Llevamos unos días
convulsos. Que yo sepa, Grecia es el primer país europeo en sufrir un
“corralito” revelador e ignominioso. Inquieta que el crisol de la cultura
greco-romana se zambulla en concurso de acreedores. Esta dentellada moral
importa poco al individuo griego que sufre la mancilla del materialismo
exigente. Acostumbrada a un statu quo engañoso e irreverente, Grecia exige
trato hospitalario, casi asistencial. Europa teme que pueda extenderse esta
llamada a la providencia y quiere cortar por lo sano, sin contemplaciones.
Podemos, que todavía no es España, mira espantado el derrotero (claramente siniestro)
que toma el marco de los debates entre un David intrigante y el Goliat arisco.
Además, y aquí viene la inquietud de nuestro Syriza patrio, tal litigio tiene
final anticipado.
Se dice, ignoro si como
excusa o cargo, que Grecia entró en el euro adulterando datos precisos.
Sospecho que hubo otros falsarios documentales, amén de reglamentarios. Sin
embargo, hay sobrada certidumbre de que estos ardides tuvieron escasa
influencia en la estabilidad o inestabilidad de la moneda porque la falacia fue
recíproca, consentida, y sus secuelas anticipadas. Hacerse ahora de nuevas
forma parte del histrionismo, asimismo enmascaramiento, con que se bautizó al
retoño europeo. Ciertos países, entre ellos España, no entraron en la
Comunidad; fueron magnetizados por su halo o por gobernantes ahítos de ofrecer
algún rédito político. Alemania, Francia, Países Bajos o Italia -esta en menor
medida- acumulaban grandes excesos de producción que ponían en riesgo un
notable equilibrio económico. Debido a ello, unos y otros cerraron los ojos
contaminando también el euro. Ahora preocupan estos lodos.
Que Grecia no puede
pagar la enorme deuda es archiconocido desde hace decenios. Años atrás ya se efectuaron
quitas importantes, jugosas. Creo que todo el mundo (deudores y acreedores) era
consciente de tan anómala situación. No obstante, nadie daba un paso para
alterar ese acuerdo tácito que tutelaba una relación enfermiza. Tuvo que ganar
Syriza con quimeras y desplantes para que la entente quedara rota. Algunas
afirmaciones arrogantes, pruritos -suicidas más que decorosos- y desplantes
innecesarios, de consumo interno, forzaron el pulso económico-político. Al
fondo, se observa una ciudadanía que paga el triste peaje de su ligereza. Los
errores se pagan. Ya casi nada es gratis en este mundo tan competitivo y
globalizado. Además de penoso, es totalmente injusto que los éxitos sean
disfrutados solo por gerifaltes mientras cualquier fracaso lo expíe, cruzando
un inhóspito desierto, el pueblo llano.
El Estado griego lleva
tiempo siendo paternalista, una ONG de amplio porte social que financia la
Troika. Probablemente en su inicio -como a otras naciones, entre ellas España-
se les prestara sin límite para elevar de manera artificial su poder
adquisitivo. A la vez, los países prestamistas veían contraerse sus stocks. A
poco, estos fueron menguando en proporción inversa al saldo impagable de los
deudores. Casi todos, ebrios de consumismo, acumularon pasivos imposibles. Pero
el problema económico se vuelve político a causa de dos aspectos fundamentales:
quitas aparatosas y talante altivo. El primero sienta un precedente
resbaladizo, tozudo. El segundo alumbra una respuesta fría, cortante,
inmisericorde. Se pasa así de la restitución al reto, del concierto a la
discrepancia, de las tributaciones a los atributos; es decir, se imponen
órganos extraños al intelecto.
Téngase presente que nadie está libre de enrocarse en vericuetos insólitos.
Alguien expresó sin
contribuir al eufemismo: “Si Grecia sale del euro es una mala noticia pero si
se queda es peor”. Al momento, existen parejas probabilidades de lo uno y de lo
contrario. Creo que se quedará por esa transmutación del apremio económico a
extravío alarmante del status político, si al final se abrazara a Rusia.
Estados Unidos presiona (¿involuntariamente?) para que el gobierno heleno, bajo
una cutícula victimista, se aproxime a la esfera rusa. Si ya es preocupante el
conflicto ruso-ucraniano, con Grecia potencial aliado volverían a enfriarse las
relaciones ruso-americanas provocando, quizás, una inminente “guerra fría”. El
FMI, puede que paradójicamente dirigido, tiene especial interés -casi por
generación espontánea- de mitigar las exigencias rigurosas de hace días.
Incluso aventó la absoluta necesidad de una nueva quita para hacer viable
cualquier trámite respecto a la deuda. ¿Hay gato encerrado? Es posible.
El calor infernal de
este julio madrileño, en donde me encuentro por un tema familiar, posibilita el
ardor de mi mente que deviene delirante. Sin embargo, la realidad supera en
demasiadas ocasiones las fantasías más pasmosas. Syriza abre el Mediterráneo
que puede cerrar Podemos. ¿Pura casualidad o proyecto político-militar para
forzar posturas? No conozco los entresijos de la política griega pero me parece
sospechosa la facilidad mediática, asimismo económica, para que -dentro del
ámbito capitalista- un movimiento revolucionario radical consiga tantas
facilidades. La débil economía japonesa, la enorme burbuja financiera
americana, el absorbente capitalismo chino, la expansión del fundamentalismo
árabe, junto al problema ruso-OTAN en Ucrania, ponen al mundo en estado
crítico. La Alta Política es tan misteriosa, tan compleja de razonar, como el
dogma de la Santísima Trinidad.
Dudo de la efectividad
que dejará el referéndum mañana. Consecuente con mi tesis, pienso que tendrá
nulo alcance porque todo está previsto sea cual sea la respuesta ciudadana.
Grecia se convierte en caricatura para cambiar de ubicación y de biombo. Es el
catalizador idóneo, la excusa decisiva. El pasado siglo, dos imperios cercanos
-Austria y Prusia- junto a otros dos lejanos -China y Japón- constituyeron
sendos veneros de enfrentamiento bélico que causaron millones de muertes en
todo el orbe. Fue una horrible manera de resolver sucesivas crisis sociales y
económicas. Por desgracia, quizás la única. Cuando el hombre pierde su oriente,
la tragedia le vuelve al camino correcto. Eso indica reiteradamente el devenir
histórico.
Entre tanto, Tsipras
solo es un personaje de la farsa. A lo
peor, un aventurero más de los que abundan por nuestros lares. Respeto, aun
admiro, a quienes pretenden escalar puestos altos de la pirámide por méritos
propios -no necesariamente intelectivos- o por necedad social. Me repelen, a la
vez, aquellos que esconden su natural tras disfraces y máscaras haciendo de la
estafa su ambigua tarjeta de presentación.
De momento Grecia, en
principio sola, se encuentra en una difícil encrucijada. Puede que mañana nos
toque a nosotros. Por esto, debemos sumarnos a su expectación por encima de
síes o noes tan impostores como inútiles. Algunos afirman que votar no, es
afirmar la democracia. Me aburre tanta indecencia política.
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