Hay mucha gente, demasiada, que percibe a España hoy como un
enorme prostíbulo. Sí, el DRAE, en su acepción dos, conceptúa prostitución:
“Deshonrar o degradar algo o a alguien abusando con bajeza de ellos para
obtener un beneficio”. Incluso a mí se me había ocurrido un título fronterizo que
deseché rápidamente no por ampuloso o infundado sino porque repruebo los
vocablos estridentes, rotundos. Nadie puede dudar de que la situación política,
social, institucional y económica se muestra preocupante, casi irreversible en
el corto plazo. Inquirir causas y proveer soluciones es complejo pues estamos
sumidos en una mediocridad de carácter general. Decía Ortega que, para
vertebrar la sociedad, para conducirla hacia un objetivo eminente, era
imprescindible una élite aristocrática (entiendo dotada de atributos extraordinarios),
inconcebible actualmente en el panorama inmediato.
Ignoro qué dinámica (en qué sentido) ha generado el marco
actual de convivencia. Todavía no está claro si la colectividad fue el caldo de
cultivo nutriente para esta hornada de políticos o si estos han conformado a su
antojo sociedad tan peculiar. Véase en el último adjetivo la síntesis de los
muchos epítetos que pudieran aplicarse, con justeza y justicia, a nuestra ciudadanía.
Sobran ejemplos que describen con nitidez los vicios, tácitos y expresos, que
protagonizamos a la hora de examinar créditos y menguas de quienes nos
representan. No se precisa extraer ninguno para sondear la crisis general que
domina el escenario patrio. Cualquier factor que la conforma tiene peso
específico propio, sustantivo, dramático. Sin embargo, tras profundo estudio,
podríamos estimar el menos alarmante aquel cuya enmienda pasa por apuntalar la
holgura económica.
Ahora mismo estamos contemplando un PSOE oscuro, gestor desde
Zapatero de bloques idóneos para la competición electoral, pero indigentes y
nefastos para convivir y satisfacer las viejas reivindicaciones del ciudadano.
Sánchez forzó la quiebra de un partido que, con luces y sombras, ha ido
forjando su historia; es decir, la de los españoles. Es imprescindible recordar
aquel “no es no” cuando el PP, España, -en otra minoría desesperanzadora,
crucial- urgía el concurso generoso, institucional, del contrincante para
obtener un gobierno estable. No era Pedro, ni Rajoy, protagonistas efímeros,
pasajeros; el reto afectaba también (y sobre todo) a un pueblo ansioso,
olvidado de siglos. Luego viene esa desfachatez hiriente, infame, al afirmar
que su vocación tiene por objeto el bienestar ciudadano. A lo que se ve, no es
vocación; es profesión. Semejante yerro, consecuencia de una espuria creencia,
engendra el desapego que tanto les preocupa, al parecer, en épocas electorales.
Sánchez, o sus consejeros áulicos, claramente olvida en su
estrategia a la sociedad cuando quiere gobernar al precio que sea. El propio
sistema democrático sufre trastornos bipolares según se satisfagan o no
avideces y lucimientos personales. Ha acontecido, y ocurre, velados por el envilecimiento
semántico, día a día menos efectivo. Esta labor indigna puede llevarse a cabo
con la complicidad irresponsable de los medios, básicamente audiovisuales, que
se venden por un plato de lentejas o impulsados por pruritos progres, tan
jactanciosos como ineficaces. Da gozo verlos prominentes (casi mórbidos),
fatuos, estúpidos, impartiendo carnés de corrección, sensatez, liberalidad,
(incluso de demócrata), a quienes comparten ideario mientras arrastran por el
lodo al resto. Son charlatanes iniciáticos y ponzoñosos cuyos efectos soporíferos
influyen de forma sustantiva en la calidad democrática del sistema.
Los políticos cargan tintas cuando ejercen de locuaces necios,
aunque sus bravatas carecen del efecto divulgador ocasionado por los medios,
salvo que estos mismos sean eco fértil y misionero. Fernández Vara, líder
socialista extremeño, hace escasas horas realizó un relato en el que, de modo
expreso, pedía a PP y Ciudadanos que exhibieran su patriotismo permitiendo un
gobierno estable a Sánchez. Impediría así su sostén en partidos
independentistas, recortándoles de paso un inoportuno poder político. Acicalaba
tal referencia con exuberante panegírico asentado sobre los ciento cuarenta
años del PSOE. El señor Vara obvia, al menos, tres detalles básicos: Sánchez
recibe parecida medicina a la que utilizó él contra Rajoy; para limitar el
poder independentista hubiera bastado, hace años, con cambiar la Ley Electoral
al objeto de considerar una única circunscripción; desconozco, cuando magnifica
al PSOE, si se refiere al de Largo Caballero (el Lenin español) o al de
Besteiro (docto presidente del Parlamento).
Al parecer, no queda ninguna sigla libre de excesos, de
evacuar insensateces como si fueran sesudos hallazgos. Rajoy, un político
desastroso para el país, ha dicho: “España necesita un gobierno estable” y
propone que Ciudadanos se abstenga para facilitar la investidura de Sánchez.
Curioso. ¿Por qué no pide lo mismo al PP? Fácil, manifiesta en realidad quién
desea que monopolice la oposición. Aparte añagazas, Sánchez permite a Bildu
ocupar una secretaría en la mesa del Parlamento navarro, y la presidencia a
Geroa Bai, a cambio de que Chivite (PSN) se haga con la presidencia de la
Comunidad. Asimismo, pactará -veremos, si lo aclaran, a cambio de qué- con
Podemos y ERC para conseguir la presidencia del gobierno. Por mucho que se
silencie, Podemos constituye la extrema, extremísima, izquierda de este país.
Ni la confabulación de los medios, ni los más exaltados analistas, ni los
partidos supuestamente con mayor pedigrí democrático, pueden hacer nada por
remediarlo. Es imposible blanquear ni lo negro ni la Historia.
Errejón, otro charlatán, manifestó no ha mucho que Ciudadanos
dejaba su reformismo en un brindis al sol tras permitir que el PP siga ocupando
el gobierno corrupto de Madrid después de veinticuatro años. Nada dijo cuando
favoreció al gobierno socialista de Andalucía, todavía más corrupto, después de
permanecer en el poder cuarenta años. Hay, no obstante, dos pronunciamientos
cuya naturaleza supera los límites del titular. Uno se refiere al sueño expreso
de Iglesias para que su pareja sea ministra de sanidad. Otro, aventurado,
inmodesto, absurdo, anunciaba que el gobierno y Carmena permitirían una
consulta popular en Madrid sobre monarquía o república. Menos mal que Cronos ha
inhabilitado el trámite y este último -con algo más de miga, de sustancia, que
el primero- no conseguirá, pese a sus esfuerzos, tener encarnadura de
esperpento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario