Tengo un documento
gráfico donde se ensalza el utilitarismo como exordio radical de intervención con
enfermos por coronavirus. Probablemente sus principios sean muy útiles en diferentes
campos del proceder humano, pero cuando hablamos de vida y muerte éticamente
son inaceptables. La situación a que nos ha llevado el coronavirus Covid-19,
por su novedosa estructura e improvisación injustificable de un gobierno inepto,
cuanto menos, ha sido espeluznante. Sin protección adecuada para personal sanitario,
sin test que indicaran quien estaba contagiado (y por tanto con posibilidad, a
su vez, de contagiar), sin UCIs, sin camas, etc. es comprensible la adopción de
medidas extremas. Llegados a este punto, surgen cuestiones cuyo tratamiento puede
considerarse improcedente; para muchos, inadmisible, homicida, litigante.
Cuando los casos
desbordaron cualquier expectativa, hubo órdenes fundamentadas en un
utilitarismo canallesco (aledañas al nazismo) dadas, presumiblemente, por este
gobierno “progresista”, de izquierdas. No existe razón alguna para que vivir o
morir sea sometido a cálculos reprensibles e inhumanos. Han muerto bastantes
ancianos -a veces no tanto- abandonados, solos, en su último viaje y cuya aprehensión,
hilachas de tiempo, han rebatido sus familiares. Determinar quién recibe una
cama de UCI, tal vez un respirador, significa atribuirse un papel supremo,
omnipotente, para cualquier humano, más si por añadidura es fiel lacayo de la ineptitud
y del apocamiento. Llegados al extremo, en vez de asumir culpas, recaderos fieles
a Sánchez y él mismo, van denunciando a expertos duchos como inductores de consejos,
medidas y confinamiento. Así, cobardemente, puede encubrir su dominio arrogante
tras un biombo enmascarado por el yerro ajeno. Constituye la forma ignominiosa
de alentar una pretendida impunidad judicial y política.
Lo dicho es prueba
suficiente para constatar el impudor que exhibe nuestra izquierda patria cediendo
a las tesis del siempre reprobado Stuart Mill, uno de los padres del
utilitarismo. Aplicar argucias dejando al descubierto intereses marginales,
indica con cuan escaso crédito debiéramos computar cualquier pacto o acuerdo.
Ocurre -sin apenas duda alguna e históricamente corroborado- cada vez que el
PSOE coparticipe del mismo. Advertir almas cándidas en cualquier espacio
ideológico significaría pecar neciamente, pero no es óbice para que alguno
alcance el cénit. Los partidos inclinados a unir su futuro incierto al
calamitoso presente de la coalición social-comunista, deben analizar si quieren
mejorar el país o pretenden una añagaza que revitalice un gobierno astroso, desarticulado.
Conociendo a los personajes, yo certificaría la segunda opción.
Este gobierno, junto a sus
subvencionados medios proclives, lanza diversos mensajes (aparentemente
inocentes) para ir cociendo a fuego lento la opinión pública e intentar cambios
básicos en nuestro actual sistema, superando cualquier residuo soberano. Ya en
dos mil trece, un editorial de El País bajo el epígrafe “Remedio y enfermedad”
objetaba al gobierno chipriota por gravar los depósitos asegurando que “sería
peor el remedio que la enfermedad”. Iglesias lleva días amenazando con medidas
nacionalizadoras sobre la propiedad privada, en aras al interés general, sin
ver comentario alguno sobre esta reserva expropiatoria y totalitaria. Tampoco
censura rotunda, del presidente. Falta saber si le atenazan desconocidos
temores o si comparte, a plena convicción, estas proclamas acordes a una
lectura ad hoc de la Constitución. Cabe preguntarse y especular, asimismo,
sobre qué objetivo pretende el ministro del interior afinando, un mes después,
la normativa expresada en el BOE al declararse el Estado de Alarma.
Varias perlas adornan perversa
e inicuamente este gobierno; entre otras, destaca la de un miembro puntero,
“soberbio”, anunciando sobre dieciocho mil muertos que hoy es prioritario respaldar
la república. No obstante, Tezanos y su CIS comanda el ranking de la maraña, del
vacile. Creo que el sociólogo se ha superado (estadio o circunstancia rayana
con lo imposible) al incluir en su última prospección la siguiente pregunta: (¿En
estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones
engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación
social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o
si consideran…?). Se me ocurren dos interpelaciones sobre la pregunta en
cuestión. ¿Pretende el señor Tezanos gestar una censura previa e incluso cerrar
cualquier medio opuesto a la “verdad revelada”? ¿Quién decide qué es bulo y qué
no o, mejor aún, quién legitima al legitimador de la verdad?
Ante la invitación que el
presidente del gobierno realiza al resto de siglas nacionales para acompañarlo en
su viaje al infierno político, debo hacer unas cuantas reflexiones. Si
realmente se quiere la “reconstrucción nacional” es imprescindible, vital, que
tanto Pedro como Pablo se vayan a su casa. Más diría, con ellos la democracia
se encuentra sometida a permanente desgaste (incluso su práctica desaparición
en algún aspecto) del que cada vez se advierten mayores menoscabos. Sánchez ha probado
insistentemente que a España, si obstaculiza aquello que ambiciona, la
traiciona, le importa un bledo. Según lo dicho, Ciudadanos ha tomado el camino
inequívoco hacia su desaparición si termina por adherirse a un farsante. Por
otra parte, Casado no puede aceptar -sin durísimas previas y contraprestaciones-
el abrazo falso, timador, o jamás será presidente del gobierno porque Vox monopolizará
a los descontentos e indignados con este gobierno.
Hallo difícil valorar correctamente
a quien rehúya los requerimientos de Sánchez para reconstruir el país, en
puridad salvarle a él las vergüenzas. Un señor mentiroso, falsario, arrogante,
se ubica en las antípodas de lo provechoso para España y los españoles. Por
tanto, cuanto más lejos de él mejor. Mahatma Gandhi, nada sospechoso de inconsciente
o botarate afirmaba: “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo
eligieron están bien representados”. Este mensaje nos indica dos únicos caminos:
rectificamos o seguimos siendo idiotas. Proteger a Sánchez para que pueda eternizarse
en el poder implica saciar nuestra estupidez. La solución definitiva de algo
adverso es extinguir la causa excusando parches temporales, inoperantes; hay
que cortar por lo sano.
Termino con una indicación.
Los medios adquieren un papel extra en la presión sobre la derecha para aceptar
las fullerías de Sánchez. ¡A callar!, mandan expresamente. Como aldaba ruidosa,
coercitiva, expongo una muestra entre miles. Hace tres jornadas, un progre presunto,
matizaba en Tele 5 al experto -de pasada y sin refutar ningún argumento- que
criticar de forma poco próvida a Tezanos, al CIS, inducía al descrédito de las
instituciones, asimismo de la democracia. Javier Ruiz (desde mi punto de vista comunicador
sagaz, agudo, pero con cierto tamiz ideológico) cometió dos errores: desviar el
tiro, porque accidente y esencia no son confundibles salvo intención
fraudulenta y, a resultas, poner en almoneda la deontología periodística.
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