Uno -a veces, cuando
duerme- se siente angustiado por pesadillas propias de la niñez. Recuerdo, en
mis años casi infantiles, al monstruo de dos o cuatro patas que me perseguía
impasible sin alcanzarme. Resultaba extraordinario advertir cómo sus
movimientos eran proporcionales a los míos en una carrera sin fin. Nos
diferenciaba mi sudor frío y su rictus voraz. Ignoro si aquellos episodios
significaban la continuidad del niño inquieto, perseverante en la vela. Nunca
me ha interesado conocer qué encerraban aquellos sueños al parecer bastante comunes
en esas edades. Ahora, las congojas me las producen agentes externos con rostro
tranquilizador, pero de parecida monstruosidad. Aquellos, al cabo despierto, sucumbían
bajo la tenue luz que atravesaba una ventana interior. Estas, no hay forma
humana de vencerlas, de apartarlas de tu vida, porque son reacias a dejarte en
paz.
El eudemonismo es una
actitud que permite al hombre encontrar su felicidad. Se piensa que el origen
filosófico del Estado radica precisamente en conseguir este objetivo. Para ello,
es imprescindible entregarse a una autoridad opuesta a cualquier poder que acarree
tiranía y penurias. Kant era partidario del deber como concepto fundamental y
camino idóneo para alcanzar una felicidad transitoria. Lo malo e insoluble acontece
cuando el político gusta de haberes mientras huye de los deberes. Cuarenta años
desde que enterramos la dictadura, han servido para comprobar el grado de
indigencia moral e intelectual atesorado por nuestros prohombres. Sin ánimo de
hacer comparaciones, temo que haya una distancia astronómica entre el estilo
del sur -falto de ética y estética- respecto al que se da en los países
septentrionales. Al menos, eso indica el tópico.
Iniciamos junio, mes
rebelde e irregular, con la derrota de Rajoy en jornada que llevó a Sánchez al
gobierno. Expresé inmediatamente -contra elogios excesivos, laudatorios- mis
dudas acerca de la dignificación democrática aneja a aquella derrota
inesperada. El procedimiento fue legítimo, legal, pero el trasfondo olía a ambiciones
o rencores personales y colectivos, no a discrepancias doctrinales. Nadie puede
creerse cismas ideológicos, salvo concepción del Estado Autonómico, entre PP,
PDeCat y PNV. Asimismo, referente al biombo de la corrupción, los censores
cerraron ojos y oídos a la que acopiaban siglas validadoras. ¿A situaciones así
llaman frívolamente dignificar las instituciones? ¿Era el eudemonismo materia
de análisis? Cada cual juzgue a su criterio razones ocultas y sinrazones ostensibles.
Renuncio a poner nota al nuevo
examinando. Me parecería precipitado e injusto corregir tan repentino tareas que
viene realizando. Queda tiempo, o no, para abordar el foco de observación, para
engrandecer el campo visual. Suponiendo que cayera el gobierno de forma fulminante
por su propia deslealtad, la nota iría implícita en dicha contingencia; luego,
no parece apremiante someterlo a prueba específica. Algún paso inicial, podemos
apreciarlo como síntoma más que como suceso. Litigio de promoción y no de praxis.
Sea cual el resultado, Sánchez lo tiene difícil. Si cumple presuntas promesas el
PSOE entraría en erupción y si no lo hiciera su aislamiento debiera tener
consecuencias definitivas. Cualquier grupo heterogéneo, discordante, produce
antes que después efectos corrosivos.
Al epígrafe que abre el
artículo, me llevó mi desapego con lo hiperbólico y, de rebote también, cierto rechazo
a la ligereza. No obstante, sin caer en excesos, podía haberme referido a tales
efectos trágicos en plural. Entre los tsunamis virtuales, presuntos y reales,
este ejecutivo tiene visos de batir varias marcas sin despeinarse, en socorrida
frase popular. Podríamos sumar al ingénito de la moción unos cuantos más con
entidad potencial o confirmada. Lo del efímero ministro de cultura y deporte
fue un pequeño maremoto a causa de los vientos renovadores y retóricos (puro
voluntarismo hueco) del presidente. Incluso el relevo recibe un plácet que se
le negó al primigenio. Vicisitudes, en cuantiosos órdenes de la existencia, deslindadas
por esa perspectiva filosófica llamada fenomenología.
Dos son los tsunamis que
acechan al actual gobierno. Uno procede de la cada vez mayor zozobra al
desconocer, tras quince días, el proyecto de país que tiene Sánchez y que debió
desmenuzar con detalle cuando presentó su moción. A estas alturas, el traído y
llevado plasma gana peso comparándolo con los tenaces silencios actuales.
Ocurren lances que anteriormente hacían clamar a la oposición y a los medios. Ahora,
con mayor pujanza, calla quien antes se desbocaba. Advierto apatía, prudencia
cosmética o ineptitud. Tal vez un combinado selecto cara al proceso electoral
que se otea próximo dado el número de diputados con que cuenta el PSOE. La astucia
del presidente -que no afecta al bienestar ciudadano- le dicta caminar con
trayectoria definida por el anterior ejecutivo antes que prodigarse en
experimentos, previsiblemente pactados, cuyo efecto electoral sería apocalíptico.
El otro, dudo de su
sincero arranque, viene definido por las cargas soberanistas. Se reclama -entre
distintas menudencias pecuniarias- acercar presos al País Vasco y Cataluña sin
formular matices. Es innegable, de momento, que el presidente catalán y todo su
gobierno se salta a la torera leyes y recomendaciones del Tribunal Constitucional.
Echa un pulso manifiesto a este gobierno débil que se ha aupado mediante
procedimientos antiestéticos e inusuales. Malo si calla, peor si no actúa.
Esperar el manido tópico del diálogo es tan estéril como pedir orden en un
motín, ya que ellos fían todo a la confrontación. Según qué situaciones o
escenarios nos encontremos, se requieren vías de acuerdo u hostilidad.
Quiero terminar, de
puntillas, analizando el pequeño tsunami que se cierne sobre el “Acuarius”. Señalar
actores que persigan desgracias ajenas, asimismo huérfanos de sentimientos
humanitarios, me parece rastrero. Estoy convencido: existen buenos deseos con
independencia de ideas o doctrinas. Por este motivo, holgarse ebrios de gloria,
hacer gestos fútiles, impostados, sirven para lo que sirven. Advierto un
contrasentido entre el proceder oficial sobre los migrantes que llegan en
patera, o saltan las vallas de Ceuta y Melilla, respecto a los centenares
repudiados por Italia y Malta. Oponer muertos y solidaridad -amén de loar políticas
determinadas- me parece ruin, argumentación sectaria y populismo corruptor. El
problema es mucho más complejo y no sirven soluciones simplonas, casi
maliciosas. Su resolución no corresponde a Naciones aisladas sino al mundo desarrollado,
en este caso a Europa.
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