domingo, 4 de septiembre de 2011

POLÍTICOS DE OPOSICIÓN


Quizás el epígrafe que corona este artículo de hoy presente una reseña dudosa o ligera, sobre todo porque responde al análisis consumado sin concluir los cien días que la costumbre suele conceder al gobernante bisoño; a aquel surgido tras el pleito electoral. No descarto el efecto malsano que propicia la inactividad veraniega. Más en esta comunidad seca, acaso referida a otros aspectos distintos de la propia pluviometría. Con un poco de cordura, se vedará el duelo electoral desde mayo a septiembre para que ese margen de confianza (los famosos cien días) no lo agote el tórrido sesteo de la canícula. Aprovechando la coyuntura, aunque fomente iras "indignadas", yo lo plasmaría sin costo adicional  en la Constitución. Una reforma ad hoc que populares y socialistas realizan para tasar el límite del déficit público, maniobra trilera para contentar a Europa.

Debo aclarar, por otro lado, el concepto de político. Sin que sirva de precedente, y contra un hábito establecido, prescindiré del matiz peyorativo con que se suele obsequiar acertadamente a este colectivo. En verdad, los políticos no necesitan el concurso de escépticos para ganarse a pulso el descrédito, incluso desprecio, de la sociedad. Así lo confirman los estudios de opinión del CIS. Hoy, digo, aceptaré barco como animal de compañía. Veré en el político, vislumbraré más bien, un conciudadano que ha dispuesto su vida al servicio del prójimo; alejado de ese congénere sinvergüenza, aventurero, estafador, huérfano de principios éticos y estéticos, que pulula por despachos oficiales. El político cobra poco, se comenta con frivolidad en tertulias desiguales. Dado el currículum de un alto porcentaje, en la vida civil difícilmente serían mileuristas. Con todo, ¿alguien cree que si ganaran el cuádruple, verbigracia, la excelencia coparía las siglas patrias? No es cuestión crematística sino de vergüenza torera.

Alejado físicamente de mi comunidad castellano-manchega de origen, conquense para más señas, se me escapan ciertas tonalidades propias de su política. El vuelco electoral de Mayo permitió un cambio en, al menos, cuatro comunidades que pasaron a manos del PP. Por necedad, azar o impudicia La Mancha (eso parece) sufrió la práctica devastadora de un presidente y sus secuaces relativa a consumir el ochenta por ciento del presupuesto, en cinco meses, y la destrucción masiva de documentos "sensibles". En solitario, padece con agudeza el problema farmacéutico y su consecuencia: la huelga de veinticuatro horas, a excepción de Albacete, que mantuvo en vilo a la sociedad residente y veraneante.

María Dolores de Cospedal, política de raza en la oposición, ilusionante, exhibe exiguo nivel en el gobierno. Ha empezado con mal pie su presidencia sin advertírsele lesión o deficiencia alguna. La respuesta al plante, una prueba de fuerza, sobrepasó con creces el grado de la injuria. Aunque sea un colectivo privilegiado, efecto que no viene al caso, los farmacéuticos no han de costear la jeta de quien debe abandonar el cargo y la desorientación inoperante de los sustitutos. Las postreras fechas traen, presuntamente, sosiego, paz y raciocinio suficiente para abrir una mesa de negociación, imprescindible más que necesaria. Con todo, dudo de su valor como lo hago de la pericia que ponga en juego la novel Administración. El viernes, la señora Cospedal anunció (a bombo y platillo) las medidas que tomará para ahorrar mil setecientos millones de euros. Sin oponerme a ellas,  aparte el voluntarismo que desprenden, me parecieron poco válidas (cargadas de populismo) las relativas al aumento de dos horas lectivas en la actividad del profesorado no universitario. Esta norma contenta al personal hostil al funcionario, que padece mala prensa, pero se posterga la llave que debe abrir el futuro de España.

Quien había prometido, abrazados a su política social, dejar intactas las partidas en Sanidad y Educación, mostraron un talante olvidadizo, embaucador. El PP, menos diestro en técnicas demagógicas,  pretende ser discípulo aventajado. Le importa, igualmente, un bledo el costo, la rentabilidad, de cualquier cantidad presupuestada. A la presidenta, un pelín visceral, se le olvida la ruina de su televisión autonómica, junto a otras locales, y sobre todo de empresas públicas cuyo logro es ser centro neurálgico de enchufes, regalías, sobresueldos; corrupción en suma. Privatizar alocadamente no permite acceder a la piedra filosofal ni encontrar soluciones aceptables.

El poder, su responsabilidad, su gestión; su naturaleza personal e intransferible, impide diluir ineptitudes, fracasos, engaños. Delata a quienes son sólo políticos de oposición

 

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