Cuando alguien resulta incompetente
absoluto —más si recibe un histórico rechazo ciudadano— se agarra
desesperadamente al uso de diversas martingalas para no perder perspectiva ni descuidar
la escena. Le ocurre a Pedro Sánchez, cuya incapacidad viene acompañada de
malsanos vicios: vanidad, falacia y egolatría enfermizas, entre otros. Solo
individuos como él, vinculados a aspectos parcialmente indecorosos, pueden mantener
tal hipoteca sin anotar alteración alguna. Tras la debacle madrileña imputable
a él casi en exclusiva, desde mi punto de vista, se ha percibido un silencio
táctico, pero no ningún gesto de propio arrepentimiento o inquietud. Al
contrario, ya ha buscado oportunas cabezas de turco para arrostrar cualquier
peaje que alguien pudiera exigirle. Desde luego, la valentía únicamente se confirma
en coyunturas extremas. No es el caso.
Martingala,
según el DRAE en su acepción primera, significa: “Artificio o astucia para
engañar a alguien, o para otro fin”. Completo muestrario de dicho vocablo, con
diferentes modalidades y matices, podrán apreciarse a lo largo de los próximos meses
—si tenemos a punto el juicio crítico— cual certeros, novedosos e
incuestionables remedios. Sánchez (apellido patronímico que significa hijo de
Sancho) es el nuevo Sancho Panza conocedor del bálsamo de Fierabrás. Sin
embargo, contra su vieja e hipotética función curativa de dolencias físicas, la
nueva poción mágica remediará los males del ciudadano cuando el gobierno
aplique su mejunje. Este taumaturgo, si fuese preciso, se revestirá de hada
madrina, tan ficticia como la Cenicienta, si ello le lleva a restablecer aquella
añeja seducción y mantenerse palaciego, aunque a altas horas pudiera perder uno
de sus zapatos. La apetencia es alargar sine die el “bailoteo litúrgico”.
Observo estupefacto el
caparazón exhibido por nuestro presidente cada miércoles, día de control al
gobierno. Gesto y réplica irradian desprecio a los españoles, a diputados
rivales (a veces incluso a congresistas afines, codiciosos, que lo sostienen
sin pudor) y a la propia Cámara. Me pregunto con cierta inconsciencia qué
habrán visto mis conciudadanos en Sánchez para izarlo tan alto. Seguramente han
descubierto méritos ignotos, sinuosos, que el resto no apreciamos y, desde
luego, menos hechos que los avalen. Ha jugado con España a la gallina ciega
desde todos los ámbitos posibles: sanitario, económico, institucional,
político, jurídico y resto, por si dejara alguno. Como consecuencia —y flanqueado
por cientos de asesores e Iván Redondo que redondea el número, nunca mejor
dicho— encuentra cristianos a quienes arrojar a los leones sin distinguir coliseo
concreto.
Gar-Mar (padre Vicente
García Martínez) expresó: “El silencio es a veces una mala respuesta, una
respuesta amarguísima”. ¿Pudo realizar un ejercicio de clarividencia sobre
Sánchez cuando compuso sentencia tan agria y exacta? Ignoro si su retiro fue
una cura de humildad ineludible o tránsito táctico para sembrar el olvido
penitente que reparara la herida electoral del 4-M. Vuelto al mundo rutinario avista
parecido desprecio, altivez e insolencia, anteriores al proceso balsámico, reconstituyente.
Debemos presuponerle, a estas alturas, alguna anomalía epistemológica si no
reducido coeficiente intelectual. Solo así lograremos concebir que siga uncido
al palo de la noria y de vueltas a ver si los viejos cangilones recogen copiosas
rentas políticas. Ocurre, no obstante, que demasiados de ellos están ya agujereados
y descargan nada, solo fatuas fantasías.
Hoy toca abundar sobre
vacunas y derrota (por segunda vez, quizás tercera) del virus como resultado
adjunto. Desde enero lleva anunciando la inmunidad de rebaño (modificada a
grupo, menos peyorativa pero más engañosa) a finales de agosto. Le reconozco
una rara habilidad para cubrirse las espaldas por él mismo o a cargo de abnegados
botarates. La presunta inmunidad, allá por agosto abrasador, le supondrá
apropiarse —en su retiro vacacional— de un triunfo indecoroso porque el éxito le
correspondería a la CE y Comunidades encargadas de su proceso posterior. Si para
esas fechas el porcentaje de inmunidad fuera irrisorio, serían culpables los
distintos laboratorios por incumplimiento de contrato. Eso sí, encadenado a impúdico
descaro y artillería mediática al efecto de persuadir a quienes repele comulgar
con ruedas de molino.
Corroboradas las palabras
de Unamuno: “A veces el silencio es la peor mentira”, tendremos certidumbre de
que Sánchez embauca cuando habla y magnifica la falacia si calla. Sus irregulares
mutis o reservas potencian episodios donde lo inverosímil hornea infundios
espectaculares. Los tiempos completan una alternancia hasta ahora eficaz,
desconozco si debido a habilidad del personaje o mentecatez del conjunto. Desde
aquella tomadura de pelo a los militantes para convertirse en secretario
general (léase capo intocable), los españoles somos voraces esponjas, tal vez humillantes
receptores, de patrañas sin fin. El Plan de Recuperación y Resiliencia —solo el
epígrafe debería levantar sospechas— ha calado tan hondo en Europa que vaticinan
la mayor subida del PIB en la UE durante los próximos dos años, aunque
paradójicamente no disminuya el paro. ¿Cómo armonizamos tal contradicción? Dicho
amasijo mezcla aserciones sin sentido, ilógicas.
Mientras, pasea obcecado por
el espacio nacional, con terquedad cargante, ciento cuarenta mil millones de
fondos europeos. Me recuerda la táctica de Queipo de Llano haciendo deambular por
Sevilla “cuatro legionarios”, para conseguir una sensación enfática, artera, delirante
o el cuento del manjar degustado al aroma y su correspondiente pago sonoro con el
tintineo monetario. Sánchez, perillán donde los haya, logra que el efecto Marshall
tenga una insólita elasticidad. Si de la nada crea una economía sobrecogedora,
paradigmática, qué no se encumbrará con las perspectivas avaladas por estudios internacionales
para las dos próximas temporadas. El sentido común y la criba empirista me
incitan a dudar sobre cualquier predicción, sea proveniente del fantaseo presidencial
o especialistas mundiales cuyos datos indiciarios se estiman falsos, prestos a
dar el pego. Este tema, sustantivo, viene acompañado del absurdo como música de
fondo.
Pese a la incompetencia
manifiesta, Sánchez ofrece auténtica pericia para acercarse a siglas
inconvenientes siempre que le permitan objetivos rutilantes. Denuncia contactos
peligrosos del PP cuando él se ayuga con partidos totalitarios, algunos que se
definen antiespañoles y remata propinando abrazos a Bildu. La exaltación que le
brinda esa amplia claque del Congreso, del organigrama sanchista y de
“solventes asesores”, deja al descubierto qué predicamento moral acompaña a tan
“intachables” servidores públicos. Es comprensible que cada cual defienda sus
lentejas (legumbre bíblica) porque se ha acentuado aquella amenaza de Guerra:
“Quién se mueva no sale en la foto” y eso esconde un significado prosaico:
pasar de miles de euros mensuales al paro; en el mejor de los casos a cobrar
mil euros escasos. Atentos Susana Díaz y barones contestatarios; os la tiene
jurada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario