TRANSVERSALIDAD DEL
SANCHISMO
Transversal, en su acepción quinta, significa “atañer a distintos ámbitos o disciplinas en lugar de encarar un problema o cuestión concretos”. Sinónimos: transverso, colateral, secundario, atravesado, entre otros. Los políticos, al igual que la judicatura y medicina, gustan de vocablos más o menos criptográficos para que su contenido no alcance al común de los mortales. “Transversalidad” es una palabra roma, es decir, sin punta ni filo al poco sesudo porque implica introducir un tema en la vida diaria para abordarlo de forma permanente, un hueso que ejercita la mandíbula. Su aplicación es el marketing social. Recordamos a Podemos conformando un movimiento transversal (más o menos efímero) con el objeto de conseguir —sin romper contornos— la unión de plataformas diversas, anticapitalistas, mareas, comunistas, etc., donde él fue únicamente la argamasa.
Lo transversal aúna
entidades diferentes, capaces de aislar lo antagónico, aplanando disonancias que
pudieran resultar incompatibles con la nueva realidad. Es decir, crea un cuerpo
sólido, poliédrico, con desaliñadas comparsas antagónicas. Es constituyente e
inspirador, pero huidizo y fugaz. Por el contrario, la transversalidad obliga a
todo desprendimiento anterior para presentarse inmaculada a la nueva estética.
Precisa de una desnudez plena, donde no quepa vestigio físico ni impronta o
reliquia ideológica previa. Tal desabrigo físico e intelectivo es lo más
parecido a la ficción. Lo único que me acerca a esta realidad compleja, al vacío,
es la sábana blanca con que nuestros ancestros tapaban aquellos fantasmas
infantiles. Luego, pasado el letargo, caía dicha prenda y debajo no había nada,
solo la angustia que Kierkegaard atribuía a la angustia de la nada.
El sanchismo es ejemplo
genuino de transversalidad: no es socialdemocracia, ni socialismo marxista, ni
comunismo; es un pingajo con pretensiones eruditas (desde luego ajenas a su
líder), imaginativas, para mantenerse y vivir, hacinándose, mientras intenta
abatir la democracia, su rival. Un día brota feminista para, a poco, convertirse
en osado del cambio climático, loable modo de conseguir el “confort terráqueo”.
A veces, toda esta artillería se complementa con una memoria que exhuma
cadáveres o rechaza el nombre de calles como si un simple desaire cambiara los
designios históricos. Alarma comprobar que un alto porcentaje de españoles no
vean qué futuro les espera si este individuo dispusiera de otra legislatura, a
expensas de las encuestas publicadas y del increíble comportamiento del PP. Es
para pensárselo muy seriamente aparte gustos enraizados.
Lo dicho anteriormente no
viene a humo de pajas. Basta con dedicar unos minutos a discriminar palabras y
hechos siempre; de manera precisa desde que Sánchez (tal vez detenta) un poder anómalo.
Más allá de los postizos vaticinios económicos, objetados por organismos
internacionales y nacionales, incluido el Banco de España; la sexta ola del
Covid que se cierne sobre nosotros, pese a una hipotética inmunidad de “rebaño”
por haber sobrepasado el cómputo establecido de la población vacunada
—superamos el ochenta por ciento— y la ayuda inestimable, quizás estúpida, de
un PP suicida, el sanchismo debe caducar en fecha próxima. Demasiados frentes
abiertos para, incluso con esa inigualable, artificiosa empero eficaz, maestría
propagandística con que se envuelve, evitar un descalabro que todos los
informes anuncian irreversible e irremediable.
Rajoy, ya en dos mil ocho, se dio cuenta del riesgo
(bien real, ya imaginario) que suponía para un bloque social, vocacionalmente compacto,
el diseño realizado con criterios transversales. Por eso dijo, algo inoportuno:
“Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”. Casado
menos escéptico, o más necesitado, pidió que se integraran sin tachaduras
(luego vino el affaire Álvarez de Toledo y ahora la estúpida rivalidad con
Ayuso). Sánchez desde el inicio tiene un mismo rompecabezas, pero adventicio,
sobrevenido y oscilante con sus socios. En conjunto, son incompatibles. Si
favorece a Bildu, verbigracia, se enfrenta al PNV de la misma forma que
cualquier guiño a ERC supone malquerencia en JxCAT. Sus estrategas —él no da
para tanto, a lo que se advierte— ansían destruir cualquier atisbo transversal.
En ocasiones, alargar deleites así, con gestiones y pliegos insondables, trae
desazón absoluta; es pura temeridad.
Desde que Europa proyectó
la salida de Iglesias del gobierno y podó cualquier yema o brote adyacente,
Podemos malogra toda influencia política y queda desahuciado como tal. A Colau
no le salen las cuentas para repetir de alcaldesa. Mónica Oltra empieza a
sentir parálisis pre jurídica y política. Mónica García no ve Más País. Fátima
Hamed presiente un lentísimo devenir en su Movimiento por la Dignidad y la
Ciudadanía. Yolanda Díaz debe sentirse excluida de cualquier causa porque su
comunismo fue borrado o difuminado. Así las cosas, los augures de Sánchez le
han xerografiado el partido que acoja toda la transversalidad feminista e
ideológica a la izquierda (¿?) del sanchismo; es decir, la nada magnificada. Yolanda
Díaz, ignoro si será apropiada para conquistar el plácet cesáreo, ha suavizado
posturas respecto a cuestiones laborales y fiscales. He aquí la hebra del nuevo
partido que unirá/demolerá toda la izquierda. ¡Pura transversalidad!
Tal empeño trapacero no
debe ser suficiente según profunda reflexión de sus cerebros. Con las encuestas
de por medio, Sánchez pierde La Moncloa y varios miles de holgazanes su vida
regalada. Es preciso otro golpe de efecto aprovechando la experiencia de Soria
Ya, Teruel Existe y lo rebajados que nacen sus señorías en la España vaciada.
El partido en ciernes se llama España Vaciada y según las últimas encuestas
pueden obtener entre quince o dieciséis diputados: dos tercios birlados a la
derecha y un tercio al granero siniestro. Con estos datos no cabe duda de quién
es el instigador, el que está interesado de proveer este negocio agrario. Aun
pronosticando la procedencia del voto perseguido, arrebatado, al agro
transversal, tengo mis dudas respecto al quietismo campestre y ninguna a las
falsedades vertidas por quienes se empeñan en mercadear votos con promesas
históricamente incumplidas.
España, si triunfa el brebaje,
erradicará la izquierda rancia, desaparecerá todo exabrupto anticapitalista, cualquier
destello extremado, aunque siga devorando la ración dogmática sempiterna, pero
de modo sigiloso, furtivo. Se evitará asentar una dictadura comunistoide (de
las que rebosa Iberoamérica), impopular aquí e ilegal y odiada en Europa. Sin embargo, un PRI (Partido Revolucionario
Institucional) a la mejicana pudiera ser conciliable con una UE más exánime que
frágil. Esta transversalidad nuda posibilitaría a Sánchez eternizarse en el
poder, salvo encanallamiento, excesos y abusos, que harían necesaria,
imprescindible, la llamada al pueblo zulú. Tal visión no es producto de ninguna
bebida espiritosa ni siesta robada al otoño que por estas latitudes valencianas
es, sin exagerar, insólitamente lujurioso. ¡Ay! qué pena me das, Casado.
España, me da más.
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