Cuando empiezo a escribir faltan algunas horas para que
Sánchez decida si convoca elecciones ya o termina el resto de legislatura.
Geniecillos grotescos deben haberse confabulado para hallarnos en este escenario
verbenero, si no fuera perturbador. Los intereses políticos, lejos del
bienestar ciudadano, se reducen a dos temas capitales, al decir mediático: el
juicio a procesados catalanes y la convocatoria de elecciones generales.
Considero que ninguno merece tan alta cualificación. Cualquier país democrático,
que garantice separación de poderes, juzga a presuntos delincuentes sin entrar
en consideraciones políticas o personales. Por otro lado, siguiendo la norma
preceptiva, las convocatorias electorales se realizan cada periodo concreto y,
en su caso, cuando lo decide el presidente. No hay nada extraordinario dentro
del marco liberal, salvo el hecho de una resonancia excesiva cuyo alcance
pudiera tener objetivos vitales para diferentes actores de la escena nacional.
Sánchez, desde mi punto de vista el peor mandatario en los
últimos cuarenta años, alcanzó la cima del poder con embustes y disimulos.
Aclaro, para evitar desorientaciones innecesarias, que tal constatación no
resta indigencia, torpeza, ni venero corruptor, a sus antecesores -de ambas
siglas- en el bipartidismo al uso. Como digo, Sánchez fue depuesto como
secretario general del PSOE por su actitud refractaria a pactos de Estado con
el PP impidiendo, a extremos insólitos, la gobernanza. Posteriormente, tras
seducir y engañar al militante en unas primarias directas, alcanza de nuevo la
secretaría general. Continúa poniendo obstáculos a fin de preparar una toma
poco ortodoxa del gobierno que le niegan las urnas. Antepone su ambición
personal a intereses ciudadanos y se embarca en una aventura compleja que, ante
la inacción (probablemente cobardía) de Rajoy, termina por darle los frutos
deseados.
Enreda también a partidos dispares (Podemos, ERC, PDECAT,
PNV, Bildu) para ganar la moción de censura contra Rajoy y alcanzar su meta perseguida:
ser presidente del gobierno, sin pasar por las urnas, a cambio de nada. Solo
Podemos, en realidad su líder, ha recogido algunas migajas de la dádiva
otorgada a Sánchez. TVE y la guardia permanente en Villatinaja, así apodada por
algunos medios, forman parte de esas menudencias. A los demás, puede que ni
agradecimientos. Eso sí, han observado una generosidad impropia del proceder político.
¿Acaso creían Torra y sus cuates que Sánchez se iba a mojar por ellos? Menos,
una vez visto el desenlace de las autonómicas andaluzas. Cobayas o conejillos
de Indias conforman un papel desagradable, traumático, casi esperpéntico.
Ahora, cuando crea llegado su momento, intentará engañar al pueblo español. En
las dos veces anteriores no lo consiguió; esperemos que tampoco lo logre la
próxima.
Rechazados los presupuestos, se planteaba una “duda
metafísica”: ¿cuándo convocará el presidente nuevas elecciones? Tiene ante sí varias
papeletas difíciles. Él ya ha asegurado su bienestar económico a costa de
varias víctimas; la primera España, después el PSOE y, para terminar, Susana
Díaz. Podría agotar legislatura para atiborrarse de endiosamiento mientras
llena de oropel a decenas de miles que viven del erario público. ¿Y si no? He
aquí el dilema. Podría convocar antes, en o después de las europeas,
autonómicas y municipales. Antes, haría un favor a los barones territoriales
porque la sociedad condenaría al falaz Sánchez, con todo merecimiento, y
únicamente él expiaría los inmensos deslices cometidos. En mayo o después, sus yerros
los pagaría él igualmente pero también afines ahítos de gula. Si fuera justo,
humilde y sensato las adelantaría, pero me temo que le suponga demasiado
sacrificio.
Conocida la fecha electoral, tras un mitin que he abandonado ante
el aprovechamiento extemporáneo e ignominioso, concluye aquella duda mordiente.
Sospecho que (con la debilidad política atesorada tras dos derrotas a sus
espaldas) barones bien colocados electoralmente le habrán puesto las “peras a
cuarto” para evitar que pueda repetirse el inesperado desastre andaluz. Al
final, hará de la necesidad virtud. La pretensión abusiva, desordenada, de un
saltimbanqui difunto no puede poner en riesgo el futuro del socialismo
autonómico. Como añadían los romanceros, que al filo de los cincuenta arañaban
horas al individuo ocioso con leyendas épicas, cómicas y tremebundas, “aquí
termina la historia”. Porque Sánchez es pasado en funciones, ya que nunca fue
presente real. Toda la gloria desmenuzada antes de descubrir la fecha electoral,
meollo de una intervención fullera, se reduce a vanas intenciones impostadas:
exhumación de los despojos de Franco, fervor feminista y protección
medioambiental. El resto, narrativa fatua, señuelos de un farsante.
Esta coyuntura ha desbordado el buen juicio, la mesura e
incluso las formas. Unos y otros han encontrado en la inmoderación un alimento
idóneo para su empeño. Ardores, pasiones desatadas, recluyen sin dificultad los
procesos racionales dejando un rastro ingente de auténticas necedades. Tardá,
verbigracia, se preguntaba cómo “se puede impedir el derecho democrático de
autodeterminación”. Una falsedad, aunque se repita mil veces, no se trocará en
axioma jamás. El despectivo e intrigante político sabe que esa singularidad es
inconstitucional y que la ONU aprueba su práctica solo en países sometidos o
colonizados. Sí recoge la Carta Magna el derecho que asiste a todos los
españoles para intervenir en asuntos que afecten al interés nacional. Irene
Montero va más lejos al defender una mesa de diálogo con los partidos que
apoyaron la moción de censura para “elaborar un proyecto de país”. ¿Proyecto de
país con medio país fuera del proyecto? Pido cordura, rigor.
¿En qué estaría pensando la ministra de justicia cuando
aseguró que PP, Ciudadanos y Vox, conformaban “la derecha trifálica? Hasta el
veintiocho de abril, estos partidos sufrirán continuados ataques de siglas
mucho más radicales, corruptas e ineptas que ellos, pese a ecos impíos de orquestadas
maniobras mediáticas. “Obras son amores y no buenas razones” advierte una
sentencia popular. El pueblo conoce el percal de cada uno y confío en que no se
deje engañar por estos siniestros; sin embargo, auténticos diestros. Las
encuestas, una vez más, se ubicarán por los Cerros de Úbeda. Hartazgo y asqueo
pueden deparar sorpresas notables. Entre tanto, me mojo y digo que Sánchez
quedará descabalgado; mejor dicho, desfalconado.
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