domingo, 9 de octubre de 2011

PONER PUNTO EN BOCA


Hay idiomas que ofrecen un panorama chocante en la comunicación humana. El castellano es el idioma del toro, del tablao, de la sabiduría popular, del aventurero, de la mística; pero también de pícaros, ladrones, estafadores, alcahuetas y usuarios del trabuco o la navaja. A su sombra convivieron árabes, judíos y cristianos; nobles y artesanos; probos y sinvergüenzas; castas y meretrices. Ley y transgresión, además de polisémico por excelencia, resulta tan complejo como el propio carácter español. Fresco (tal vez impreciso), algo tosco, tajante; es la herramienta que permite plena proximidad en un hábitat dilatado, callejero. El clima bondadoso facilita el exceso; tanto que largas horas de holganza bajo el sol, provocan animadas charlas enemigas de cronos o huérfanas de cualquier medida. "Quien mucho habla, mucho yerra" estipula el dicho originario cuya base argumental expele un conocimiento pleno de la idiosincrasia española. El sabio (exquisito) confesaba: Soy dueño de mis silencios y reo de mis palabras". Mensaje idóneo para extraer una sugerencia útil y virtuosa.

 
A principios de mes se hizo público, siguiendo la costumbre, el dato del paro entre otros índices económicos. En esta ocasión destacaba, más allá de la magnitud, una referencia definitiva: había sufrido el mayor repunte desde mil novecientos noventa y seis. Tal contingencia, cuando porcentualmente rebasa el veintiuno, supera el calificativo de penosa, por utilizar un vocablo tibio. Cualquier ciudadano crítico, sensato, queda estupefacto por esta noticia inesperada, más aún si examina los brotes verdes que reiteradamente el ejecutivo viene proclamando desde hace años. "La mentira tiene las patas muy cortas" pasa a ser un aforismo que aquí no tiene pies ni cabeza, a tenor de las encuestas sociométricas divulgadas en fechas recientes y que no evidencian castigo electoral alguno a quien se emboza con la patraña.

 
Visto el efecto que tan trágico número (noventa y cinco mil ochocientos diecisiete) ha ocasionado en la sociedad, políticos de todo signo, espoleados por un impulso lenguaraz, procuran que su grupo salga indemne evacuando toda responsabilidad. Resulta insólito escuchar al portavoz convergente cebarse con el gobierno que hace unos meses vivificó, ya agónico. Otros menos exaltados (quizás menos cínicos) mostraron cierta acidez en contraste a pasadas loas y apoyos incomprensibles. Se nota que estamos inmersos, de hecho, en campaña electoral; cada vez más larga y cara. Nada importa la situación crítica de nuestras finanzas ante el hecho usual e inveterado del circo mediático que se monta.

 
Dos son las declaraciones (no obstante) que llamaron mi atención. Destacados mandarines de ambos partidos mayoritarios, fueron sus osados protagonistas. Por un lado, emerge esa querencia manipuladora de enmerdar a cualquiera, básicamente al rival directo. Quitarse las pulgas de encima, requiere una jeta ciclópea junto al dominio magistral del semblante y de la escena. Así lo calcaron los secretarios de empleo y seguridad social que, con peculiar hilo argumental, acusaron a las comunidades, a sus recortes salvajes, ser causa del desempleo. Al tiempo marcaban el camino a diversos prohombres del socialismo patrio. Asimismo a colaboradores mediáticos todavía agradecidos aunque menguantes.

 
González Pons, vicesecretario de comunicación del PP, batió marcas con su famosa frase: "A este ritmo todos en España nos vamos a quedar en el paro". Urdir semejante expresión introduciendo la hipótesis de que él, político eximio, pudiera engrosar la lista del paro, es (cuanto menos) una falta de respeto a los millones de ciudadanos que padecen esa lacra. Las prerrogativas y sinecuras que se han concedido los políticos pese a la miseria general, les exige admitir cualquier epíteto sinónimo de necios, hipócritas, insolentes e incluso ladinos (si me aprietan un poco accederé también al de voraces y estafadores). A quien puede regir los destinos de España, no es excesivo reclamarle un ápice de prudencia y oportunidad. Estos y otros disparates en su haber, me llevan a la conclusión definitiva de que ellos conforman el primer problema del país, no el tercero; los demás aparecen como secuela necesaria.

 
Para terminar, un adagio novedoso: Si discreción quieres ofrecer, punto en boca te has de poner.

 

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