Todavía resuena lozano, fresco, aquel “puedo prometer y
prometo” dicho con cálida rotundidad por el mejor presidente que ha tenido
España en décadas, tal vez siglos. No hablaba de promesas materiales, más o
menos resueltas, sino de esperanzas e ilusiones caídas en abandono a
consecuencia de remotos e innumerables desengaños sufridos. La sociedad era deseo,
impaciencia, hechos arrebato; una demanda masiva encubierta de silencios. Se
necesitaba alguien resolutivo, con empuje, sin flaquezas ni vehemencias perturbadoras,
ineficaces. Suárez sintetizaba esas virtudes y alguna otra poco conocida,
aunque no menos valiosa. Su muerte política, a traición, creó un mito excelso; mientras,
la sociedad española describió un proceder amnésico, con ribetes de vileza.
A veces, es conveniente preguntarse si fue antes el huevo o
la gallina. Semejante entresijo, a primera vista fuera de contexto, constituye
la sustancia idónea para ir comprendiendo hechos venideros. Recuerdo las
postrimerías políticas de Suárez cuando bastantes “prendas” del partido se
encargaron de volar aquel intento firme de valor, honradez y servicio. Altas
instancias -extrañas, o no tanto, a los acontecimientos- lo intentaban, al mismo
tiempo, sin precisar el alcance de una aventura innecesaria. Asaltar el
Congreso, dar un espectáculo tragicómico, resultó redundante porque Suárez y UCD
estaban ya desahuciados. Queramos reconocerlo o no, tales apresuramientos por
quebrar la ética instituida fue, presuntamente, el huevo del desenfreno
posterior.
Año y medio después iniciaba su andadura el bipartidismo que
se afanaría, durante tres décadas, por consolidar esta democracia distorsionada,
corrupta en cualquier sentido. Felipe González inició el rito preelectoral de prometer
lo que era imposible cumplir. Aún recuerdo aquellos ochocientos mil puestos de
trabajo (ochocientos o mil por boca de rivales maledicentes) y el soniquete paradójico,
menesteroso, “OTAN, de entrada, NO”. Al final, sumó un millón más de parados y consentimos
la OTAN, condición ineludible para entrar en la CEE. Verdad es que la entrada se realizó de forma
prematura, como único capital político que pudo ostentar González. Tras el primer
enjuague, a base de permanentes señuelos y trampantojos, ocupó el poder dos lustros
más modernizando el país, pero abriendo un camino lleno de oscurantismo y proceder
aletargante que se ha ido refinando con el tiempo.
Aznar prometía, inmovilizado por el desaliento opositor, una
regeneración democrática imprescindible al declive cesarista de González, tras alarmantes
escenarios de extravío económico y corrupción vertiginosa. Tal vez esa
deficiencia acreditada, palpable, exhibida, le llevara a ganar las elecciones.
Constituyó un hito tras catorce años de gobiernos socialistas vinculados a una extensa
red clientelar. Ciertamente, Aznar incumplió su palabra. Sospecho que nadie
pueda afirmar con fundamento durante la primera legislatura -fructífera sin
duda- y menos en la segunda, haber notado una mejora del sistema. Desde el
punto de vista económico consiguió resultados excelentes, si bien a costa de permitir
apalancamiento financiero y burbuja inmobiliaria, ambos muy onerosos para
afrontar el futuro. Pese a algunas censuras, cuajó buena presidencia.
Dos falacias -guerra de Irak y chapapote- junto a ciento
noventa y tres muertos en atentado, permitió que trepara un indigente a la
jefatura del gobierno. Zapatero demostró ser un político anodino, insulso,
incapaz de prometer nada porque era el erial, la excepción que confirma toda
regla. Podemos advertir, sin temor a errar, la ausencia de proyecto o envite que
encandilara al ciudadano. Consiguió ser todo sin proveer nada. Abrió las
vísceras sociales con aquella frentista Ley de Memoria Histórica junto a la
nueva ley sobre el aborto. Asimismo, exasperó al público (caliente ya) suscitando
la Alianza de Civilizaciones e infundiendo preocupación extrema por el “Cambio
Climático”. Cumplió, y se excedió, con lo no prometido; el único. Su inepcia condujo
al PP a obtener una mayoría absoluta tan inesperada como indebida.
Rajoy batió el récord por excelencia de incumplimientos.
Prometió bajar impuestos, desarrollar leyes educativas rigurosas que pusieran
fin al adoctrinamiento ciudadano, blindar las pensiones, cambiar la ley del
aborto, etc. etc. Subió aranceles fiscales, corrigió leyes educativas con tanta
demora que impidió llevarlas a la práctica, las pensiones perdieron poder
adquisitivo, dejó intacta la ley abortista de Zapatero al tiempo que recortaba presupuestos
sociales. Sospecho que no tuvo más
remedio, pero echar culpas al gobierno anterior por ocultación del verdadero
déficit, me parece indecoroso sobre todo porque llevaban un año gobernando la
mayor parte de Comunidades. Como consecuencia de su inacción, en cuatro años
paso de casi once millones de votos a poco más de siete. Solo él consiguió desarmar
moralmente a una sociedad confusa y harta; escaso castigo (reiterado al resto
de políticos) para corresponder a sus deméritos.
¡Sánchez y cierra España! gritan, aun con sordina, esa horda de
mamelucos que la impronta gabacha debió dejar al socaire de turbulencias
irracionales. BOE, capitales públicos sin presupuesto, medios y tertulianos ad
hoc, rentistas, versátiles, apuestan cada día por un PSOE transmutado en
sanchismo. A este erudito del trile le importan los afiliados, su partido, el
país, un pepino. Exhumar a Franco y la Ley de Género han sido, más allá de recorrer
-sin ton ni son- medio mundo, su objetivo medular. Ahora, a escasas jornadas de
pugna electoral, empieza con promesas que no cumplirá salvo deterioro
irreversible de una economía alejada de la “champion league”. Los viernes
sociales, así llamados, conforman una variopinta colección de salvas con apelativos
postizos.
Anteanoche, tras casi una hora de histrionismo, Sánchez prometió
ofrecer a la sociedad española un partido moderado para conquistar el futuro opuesto
al radicalismo rancio de la triple derecha, esa derecha “trifálica” de Delgado.
Ya, sin cotejo futuro, sé que Pedro miente una vez más. ¿Cómo puede hablar de
moderación quien pactará con Podemos, independentistas, PNV y Bildu? Lleva semanas
anunciando que viene el lobo ultra cuando lo tiene alrededor de sí. Afirmo, sin
margen de duda, no tener ningún desasosiego por lo que pueda ocurrir en los percances
posteriores al veintiocho de abril. Ninguno cumplirá sus promesas y si el
peligro asoma acompañado de Podemos, independentistas y Bildu, Europa dará
buena cuenta de él como antes lo hizo con Zapatero. Yo, escéptico ante tanta burla,
seguiré firme en mi actitud abstencionista porque ninguno merece que (cuando fuese
al colegio electoral) me cayera o fatigara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario