jueves, 3 de julio de 2014

BENICALAP: LA DERROTA DE LA PALABRA


Al fin. El poder vence, que no convence. Cuando en una democracia se impone la fuerza al discurso, este se fortalece al tiempo que aquella se debilita. Por supuesto, la democracia queda convertida en mero instrumento al servicio de una élite.

Benicalap, barrio olvidado desde hace años, constituido -a ojos del Ayuntamiento- por una sumisa casta de intocables, carece de las dotaciones mínimas. Deficiente en colegios, instalaciones deportivas, culturales y de ocio, se esfuerza por acomodarse a las que están lejanas o son insuficientes: sanidad y transporte público.

Hoy, siendo alcaldesa Rita Barberá, delegado del gobierno Joaquín Castellano y presidente de Casa Caridad Antonio Casanova, se han reiniciado las obras al amparo, desproporcionado por el número, de policía nacional y local. Persisten en el error. Benicalap, respetando barriadas y circunstancias especiales, no es Gamonal ni Can Vies. Le sobran motivos, pero también estética en el estilo y fe en la razón. Estoy convencido de que tal escenario lo presagiaban tanto responsables políticos cuanto adláteres necesarios.

Poco se puede apelar ya. Quedan reducidos caminos para encauzar esa meta propuesta. En este país donde la equidad del poderoso escasea, la sociedad se inhibe y la justicia cojea, queda como pobre consuelo -y sin ánimo de ofender- aquella paremia popular, restauradora, justiciera: “A cada cerdo le llega su San Martín” o esta otra más ortodoxa pero menos perceptible y plástica: “Al freír será el reír”.

Sí, construirán el complejo por las bravas a falta de transparencia. Pareciera que les subyuga un prurito en vez del tiento. ¿Acaso pretenden echar un pulso? ¿A quién? Ya, a sus demonios de momento; a una incógnita con el tiempo.

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