“El Santander ha culminado la integración tecnológica del
Popular”. Así, con este titular insípido para la mayoría de españoles, concluye
-junto con el caso “straperlo”- una de las páginas más vergonzosas de la Historia
reciente. Aproximadamente trescientos mil pequeños accionistas fuimos
estafados, presuntamente, con la aquiescencia de varias instituciones
nacionales y europeas. Dentro de las nacionales, cabe destacar el Banco de
España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Fondo de
Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Asimismo, destacan las instituciones
europeas Mecanismo Único de Resolución (MUR), Junta Única de Resolución (JUR) y
Fondo Único de Resolución (FUR), este todavía inhábil por no disponer de
recursos para reestructurar o rescatar las entidades bancarias europeas con
dificultades. Pregunta, ¿para qué crear un organismo inútil? Tal vez, como
oficina de colocación.
El siete de junio de dos mil diecisiete, la CNMV suspendió
cautelarmente la cotización del Banco Popular e inmediatamente la JUR, por
primera y única vez en toda su existencia, resuelve dicho banco y lo vende al
Santander por un euro. Trescientas mil familias de pequeños ahorradores quedan
en la miseria debido a los yerros cometidos por las citadas entidades
nacionales y el europeo Mecanismo Único de Supervisión (MUS). Todo ello para
evitar proveer siete mil millones de euros. Esa cantidad fue la que tuvo que
desembolsar el Santander para asegurar a los impositores su dinero. Según
informaciones, a treinta y uno de diciembre de dos mil diecisiete el Banco
Popular tenía unos activos de ciento trece mil millones de euros y un dieciocho
por ciento de cuota de mercado en las pymes. ¿Hubo maquinación o arbitrariedad?
Quizás ambas cosas con presumible resultado de latrocinio consentido.
Años atrás, el abuso, desgobierno y derroche de las Cajas de
Ahorro, fue encubierto con más de cincuenta mil millones de euros que abonó el
ciudadano español. Antes -con Zapatero- sí, pero ahora con Rajoy no. Clásica
cobardía de la derecha y desconsideración de un político disipador, pues en
cuatro años liquidó cinco millones de votos. Tampoco el PSOE, al presente, ha
abierto la boca siquiera para conseguir un plus propagandístico, aun ético, defendiendo
los valores de justicia social que se harta de propalar. Tampoco aquellos que
vinieron a consolidar y reformar una democracia escuálida, cadavérica.
Ciudadanos y Podemos han optado por no pasar ni de puntillas por tan execrable
capítulo. Prefieren hacer mutis y luego soltar cargas, más o menos profundas y
exitosas, sobre un bipartidismo que está negando ser causa exclusiva de
cualquier desenfreno.
Escéptico vital, solo puedo percibir un cinismo a prueba de
bomba en Podemos. Me sorprende ver cómo un líder paradójico, disfrazado, logra sumar
tantos adeptos una vez constatadas diferencias sustantivas entre dichos y
hechos. Ataca a la banca, al Ibex, a los empresarios, pero vive de ellos y no
peor que ellos. Advierto que el mutismo innovador, tras los acontecimientos
denunciados, se debe a esa interpretación maniquea cuyo dictado indica que los
accionistas del Popular debíamos formar parte de la burguesía patria y
patriótica. Más allá de discursos demagógicos, de fraseología revolucionaria,
rupturista, él puede conseguir favores negados a cualquier ciudadano común; es
decir, constituye la misma élite sobre la que vierte sus ataques inmisericordes
y, por ello, postizos. Iglesias, dispuesto a encarnar todos los aspectos que le
brinde la máscara, ha conseguido una feligresía devota, acrítica pero fiel
“El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto” junto
a lo aparecido en un tuit: de Pablo Iglesias: “Por primera vez el sorpasso es
posible; ahora toca voluntad de asumirlo”, son las dos frases que le impiden
ser ministro, su mayor anhelo. Semejante estela de petulancia, no solo ha
abierto los ojos a gente armada de buena fe sino también a Sánchez que viene
considerando peor el remedio que la enfermedad. Se han juntado dos magos del
tocomocho, pero aquel domina los medios y este, pobre, es incapaz de dominar el
pavor que le ocasiona su proximidad. He aquí la razón de los innumerables
reclamos (eso sí, poco inteligentes) para que PP o Ciudadanos se abstengan cara
a su investidura. Deduzco sin esfuerzo que Sánchez prefiere incluso la
repetición de elecciones -con el riesgo implícito que conlleva- antes que
sentar a Iglesias y Montero a la mesa del consejo de ministros. Sería una
primera y concluyente derrota personal, escenario imposible dado su elevado ego.
A mí, de todas formas, tampoco me seduciría (entiéndase bien la metáfora)
sentar un alacrán en mi mesa.
Ciudadanos -otra sigla renovadora, pero enmudecida- pone ese
discutido liberalismo (extremo voluntarista autoaventado) al servicio de las
injusticias que propicia el poder, su abuso. Parece ajustar la contrapuesta
misión política al servicio de intereses espurios en vez de velar por los
rectos dividendos del contribuyente. Creo que Rivera está cometiendo errores inasumibles
relativos a diferentes campos políticos. Quizás el mayor sea desconocer cuál es
el papel que debe desempeñar ahora, en este momento crucial. “Rectificar es de
sabios” enseña un adagio clásico. Mantenerse obcecado augura cerrilismo,
torpeza, actitudes impropias de quien se debe a pautas reflexivas, serenas,
convergentes. No es menor el yerro de mostrar una extremada sensibilidad con
Vox mientras exhibe ciertos posicionamientos laxos en otros casos
mediáticamente menos conflictivos o señalados. Frase de refrán: ¡“Madre que me
toca Roque; tócame Roque”!
La coyuntura actual exige ausencia de complejos, invertir en
valor, aunque ello implique bordear esa incorrección política tan temible para
los que gozan de privilegios y tan aplaudida por ciudadanos hartos de farfolla.
Ignoro si azar y providencia han armonizado disensiones para ridiculizar a
estos politicastros onerosos, incapaces e inútiles. Ramco Litigation Funding,
un fondo americano, financiará las demandas contra el Banco Santander por las
pérdidas ocasionadas a los accionistas del Banco Popular cuando fue resuelto en
dos mil diecisiete. Pagará entre ciento cincuenta y doscientos cincuenta
millones de euros a cambio de un porcentaje del dinero recuperado en futuras
sentencias. Sospecho que los análisis previos han encontrado aspectos,
enfoques, que aquellos organismos nacionales e internacionales (ir)responsables
pasaron por alto. Dicha noticia constata, asimismo desde un punto de vista
jurídico, la tropelía cometida contra accionistas y bonistas del desparecido
Banco Popular. En otras palabras, sus ahorros sufrieron un atraco brutal,
perverso.
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