VOX
Y PP
Cuarenta y tres años de
democracia, han permitido que la izquierda (más o menos extrema), hasta hoy, haya
gobernado veinticinco años y la derecha (más o menos acomplejada) quince. Los
restantes constituyen la época modernizadora, honrada, eficiente, de Suárez. Recuerdo
que este, entre broma y veras, afirmaba eternizarse ostentando el poder.
Aquella “amenaza” hizo reaccionar al PSOE, cuya ¿praxis democrática? —o
ambición desmedida— exigía permutarlo. Luego demostraron a nivel nacional y
autonómico (Castilla la Mancha y Andalucía, verbigracia) que aquella “praxis”
era filfa. El PSOE siempre ha recuperado el poder rápidamente tras sucesos
extraños, prodigiosos: “Golpe militar” de mil novecientos ochenta y uno,
“terrorismo musulmán” en dos mil cuatro y “corrupción judicializada” del PP allá
por dos mil dieciocho. ¿Encaja aquí la locución latina cui prodest? Asimismo, ha
perdido las elecciones sin sucesos previos a ninguna cita electoral. Son
hechos.
Concluido este prólogo
necesario para conocer mejor el tablero donde nos movemos, voy a centrarme en
la cabecera. Antes, no obstante, quisiera exponer una tesis incontestable,
desde mi punto de vista. Se acusa con demasiada frecuencia a alguien de
fascista o nazi, depreciando la Historia y banalizando los conceptos. Fascismo
y nazismo, sobre todo este último, fueron movimientos político-sociales —con
génesis socialista— que surgieron en una Europa asolada por escenarios cruciales
y que, una vez superados, desaparecieron definitivamente del horizonte
convivencial. Ahora, técnicamente, no queda ningún vestigio, pero existen
signos del totalitarismo tiránico y criminal revestido de populismo
democrático. Para que la máscara no caiga y evite descubrir su verdadero rostro,
suelen legitimarla llamando al otro, a quien lo tiene transparente, fascista.
Hoy, a quien le toca
cargar con esa expectación hostil, ácida, es a Vox y, de rebote, al PP por
blanquearlo, dicen progres mercenarios. Conozco, por testimonios o experiencia
personal, sistemas autárquicos (tal vez autocráticos), surgidos tras un Golpe
de Estado, sin que el tirano tenga adscripción doctrinal precisa. No aprecio ningún
pasaje histórico en el que emerjan dictaduras organizadas por la derecha o ¿extrema
derecha? Es más, no creo que exista la extrema derecha en sentido radical ni
antidemocrático. A lo sumo, puede ofrecer sesgos matizados de complejos temas
sociales, individuales, éticos, nacionales, que la izquierda se encarga de
desdeñar caricaturizándolos. El esperpento parece tener éxito dentro del
social-comunismo, independentismo e incluso en votantes afincados al PP.
¡Cuidado!, hay casi cuatro millones ya convencidos; otros, a punto.
Vox tiene la rara
cualidad de clarificar posturas en temas políticamente incorrectos, pero que
gozan del asenso ciudadano. Sus objeciones a la migración ilegal —aunque haya hipócritas
encargados de extenderla a toda— tienen el apoyo de amplias capas sociales que
perciben angustiados un notorio deterioro del hábitat. Sus acertados reproches
a los chiringuitos, nepotismo, afición liberticida, sometimiento judicial y
abuso autonómico, gozan del aplauso general. Estos lodos vienen del polvo
levantado al alimón por PSOE-PP. Ahora reciben injurias de adversarios y
concurrentes en despreciable competición. El agobio es mal consejero cuando las
formas, entregadas al caos e ignominia, descubren ardores que no debieran emponzoñar
la contienda política. Puede entenderse en rivales significados, vividores e
intrigantes; nunca si pedimos ser compañeros de viaje.
“Aviso a navegantes” es
una frase que escapa a la disciplina marítima para conquistar el ámbito
general. Esa transmutación, no obstante, le resulta tan poco útil u operativa
como en su acepción originaria. Si antes era inoperante por rancia, poco
innovadora, ahora resulta no solo barroca sino completamente torpe. Una de dos:
o los “navegantes” desconocen qué encierran las metáforas o pasan de
interpretar sencillas indicaciones. Me gustaría librarles de una tercera opción
no por improbable, imposible: ser lerdos. Creen, esos navegantes, que “todo
está atado y bien atado”, que el bipartidismo está palpitante, listo para
gobernar el país sin condiciones otros cuarenta años. Ciudadanos,
desgraciadamente desparecido, y Vox pueden modificar los ritmos sociales dando
lugar a insólitas, a la vez que duraderas, tentativas políticas.
Vox no puede, en modo
alguno, ser solo añadidura sumatoria respecto al PP. Semejante inercia impide
que sea respetado, no según sus virtudes más o menos reconocidas sino por lo
que supone al PP para conseguir mayorías trascendentales. Este consideraría errónea
la abstención de Vox si permitiera al PSOE (sanchismo actual) apoderarse
fortuitamente de cualquier Ayuntamiento o Comunidad. Ignoro qué pactos ocultos
determinan el papel de Vox donde no hay coalición gubernamental y son
determinantes. Es probable que alguna negativa al apoyo entusiasta, pero
baldío, restara votos a quien desafía las usanzas tácitas para rehuir mezclarse
con siglas “condenadas de antemano”. No pierde votos la falsa conjura sino
deslizarse mostrando insustancialidad. La exigencia de configurar gobiernos
proporcionales nunca puede considerarse deserción.
El PP, resucitado desde
mayo tras la victoria electoral de Ayuso, protagoniza en los últimos días
actitudes inconvenientes, propias de estrategas estúpidos. Esperanza Aguirre,
pese a adversarios maniqueos que la examinan con despecho, ha dicho verdades
como puños si despojamos de ellas el envoltorio inapropiado. Quienes asesoren a
Casado deben estar al servicio de Sánchez ya que han dado nutrimento a medios
serviles para desfogarse contra el PP de Madrid y desenfocar subidas históricas
de luz, gas e hidrocarburos, junto a la llamada mesa de “negociación” o
“diálogo”, según sensibilidades todas ellas histriónicas. El señor García Egea
es un fiasco agresivo contra personas relevantes del PP. La frase dirigida a
Miguel Ángel Rodríguez: “No voy a permitir que enfrentes a Ayuso y Casado”
carece de asidero. La dicha a Esperanza Aguirre: “Lo que destrozó al PP de
Madrid fue la corrupción”, exige su dimisión o cese inmediato. Ni lo uno ni lo
otro.
Estoy convencido de que
Casado es persona honrada, con valores consolidados, pero temo que como líder y
futurible presidente le falten maneras. Lejos de cualquier cesarismo, los
partidos necesitan dirigentes briosos, desacomplejados e inflexibles para
llevar su proyecto político al éxito que se espera. El sanchismo carece de
proyecto, pone parches inoperantes donde le dicten las hipótesis electorales.
Queda someter a la judicatura para conseguir plena impunidad, entre otros
asuntos penales básicamente referida al Covid - 19. Cierto que el PP lleva
encima una severa losa, impulsada también por su insolvencia comunicadora, pero
esa coyuntura favorable carece de actitudes eficaces respecto a asegurarse
leales compañeros en su camino hacia La Moncloa. Si el PP no se consolidara
como alternativa clara de poder, el grupo dirigente en bloque debiera partir al
olvido definitivo y dar paso a quien ha demostrado valía contrastada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario