre de 2021

TEMOR, CERTIDUMBRE Y RECELO

 

Sospecho que la gente, esa que Podemos sacralizaba bíblicamente ofreciéndole el maná justiciero por ser pueblo elegido, debe estar hasta los mismísimos. Ver a quienes hace cinco años integraban la cola del paro —luego de abandonar diferentes púlpitos— vivir ahora en mansiones, gozando de inmunidad, sueldazos (en comparación con sus méritos), coches oficiales y seguridad pública, produce urticaria general. Sé que no entraña ningún aporte científico ni social, pero hoy he recibido dos wasaps que muestran, al menos, un malestar generalizado. El primero era un billete de lotería con la siguiente inscripción: “Comparto este décimo con todos, a ver si nos toca” Dentro el premio: “Que se vaya Sánchez”. El segundo relataba la petición europea para que el gobierno disminuyera sustancialmente los cuatrocientos cuarenta y cinco mil quinientos sesenta y ocho (datos del año dos mil once) jetas mamando de la ubre pública.

Aquella “gente” que oponía Podemos a la “casta”, y que electrizaba con “conquistar el cielo al asalto”, hoy sabe que los impuestos (directos e indirectos) le devoran casi el sesenta por ciento de su trabajo y sustento sin apenas recibir nada a cambio. Me refiero a una sanidad pronta, diligente; educación limpia —ajena de adoctrinamiento— vías de comunicación gratuitas y confortables; energías (eléctrica y gasística) e hidrocarburos a precios asequibles, etc. etc. Chiringuitos diversos, oenegés, oficinas ideologizadas, honorarios a medios y propaganda institucional, se llevan una parte sustanciosa del pastel. Sindicatos con decenas de miles liberados, patronal, gobiernos autonómicos, empresas públicas deficitarias —auténticos focos de nepotismo—instituciones y gobierno central, asaltan el resto. ¿Qué hacer ante esta situación sobrevenida?

Mis largos años de docencia me permiten certificar la incultura que arrastra el país, creo resultado de un pérfido plan bipartidista para conseguir dicho objetivo. Sumemos a ello la falta de lectura, de ejercicio crítico, ni siquiera un mínimo esfuerzo —he aquí la madre del cordero— de lucubración intelectiva, y destapamos una sociedad somatizada por unos medios audiovisuales que hacen de la basura sus contenidos estrellas. Luego salen a la palestra estos aventureros (unos y otros) mostrando cada cual su escaparate lleno de burbujas falsas que encandilan a tan ingenuos ciudadanos. Uno sigue sin entender por qué la calle se queja de lo votado: hoy PSOE, ayer PP. Probablemente los más virulentos son votantes del partido que gobierna en momentos concretos. Curioso, pero es así. A Sánchez le contesta el amplio abanico ideológico: derecha, izquierda, transverso.

¿Estas circunstancias penosas, alarmantes, indican que no hay solución para un país con una Historia envidiable? En absoluto; la cultura ayuda, pero no es imprescindible para abandonar el marasmo en que nos ha metido este bipartidismo miserable. Basta con tener sentido común, desechar dogmatismos irracionales, desterrar ideas previas (interesadamente fijadas por santones) y observar sin apriorismos doctrinales. Evitaremos así el voto inercial, cautivo, contaminado, ejerciendo de individuos totalmente libres. No hay demócratas mejores que otros, ni ética ni estéticamente; hay demócratas libres hasta que se someten a la canallesca de la etiqueta o del eslogan engañoso.  No existe organización más nociva que una democracia corrupta, espuria, aun estando plenamente de acuerdo con Churchill que la consideraba el “sistema menos malo de los conocidos”.

Líneas atrás dije que a Sánchez le contesta todo el amplio abanico ideológico y con razón. Este individuo, no es de izquierdas ni de derechas, ni federalista; debate distinto es que, cual camaleón, se travista de lo que precise en cada momento, aunque aparentemente pase desapercibido sin conseguirlo. Las últimas fechas ha aparecido como el español más compungido por La Palma, isla que ha visitado seis veces —la última excusada para asistir a un acto del PSOE en Canarias— con parecido interés que si paseara por los márgenes del Manzanares en Madrid, por ejemplo. Es decir, los palmeños no han recibido ni un euro para mitigar sus trágicas pérdidas. Como siempre, subsiste de la propaganda. Seguramente ya no volverá porque el hipotético recibimiento pudiera ser bochornoso. Bien visto, cualquier cosa que haga es un fraude permanente.

Sánchez no tiene límites ni amigos. Su camino esta abarrotado de siervos colaboradores o cadáveres sin solución de continuidad; es decir, permutándose a conveniencia. Su osciloscopio moral —más bien inmoral— le permite pactar con independentistas y Ciudadanos, con Bildu y las víctimas del terrorismo (que en un acto de sadismo obsceno mezcla a todas), con sindicatos y patronal (ofrece ayuda a Garamendi para su reelección si aprueba la reforma laboral). Protagoniza, no obstante, dos alteraciones sustantivas, fundamentales, que desvirtúan el modelo democrático. Una es permitir, incluso con desdén, el incumplimiento de la Ley. El pulso del gobierno catalán al Tribunal Supremo lo resuelve Sánchez diciendo que “la competencia educativa la tiene la Generalitat” (sic). De acuerdo, pero, ¿quién tiene la obligación de respetar y hacer respetar la Ley?, pregunto. ¿Acaso es el poder ejecutivo o lo echamos a suerte? ¿Democracia? ¡Ja!

Otra alteración alarmante proviene de un cambio drástico, letal. Hace unos años, la imputación imprecisa —con salto mortal sobre la presunción de inocencia— acarreaba petición seria, tenaz, violenta, de dimisión o cese. Hoy, con sentencia firme ni inhabilitación, ni dimisión, ni cese. Alberto Rodríguez, junto a una turba fanática, ha sentado un precedente de consecuencias inimaginables. Además, los letrados del Parlamento, contra el Tribunal Constitucional y Supremo que son peritos en estos casos, argumentan su resolución, para no quitar el acta de diputado, en “interpretaciones intrusas a su función asesora” como si fueran exegetas de meditaciones judiciales. Siguiendo el pensamiento de Musso: “El temor a lo peor es mucho más espantoso que la certidumbre de lo peor”.  Espero que esto nos haga comprender lo agudo del titular.

Recelo de la alternativa; me parece inquietante. Creo que el PP, a nivel de cuadros, está lleno de chiquilicuatres, bien naturales, ya moldeados por manos expertas. Casado despertó en mí una fe insensata y, a poco, rechazada. Enseguida comprendí que bajo la capa de aparente lustre había escasa cautela, torpeza. El tiempo, juez incontestable, me ha dado la razón. Cayetana Álvarez de Toledo, un puntal, una barbacana, liberal que fustigaba sin piedad a rivales, y desahuciaba a ciertos colegas (conflicto real), fue apartada vilmente de la primera línea. Ayuso —alma gemela de la anterior— elegida y salvadora del PP, se encuentra en la cuerda floja por rencillas que la izquierda, política y mediática, potencia casi cristianamente; es decir, orando. Con Teodoro García Egea de secretario general, Casado jamás será presidente de España. Tiempo al tiempo.

viernes, 19 de noviembre de 2021

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TRANSVERSALIDAD  DEL  SANCHISMO


Transversal, en su acepción quinta, significa “atañer a distintos ámbitos o disciplinas en lugar de encarar un problema o cuestión concretos”. Sinónimos: transverso, colateral, secundario, atravesado, entre otros. Los políticos, al igual que la judicatura y medicina, gustan de vocablos más o menos criptográficos para que su contenido no alcance al común de los mortales. “Transversalidad” es una palabra roma, es decir, sin punta ni filo al poco sesudo porque implica introducir un tema en la vida diaria para abordarlo de forma permanente, un hueso que ejercita la mandíbula. Su aplicación es el marketing social. Recordamos a Podemos conformando un movimiento transversal (más o menos efímero) con el objeto de conseguir —sin romper contornos— la unión de plataformas diversas, anticapitalistas, mareas, comunistas, etc., donde él fue únicamente la argamasa.

Lo transversal aúna entidades diferentes, capaces de aislar lo antagónico, aplanando disonancias que pudieran resultar incompatibles con la nueva realidad. Es decir, crea un cuerpo sólido, poliédrico, con desaliñadas comparsas antagónicas. Es constituyente e inspirador, pero huidizo y fugaz. Por el contrario, la transversalidad obliga a todo desprendimiento anterior para presentarse inmaculada a la nueva estética. Precisa de una desnudez plena, donde no quepa vestigio físico ni impronta o reliquia ideológica previa. Tal desabrigo físico e intelectivo es lo más parecido a la ficción. Lo único que me acerca a esta realidad compleja, al vacío, es la sábana blanca con que nuestros ancestros tapaban aquellos fantasmas infantiles. Luego, pasado el letargo, caía dicha prenda y debajo no había nada, solo la angustia que Kierkegaard atribuía a la angustia de la nada.

El sanchismo es ejemplo genuino de transversalidad: no es socialdemocracia, ni socialismo marxista, ni comunismo; es un pingajo con pretensiones eruditas (desde luego ajenas a su líder), imaginativas, para mantenerse y vivir, hacinándose, mientras intenta abatir la democracia, su rival. Un día brota feminista para, a poco, convertirse en osado del cambio climático, loable modo de conseguir el “confort terráqueo”. A veces, toda esta artillería se complementa con una memoria que exhuma cadáveres o rechaza el nombre de calles como si un simple desaire cambiara los designios históricos. Alarma comprobar que un alto porcentaje de españoles no vean qué futuro les espera si este individuo dispusiera de otra legislatura, a expensas de las encuestas publicadas y del increíble comportamiento del PP. Es para pensárselo muy seriamente aparte gustos enraizados.

Lo dicho anteriormente no viene a humo de pajas. Basta con dedicar unos minutos a discriminar palabras y hechos siempre; de manera precisa desde que Sánchez (tal vez detenta) un poder anómalo. Más allá de los postizos vaticinios económicos, objetados por organismos internacionales y nacionales, incluido el Banco de España; la sexta ola del Covid que se cierne sobre nosotros, pese a una hipotética inmunidad de “rebaño” por haber sobrepasado el cómputo establecido de la población vacunada —superamos el ochenta por ciento— y la ayuda inestimable, quizás estúpida, de un PP suicida, el sanchismo debe caducar en fecha próxima. Demasiados frentes abiertos para, incluso con esa inigualable, artificiosa empero eficaz, maestría propagandística con que se envuelve, evitar un descalabro que todos los informes anuncian irreversible e irremediable.

 Rajoy, ya en dos mil ocho, se dio cuenta del riesgo (bien real, ya imaginario) que suponía para un bloque social, vocacionalmente compacto, el diseño realizado con criterios transversales. Por eso dijo, algo inoportuno: “Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”. Casado menos escéptico, o más necesitado, pidió que se integraran sin tachaduras (luego vino el affaire Álvarez de Toledo y ahora la estúpida rivalidad con Ayuso). Sánchez desde el inicio tiene un mismo rompecabezas, pero adventicio, sobrevenido y oscilante con sus socios. En conjunto, son incompatibles. Si favorece a Bildu, verbigracia, se enfrenta al PNV de la misma forma que cualquier guiño a ERC supone malquerencia en JxCAT. Sus estrategas —él no da para tanto, a lo que se advierte— ansían destruir cualquier atisbo transversal. En ocasiones, alargar deleites así, con gestiones y pliegos insondables, trae desazón absoluta; es pura temeridad.

Desde que Europa proyectó la salida de Iglesias del gobierno y podó cualquier yema o brote adyacente, Podemos malogra toda influencia política y queda desahuciado como tal. A Colau no le salen las cuentas para repetir de alcaldesa. Mónica Oltra empieza a sentir parálisis pre jurídica y política. Mónica García no ve Más País. Fátima Hamed presiente un lentísimo devenir en su Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía. Yolanda Díaz debe sentirse excluida de cualquier causa porque su comunismo fue borrado o difuminado. Así las cosas, los augures de Sánchez le han xerografiado el partido que acoja toda la transversalidad feminista e ideológica a la izquierda (¿?) del sanchismo; es decir, la nada magnificada. Yolanda Díaz, ignoro si será apropiada para conquistar el plácet cesáreo, ha suavizado posturas respecto a cuestiones laborales y fiscales. He aquí la hebra del nuevo partido que unirá/demolerá toda la izquierda. ¡Pura transversalidad!

Tal empeño trapacero no debe ser suficiente según profunda reflexión de sus cerebros. Con las encuestas de por medio, Sánchez pierde La Moncloa y varios miles de holgazanes su vida regalada. Es preciso otro golpe de efecto aprovechando la experiencia de Soria Ya, Teruel Existe y lo rebajados que nacen sus señorías en la España vaciada. El partido en ciernes se llama España Vaciada y según las últimas encuestas pueden obtener entre quince o dieciséis diputados: dos tercios birlados a la derecha y un tercio al granero siniestro. Con estos datos no cabe duda de quién es el instigador, el que está interesado de proveer este negocio agrario. Aun pronosticando la procedencia del voto perseguido, arrebatado, al agro transversal, tengo mis dudas respecto al quietismo campestre y ninguna a las falsedades vertidas por quienes se empeñan en mercadear votos con promesas históricamente incumplidas.

España, si triunfa el brebaje, erradicará la izquierda rancia, desaparecerá todo exabrupto anticapitalista, cualquier destello extremado, aunque siga devorando la ración dogmática sempiterna, pero de modo sigiloso, furtivo. Se evitará asentar una dictadura comunistoide (de las que rebosa Iberoamérica), impopular aquí e ilegal y odiada en Europa.  Sin embargo, un PRI (Partido Revolucionario Institucional) a la mejicana pudiera ser conciliable con una UE más exánime que frágil. Esta transversalidad nuda posibilitaría a Sánchez eternizarse en el poder, salvo encanallamiento, excesos y abusos, que harían necesaria, imprescindible, la llamada al pueblo zulú. Tal visión no es producto de ninguna bebida espiritosa ni siesta robada al otoño que por estas latitudes valencianas es, sin exagerar, insólitamente lujurioso. ¡Ay! qué pena me das, Casado. España, me da más.

viernes, 12 de noviembre de 2021

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EPISTEMOLOGÍA  SOCIAL


En ocasiones, uno —frágil ante el tiránico pensamiento único, amén de la gregaria y preeminente “hegemonía”— tiende a desentrañar conocimientos, conceptos morales, que auspicien la convivencia. Consciente del extremo a que dichos obstáculos someten al individuo, este persevera con recursos valiosos puestos a su disposición por la epistemología. Cabe preguntarse qué papel desempeña el gobierno en la réplica: qué es política, justicia o presunto cometido del periodismo. Percibo las dificultades reales, incluso secundadas por un statu quo encubridor, para llegar a respuestas satisfactorias. Sumemos a estos contratiempos, el hecho casi irremediable sobrevenido a una sociedad consciente de los apuros, sobre todo económicos, que enmarcan la vida actual sin saber, probablemente por pereza, cómo enfrentarse a ellos.

Gobierno comporta: “entidad asentada sobre la exigencia social de defender derechos e intereses del individuo”. Cuando reparamos que este criterio inicial se incumple sin atisbos de descuido o coyuntura imprescindible, cuando dicha inobservancia rezuma arbitrariedad —peor todavía, atropello— comprendemos la distancia sideral entre ser inteligible y sustancia. El momento nos depara un ejemplo que refleja lo expuesto. Días atrás, una sentencia del Tribunal Constitucional declaraba contrario a derecho el cobro municipal de plusvalías mediante resolución argumentada. Ser. Pues bien, el gobierno, en probable pirueta inconstitucional, arrebatado por imperativa avidez desoye al Alto Tribunal y restaura el impuesto mediante decreto-ley, pulso incluido. Sustancia. La operación, a más de achulada, desprende demasiados efluvios antidemocráticos.

¿Cómo se explica que el gobierno (ser) tenga una realidad inteligible tan divergente a concepciones ancestrales? ¿Acaso no existe en puridad? Cierto, no existe fuera de ente fenoménico. Fenomenología es una corriente filosófica que proclama el conocimiento del ente (ser sensible, materializado) a través de sus fenómenos y conductas. Es decir, los gobiernos son sus actos acordes con la idea generadora o corrompidos por políticos, no solo antiestéticos sino notorios aventureros, desaprensivos y saqueadores. Nadie debe extrañarse que, como consecuencia, el ciudadano se cobije bajo la protección del escepticismo, término que se acopla a los presentes tiempos de desesperanza. Ser escéptico supone la defensa genuina del individuo ante ciclos que resten un fragmento de albedrío, o autonomía intelectiva, para esquivar grandilocuencias y patrañas.

Si bien el común está dispuesto a comulgar con ruedas de molino, una minoría sabe perfectamente que el gobierno, como concepto y encarnación, no se ajusta a la teoría contractualista del Estado, según la cual este está sometido al servicio de los ciudadanos. Es más, Hans Kelsen sostiene que “el Estado no existe en el reino de las realizaciones fisicopsíquicas, sino en el reino del espíritu”. Llegamos, otra vez, a la negación del Estado y, consecuentemente, a la farsa del gobierno en el escenario actual. Son ininteligibles para aquella minoría el Estado Plurinacional (que algunos asientan con argumentos tramposos) y el ejecutivo que se sustenta en partidos antidemócratas, nazis o totalitarios. Lo accidental, frívolo e inoperante viene conformado por la enorme cantidad de disparates (dichos o hechos) cuyos protagonistas exhiben el insolvente sello de su ministerio.

Del mismo modo, política —que debiera tener conciencia de servicio— si nos ceñimos a los rasgos propuestos es un concepto solemne, pero deteriorado al instante mismo en que ciertos individuos olvidan su esencia. Sintetizarla en la época actual acabaría siendo un ejercicio impropio e insultante. Quizás resulte bonancible, poco corrosivo, el devenir anterior a nuestra experiencia personal. Sin embargo, lo contemporáneo por sí mismo no necesariamente ha de ser peor o mejor que el imaginar antañón. Verdad es que la política hodierna penaliza al ciudadano con su actitud egoísta, espuria. Es excepcional, casi milagroso, conocer a algún preboste honorable, dedicado en cuerpo y alma a satisfacer las necesidades de su representado. A veces, incluso, por falta de ética más que por extravío estratégico, ponen en peligro la propia ascensión al poder. ¡Necios!

Cualquier país necesita una clase política adecentada, sin contraste entre el modelo ilustre ligado a la mente social y la sustancia grosera que termina siendo. Unos, en su acomodo, en su empeño inexpugnable, perturban la estabilidad institucional y ennegrecen el futuro. Solo un ególatra resentido, vanidoso a la vez que ridículo, somete su dignidad a grupos cuya finalidad indisimulada es fracturar la España constitucional. Hoy por hoy le resulta improbable conseguirlo; pero, a cambio, impulsa una miseria generalizada que garantice la red clientelar cuya pretensión conexiona a todo déspota. Otros, enyugados a la pesada carga de sus complejos, se sojuzgan a etiquetas acuñadas en momentos claves. Semejante maca, entorpece cualquier actitud cooperadora con partidos afines (salvando matices singulares) que permitan alcanzar sin estridencias el cambio deseado.

¡Justicia! —vocablo que se menciona siempre así, anhelante e inflexible— sirve para constatar su inexistencia. No digo que algún juez lleno de sentido común, a caballo entre los textos legales y la dignidad natural, imparta voluntaria o casualmente este concepto ético sin atajos ni desviaciones. Verdad es que la judicatura se ha convertido en pieza de caza muy deseada como paso previo a conseguir objetivos fuera de los criterios o prototipos democráticos. El cerco, de forma necesaria, obligatoria por ley, se cierra con la anuencia del PP. Ocurre, no obstante, que todo acuerdo o pacto tiene que servir de estímulo para otros menos exigentes legalmente. Este grupo desideologizado, zampón, que es el sanchismo tiene excesivos reparos en codearse con dirigentes rivales. Para ellos (todos, aunque pongan una u otra cara para la galería) solo existe su ambición.

Medios y periodistas constituyen pieza trascendente en el organigrama democrático, acaso totalitario. Conocemos ese eslogan certero referente a que la prensa conforma el cuarto poder para contrarrestar los demás, pero que, en la era tecnológica, de las comunicaciones, es —independientemente de su orden numérico— poder espeluznante, sospechoso, para dirigentes fanáticos. Ignoro si son padres de un escepticismo reparador o si persiguen arruinar, en proporción a los óbolos recibidos, la conciencia social. Lo que vislumbro y afirmo es alineamiento sectario hacia ambos lados, infectando objetividad e independencia, mientras se abandona cualquier aliento deontológico. Quienes “fabrican” cultura y conocimiento político también son discípulos “inmorales” de esa hegemonía que lisonjean las izquierdas postizamente, pero aquellos suelen vender a bajo precio.

El individuo ha de intentar llegar al conocimiento de la sociedad y su entorno, pero esa lacra de su indigencia cultural y moral le lleva a inundarse de ridiculez y ultraje políticos.

viernes, 5 de noviembre de 2021

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ESPERPENTOS

 

Esperpento, más allá de su difusión literaria por Valle Inclán, significa hecho grotesco o desatinado; en el fondo, implica deformación sustantiva de la realidad. Con sobrada frecuencia, a través de los tiempos, nuestro país viene deformando sus realidades para darles un tinte sesgado, sectario, que propicie enfrentamiento social. Importa poco el nacimiento de banderías cuyo papel disgregador tiene en jaque permanente a los avances que pudieran mejorar la vida de un ciudadano desesperanzado, tal vez desesperado. El hecho ininteligible en esta coyuntura es que toleramos, aplaudimos incluso —como autores a veces y benefactores siempre— a políticos sin distinción ideológica. Digo ininteligible porque no hay explicación verosímil para que la sociedad permita torcimientos tan graves y onerosos a la hora de emprender cargos y servidumbres.

Sospecho que cualquier político, cualquier gobierno, del ancho mundo quiere conseguir poder y conservarlo el mayor tiempo posible, incluso de forma permanente. Sin embargo, los regímenes democráticos tienen unas reglas que nadie debiera traspasar. La sociedad española va siendo consciente, poco a poco, de que todo gobierno (advirtiendo gran diferencia entre ellos, principalmente con algunos foráneos) bordea, si no infringe, los manuales básicos de una democracia moderna, viva, rigurosa. Antes, frente a la finalidad educativa, adoctrinan al individuo mientras siembran en él una indigencia cultural y crítica a fin de formar ciudadanos manejables, mansos. El constructivismo y la “escuela comprensiva”, igualitaria, de concepción marxista, han traído la debacle cultural y una democracia manipulable, desacreditada, corrupta.

Nadie acepta ya la generación espontánea como incitante ni dinámico hacedor. Los organismos tienen nacimiento y tránsito evolutivo adscritos a ciertas leyes biológicas o sociales. Una sociedad especifica no nace, se hace modelándola a intereses bastardos según percibimos. Treinta años han sido suficientes para conseguir este pueblo festivo, atrincherado, apto para dejarse arrastrar por farsantes y vividores.  Tocqueville sostenía que “la democracia ha quedado reducida a un sistema meramente igualador”; es decir, mediocre. Parece que todos se han puesto de acuerdo, pues unos paren leyes y los otros las acunan poniendo empeño en procurarles una infancia protegida, esplendorosa. Ocurrió con la LOGSE, verbigracia, que el PP censuró cuando era oposición y siendo gobierno no ha derogado ni un artículo. Así llevamos treinta años de incultura e ignominia.

Pasaron los tiempos sombríos de Zapatero, un inútil aupado al poder por designios prodigiosos (iba a decir milagrosos, pero pareciera, fuera, hiperbólico e irreverente) y un terrorismo todavía confuso e inexplicado. Luego dormitamos con Rajoy un sesteo extravagante, inesperado, sometidos a la placidez del coma inducido que aplicó mientras él vegetaba tenaz en modo irresoluto. Capacitado intelectualmente, resulto tan ineficaz como Zapatero. ¡Qué gozada de presidentes, pese a lo expuesto, si los cotejamos con este embustero compulsivo, lunático, intrigante (cabrón, al decir de mi pueblo) e igual de inservible que los anteriores! Sin duda —no voy a pecar de políticamente correcto— el peor gobernante en siglos, aunque fantasee ser un estadista sobresaliente, portentoso, aferrado a esta maltrecha tierra por azar o hechizo maléfico.  

El gobierno canaliza su gestión en tres pilares cargados, cuanto menos, de presupuestos atemporales, andanada inconstitucional y propaganda falaz. Con lamentable trámite del Covid, de la situación económica y visto con negros nubarrones el tema autonómico, asimismo su financiación, le queda el escaparate para seducir a una sociedad recelosa día a día. Plantean —disminuidos los entusiasmos iniciales, amén de las consecuencias especulativas cada vez menos convincentes—la imperiosa necesidad de controlar el cambio climático cuando sus auténticos efectos y reversibilidad no se acreditarán hasta dentro de varios siglos. Argumentario que nadie puede considerar erróneo porque en cien años todos estaremos calvos. Otro señuelo es el feminismo radical y la inconstitucional Ley de Igualdad de Género que atenta contra el artículo catorce de la Constitución.

Respecto a la propaganda, convertida en cajón de sastre, cabe hasta el absurdo bien condimentado. Desde esquivar la muerte de quinientas mil personas (¿por qué no quinientas mil dos?) durante la pandemia, gracias a las medidas de Sánchez, hasta ser el primer país de Europa con mayor crecimiento. Sin embargo, una realidad opuesta en todos los ámbitos recorre el país de norte a sur generando triste hilaridad, paciente irritación y desconfianza total. Sánchez dice que están garantizados la distribución de energía eléctrica y combustibles, pero empiezan a escasear los kits de supervivencia y otros productos a dicho fin; expresión manifiesta de que su palabra no vale nada. Las ruedas de molino generan efectos contraproducentes cuando digerirlas se convierte en algo más que un acto de fe, una imposibilidad gástrica y emocional.

Si los movimientos del gobierno, en conjunto, son notorios esperpentos, a nivel personal sumergen legitimidad y raciocinio en fosa submarina. Basten algunos ejemplos recogidos al albur. María Jesús Montero, ministra de hacienda: “Los presupuestos son un “antídoto contra el populismo”. ¿Es posible tanta sandez? Si gobernaran solos, esa lanzada a Podemos, independentismo o —su verdadera invocación— Vox, dentro de la torpeza tendría lógica aun con formas impúdicas. Sánchez, para su colección, quiere un “ejército ligado a la agenda 2030”. Acaso pretenda seducirlo para apoyar el viejo furor despótico, totalitario, que desprende todo marxismo. Creo y espero, no obstante, que su misión de defender la Constitución (por tanto, la libertad de todos los españoles) no se condicione ni dé cobijo a ninguna veleidad, aunque procuren revestirla de patriotismo ineludible.

No puedo ni quiero pasar por alto la activa y esperpéntica complicidad de los medios audiovisuales. Inundados, presuntamente, de millones a nivel empresarial e individual, cualquier oyente ajeno al dogma, sea cuál, tiene difícil encontrar una información que aguante la mínima decencia. El tópico del cuarto poder asignado a los medios, en este país es pura quimera, añadiendo a esta adversidad mísera diarios de papel y digitales. Con tales mimbres, sumados a los expuestos en renglones precedentes, resulta inalcanzable dar forma a un sistema de libertades sólido, asentado, estable. La coyuntura no proviene solo de dar informaciones insidiosas, malintencionadas, sino de aleccionar al ciudadano, poco crítico y menos leído, construyendo lo que pudiéramos llamar “la conciencia social” que debiera ser íntegra ética e intelectualmente para conformar una democracia sana, limpia, homologable con cualquiera de nuestro entorno inmediato.

viernes, 29 de octubre de 2021

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DESFACHATEZ

 

El DRAE —de forma rigurosa, mordiente— enseña que desfachatez significa descaro, desvergüenza. Iniciada la Transición, el vocablo ofreció toda su inmundicia corregida y aumentada a lo largo de múltiples años. Son tantos los rastros adscritos al bipartidismo que sería correoso, difícil, acotarlos en breve espacio. Advertiremos únicamente la impudicia reciente porque esta, como las viandas frías, pierden aroma, sabor y suelen tener digestiones molestas. Perfilar sobre qué asuntos se ajusta mejor el epígrafe resulta tarea espinosa, pues hay exceso de ellos tanto a nivel individual como colectivo o partidario. Aunque reseñar que algo pueda causar sorpresa en los últimos tiempos resulte extraordinario, la cantidad y calidad de dichos o hechos extravagantes (insolencias, en suma), avala el impulso actual de la misma.

Opino que, en justicia, corresponde a los partidos desfilar primeros por la degradación a que han llevado el sistema democrático. Primero los populares porque su convención se realizó antes que ninguna otra. Gastaron toda una semana en cerrar o entornar puertas con inexistentes huellas de Ayuso, pero orladas de aldabas gallegas o andaluzas. Las cuitas partidarias, siempre henchidas, parecen escarnecer al ciudadano justificando implacables imágenes mentales cuando la realidad objetiva anota únicamente conveniencias del partido, de sus líderes. Estas convocatorias —estruendosas, caras—solo sirven de alimento a diarios y medios audiovisuales, pues carecen de connotaciones exteriores, incluso electorales. Su lectura, exclusivamente interna, debe asentar liderazgos sólidos no siempre logrados debido a antagonismos nacientes.

El PP, desde mi punto de vista, lleva sobre sus hombros cuatro errores gravísimos, sobre todo los tres últimos: guillotinar a Cayetana Álvarez de Toledo, realizar un discurso ofensivo, estúpido, en la moción de censura presentada por Vox, enfrentarse a Ayuso y pactar la renovación de ciertas Instituciones Estatales. Deduzco que todas se deben al “estratega” Teodoro García Egea, tal vez submarino (más o menos consciente) del PSOE. Temo que Casado —probablemente buena persona, pero falto de magnificencia— tenga un pésimo equipo. El famoso discurso infamante contra Santiago Abascal, e impropio del talante de Casado, corroboró el poder de Egea mientras han emergido vacilaciones sociales entre un PP nebuloso, melifluo, y Vox que gallardamente, en principio, coloca los puntos a todas las íes que vienen apareciendo por el horizonte nacional.

Ayuso (personaje político muy atractivo, dentro y fuera del país) no significaba ningún peligro para Casado, pero era terrible adversaria de Sánchez. Sin embargo, el enfrentamiento gestado entre Génova y Puerta del Sol, o sea, el resquemor desafiante lleva a TGE (Teodoro García Egea) a imponerse, sumergido en un errado e insostenible prurito, a MAR (Miguel Ángel Rodríguez). Ahora, pese a aparente concordia, abierto el melón, quedan páginas en blanco para escribir un futuro confuso y palpitante. Deduzco por diversos signos que, a priori, si hubiera habido deslealtades habrían llegado de Galicia o Andalucía. Los proyectos falsarios del gobierno traerán graves consecuencias sociales y Casado, al igual que Rajoy con Zapatero, tendrá La Moncloa como premio gris e inmerecido. Son las veleidades inesperadas que hostigan este mundo caótico.

Los acuerdos PP-PSOE para renovar el Tribunal Constitucional, Tribunal de Cuentas y Defensor del Pueblo, sin contar con ninguna otra sigla, ponen de manifiesto primero la inocente poquedad del PP y después el exclusivo apetito del bipartidismo incontinente, voraz. Quienes apoyan a Sánchez lo tienen asumido porque el peaje que exigen esconde connotaciones gravosas para España como nación, además de constituir la única posibilidad de procurarse increíbles privilegios. Sin embargo, este gesto débil e incluso poco o nada democrático, claro que ofende a Vox, a sus votantes y, casi seguro, a los propios votantes del PP. Ignoro si la presunta indignación social levantada en las filas conservadoras y liberales, robustecerá a Vox o irá a la abstención. Sea como fuere, Casado ha puesto enormes piedras en el camino que le llevaba irremediablemente a la presidencia. 

El cuadragésimo congreso del PSOE en Valencia —gran escaparate, aunque desierto, a mayor gloria del líder— ha exhibido total sumisión al inepto presidente reduciendo la sigla a un grupo de amiguetes que ocupan la Ejecutiva. Esta situación anómala, propia de siglos atrás, condenará al partido a penar en la oposición durante varias legislaturas, salvo incidencia natural o provocada. De pretenciosa resonancia, su contenido postizo, pícaro, trapisondista, viene acompañado de promesas que se hicieron en el congreso anterior, lógicamente incumplidas antaño, y con arranque parecido hogaño. Su añadidura, aprobación de la Ejecutiva flamante con el noventa y cinco por ciento de asentimiento, indica qué espíritu crítico llenaba Feria Valencia, espacio donde tuvo lugar. Algún iluso cerebro parió el eslogan de “congreso de luz y unidad”. Chirrió hasta Felipe González.

“Somos el partido que nunca falla a España”, dijo Sánchez en un espectacular momento de arrebato —el fraude es constante, tenaz— mientras permite al “asimétrico” gobierno catalán (ese que desea desterrar el español de sus aulas) ampliar a treinta centros más las clases de árabe. Eso sí, sigilosamente para que no lo descubra la sociedad “simétrica”, de segunda. Conjugar comunistas totalitarios, independentistas nazis (unos, de izquierdas; otros, de derecha burguesa) y aberzales, tiene sus riesgos. Aprobar los PGE le supone tragar sapos y culebras porque si se baja los pantalones con ciertas Comunidades aparece desnudo en las demás. A mayor castigo, bajan aguas turbulentas movidas por el Ibex, Europa y Unidas Podemos, junto al enredo de Alberto Rodríguez (el rastas) que ha arrastrado a la señora Batet. ¿Qué decir de Yolanda Díaz contra Nadia Calviño? Queda una incógnita en el embrollo: saber por dónde va a reventar.

Termino con un rosario de desfachateces. Presidente de Asturias: “El revulsivo que necesita el PSOE es Pedro Sánchez”. Montserrat Bassa de ERC llama asesinos a la policía nacional. Zapatero alaba en Valencia la “decencia del PSOE”. Baltasar Garzón sobre la resolución del Tribunal Supremo favorable a la fiscal general: “Hoy la justicia ha estado presente al rechazar la pretensión de usarla políticamente” cuya lectura es: “el gobierno no ha usado la justicia políticamente”. Desconozco cuánto durará esa consideración sobre la justicia española, aunque parece haber versiones suyas opuestas. Iglesias, califica de “involución democrática” la pérdida del escaño de Alberto Rodríguez. Hablar de democracia un comunista, además de desfachatez, es un sarcasmo. Este recorrido tópico, en retales, por desfachateces desmesuradas, incomparables, me recuerda una frase certera: “El circo sigue mientras haya quien aplauda a los payasos”.

viernes, 22 de octubre de 2021

OLVIDO HUMILLANTE

 

Permítanme que, aguijoneado por las circunstancias, haga un paréntesis fugaz en la temática habitual y defienda mis raíces cual hábitat genuino. Pondré en ello, a falta de eco difusor, enorme voluntad. Me repugna que la cercanía de los hechos pudiera afectar mi rectitud, aspiración esencial de cualquier articulista ecuánime, independiente.

Sin concretar lugares geográficos, sé casos reprobables por conocimiento personal o referencias contrastadas. También este capítulo tiene respuestas dispares y remedios enfrentados a doctrinas que catequizan una igualdad deontológica, mecánica, cuasi fraternal. El asesinato de un preboste inglés ha llevado al gobierno a blindar la seguridad del resto de diputados. Aquí, en España, se toman medidas a priori incluso con escasas evidencias de peligro físico. Todos conocemos el caso del ex vicepresidente Iglesias cuya mansión era custodiada por decenas de guardias para evitar “escraches” ácidos o manifestaciones incómodas. Percibimos que el gobierno, líderes y personal destacado, poseen seguridad a cargo del contribuyente. ¿Quién responde de la seguridad ciudadana y a quién se imputa su costo? ¡Qué bobada de respuesta!

Asaltos, desmanes, hurtos, son prácticas rurales cuya difusión apenas recogen los medios, principalmente audiovisuales. Es absurdo realizar con ellos un muestrario rutinario, ortodoxo, sin más. La trascendencia delictiva debe marcar cualquier análisis por mucho que afecte intereses propios, legítimos, crematísticos. Propinar maltrato físico a alguien, obviando consecuencias finales o secuelas, ha de considerarse el signo más temible de inseguridad. Atentar contra los bienes materiales, son trances gravosos, irritantes, pero hasta cierto punto tolerables; tal vez, intolerables.

Pretendo dar voz a un escollo específico del mundo rústico con la escasa convicción de que, paso a paso, alguien resuelva las múltiples carencias de la España vaciada. Preocupa que el escenario presente señale un síntoma, no la enfermedad; denote avidez, pero no refrende ejecución. El cotejo indica que al síntoma/apetito lo caracteriza un marco amplio, genérico, ilimitado. Mientras, la enfermedad/ejecución viene determinada por espacios de delincuencia individual, restringida. Sin contar con datos oficiales, creo que los síntomas se han disparado (también la enfermedad proporcionalmente) de forma exponencial. Pandemia y crisis —unidas a un gobierno social-comunista inmerso en propagandas fraudulentas, asimismo a una sociedad hipnotizada, quizás estúpida e insensible— han acarreado esta coyuntura cada vez más preocupante.

La Manchuela conquense-albaceteña, subcomarca triangular que nace en Minglanilla, colinda el río Cabriel y supera el Tajo hasta toparse con Almansa, Albacete y La Roda, es zona de almendros. Dicen los entendidos que su fruto tiene una calidad excepcional; sin menospreciar otras áreas, la mejor almendra de España. Yo, nacido en aquellas tierras (Manchuela conquense) antes de extenderse su cultivo, conozco la materia e incluso poseo una pequeña heredad.

Los agricultores saben bien de esfuerzos, sacrificios familiares, privaciones y renuncias. Escasez de agua y clima extremo hacen peligrar con frecuencia sus cosechas ahondando penurias y desesperanzas. Si ya el entorno es difícil, duro, turbulento, faltaban los amigos de lo ajeno para herir todavía más a quien soporta tan pesada carga. El campo jamás ha defraudado: quitar algo para comer se acepta por la ancestral costumbre campesina, pues se considera moralmente bueno satisfacer lo perentorio, pero no dar cobijo a la disipación. Fuera de ese gesto que ratifica el fin social de la propiedad, cualquier adquisición sin previa licencia se considera hurto. Entre otros muchos generalizados, el caso que deseo exponer —con total autenticidad— fue la sustracción en un bancal (desde los propios árboles) de mil kilogramos de almendra, aproximadamente, cuyo valor se tasa entre mil y mil quinientos euros. Es decir, se trata de un delito importante.

Pese a la magnitud de lo cogido, sospecho que el asunto quedará impune. En ocasión anterior, y ante el continuo merodeo de desconocidos (personas y fines) por el término municipal, los agricultores de mi pueblo formaron un grupo de WhatsApp. Parece que la autovigilancia resultó satisfactoria. No obstante, aparte su evidente desafuero, corresponde al Estado salvaguardar derechos e intereses salvo olvido o dejamiento de funciones; en ambos casos desafortunada praxis y degradación gubernamental. El medio rural, imprescindible para alimentarnos, tradicionalmente ha sido marginado.

Nuestros campesinos, hechos de cuitas meteorológicas y sinsabores, saben de olvidos e indignidades como nadie. Dueños de todas las inseguridades (económicas, meteorológicas y políticas), ahora suman la de quienes —al amparo de lo inmenso, de lo furtivo— fijan en ellos su atropello. Conforman sombrías y desentrañadas cuotas sociales que suelen salir de sus cubículos cuando desaparecen los últimos rayos vespertinos. Deduzco la dificultad para poner remedio a parecidas situaciones en el agro español. Ayuntamientos y Diputaciones deben conocer esta problemática y ellos tendrían que actuar primero. Tal vez aumentar la guardia civil, bien provista con medios móviles, junto a controlar los circuitos, asimismo particularidades, de las redes comerciales, menguara o concluyera parcialmente esta picaresca en claro ascenso. Hasta que llegue ese momento, estarán condenados injustamente al olvido humillante.

viernes, 15 de octubre de 2021

FIGURAS Y FIGURONES

 

SIMBIOSIS,   CORSÉ  Y  ABSOLUTISMO 


Acabo de ver un video titulado ESPAÑA ES. En el artículo anterior definí “verismo”, pero nada lo explica mejor que dicho video. Retorcer la realidad hasta corromperla, hacerla postiza, burda, ridícula, casi esperpéntica y risible constituye esencia del “verismo”. Las instituciones que Sánchez (sospecho con la anuencia de un PSOE convertido en cómplice necesario de la banda) manosea despótico, frío, ejercen verismo infecto, bravucón. Algunos ministerios olvidan la existencia de juicio, lógica y sentido común, lanzando absurdos apropiados a sus mentes desnutridas. El país se ha convertido en campo de experimentación donde embrollo, bellaquería y cobijo encubren la rapiña. Otro video explícito muestra a un trabajador alejado del fascismo —perdida toda calma, tal vez equilibrio— ante su nómina erosionada por impuestos confiscatorios. Con formas airadas, muchos como este gritaban el otro día: “¡fuera, fuera!”.

Aquella España del video (soberbia, quimérica, sin ningún parecido) es pura antítesis de la que vivimos y debieran advertir nuestros vecinos europeos. Una máscara, quizás mascarada, jamás puede sustentar el crédito ineludible para esgrimir argumentos convincentes. Aquella España fraudulenta, inexistente, se cimienta sobre una simbiosis nociva, disgregadora, hipócrita. El sanchismo —en siniestra compañía con Unidas Podemos, ERC, PNV y Bildu, al menos— instituye esa “relación de ayuda o apoyo mutuo que se establece entre personajes o entidades, especialmente cuando trabajan o realizan algo en común”. Este entrecomillado plasma la acepción dos de simbiosis. No puede descartarse, incluso ahora, que PP (con harta frecuencia) y Ciudadanos padezcan cierta imantación ideológica atraídos por ancestrales complejos aquellos y volubilidad estos.

Sánchez, un incompetente encubierto, cree ser el mejor estadista del mundo mundial cuando por pura contingencia preside el gobierno gracias al apoyo de partidos infames. Semejante egocentrismo disparatado le impide soportar pitidos, abucheos y lindezas cada vez que los ciudadanos tienen ocasión de mostrarle su “afecto”. Decía Achille Tournier bien pertrechado: “Puede el desprecio servir de alivio muchas veces, pero jamás de consuelo”. Esperemos que desaliento y hastío pongan cada cosa en su sitio. Solo una ambición infinita (al abrigo de la vieja sigla, malograda por el acomodo que descubre incoherencias e ignominias) le hace responsable delincuencial del negro futuro que se vislumbra en el horizonte. ¿Qué razón hay para que enemigos irreconciliables (PSOE y PCE) cohabiten sin estridencias notables? ¿Acaso encontramos alguna que consienta a grupúsculos antiespañoles gobernar España? Sí, la codicia de un oportunista.

Ni siquiera como estrategia (sinónimo a veces de simbiosis) debe desubicarse un partido político. PSOE, PP, UP, ERC, JxCat, PNV y Bildu están totalmente desubicados; Ciudadanos, antes también, ya no. Resultará curioso, pero quien conserva su espacio es Sánchez: La Moncloa. ¿Qué adhesivo moderno ensambla a PSOE y PCE (UP), demócrata el primero y totalitario el segundo? Encajar PSOE con ERC, JxCat, PNV o Bildu supone un milagro más que una lucubración lógica. Encubro la desorientación suicida de PP para coincidir con Vox. Luego, los gravámenes vienen cargados de contrasentidos. Al presidente, sus propios ministros —que a la vez son oposición— le piden que las eléctricas paguen parte de la factura para aprobar los presupuestos. PNV le exige lo contrario si quiere conseguir el mismo resultado. Simbiosis mal diseñada, clandestina.

Los llamados barones del PSOE, en su práctica totalidad, tienen complicado liderar de nuevo sus respectivas Autonomías porque el partido fue demolido por una banda al que ella, y sus puntales, han quitado toda sustancia. Esa desubicación nacional, en beneficio exclusivo de catalanes y vascos, hace que la sigla se presente famélica más allá de dichos límites. Andalucía se adelantó preparando el futuro camino electoral. Madrid, a su vez, expuso la realidad social que por lo bajo atisbará las próximas consultas autonómicas y locales; asimismo, generales. ERC hace un flaco favor a Sánchez cuando afirma: “Ahora mismo votaríamos que no a los presupuestos”, pidiéndole de forma tácita, amenazante, mayores compensaciones dinerarias o competenciales. En perjuicio del resto, incluso predios socialistas, cederá sin antídoto. Exigencia de esta simbiosis emponzoñada.

Deduzco, al igual que muchos ciudadanos, que el presidente carece de honor y dignidad; principios, probablemente para él bastante ligeros, endebles, inadvertidos. Al presente, se hacen necesarias las opiniones vertidas por Miquel Giménez en su artículo Cuatro plumas para Sánchez: “Jamás un presidente ha sido más abucheado que Sánchez en el desfile de nuestra Fiesta Nacional. Cualquier otro dimitiría”. Hinchas, Margarita Robles (ministra de defensa) verbigracia, se manifiestan contrarios afirmando que “es una falta de respeto a las Instituciones”. No recuerdo que dijera algo semejante cuando el trece de marzo de dos mil cuatro —jornada de reflexión— se acosaron organizadamente las sedes del PP al grito de “asesinos”. Aquello no pudo entenderse como falta de respeto, fue un ataque frontal a la democracia. Dejemos para lances infantiles las estupideces fanáticas.

Volviendo a Sánchez, algo le incomoda (sin embargo) cuando evita ruedas de prensa y exposiciones públicas. Es el corsé. La acepción tercera del DRAE indica: “Limitación o constricción impuesta a una forma de actuar”; es decir, falta de autonomía.  Aprobar los PGE, imprescindibles si quiere presidir el gabinete y gozar del despilfarro público, le hace parecer un zombi a punto del KO o muñeco del pin pan pun. Unidas Podemos, quiere ordeñar la ubre por la parte que colme (calme) a sus feligreses. ERC y PNV pretenden presionarla de manera distinta porque sus entusiastas adeptos exigen doble ración. Entre tanto, Madrid —sepultura del ególatra— y resto del país, innecesarios para satisfacer sus veleidades autocráticas, quedan situados en los arrabales patrios sufriendo desprecios e indignidades continuas. Proscribe cualquier territorio baldío o ineficaz para el escaparate.

Rubalcaba definió este gobierno Frankenstein porque quiere gobernar el país apoyado en quien pretende fracturarlo. Ahora, con la misma desgracia no obstante, veo un sistema absolutista ya que cumple a rajatabla el ritual del siglo XVI para elegir al rey: “Nos, que cada uno de nosotros somos igual que Vos y todos juntos más que Vos, te hacemos rey si cumples nuestros fueros y los haces cumplir; si no, no”. Antes eran nobles poderosos, entre ellos algunos barones. Ahora tercian poderes autonómicos específicos, pero no barones políticos. PP y PSOE son culpables únicos de esta situación anómala, poco democrática, por no cambiar la ley electoral creando una sola circunscripción para el Parlamento y diecisiete para el Senado. Si así lo exigiera la Constitución, se cambian los artículos correspondientes. Cualquier otro análisis que impida dicha medida significaría una desgraciada e interesada excusa.