Cuando hablamos de falso pedestal podemos referirnos al
conformado por materiales quebradizos, arenosos, discontinuos. También -y es lo
frecuente o socorrido- a aquel que, atendiendo a su concepto, se somete al
descrédito general empujado por un devenir licencioso. De aquí en adelante,
cualquier comentario al respecto se refiere indistintamente a uno u otro
dependiendo de la versión que cada lector quiera darle. España, financieros, políticos,
medios y sociedad, constituyen elementos básicos bajo los cuales suelen
construirse pedestales más o menos legítimos. Mis comentarios tienen como
origen informaciones publicadas a las que dedicaré verdaderos esfuerzos para
darles un tratamiento objetivo. Si alguien viera elogio o menosprecio a
entidades o personas en los párrafos siguientes, ya indico que no es mi
intención en ningún caso.
Abro la cuenta con un PSOE “cargado de virtudes”: honradez,
ética, solidaridad y progresismo, a la sombra de “firmes pulsiones democráticas
y constitucionalistas”, amparan un partido virtual, postizo, inexistente. Entre
apariencia y entidad hay un largo trecho imposible de esquivar cuando se
evidencian contrastes irresolubles. Felipe González -escoltado por luces y
sombras- consiguió componer, fraguar, un partido nacional, cuyas repercusiones hicieron
flaquear discordias ancestrales, mientras modernizaba un país harto de inmovilismo.
Zapatero, ante el hecho indiscutible de su inepcia, se atrincheró en la
simbología y el gesto beligerante, disgregador. Solo resucitando la dos Españas
aseguraba su continuidad, de ahí su Ley de Memoria Histórica, Cambio Climático
y Alianza de Civilizaciones. Es decir, entelequia envuelta en papel de celofán.
Sánchez se prodiga (in)digno sucesor superando al maestro.
El PP, a caballo entre el incumplimiento y la soberbia
absurda, da pasos tímidos, inestables, a la hora de retener dos autonomías:
Murcia y Madrid. Un nerviosismo comprensible, pero contraproducente en
política, les lleva a tomar partido por quien es culpable al sentir social
mayoritario. Ciudadanos muestra cerrazón arbitraria debida a un prurito impuesto
por etiquetas ajenas y complejos propios. Sé que en Santomera, Ciudadanos y Vox
votaron conjuntamente para elegir alcaldesa del PSOE. Ni este puso objeción a
Vox ni tampoco el partido naranja. Resulta asombroso que la coherencia de
ciertos partidos termine cuando surgen apetitos réprobos, tal vez corruptos.
No menos incomprensión me merecen los equipos encargados de
llegar a pactos de gobierno en las Comunidades citadas. Así, López Miras
-candidato a presidir el gobierno murciano- respecto a Vox dijo: “No es momento
de política de bajo vuelo, de corto plazo, de inmovilismo y de frentismo”,
injusta acusación que se vio aún más deslegitimada cuando el partido, a nivel
nacional, exige a Vox explicaciones de su negativa a firmar el acuerdo con
Ciudadanos. Honrando a Adolfo Bécquer, pudiéramos responder: ¿y tú me lo
preguntas?, poesía eres tú.
Ciudadanos es el auténtico verdugo de Vox, por ello (aunque
merezca opiniones en sentido contrario) pagará sus culpas más pronto que tarde.
Queda claro, meridiano, quien es el responsable verdadero del bloqueo en Murcia
y Madrid. Pese a las triquiñuelas ejercidas por una izquierda “listilla” y una
derecha incómoda, ansiosa, Vox demuestra tener demasiada paciencia al aguantar
tanta displicencia de Ciudadanos y PP. Pese a Tezanos y sus encuestas de
Monopoli, estoy convencido de que Rivera perderá votos en favor de Abascal
siendo Casado el intermediario de tal trueque. PP, PSOE y Ciudadanos -olvidados
Podemos y Vox- deberían conformar según los votos gobierno, oposición y partido
bisagra. Pero ya no; la vuelta al bipartidismo de tres se advierte imposible
por discrepancias, asimismo exquisiteces. Son culpables del resurgir de una
izquierda extrema y de una derecha expeditiva.
Podemos, con innegable pedigrí comunista, extremo, bebe la
pócima infecta que ha ido elaborando primorosamente desde hace un quinquenio. Sánchez,
su blanqueador oportuno aunque desdeñoso, no se fía porque ambos son enemigos fraternos;
es decir, se conocen sin mediar alternativa alguna. En ellos, cualquier recelo
vehemente pasa por certidumbre axiomática. Es el peaje que deben pagar quienes
gozan de mutua intuición. Si no hubiera cálculo electoral o temor al abrazo
asfixiante, formarían un tándem insólito, extraño quizás a la conveniencia
social. Iglesias sigue exigiendo un asiento en el consejo de ministros, a
priori o posteriori ¿quién sabe? de acordar cuantos avances sociales atesore un
“gobierno progresista”; biombo tan manido como embaucador.
Pronostico que pactarán al final el gobierno de cooperación
porque el líder de Podemos tiene abiertos dos frentes: la bajada electoral y la
consiguiente contestación interna. El acuerdo in extremis contentará a todos: PSOE,
Podemos, PNV y demás compaña. La algazara de villanos tomará cuerpo después,
cuando nos pille bostezando. Vox lo tiene muy complicado ante la malquerencia
que muestra el grupo, a excepción del PP (por interés baila Andrés) que
“padece” sus votos para encubrir el desastre de abril. Esta coyuntura alternante,
insolidaria, altiva, le permitirá endurecer todavía más aquel carácter exhibido
tras el fiasco andaluz. A la postre, no hay mal que por bien no venga al decir
popular.
Vox, ahora mismo, es el blanco del pin, pan, pum. Parecería
una broma de mal gusto si no se impusieran esos hechos conocidos que fluyen entre
escarnios, hostilidades e incluso celos venenosos. Comparen, sustentados en
honda reflexión, distintas manifestaciones -quizás diligencias- para desvelar y
discriminar mensajes, pautas, procedentes de los diferentes bloques. Sánchez,
para quitarse de encima a Iglesias, pide que Podemos le presente una lista de
“independientes”. Irene Montero le responde que ellos son “independientes” del
poder. Entonces, ¿para qué piden? Un alcalde del PP se sube el sueldo un ciento
sesenta por ciento. Casado debe hacer limpieza porque, aunque los demás practiquen
la misma sinvergonzonería, los medios importantes airearán solo aquello que
afecte a PP, Ciudadanos y Vox.
“Almeida carapolla” llama Podemos al alcalde de Madrid
mientras promueve y juzga el estatuto del buen diputado. La Mesa del
Parlamento, sin excepción, retira la credencial a un periodista (a propuesta de
Podemos) por publicar fotos del despacho de Iglesias. Viene a cuento el texto
de Martín Niemöller, sobre la apatía social: Primero vinieron a buscar a los comunistas
y yo no dije nada porque no era comunista/ Luego vinieron por los sindicalistas
y yo no dije nada porque no era sindicalista/ Luego vinieron por los católicos
y yo no dije nada porque no era católico/ Luego vinieron por mí pero, para
entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada. Es el lamento terrible de quien confió
en falsos pedestales.
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