Nudo gordiano es una
expresión que se utiliza para indicar dificultades prácticamente insalvables.
Desde hace siglos, el nudo gordiano de la convivencia nacional lo conforman
gobernantes y políticos de todo signo. Asimismo, entremés indica ese deleite
alimentario que abre camino a las diferentes viandas. Puede utilizarse también,
metafóricamente, como compás de espera para cuestiones vertebrales. Ahora, la
situación patria se encuentra inmersa en esos entremeses sin fin. Los españoles
esperamos, al parecer de forma inútil, que nos sirvan no digo la carta sino el
menú del día; ese alimento mínimo, de subsistencia, para seguir sufragando una
política absurda. Decía Wittgenstein: ”Nada es tan difícil como no engañarse”.
Cierto, nosotros llevamos siglos cometiendo deslices y hoy, pese al decir de
mucho ignorante sobre la preparación de las nuevas generaciones, batimos el
récord de errores propios.
Corría el año mil
ochocientos setenta y tres, cuando Figueras -primer presidente de hecho- dijo
aquella memorable frase “Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos
nosotros” y abandonó el Parlamento sine die. Cortó por lo sano el nudo gordiano
(cual Alejandro Magno redivivo) que la necedad había construido. Sí, cortó el
enredo pero no aniquiló la estulticia que, a poco, elaboró otro de semejante
desorden y de consecuencias siniestras para España. Costa, fundador del
regeneracionismo, pretendió desenredar sin abrir cismas sociales aquella nueva
componenda concebida por un liberalismo elitista, a menudo antisocial. El
revisionismo lampedusiano de Maura, Canalejas y Dato, condujo inclemente a la
dictadura primorriverista y posterior Guerra Civil. Casi medio millón de
muertos y cuatro decenios de dictadura han servido para poco. El pasado vuelve
con saña.
PP y PSOE (o viceversa), junto
a un nacionalismo corrupto, llevaban cuarenta años alternándose en el gobierno.
A la chita callando, iban construyendo un régimen democrático viciado, injusto,
nauseabundo. Comprada presuntamente la complicidad del nacionalismo catalán -“si
cae el árbol caerán también las ramas”- socialistas y peperos (antiguos
liberales y conservadores) cimentaron un Estado sosias de aquel que propició
las mayores revueltas sociales de la España contemporánea. Por mucho que ambos
se rasguen ahora las vestiduras,
manosearon la Constitución a su antojo, permitiendo una soberanía popular de
apariencias. Semejante caldo de cultivo fue venero de partidos frescos, acicalados
con ademanes desconocidos. Idéntico rigor esgrimo al asegurar que Podemos es un
partido totalitario en su fundamento, metodología y praxis, que cuando pongo en
cuarentena el fervor democrático de PP y PSOE, orlados por el resto de siglas, según
trasciende de su gestión. Enronquecen asegurando que los partidos son esenciales
para implantar un sistema de libertades, pero también dice la Constitución que
deben conducirse de forma democrática. ¿Lo practican? No. “Quien se mueva no
sale en la foto”.
Próceres diversos
manifiestan que la sociedad habló el 20D. Así será si ellos lo dicen. Sin
embargo, demuestran estar sordos u oyen demasiado. Por mucho reclamo que expongan,
el ciudadano les importa un bledo. Ambicionan poder, nada más. El PSOE no habla
con el PP porque cree perder votos. El PP pretende seguir gobernando sin mover
un dedo para conseguirlo. Iglesias, siempre gestual, no quería compartir
gobierno con nadie porque esperaba asaltar el cielo. Ahora que lo ve inaccesible,
exige prerrogativas y ministerios a la par cobijando su audacia bajo la
ambición ilimitada de Sánchez. Sus tan cacareadas inteligencia y astucia le han
jugado una mala pasada. Don Pedro se sabe cadáver desde aquel fatídico:
“pactaré con todos a excepción de PP y Bildu”. Después, con gran esfuerzo, le
han hecho concebir que no puede meter también en el mismo ataúd los restos de
un PSOE patitieso. A partir de ahora, libre de lastre, el PSOE -retomando una
política lógica, estricta, con PP y Ciudadanos- puede acometer cambios en los
gobiernos municipales e iniciar movimientos internos que conformen una
socialdemocracia real, apartando de su horizonte delirantes querencias zapateriles.
A algunos analistas,
interesados más que parciales, les seduce abonar la especie de que si el PSOE
acerca posturas con el PP, Podemos lo desarbole. Incierto. Únicamente debe
impedir que nadie le “distraiga” el espacio socialdemócrata europeo. Ningún
país, salvo Grecia por diversas circunstancias, ha castigado estos acercamientos
liberal-socialdemócratas porque son diferentes caras de esa moneda que atesora
bienestar y libertades. ¿Queremos ser europeos? Algunos partidos extremos,
radicales, potencian nuestra salida del marco común. ¿Por qué será? La bonanza
social no procede de ningún Decreto-Ley. Los Estados reparten miseria pero no
prosperidad. Para que unos cobren, otros tienen que pagar y esto jamás lo hacen
los ricos, riquísimos. Las clases medias sufragan tales limosnas y al final se
consigue una sociedad asfixiada por una pobreza general, a excepción de quien complace
al Comité Central que suelen nadar en el exceso. La Historia es testigo fiel e
incuestionable.
Preparémonos para otros comicios.
Tras siglos de nudos gordianos y bastantes días de entremeses, entretenimiento
o teatro fantástico, nos piden de nuevo un ejercicio soberano. Sería de risa si
no tuviera tintes dramáticos. Por mi parte, hace tiempo corté el nudo: me
confieso abstencionista terco en defensa propia y esquivo toda suerte de
prácticas postizas. Los entremeses no me preocupan porque soy frugal en comidas
y escéptico en concepciones. Cultivamos la idiotez por nosotros mismos, pero
cumple su papel la inapreciable ayuda de periodistas felones.
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