Putrefacto es sinónimo de
podrido y este significa: “Dicho de una persona o de una institución.
Corrompida o dominada por la inmoralidad”. Más allá del contenido semántico (de
cuyo fondo pueden extraerse innumerables conclusiones vituperables,
perniciosas), lo que está corrompido exhala un hedor insoportable, nauseabundo,
repelente. Conforma la emisión física de cualquier sustancia que se encuentre
en semejante estadio. Desde el punto de vista ético, debería causar parecido o
mayor rechazo social porque su efecto obstaculiza —si no destruye— la convivencia
potenciando, a la vez, el resurgir de fuerzas divergentes con objetivos oscuros
pero cuajados de paradójica transparencia. La Historia incorpora personajes,
momentos e instituciones putrefactos; sin embargo, creo que hoy estamos sufriendo
uno de los más álgidos cuyo desenlace produce verdadera zozobra.
Estamos llegando, poco a
poco, a una estimación juiciosa, asentada, plena: este PSOE es un partido putrefacto.
Constituye el eco político terco, indeleble, asentado, al que ponen sordina temores
patentes y cobardes tras un gesto hosco, feudal, del presidente revestido de
poder compensatorio, usufructuario, falso. El pacto o acuerdo con Bildu en los Presupuestos,
obliga a Vara, Page y Lambán a expresar diversas críticas sobre haber superado
ciertas rayas de diferentes tonalidades cromáticas. Eso sí, con la boca pequeña
no vaya a ser que el empeño los mande a la poyata (repisa de ladrillo, fría, despectiva,
a donde mandaba el maestro —en mi infancia— a quienes no sabían la lección o se
portaban mal), aunque empeñados en dejarse ver utilizando una gran caja de
resonancia. Son los de siempre, los únicos que representan un papel rebelde,
insulso y fugaz. Luego a luego, callan para volver al confortable estado gaseoso.
La prensa (no toda), las
viejas glorias (Guerra, Leguina, Corcuera, Redondo, etc.) y una mayoría social
creen a pie juntillas que el PSOE —sanchismo— está podrido. Negociar con Bildu,
por los Presupuestos a nivel nacional y en Navarra, eliminar el español en
Cataluña como lengua vehicular, múltiples negligencias e ineptitudes respecto a
la gestión pandémica y económica, inmigración descontrolada, etc. etc. son
razones suficientes para asentar, sin vuelta atrás, el justo epíteto. Sánchez,
aquí y ahora, con dichos contestatarios, se anuncia indignamente a sí mismo
como invitado de piedra. Parece que El País recobra un encare perdido tras
alguna subvención; quizás por temor a que en una economía endeble nada pueda
mantenerse erguido. Las televisiones, pública y privadas, también han iniciado
movimientos antigenuflexión. La sociedad, por su parte, reniega comulgar con
ruedas de molino. Mientras, sus ciudadanos soportan abusos generalizados.
Antes de hablar del PSOE
actual, hagamos un poco de historia. Desde mil ochocientos setenta y nueve,
fecha de su fundación, el partido ha pasado varias vicisitudes poco egregias. Hasta
la Primera Guerra Mundial fue un partido irrelevante para escindirse a su
término entre los que siguieron la Segunda Internacional y aquellos que viraron
a la Tercera, comunista. Poco después, durante la dictadura primorriverista,
colaboraron con el fascismo según Mussolini: “El general Primo de Rivera es el
jefe del fascismo español”. Con este arrojo y fuerza moral hoy tachan al rival
de fascista. “Le dijo la sartén al cazo…”.
La primera época negra,
salvo Besteiro, ocurrió en la década de los años treinta del siglo XX. Mientras
duró Franco se escamoteó totalmente dejando la oposición interior al PCE. El primer
y único periodo loable fue durante la secretaría general de Felipe González en
que, aun con sombras, consiguió de España una nación moderna y europea. Zapatero
y Sánchez (sobre todo este último) la han llevado de nuevo al estercolero
histórico. No obstante, Lastra desprecia a los socialistas antañones porque
denuncian el cisco insólito del gobierno actual. “Ahora nos toca a nosotros”,
dice. ¡Cuán atrevida es la ignorancia!
Tenemos al frente del
gobierno una caterva de aventureros indocumentados e ineptos. Cuantiosas subvenciones
amigas, convertir el país en un escaparate ficticio, manosear el BOE, cooperación
corrupta y corruptora de cuantiosos medios, etc., nos llevan irremisiblemente a
la penuria, al agotamiento nacional. Reconozco al menos si no una falta
absoluta, sí cierta debilidad democrática en cualquier sigla patria. Es
incomprensible cómo un partido de gobierno que ha cubierto, no hace tanto,
páginas transcendentales en la Transición se deja arrastrar por gentes
extremas, independentistas, filoetarras, cuyo objetivo expreso es cargarse la
Constitución del setenta y ocho sin que nadie alce la voz con firmeza. ¿Alguien
cree que Sánchez, su ambición, su insustancialidad y su cohorte, puede sacar a
España del caos? Imposible. Es preciso conformar un socialismo moderado, juicioso,
para perfilar políticas de Estado por encima de móviles espurios. ¿No hay nadie
dispuesto y capaz? ¿Hemos de esperar a que Europa nos libre de él?
Alfonso Guerra —incisivo
e inteligente como siempre, aunque nunca fue santo de mi devoción— dijo: “Sánchez
lidera un ejecutivo que no es natural y en el que se toman decisiones muy
autoritarias”. Ni Casado hubiera puesto el dedo en la llaga con tanto acierto
ni precisión, y de hacerlo le habrían soltado la jauría. El PSOE necesita con
urgencia un líder contenido, sensato y que tenga claro políticas definidas,
convergentes, de Estado, para vencer esta crisis general. Cuando un gobierno silencia
que llegue al estrado parlamentario quien dice: “no soy español ni quiero”
antes de soltar su discurso dogmático —por tanto, irracional— entramos en un bucle
ignominioso, irreversible.
Hay quien afirma
interesadamente que la democracia es un sistema de formas, cuando lo
fundamental es la concepción que el ciudadano tiene del mismo. Si pasamos por
alto tan tremendo señuelo, ¿son formas las siguientes? El delegado del gobierno
en la Comunidad Valenciana ha dado órdenes a la policía de no multar a los
extranjeros que infrinjan las medidas para controlar la pandemia. Otra. El
gobierno ampara que los alcaldes marginen el español en los territorios
bilingües. Otra. Un empresario recibe una paliza cuando quería regular un ERTE.
Otra. Quieren sancionar a Perdiguero, líder de un sindicato policial, por
llamar a Iglesias “el del moño”. Admitido, aceptemos las formas democráticas como
materia sustantiva del sistema, pero sin epítetos, inquisidores ni garantes.
Iguales para todos en cumplimiento y correspondencia.
Sí, al igual que en fechas
pretéritas, el PSOE ha dejado de ser un partido de corte moderado, moderno,
europeo. Si me aprietan, diré que bordea peligrosamente el pacto constitucional,
si no lo amenaza. El señor Redondo, Iván, ha decidido que Sánchez, aupado a Iglesias
y resto de fervientes “patriotas”, ocupe La Moncloa (al menos una década) caiga
quien caiga, si antes no lo impide un pueblo ahogado en la miseria o Europa —harta
de tanta farsa— empeñada en asegurar sus créditos cada vez más fallidos. Yo me
cuidaría muy mucho de prestar dinero a un derrochador necio, vanidoso e irresponsable.
Europa, sospecho, también.
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