Me encuentro en
Mojácar, pueblo colgado -cual nido de águilas- en un abrupto pico de Sierra Cabrera y que estos últimos días
desvanece la neblina impertinente del atardecer. Muestra, orgulloso, un inmenso
apéndice urbano que se dispersa por la costa. Al sur, hacia Carboneras y su
desalinizadora; al norte se acerca a Garrucha, pueblo que alinea inacabable un
límpido litoral hasta pisar el atómico término de Palomares, el de la bomba.
Ubicado yo a dos pasos del mar, camino cada día por el extraño paseo marítimo
roto a trechos con entradas (o salidas) a chalets, apartamentos y negocios, que
lo jalonan. Casi tres kilómetros separan el hotel del laberíntico complejo
comercial que abre la carretera de ascenso al núcleo primitivo.
Aquí, manso el espíritu
por el suave oleaje del entorno, me sorprendió la misión que el rey encomendó a
Pedro Sánchez tras la espantada lógica, pero con menguada conveniencia estratégica,
de Rajoy y el ofrecimiento ambicioso, reconstituyente, vivificador, que Pedro
Sánchez -medio cadáver- propuso a Felipe VI. Era un envite superfluo, intemporal,
ni por apremio ni a consecuencia de desasosiegos sociales o patrióticos. Fue
una premura anhelante, emocional; una precipitación imperiosa del reo que
palpita cuando siente cerca el pelotón de fusilamiento. Nada le mueve más allá
de asirse a cualquier resquicio vivificante; posterga el país, los ciudadanos
y, por supuesto, su propio partido. Quiere respirar, aunque sea segundos, caiga
quien caiga. Deberíamos subrayar esas veleidades personales, asimismo acentuar las
diferencias profundas que existen entre envoltura y sustancia, necesidad y
virtud. Recelo que, desde hace tiempo, viene haciendo de tripas corazón. Pobre.
Susana Díaz, oficial de
la patrulla que presuntamente terminará fusilándolo (y que le dará el tiro de
gracia), se deja vencer por los mismos ardores. Combatir a quien nos aparte del poder se transforma en consigna obligatoria.
Reo y ejecutor están adornados de las mismas pasiones o lacras -incluyendo alguna
cualidad furtiva- ni mayores ni menores
de aquellas que pudieran exhibir simétricos en cualquier sigla. Otra cosa es lo
que digan ambos desde diferentes púlpitos mediáticos. Los pecados políticos
suelen ocultarse, a veces, tras caretas sonrientes pero siempre transgresoras.
Personalmente, una y otro, me parecen de escasa altura política (aseguro que este
criterio no constituye una justa revancha cuando constatamos la certeza de sus vejatorios
prejuicios hacia los ciudadanos). Sospecho que la señora Díaz da un perfil de
mayor credibilidad en lo que se refiere a proyecto de Estado y de partido. Mi
dictamen lo hago solo en comparación con el señor Sánchez de quien alguien dijo
que cotejado con Zapatero, este sería Churchill. Excelente ojo clínico
Encuentro quehacer loable,
desesperado, que aquellos personajillos cercanos a Sánchez -más o menos
notorios- lancen junto a su patrón fuegos de artificio para sembrar necedades y
recoger frutos crediticios, rentables. Aseveraciones inverosímiles como
“tenemos un proyecto de país”, “ha pasado el tiempo de vetos”, “iniciaremos una
política de soluciones” o “queremos un gobierno progresista y reformador”, amén
de ataques indecorosos, sin fuerza moral, contra Rajoy y el PP, es la evidente constatación
de la indigencia que exhiben estos señores para gobernar España, para elevar el
bienestar de los españoles y para salvaguardar su propio partido. Han perdido
el oremus. Si Sánchez cierra los ojos y consiguiera ser presidente (tiene un
único camino para ello) pondría en la mano, a corto plazo, otra mayoría
absoluta del PP tan inmerecida como la actual. Es más, si UPyD resucitara el
PSOE se deterioraría definitivamente. Lo malo es que este país sufriría también
las secuelas de tanto impudor, no exento de desatino.
Sí, en el PSOE se han conjuntado
el hambre con las ganas de comer. Sánchez y Luena, o viceversa, juegan con la
semántica -y con las líneas rojas- a fin de engatusar a los afiliados e
imponerse, choteo incluido, a los barones rebeldes. El desapego que adoptan con
la vieja guardia escapa a cualquier epíteto. No solo desoyen sus sabios y
oportunos consejos sino que además se muestran insolentes, ácidos, con quienes
(reconociéndoles desaciertos) auparon el país y dieron al partido años de
gloria. Desde Zapatero y su política de enfrentamiento, mejor aislamiento, a
unas siglas con parecido pedigrí democrático y podredumbre, el PSOE ha perdido
más de setenta diputados y sigue reduciendo su otrora valioso suelo electoral.
Aseguro que de esto el PP no es culpable. Pregúntense. Quizás debieran poner
pies a tierra y abandonar el odio para corregir errores fatales. Conjeturo una
gran dificultad porque, según el proverbio, rectificar es de sabios.
Aprecio, asimismo, una
actitud de oídos sordos, de egolatría, de ambición insana. Con estos
fundamentos es imposible construir nada loable ni duradero. Si sumásemos algún
catalizador agresivo, radical, el producto sería preocupante, molesto,
terrible, pese a los numerosos mensajes
tranquilizadores cuyo objetivo pierde pujanza de forma acelerada. Espero que al
final se imponga el sentido común aunque sea efecto del superior instinto de
supervivencia. Los primeros pasos entre Podemos y el PSOE parecen seguir ese
derrotero, aunque el histrionismo del político supera con creces al del comediante.
Pronto saldremos de dudas pero no de preocupaciones. Nos jugamos mucho todos.
Seamos autodidactas, aprendamos, si ellos abandonan su instinto. Hagámosles
pagar un costoso peaje si nos dejaran los últimos en su orden de prioridades.
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