Queda lejos de mi intención, salvo el epígrafe, referirme a
la comedia de Rojas Zorrilla, escritor del siglo XVII. Cierta es, sin embargo,
la semejanza entre argumento y situación política actual en este país desdeñado.
El personaje central de la comedia, don Lucas, es una persona histriónica, avara,
necia, que compite en ridiculez, y pierde, con estos bobos nativos llamados
Sánchez e Iglesias. Desarrollo dramático y juego político se parecen como dos
gotas de agua. Aquel, gira en torno al casamiento de varón rico, aunque feo,
con dama pobre, pero hermosa, buscando ambos una felicidad siempre huidiza.
Este, menos romántico, alude al intento de matrimoniar PSOE y Podemos (o sea,
Pedro y Pablo) para introducir acuerdos que lleven a buen puerto las
tribulaciones propias, personales, bajo la excusa redundante de conformar un “gobierno
progresista, que se desviva por el bienestar ciudadano”, que ya tiene guasa.
Ahora, en este momento de zozobra, el escenario -al igual que
en dicha comedia- está abarrotado de protagonistas bobos, tal vez listillos, unos
y otros. Muy pocos se salen del papel exhibiendo infrecuentes cualidades
intelectuales. Creo que el apartado “bobos” se ceba con el pueblo soberano;
mientras, los “listillos” acrecientan día a día la camarilla política. Algunos
medios, fundamento estructural de la conciencia pública, se han vendido al
mejor postor no ya por réditos pecuniarios, que también, sino por un prurito
“progre” muy bienquisto. Advertir qué líneas editoriales alimentan diariamente
los medios audiovisuales constatan lo dicho. Aparte, no necesitamos hurgar demasiado
para sugerir sobrados ejemplos que reniegan ostensiblemente de la ética
informativa. Principios hegemónicos marxistas, complementados por esa deriva
acomplejada de la derecha, permiten que una mayoría de medios audiovisuales tengan
alineación izquierdista. Incluso aquellos que recibieron subvenciones o ayudas
pródigas de la anterior vicepresidenta del gobierno, señora Sáenz de Santamaría.
Cuatro meses y medio llevamos desde que las últimas
elecciones, hasta el momento, dieran una victoria pírrica al PSOE. Realidad
aparte, su secretario general -junto a esa caterva de conmilitones amaestrados
que conforman el núcleo gubernativo o duro- idealiza un eco pleno de halagos.
“España ha votado un gobierno socialista”, “los españoles desean un gobierno
progresista”, son dos eslóganes que constituyen el sumun del retorcimiento
semántico. Sí, eslóganes falsos de toda falsedad porque España no ha votado
ningún gobierno socialista ni progre; menos aun aceptando el concierto de
Podemos, partido autoproclamado comunista por su líder supremo. Insisto, ¿puede
adjetivarse progre algo que provenga de un partido comunista? No, ni
democrático.
He aquí la fuente de mis incertidumbres. Cuatro meses y medio
sin gobierno, sin tener estabilidad en las instituciones y finanzas nacionales
(amén de autonómicas), es una coyuntura propia de bobos consumados. Surge, a
renglón seguido, ese interrogante lógico, atrevido, necesario, de si hablamos
de Pedro y Pablo o acaso de una ciudadanía presta a comulgar con ruedas de
molino. Porque… si bien la representación es evidente, queda por determinar a
quien se asigna el papel de bobo. Ante otro marco distinto, no me dolerían
prendas en asignárselo al pueblo sin titubeos, porque “el necio manda y el
tonto anda”. Vista la eventualidad actual, a priori -y hasta conocer el
resultado electoral, si hubiera elecciones- el atributo bobo, ex aequo, se lo
llevarían Pedro y Pablo. Solo así podría entenderse que a estas alturas permanezcamos
huérfanos de gobierno.
La sesión parlamentaria de control gubernamental lució
todavía más un insólito juego de obtusos que toman el Parlamento como ring, no
tanto boxístico (deporte limpio) cuanto mezquino. Aquí se igualaron formas y
contenidos en una atmósfera contaminada por afanes espurios, siempre
fastidiosos para el individuo llano. Me aburrió el informe europeo que
desmenuzó exultante, tardío, un presidente farolero, subido al doble estrado
material y anímico. “La ignorancia es muy atrevida”, aventura un adagio popular
que, no obstante, se queda corto en este caso. El pugilato incruento entre
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, ya frecuente, pasará a los anales del rifirrafe
acerbo. No guardaron en la canana cartucho alguno por disparar. El viejo e
inacabable debate: coalición o gobierno de apoyo -probablemente debido a total
impostura, a mascarada pundonorosa que los delata- truncó desbloquear un
horizonte plomizo.
Dejo para mis amables lectores la opinión que les merecen los
hechos siguientes. El PSOE obtuvo en las elecciones generales ciento veintitrés
diputados. Desde esa fecha, el presidente en funciones y voceros adjuntos siembran
que la ciudadanía ha votado un gobierno de izquierdas y Sánchez debe ser su
presidente bienhadado. Quien sepa sumar, intuye que necesita cincuenta y tres
diputados para conseguir mayoría absoluta y así conformar un gobierno estable.
Podemos le ofrecía cuarenta y dos, pero exigía una vicepresidencia y varios
ministerios. Sánchez excusó su negativa argumentando neciamente que él
(Iglesias) era el problema. Este dio un paso atrás con la intención de manejar
los hilos a su antojo desde fuera. El candidato, esclavo de su palabra, le
ofreció una vicepresidencia y tres ministerios algo vacíos de contenido. Inesperadamente
el líder morado no aceptó, quedándose compuesto y sin novia. Error de bobo
sustantivo.
Ignoro si fue estrategia de sus asesores más conspicuos o
prueba insoslayable de que padecemos un bobo con pedigrí. Tuvo dos fallos
apoteósicos e ignominiosos: trascender que su socio preferente era UP para
luego vetar (inadecuado comportamiento de un presidente, aunque sea en
funciones) al líder ante un discutible gobierno de coalición. Iglesias, otro
bobo solemne, tuvo en su mano a Sánchez cuando le ofreció una vicepresidencia y
tres ministerios. Aceptando, UP -el líder en la sombra- hubiera demostrado su
valía en la gestión con probables réditos futuros. Dijo no, lo dejó escapar y
ahora le pesa implorando, rastrero, servil, aquello a que renunció hace unos
meses. Más allá de narcisismos ostentosos, nocivos, me escandaliza que la solvencia
patria, la estabilidad nacional y el bienestar social, dependan de los acuerdos
a que deben llegar dos bobos presumidos más que presuntos.
Merece destacar el juego que se traen en Cataluña los
políticos independentistas. Como dirían en mi pueblo, aquí la romana hay que reseñarla,
tomarla, por las arrobas. Estos señores, sin excepción, baten todos los
registros de la estupidez, del fraude y de la artimaña, superando cualquier
cálculo por generoso que este sea. El bobo -queda confirmado- carece de exclusividad,
origen y magnitud.
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