lunes, 3 de enero de 2011

LA POLÍTICA DEL TÍO ANTÓN


La libertad, sin entrar en disquisiciones metafísicas, es la médula -desde mi punto de vista- de ese predicado que enaltece la subsistencia llamado hombre; hasta el punto de resultar imposible la idea de ser sin el concurso humano. El hombre es, pues, la sustancia de la existencia (aún del ser ya que sin él no habría nada, es testigo del Todo) y la libertad la esencia del hombre. La formación, el conocimiento, es la medida del acto volitivo en cuanto nos da pautas, argumentos, para discriminar entre las opciones que nos presente una determinada disyuntiva.

No sé si por inercia de una vocación temprana, por contumacia o por loable escrúpulo social, intento continuar mi prolongado quehacer didáctico -libre ya de las obligaciones que consumían el tiempo inexorable- en potenciar en los demás el goce y la conveniencia del examen; de ese entretenimiento aconsejable para estimular las neuronas con el fin de que no se anquilosen y nos procuren una mejor conciencia de la realidad. No comulgo en absoluto con el constructivismo como corriente pedagógica que arroga a la experiencia personal y a la autopoiesis elementos nucleares en la cognición.

Creo en el esfuerzo, la capacidad de sacrificio, como requisito necesario para vencer la ignorancia, fuente de todo engatusamiento, proselitismo inducido (acrítico) y desarme de una sociedad que deseamos vertebrada. Sin embargo, reconozco que en la gnosis de las ciencias sociales, imprescindibles para entender los movimientos colectivos en el devenir histórico, la experiencia del individuo, complementada con algunos conceptos teóricos, es el fundamento del acontecer político.

Proyecto alternar mis artículos de opinión cerrados, con otros abiertos en los que se motive al lector a un sosegado impulso mental, para que sea él quien cierre esas ideas anticipadas y acopie así sus propias conclusiones definitivas. Poco a poco, usando provechosos razonamientos, conseguirá una cultura política capaz de analizar más exactamente la sociedad, sus problemas de convivencia. Impulsará, como  pieza activa, el sistema democrático; sin cuyo concurso se convierte en burda teoría, en mera patraña, de políticos profesionales, hábiles especialistas del señuelo.

Con el título general del epígrafe que abre las lucubraciones y posterior iniciativa, subtitularé las ofertas para el debate íntimo de cada uno. Yo seré el “instigador” de vuestro trabajo; sembraré, espacios ociosos, de estímulos para la deliberación. En ese ejercicio intelectivo puliremos nuestro umbral de percepción y dejaremos el ánimo presto para aceptar aquello que se ajuste a esa certidumbre  cuyo basamento es el juicio frío y las vivencias. Procuraremos, así lo espero, el descubrimiento de charlatanes; estraperlistas sin principios ni escrúpulos que pretenden vivir a expensas de la sociedad.

 Supongo casi estéril el intento de obtener algo práctico; pero pondré todo mi esfuerzo y voluntad al servicio de tal causa. Sigamos denunciando lo que no nos gusta; soñemos con la utopía; retomemos, en todo caso, algunos lemas propios de una juventud rebelde, inquieta, y que podemos compartir ¿por qué no? sin tener en cuenta el obstáculo superable de nuestros años; actualicemos aquellos mensajes del mayo épico: “no queremos un mundo donde la garantía de morir de hambre supone el riesgo de morir de aburrimiento” o “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

 Para terminar, un pensamiento. Si quieres ser libre, lucha por la libertad de los demás.

 

 

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