A muchos lectores
pudiera extrañar la conexión que encuentro entre las personas del epígrafe. Plutarco,
en sus Vidas Paralelas, examinaba encuentros y divergencias entre individuos aparentemente
opuestos. Siguiendo la analogía, intento (con humildad y rigor) plantear situaciones,
modos, aun objetivos, de dos seres distanciados en parte por el azar y por la
época. Mi tesis consiste en minimizar antagonismos referidos a detalles triviales,
vacuos, como ascendientes, conductas y sentimientos aledaños. Ajustaré lo
vertebral a aspectos doctrinales, aproximados aunque con matices éticos y altruistas.
Mientras uno ha de ganarse el crédito -superando la autoafirmación- a su par lo
juzga la Historia, en ocasiones sometida a lecturas o fallos más o menos
interesados.
Empecemos por orden
cronológico. José Antonio pertenecía a la élite de poder. Su horizonte vital estaba
expedito; podía gozar de cuanto quisiera sin trabas ni límites. Abogado, escritor,
inteligente, refinado, extraño a lo prosaico los honorarios no eran aliciente de
su empleo. La oposición de viejos políticos e intelectuales al dictador fue el
acicate para intervenir en política y -desde esa tribuna- defender la memoria
de su padre, bastante vilipendiada. De verbo vehemente, espléndido, utilizaba
una lirica casi ininteligible. Por tal motivo, sus juiciosas propuestas
chocaron con aquella sociedad inculta, mísera y miserable. Probablemente el caciquismo
configurara ese carácter incrédulo, revanchista, vengativo, de la masa. Pudo malograrse
la oportunidad para regenerar una España que caminaba ciega al abismo.
Pablo Iglesias proviene
de la clase media. Abogado y doctor en Ciencias Políticas, era profesor
interino en la Complutense cobrando -según propio testimonio-novecientos euros.
Ahora ejerce de eurodiputado con emolumentos de “casta”, pese a declaraciones
de conferir parte a desconocidos, pero muy afines, qué o quiénes. Hace un año,
vislumbraba parecidas dificultades que millones de jóvenes, más allá de su
formación académica. Bien pertrechado para el debate político (donde juega con
ventaja sobre periodistas y otros tertulianos legos en teoría social) supera a
sus oponentes utilizando sin pudor técnicas heterodoxas. Tiene dotes indiscutibles
para la retórica que condimenta con elevadas dosis de demagogia. Utiliza un
mensaje simple, atractivo, seductor, arranque de las recientes cosechas
electorales. Analizando diferentes vídeos, puede afirmarse que detesta el
idealismo. El púlpito que explota tiene base material, terriblemente prosaica.
Sobre su personalidad, me quedo con esta enigmática frase: “se trata de una
persona oscura”.
España en el primer
cuarto del siglo XX sufría parecidos políticos a los que soportamos ahora.
Ortega y Gasset, alrededor de mil novecientos diecinueve, describió un paisaje afín
al que describiría hoy si viviera. La alternancia pacífica entre conservadores
(PP) y liberales (PSOE) encauzaba el gobierno del país. Desastre colonial a
finales del XIX con duras secuelas, vanos intentos reformistas, penosos
conflictos sociales, corrupción e indigencia ética, alimentaban hastíos y
desorientación. La actualidad camina entre una crisis económica cuyo final se barrunta
lejano, pauperación social y beligerancia institucional. Aquellos y estos
escenarios son idóneos para aventuras salvadoras que individuos idealistas, o
con ansias de poder, ofrecen al pueblo desprevenido y exhausto.
José Antonio quiso
continuar los logros de la dictadura dándole un pavonado ideológico del que
careció. Enemigo por igual del liberalismo y del marxismo, ambos dañinos para
la auténtica libertad individual, se acercó al fascismo italiano cuyos éxitos
económicos y sociales eran indiscutibles. Lejos de ser un maridaje avenido,
tuvo momentos de cierta repulsa -cuando no divorcio- hacia algunos métodos.
Parte de su pensamiento puede entenderse en las siguientes frases: “La libertad
no puede vivir sin el amparo de un principio fuerte, permanente. Cuando los
principios cambian con los vaivenes de la opinión, solo hay libertad para los
acordes con la mayoría”. “Lo que buscamos nosotros es la conquista plena y
definitiva del Estado, no para unos años sino para siempre”. “Patria, pan y
justicia”. “Lo social es una aspiración interesante aun para mentalidades
elementales”. “El fascismo es una revolución regeneradora, populista y
ultranacionalista, base y cimiento de una comunidad nacional ordenada y
entusiasta”. Tras treinta años de oprobio gubernamental, formulaba un sistema
de control para subsanar extravagancias, corrupción y atropellos.
Pablo Iglesias, siguiendo
una estrategia meditada, hostiga al liberalismo en sus intermediarios: La “casta”
política, el BCE, la Troika, la CEOE, etc. Partidario del marxismo moderno -pero
sin perder la terrible encarnadura que le dieron Lenin y Stalin- pretende en
una quimera insólita acabar con las democracias europeas (la española). Él las define
dictaduras regidas por la casta cuya cuantificación no supera el quince por
ciento de la sociedad. Persigue sustituirlas por democracias que legitiman, son
sus palabras, el ochenta y cinco por ciento de ciudadanos. Resucita la
democracia popular. ¿Les suena? Expongo algunas frases textuales y rotundas que
ha ido desgranando en diferentes intervenciones audiovisuales: “El poder no
está en las identidades (los partidos) sino en la conciencia de pueblo”. “El mundo
se mueve por cosas sencillas: la paz, el pan y la dignidad”. “Hemos nacido para
ganar, no para ser comparsas”. “El poder social ha de mantener el control
democrático”. “Si el PSOE no quiere que Rajoy sea presidente me tendrá que
votar a mí como tal”. Mismos mensajes con vocablos ajustados a los tiempos. Son
suficientes para comprender qué supone si gobernara.
Con evidentes perfiles dictatoriales
ambos, las similitudes ideológicas son claras porque los extremos se tocan.
Expresé en los primeros párrafos varios contrastes coyunturales,
circunstanciales, entrambos. Sin embargo hay una profunda divergencia de estilo.
José Antonio era un idealista que puso en juego su propia vida. Pablo Iglesias
presenta, o se le vislumbra, un fondo ambicioso, arribista, y pone en juego la
vida de los demás.
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