domingo, 17 de junio de 2012

NOMINALISMOS Y RESCATE


El momento (calamitoso, objetivamente convulso, casi trágico) se vive diferente según el grupo de que se trate. Teóricos en economía, arriman el ascua a su sardina liberal o socialdemócrata. Ahora mismo la crisis capitalista parece conceder un plus a las hipótesis intervencionistas. Arrinconan, sin embargo con descaro u horror, esa miseria pertinaz  -asimismo sumisión laboral- privativa de estados totalitarios. Suelen utilizar, sofistas, los países escandinavos como ejemplo incuestionable. Olvidan a propósito el carácter especial, único, exclusivo, de estas naciones ricas, despobladas y estables. Cada dogmático a su soflama.

Arteros políticos (valga la redundancia) con diferente pelaje, junto a esa repugnante cooperación de medios e informadores afines, serviles o mercenarios, arriman también el ascua a su sardina electoral. Apetecen quedar limpios, inmaculados, sin tara, tras una gestión infausta. Ninguno admite responsabilidad ni culpa por nimia que se tase. Sirve cualquier excusa para asear su currículum. Ora imputan a la globalización, ora emergen desavenencias reales o postizas en el tratamiento conjunto. Todo poder aparta de sí la crisis; sus orígenes, alcance y proceso. Condensa su torpeza, quizás un talante antiestético, la evanescencia e impunidad más absolutas. El individuo absorbe estoico, circunspecto, cualquier afrenta. ¿Hasta cuándo?

Es el pueblo, el contribuyente (nunca ciudadano desde hace un tiempo), quien sufre las consecuencias de elucubradores y mandatarios. Absortos en pequeños lances de honor, unos y otros -economistas y políticos- olvidan su quehacer con preocupante menudeo. Algunos, es verosímil, confunden los verbos con sus formas pronominales. El amable lector intuirá la tremenda  divergencia que existe entre servir y servirse. En definitiva, crisis y confort político no se rigen por ninguna ley de proporcionalidad; más bien son términos sin conexión.

Un periodista directo, minucioso (tal vez provocador), preguntó no ha mucho a Rajoy qué opinión le merecía el rescate de la banca española. El presidente esquivo, algo mosca, contestó con una larga cambiada: “No me venga usted con nominalismos” para asegurar, a renglón seguido bajo rutinario disfraz, que el BCE había adjudicado un crédito a las entidades financieras patrias, en excelentes condiciones. Aseguraban así su liquidez y podrían asignar diferentes préstamos a empresas y particulares. Pretendió quitar hierro al marco que contenía la operación. Después, entre barruntos y certezas, supimos (vislumbramos de paso) un cúmulo de compromisos y condiciones impuestos. El laberinto tiene su origen en esta peculiar manera que exhibe don Mariano de cumplir con la verdad pregonada. Los eufemismos, esa corrección retórica superflua, nunca alteran la realidad; sólo la suavizan.

Nominalismo, según el DRAE, significa tendencia a negar la existencia objetiva de los universales, considerándolos como nuevas convenciones o nombres, en oposición a realismo e idealismo. Rescate, apunta el mismo diccionario, tiene dos acepciones fundamentales: Recobrar por precio o fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena. Más restringido: Recuperar para su uso algún objeto que se tenía olvidado, estropeado o perdido. La primera acepción me trae a la memoria el rescate de Cervantes en mil quinientos ochenta por los frailes Trinitarios. La segunda se acopla a la perfección con la España actual; negada, maltrecha y errante.

El gobierno, además de regatear el vocablo rescate (antes lo hizo, terco, con la voz crisis Zapatero -todavía inquiero cómo pudo llegar a presidente-), ha sostenido que la ayuda europea saneará la banca, fortalecerá su liquidez y podrá conceder los préstamos que han de revitalizar nuestra exigua economía. Expongo unas cuestiones para la reflexión. España tiene una deuda pública que alcanza los setecientos setenta mil millones de euros. A su vez, la deuda privada supera los dos billones. Hemos pasado en breve tiempo de las magnitudes macroeconómicas a las astronómicas. ¿Puede alguien explicarme cuánto hemos de desembolsar al año para pagar intereses y amortización de ambas? ¿Serán suficientes cien mil millones? ¿De qué liquidez hablan? ¿Nos siguen tomando por idiotas? ¿Lo seremos?

Para colmo, los pesos pesados del PP acreditan tener la orden de anunciar al orbe, para el cuarto trimestre, una lenta recuperación que se hará notable a lo largo del dos mil trece. Venga, don Mariano, déjese de nominalismos e intente rescatar la confianza del español (bajo mínimos) divulgando la verdad. Ya soportamos antaño suficientes embelecos con ZP. Las quimeras no engendran optimismo sino desvarío.

 

 

 

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