Acción y reacción son fenómenos simultáneos. Por esto,
poco importa lo idóneo o inoportuno del epígrafe y los párrafos que integran el
artículo. Menos si quebranto ese margen de cortesía cimentado en la centena.
Recién salido del paritorio oficial, el gobierno, diligente (mascullando
extraordinarias urgencias), ha empezado a imperar, tal vez por rebote a la
calma advertida antes de venir el parto derecho; en realidad apremia prorratear
la ingente deuda sin sobresaltos. Confiesan un grave traspié cuando apuntan que
la situación se muestra mucho peor de lo esperado. ¿De qué se asombran si
llevan gobernando seis meses casi todas las autonomías; causantes, según
indican y por añadidura, del vigente
estado ruinoso? ¿Patraña o cura en
salud?
Discrepo de ese aforismo estricto y capcioso: "No
hay peor ciego que quien no quiere ver". El invidente involuntario padece
la tiranía del reglamento. El que abraza la farsa tiene margen de maniobra.
Puede entornar los ojos, mirar de soslayo o adentrarse en la perspectiva
bordeando el peligro de enfocar únicamente la tapadera. Mantener el órgano
operativo, al margen de su eficacia,
permite idear una evasiva a la carta, creíble y ponderada.
Definitivamente argucia y ceguera son antitéticas. El político, en su ilimitada
apetencia de seducir al personal con quimeras y sortilegios, acude al refranero
para endilgar alegaciones sugestivas. "Todo lo que no se cata es
dulce" justificaría la disparidad de criterio en la oposición y en el
poder. Ortega y Gasset supo formularlo con absoluto rigor cuando añadió al yo
el atributo circunstancia.
Será chocante y fortuito, pero el PP hasta ahora
gobierna las vísperas. Al menos así lo proclama porque el Consejo de Ministros
representa, impulsivo, el acto básico de la gobernanza. Sus dos primeras
sesiones, donde se tomaron acuerdos capitales, terribles, ocurrieron el
veintitrés y treinta de diciembre, asimismo vigilias muy significativas en la
civilización cristiana. El día treinta, además, ocurrieron dos novedades: el
acierto de anticipar amarguras prescritas, para poner buena estrella al nuevo
año, y la desaparición táctica de Rajoy, abrumado quizás por fervorosas y recientes
manifestaciones que oscurecen (ennegrecen mejor) ese previo introducido por la
vicepresidenta cuando aunaba crudeza y compromiso presidencial de someterse
siempre a la verdad. Había tan poco fervor que el mero anuncio de subida
impositiva, extrema, variada, dejaba al descubierto una laxitud indecorosa. A
menos de un mes vista, don Mariano se desgañitaba en afirmar lo contrario de
esto que ahora doña Soraya revocaba con aparente disgusto. Adornaba la derrama
(detalle poco original) con un epíteto postizo. "Impuesto solidario".
¿A que suena bien? ¡Pero si parece más llevadero!
La reciente confrontación electoral no ha servido para
nada. Ni el ciudadano (desde ahora contribuyente) practicó su soberanía ni los
políticos interpretaron el resultado. Unos siguen obviando el desastre y otros
tasan mal la falsa victoria. El PSOE pretende encontrar ese camino que perdió
hace años dejándose guiar por quien lo condujo al laberinto. El PP, indeciso,
impotente, preso de sus ofertas, de sus facundias, copia la estrategia errática
del rival. Como novedad, airea de forma
ostentosa su compromiso de no engañar jamás a los españoles, de no callar
incluso acontecimientos espinosos. Sin embargo miente. Lo hace al anunciar, sin
cortapisas, la subida de las pensiones armonizándolas al IPC (soy pensionista y
este año dos mil doce cobraré menos). También cuando se sorprende, ajeno a la
sospecha, de la desviación del déficit
en dos puntos; germen (así expuesto) que ha forzado las medidas extremas.
Hemos referido sólo una minucia del escenario
económico. Quedan vírgenes el social e institucional. Arranca el curso y ya
padecemos controversia. Ciertos guiones desazonan. Señor presidente, España le
concedió una mayoría absoluta a fin de dar la vuelta al calcetín pero "para este viaje no se necesitan
alforjas". Algunas declaraciones primigenias y la celeridad probada en
homenajear a quien trajo menoscabo, levantó esa polémica inútil de si usted
practica una política liberal o socialdemócrata. Personalmente pienso que da igual
galgos o podencos; pues, a la postre, son todos perros.
Poco a poco la ilusión crea desesperanza y el
optimismo desgana. Usted señor Rajoy, al igual que en el cuento, no es nuestra
madre; enseña una patita que recusamos, que nos intranquiliza, que nos
desencanta. Aparece una patita falsa, hecha de bruma y de holganza.
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