En un extremo divisamos este
país arruinado sanitaria y económicamente a cuyo frente se encuentran parte de
los culpables directos, eso sí, difuminados por una propaganda artificiosa,
mediática y maniquea. Constituyen el gobierno social-comunista (único en el
llamado mundo civilizado) con sus “intachables” apoyos —también coadjutores
necesarios del lamentable paisaje— de independentistas, nacionalistas, Bildu (hipotéticos
sucesores de Eta) y otros partidos escuálidos, asimismo adscritos
mayoritariamente al desacato. Unidas Podemos de extrema izquierda, para ser
comedido, emboza su totalitarismo tiránico (doctrina prohibida en Europa) bajo
una capa democrática, aunque con evidentes ataques a la economía liberal —no
peor que la comunista— y a las libertades. Su justicia social implica subsidiar
sociedades siempre deprimidas.
Los independentistas
catalanes desean a toda costa fracturar la unidad nacional, conseguir su
emancipación y con ello debilitar España. ¿Qué patriotismo, qué cohesión
estatal, por utilizar otro término, puede aportar un gobierno que se asienta en
tales partidos? ¿Qué percepción internacional suscita un ejecutivo que
tolera/permite delincuentes prófugos de la justicia mientras los que han sido
juzgados y encarcelados mantienen un estatus sui géneris? ¿Qué puede pensarse
de partidos asociados al gobierno (ERC) que anteponen la salida de presos a los
intereses comunes? ¿Qué puede decirse de algunos (PNV, verbigracia) que se
venden al mejor postor, siempre de forma insolidaria? ¿Y de los que amparan
manifestaciones de odio (delito penal) contra la guardia civil?
Todo esto lo va percibiendo
la sociedad española y un Sánchez que desaparece porque su inutilidad le impide
proponer soluciones realistas. Más allá del escaparate, de la foto oportuna, de
la triquiñuela, ignora respuestas —incluso poco eficaces— a la crisis
sanitaria, institucional y económica, todas ellas de una gravedad
indescriptible. Cualquier gobernante comprometido, ante una emergencia
nacional, tomaría el timón del país para superar tan pavorosa coyuntura. Nuestro
presidente, al contrario, cobardemente, deja que las Comunidades agonicen,
sucumban, con la pandemia y el inminente problema escolar sobre enseñanza presencial
o telemática. Ignoro si la sociedad le consentirá escudarse en las competencias
autonómicas para encubrir una incapacidad absoluta, pese a los esfuerzos de
medios y comunicadores por proyectar un estadista de prestigio.
En la otra orilla
encontramos una Europa intrigada, con la mosca tras la oreja, por los diseños
económico-sociales que formula el gobierno en su conjunto. La extralimitación
no proviene solo de Unidas Podemos, pues Sánchez avala (así lo parece)
cualquier disparate que tenga su sello. El agente perturbador no es España, que
lo es, sino quien paraliza ese maná del dinero vital, urgente, que necesitamos
para hacerla viable y robustecer la Unión. Algunas naciones (Holanda,
Dinamarca, Suecia, etc.) cuestionan nuestra fiabilidad como país para librar
los ciento cuarenta mil millones ofrecidos.
De ahí la extremada cautela a los Presupuestos en gestación. Hasta hace
dos días, Iglesias ansiaba una subida importante de impuestos, “a los ricos”
para satisfacer el gasto social que le encumbrara entre sus votantes —falta le
hace— y algún ingenuo foráneo.
A propósito de la
pandemia, Sánchez dijo: “Me preocupa Madrid”. Esto no es grave, desde el punto
de vista económico-político, porque ninguno de ellos dispone de capital para
minimizar la dificultad financiera que atenaza al gobierno. Sin embargo, a
Europa le alarma Sánchez (sobre todo su par, Unidas Podemos) y esto sí que
entraña un ahogo absoluto. Pasar de una orilla a otra, precisa un puente con “solvencia”,
con “satisfacción”. El paripé Ciudadanos constituye un placebo balsámico del PP,
verdadera plataforma anhelada por la CE. Hubo originariamente cierta desazón del
partido morado —tal vez celos electorales— y desaires cuya lectura pudiera
aproximarse a reto bravucón. Sin que sirva de precedente, Sánchez actúa en este
caso de manera sabia: Iglesias jamás renunciaría a tocar poder y aprobará los
presupuestos, aunque hubieran sido pactados con Vox. Unidas Podemos, sus
líderes, fuera del gobierno es la nada diluida en el vacío.
Ciudadanos (Inés
Arrimadas), ese puente ocasional favorecido, intuitivo, pelín ingenuo, gana
protagonismo, pero quien sale beneficiado es Sánchez. Pese a analistas que
predicen la salvación económica gracias al partido naranja por aprobar los
presupuestos y ser impulsor magnético del ambivalente crédito europeo, quizás
posibilite —según y cómo— ocasionar una catástrofe mayúscula, pero con efecto
retardado. Me explico. El mayor riesgo que tiene España hoy es “la conjunción
planetaria” Sánchez-Iglesias. Los conflictos que provoca este tándem han
superado fronteras y hoy generan desasosiego internacional. No en vano es el
único gobierno comunista en nuestro marco liberal-capitalista. Además,
conociendo el grueso sumario del presidente, cuando tenga aprobados los
presupuestos rechazará a Ciudadanos por apegos personales como ha ido haciendo
con todas las pantallas protectoras, una vez conseguidas sus apetencias.
Conservará en el gobierno
a Unidas Podemos porque así somete ese ansia escapista, demagoga y taimada que
le caracteriza. Fuera es peligroso. UP, tampoco quiere romper la coalición
porque, aunque pierda, gana. Desde luego, el puente (con total seguridad) lo va
a demoler un PSOE malicioso ante el bullir censor de partidos izquierdosos en
los arrabales patrios. Solo surge un obstáculo: los ciento cuarenta mil
millones de euros, básicos para conservar la paz social. El dilema es medular.
Si se radicaliza, no hay fondos y si opta por una moderación postiza,
conseguiría deserciones inapelables. Me parece imposible compaginar apoyos
tóxicos con las presuntas exigencias europeas. PP y Ciudadanos debieran tener
un papel providencial, decisivo, en el futuro inmediato.
Europa no quiere a Unidas
Podemos ni a Vox, populismos nocivos para el proyecto de la Unión, básicamente
el primero. No obstante, ¡cuidado! porque la sociedad continental no va a
tolerar otro fracaso de esta extraña, confusa, socialdemocracia; sea de
izquierdas, derechas o centro. Entre tanto, Sánchez “engaña” y utiliza al Ibex
jugando con él al palo y la zanahoria a costa del tan traído y llevado dinero
europeo. Europa —por el contrario, y según parece— le apremia a observar unas
condiciones leoninas. No quiere reparar que los fondos mandan y dicho acatamiento
le aleja letalmente de sus socios originarios. Como ocurría antaño, cuando el
cuerpo —aterido de frío— necesitaba algún consuelo vivificador y se agarraba a
la desesperanza, el carbón se acaba. Jugar a dos bandas siempre acarrea sinsabores
y sorpresas, incluso a gentes duchas, expertas, siempre bordeando la estafa
tradicional y societaria: el tocomocho.
Para terminar, una reflexión.
Muchos políticos españoles no sabrán quien fue Fernando VI, pero
(presuntamente) deben conocer al dedillo todos los paraísos fiscales. Y más
ahora, con la que se avecina.
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