viernes, 12 de junio de 2015

YO PAGO, TÚ TIRA





Ignoro si es anécdota ficticia o realidad condimentada con abundantes dosis de absurdo campechano y algo rústico. Se cuenta que a cierto paisano de mi pueblo, o colindante, el conductor quiso hacerle ver que el rumbo del autobús en que viajaba era contrario al destino ansiado. Dicho señor, muy digno, contestó: “Yo pago, tú tira”. Constituye la estampa viva de quien desconoce -quizás no le interese torturarse con tan apremiante embarazo- alteraciones y eventualidades en la vida rural. La tranquilidad de estos rincones, rota desde siempre solo por las moscas y la canícula, hace de sus habitantes individuos acomodaticios, remolones. Esta idiosincrasia tan particular ha ido calando poco a poco, desde su origen, en la sociedad española. Por ello, la siesta deja de ser rutina para convertirse en hedonismo.

La política española lleva años conformando una trayectoria desafortunada, irritante. Trapicheos, corretajes, corrupción, siguen siendo el pan nuestro de cada día. Nos encontramos envueltos en procesos judiciales donde los imputados se cuentan a centenares. Tercian todas las siglas, amén de aquellas que afectan a empresarios tan estirados como sinvergüenzas. Ahora irrumpen partidos limpios, intachables (o no tanto), que proclaman hasta el agotamiento su misión purificadora. Regenerar -entre cambio y recambio- la democracia, dicen, es su objetivo primero, incluso único. Los compases preliminares, orquestados tras el 24 M, nos hacen temer lo peor, al menos a mí. Empiezo a verificar la certidumbre de aquella famosa sentencia: “Entre dicho y hecho hay mucho trecho”.

Calientes aún las papeletas, Ciudadanos y Podemos auspiciaron, con demasiada precipitación, decálogos irrenunciables para dar sustento y sostén a diversos partidos. Podemos -emboscado- pretende, bajo diferentes envolturas, la exclusividad política. Forma parte esencial de su ADN. Más allá de inferencias que la Historia señala sin excepciones, sentencian los hechos. Ciudadanos impuso en Andalucía condiciones previas que, tras conocerse la rotunda caída en las postreras exploraciones sociológicas, quedaron minimizadas a la nada. Ahora mismo es un partido bisagra y si no cumple su cometido constituye un lastre inútil, demanda su declive. Por este motivo, dejando el listón primigenio a ras del suelo, constituirá gobiernos estables con PP o PSOE. Los votantes solo le exigen cierto desvelo al objeto de normalizar una democracia putrefacta y  crispada. Con tino, sin excesos histriónicos; ora soltando, ora encogiendo cuerda.

Nuestros prestamistas oficiales, en su lógico y cicatero afán de cobrar capital más rédito, vienen indicando al gobierno la necesidad perentoria de subir tributos. Recomiendan, al tiempo, iniciar un copago en educación. Cuando las economías se vertebran sobre el deseo de los acreedores, se corre un importante riesgo de generar miseria sin restituir deuda. Los expertos de la Troika financiera deben conocer las divergencias irreconciliables entre desarrollo económico (por tanto creación de riqueza) y falta de liquidez. Aquí sí que atesora sentido pleno ese refrán imposible de “pedir peras al olmo”. Dicen que el dinero no tiene corazón, pero -a lo que veo- carece más bien de raciocinio. Analizando comportamientos, dinámicas y coloquios, percibo cierta afinidad político- monetaria. Llegados al extremo, sospecho que la virtud nunca debe buscarse cercana al prócer.

La opinión pública y el sentido común sostienen que este Estado de las Autonomías es económicamente inviable. Sin embargo, ningún partido tradicional -tampoco moderno- menciona si quiera tal circunstancia. El cambio que la sociedad española exigió a Rajoy dándole una mayoría absoluta infundada, quedó en agua de borrajas. Los respectivos requerimientos instados por Ciudadanos y Podemos conllevan el aumento del gasto en áreas tan capitales como educación, sanidad o servicios sociales. Iniciativas necesarias y loables, pero… ¿cómo se sufragan? ¿Acaso sugieren racionalizar el gasto autonómico? ¿Promueven la eliminación de empresas públicas deficitarias? ¿Apetecen, en el plano moral, eliminar los aforamientos? No, el aumento del gasto se compensa con mayores impuestos ordenados por unos y ratificados, utilizando argumentos ad hoc, por todos. ¿Tocar la tramoya del enchufismo? ¡Jamás! Vengan gobiernos, diputaciones, empresas públicas, fundaciones… Es que hay mucha gente para colocar. Evoquemos, asimismo, los cuantiosos subsidios a medios audiovisuales e incluso escritos. No obstante, “la preocupación por el ciudadano es plena”. Ante semejante insolencia, enmudezco prudencialmente, pero sepan que, imitando a aquellas viejas viñetas, mi boca arroja sapos y culebras.

Corroboro montañas de errores (entiéndase corrupción, nepotismo, estructuras onerosas) previas y posteriores a la jornada electoral. No obstante, ellos aseguran, sin excepción, haber entendido al pueblo pero cada uno interpreta su voluntad soberana en razón del interés que le aporta. El PSOE, experto lector, persigue protagonizar el cambio que anhela la sociedad aunque, como Fausto, venda su alma al diablo. A eso, aseguran, nos obliga el escrutinio. Aparte la penuria que acarrea toda dislexia pertinaz, fustigan su ánima atormentada ante la expectativa de atesorar un cuerpo rumboso. El apuro surgirá cuando ni la toxina botulínica consiga inhibir una vejez prematura. Podemos, enroscada, tienta “a la casta” ofreciéndole una manzana tóxica. “Sin muertos no hay carnaval” conforma el paralelismo del filme de Sebastián Cordero y la situación política española, una vez ubicado Podemos -presunto invasor de esta democracia añeja- dentro del ruedo ibérico.

Si concibiéramos, en una ficción caricaturesca e inverosímil, que un político-conductor dijera a Juan Español: “Amigo, usted cuando vota lo hace en la dirección equivocada. Los gobernantes no quieren, al menos, minimizar el Estado Autonómico, gestar una justicia independiente, aprobar leyes para devolver lo distraído, bajar impuestos, perseguir el Estado de Bienestar; en fin, llevarlo a buen puerto. Cambie de vehículo”. Seguramente -y las pruebas lo confirman- Juan Español contestara hierático: “Yo pago, tú tira”.
 
 

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