viernes, 31 de julio de 2015

UN CAMBIO DE DIÁCONO NO ENTRAÑA AUMENTAR EL CRÉDITO


Julio, canicular y porfiado, acaba con una noticia sorprendente: la asignación de García Albiol como candidato a la Generalidad catalana en los próximos comicios. Rajoy fulmina, de hecho, a Alicia Sánchez Camacho. Aunque, desde mi punto de vista, esta señora finiquita todo optimismo, me disgusta su cese in péctore. Aseguro que, desde cualquier otero, la situación del PP catalán -e incluso nacional- supera el hecho artificioso de exhibir rostros nuevos o viejos con suficiente juego. Las caras, con el tiempo, se desfiguran en caricaturas, cierto. Sin embargo, estas no añaden, de forma necesaria, lastres ni defectos al original. A los sumo deforman el trazo consiguiendo resultados casi metafóricos.

Los partidos, cuando ven mermar sus expectativas electorales, jamás modifican argumentos ni conductas; renuevan diáconos y, en contadas ocasiones, sacerdotes. Retocan el perfil, la pauta, para que (siguiendo criterios lampedusianos) nada cambie. Podrían atender reivindicaciones y deseos similares a aquellos que cualquier prócer alienta. Pese a todo, el ciudadano siempre recibe un portazo como respuesta a sus demandas sin que el individuo ose tomar medidas drásticas para responder a tanto desprecio. Joaquín Leguina -intelectual estoico, espíritu libre y sin complejos- se dejó decir jornadas atrás: “Va siendo hora que alguien significado diga algo políticamente incorrecto. El ciudadano se equivoca en numerosas ocasiones”. Considerar intocables a quienes administran la cosa pública es el mayor error de todos, agrego yo.

Zapatero dejó al país hundido en la miseria material y moral. Rajoy, sorprendentemente, sigue el guión sin desviarse un milímetro. Tras Zapatero vino Rubalcaba, un aderezo oneroso e inconsistente. Permitió que el PSOE transitara por el período más anodino de toda la Transición. Le sustituyó Pedro Sánchez, un joven inédito que arrancó alguna esperanza. A las primeras de cambio pudo constatarse cuánto podría dar de sí. Aquella palmaria frase: “Pactaré con todos a excepción del PP y Bildu”, tan miserable e injusta, puso de manifiesto su dimensión de estadista, al tiempo que le inhabilita para ocupar la Moncloa. Tan exclusivo sectarismo le confiere un elevado grado de incapacidad para ocupar cualquier compromiso gestor. Ningún Presidente riguroso excluiría a sigla democrática de cualquier pacto que pudiera beneficiar al contribuyente. El votante debiera pedir a gritos un repuesto urgente bajo la advertencia de abstención total. Esta amenaza es hoy la espada de Damocles con que conviven nuestros políticos de baratija. Conforma su tendón de Aquiles.

Rajoy representa la gota que colma el vaso. Tras una legislatura de arrumacos con el nacionalismo burgués llega al epílogo de que tal escenario le deja sin apenas representación. Saca de la chistera, entonces, a Xavier García Albiol para corregir el declive. Se trata de un diácono con altura, pero necesita a alguien milagrero. El PP catalán, tiempo ha, perdió toda credibilidad junto al PSC. Uno y otro fueron generosos en concesiones a cambio de apoyos puntuales. Una política de Estado hubiera permitido gobernar al mayoritario con respaldo exigente del opositor. Tan confortable remanso ha costado demasiados platos de lentejas. La crisis -junto a políticos truhanes, prepotentes, aventureros, sin cota moral- trajo esta inmoderación reciente que deja a Cataluña al borde de la ruptura social. UPyD, con gran sentido, propone una plataforma constitucional que contrarrestase el efecto de la independentista. Estoy convencido de una respuesta muda por parte de PP, PSOE, Ciudadanos e Izquierda Unida. Entonces, ¿a qué piar? PP y PSOE, al menos, han cosechado méritos para convertirse en siglas testimoniales. Merecen la abstención masiva.

Cataluña importa a Rajoy igual que a Pedro Sánchez: un bledo. Aquel siente un horror tremendo en tomar medidas quirúrgicas. Este solo encuentra un camino tan extravagante y misterioso como incierto: el federalismo. Si les importara, ambos crearían un gabinete de crisis para analizar el problema jurídico-social que se avecina. No se puede incumplir la Ley gratis, sin consecuencias. Terco y errado (aun herrado), el PP acomete a Ciudadanos, su puntal. Allende la vituperación rutinaria, escasean argumentos sólidos para convencer al votante ahíto de verborrea fatua. ¿Qué estratega, para recuperar la credibilidad, sustituye un programa reformador por la invectiva al rival próximo? Quizás sea peor enarbolar bandera de incapacidad suprema. Hay que ajustar aptitudes y trayectorias.

El PSOE, extraño hombre de paja, centra su contra argumentación en una España federal confusa, hipotética, que lleva impreso un lema: “es peor el remedio que la enfermedad”. Izquierda Unida se desgañita ansiando consolidar unas siglas mortecinas debidas al ciclón Podemos, espontáneo y destructor. A su vez, en justa correspondencia, da una dentellada a Pablo Iglesias -líder ególatra del nuevo aunque periclitado partido- con el advenimiento de Ahora en Común. Alberto Garzón, político (no hay más de dos) al que le compraría un coche de segunda mano, manifiesta un discurso económico inviable en el actual statu quo. Sin embargo, me parece un joven honrado, juicioso, que trae aire fresco, descontaminado, a este chiringuito maloliente y perverso.

Que no espere el PP ganar las próximas generales con mayoría suficiente para encabezar un gobierno estable. Ningún partido, salvo Ciudadanos, UPyD (en bancarrota) e Izquierda Unida constituye alternativa intachable. Podemos significa confusión económica y tinieblas en libertades individuales. Se impone la abstención para ilegitimar este sistema corrupto, cleptómano, que castiga salvajemente a las clases medias.  No nos sirven lucubraciones sobre socialdemocracia, liberalismo o comunismo planificado. Se requieren menos teorías y más voluntad de servicio al ciudadano. Lo demás, debemos considerarlo principios teoréticos seductores, no siempre, pero vanos. Veremos qué nos depara el futuro al día siguiente de las elecciones catalanas o nacionales. Yo, personalmente, preveo reducidas novedades gane quien gane.

Los españoles tenemos que diseccionar adecuadamente la terminología política y su entronque con la realidad.

 

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