Desconozco que esta frase
tan popular se refiera alguna vez a personas dignas, activas y solidarias. Por
el contrario, suele señalar conjunción de individuos poco distinguidos en
virtudes por azar repentino o fatalidad elegida. Probablemente, en múltiples
ocasiones, analicemos con excesivo rigor el negativo apriorismo moral que
conlleva la acepción del proverbio. No obstante, no solo esa instrucción concluyente
—que imbrica hechos y adagios— sino la propia experiencia individual lleva a
una certidumbre incontestable. Tal ejercicio no implica pleno cotejo sino proximidad
a la norma que, como cualquier otra, se confirma con algunas excepciones.
Habría que ser muy mostrenco para no toparse en algún momento de nuestras vidas,
más en la coyuntura actual, con situaciones que proclaman lo exacto del
mensaje.
Tengo claro, asimismo,
que la indigencia política en nuestro país —con notorias y dignas excepciones—
alcanza cotas insólitas. Algo parecido ocurre en el resto de Europa, donde lo
complejo y mediocridad son confundidos para salvaguardar una hipotética
eficiencia tan difundida como inexistente. España, pese a todo, bate récords
históricos. Qué decir de un presidente que, aparte oscuros aconteceres
académicos, miente hasta cuando rectifica. Qué puede ofrecer a los ciudadanos
quien tasa fechas exactas de vacunación cuando barrunta que no va a poseer vacunas
suficientes. Cómo calificar a quien ha repartido ya ocho veces, dicho por algún
medio, el dinero que la UE le regatea por incompetencia y amistades
incompatibles con el statu quo europeo. Aparte propaganda y escaparate, merece
el epíteto vacuo; tal vez sea más exacto, aventurero, vividor y psicópata
narcisista, al decir del doctor Joaquín Sama.
Cuando las carencias
campan en espacios aislados, personalizados, formando compartimentos estancos, se
aminora el efecto pernicioso al limitar sus estragos. Sin embargo, cuando se
suman —jamás como proceso aprovechable, con expectativas de mejora— la resultante
es aciaga y dispendiosa. Todavía, si cabe, aumentan los suplicios gástricos
(nacionales) si mezclamos limón y vinagre; no digamos si uno es pura hiel. Sánchez,
por sí solo, acomete la misma demolición que cualquier elefante en una
cacharrería. Empezó engañando al afiliado, engaña hoy a propios y extraños con propuestas
que sabe incumplibles y terminará intentando engañar a Europa. Aquí se le
termina el terreno de juego, haciendo inútil los esfuerzos interesados de PNV,
independentismo catalán y Bildu, por sostener un gobierno que a poco dará sus
últimos estertores. Lo bastardo terminará por arrasar toda estirpe, tribu putativa:
el sanchismo.
Iglesias, comunista por
propia aseveración (apelativo definitorio, antidemocrático, liberticida), es un
individuo hostil al marco español y europeo del siglo XXI. Probablemente, o no,
su contribución fuera valorada en países concretos del tercer mundo, pero el
área occidental debe considerarlo inútil, pasado hace siglos. Él lo sabe y
Sánchez también. Pablo utiliza el populismo, la pompa hiperbólica y la simpleza
de sus acólitos, para vivir —con omisión de laureles casuales— como un
potentado. Ha descubierto, del mismo modo, compañera idónea, suplemento paradigmático.
Sánchez, sin que sirva de precedente, dijo una verdad en su vida cuando aseguró
que Iglesias le quitaba el sueño y a millones de españoles. Pese a ello, pudo
más su ambición y cálculo cortoplacista. Para conquistar y disfrutar algún
tiempo La Moncloa necesitaba a Iglesias, independentistas y Bildu. Así lo hizo.
Así nos va, así le va.
Iván Redondo (Sánchez no alcanza
tanto) ha laminado a Iglesias, pero también a Ciudadanos. Fulminar a Podemos,
ERC y Bildu, sobre todo, es condición sine qua non para formar parte del Club
europeo. Redondo y Tezanos cometieron un grave error de cálculo aquel verano de
dos mil diecinueve. Creyeron que Sánchez, en noviembre, quedaría mejor
posicionado —a costa de Podemos— para tratar el pacto gubernamental con un centro
algo disminuido. Ciudadanos, contra lo previsto, casi desapareció del escenario
político y no tuvo otra solución que pactar con quienes resultaban reacios a la
preceptiva europea. Ahora nos encontramos en bancarrota aunada a una crisis
sanitaria, laboral y económica sin precedentes. Su dilema es arduo: abandona el
lastre impuesto por los socios de legislatura o Europa no suelta un euro. Perversa
y delicada disyuntiva.
Conocer aquellos
personajes (quizás personajillos parásitos) que blindan y dirigen los fondos
públicos en vez del bienestar ciudadano, es fundamental para salvaguardar el
sistema democrático. Sánchez —actor principal por oposición a aquel otro que, al
ser un ente material, solo ocupaba un espacio físico en el escenario político— “desea
liderar la socialdemocracia europea, olvidando hipotecas pasadas y buscando el
equilibrio entre preparación-gestión e ideología”. Dentro, prioriza esfuerzos diseñando
una renovación integral del PSOE para su control absoluto. Ambos detalles acreditan
el mencionado retrato psicológico del doctor Joaquín Sama, especialista en
psiquiatría y neurología. Adelantándome a quienes pudieran invalidar tan
llamativo diagnóstico con excusas técnicas, alego que casos tan patentes no
precisan interacción doctor-paciente ni psicoanálisis de sofá; lucen solos.
Iglesias (aquel que en
dos mil catorce rodeado de chiquillada atronaba con su: “El cielo no se toma
por consenso, se toma por asalto”) hace un backward.
Una frase célebre indica: “de Madrid al cielo”. Aquel, despeñado, desciende del
cielo al arrabal de Madrid; eso sí, instalado en una mansión que disfruta en
nombre de “la gente”. Las encuestas, paradoja sociométrica, le dan diez
diputados pese a ser el candidato peor valorado, de largo. Desde luego su partido
será el último del escalafón, si sale, y asumiendo el hundimiento de Ciudadanos.
Deduzco que, a su pesar, ha descubierto el final del camino adornando una huida
hacia adelante, una fortaleza ilusoria, que le lleva a presuntos trastornos emocionales
cuando garantiza terminar con la educación concertada. Ni sabe, ni puede; sigue
sin ver sus pies de barro. Nunca tuvo vida propia pues ha sido sostén, apoyo;
sí pedestales, óbolos y buen vivir. Al fin, lo que buscaba.
Sinteticemos. Aunque no
sea lo habitual, Dios (por seguir el dicho) y la naturaleza crean personajes poco
lúcidos, extravagantes, impostores y, aún peor, malignos. Aislados, queda relegada
su carga al ámbito familiar, lindero, sin que el efecto diabólico supere límites
soportables. Lo inquietante surge al encontrarse. Entonces se agrava la maca y
esa adición causa un impacto tremebundo. Si miramos con rigor los frutos del tándem
Sánchez-Iglesias en casi tres años, el alcance no puede ser más desalentador.
Esperemos que la marcha del vice no resulte algo postizo, un simulacro grosero,
pudiendo anotar, al menos, entendimiento efectivo con el partido opositor para desbloquear
ciertas instituciones esenciales en los regímenes democráticos. Como colofón, mencionemos
también el ayuntamiento de medios audiovisuales cuya asistencia ha sido
esencial para llevarnos al infortunio.
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