Generalmente, quienes
pretenden cambiar el statu quo mediante golpe de Estado o subversión encubierta,
procuran tener varios planes con diseño cauto, progresivo y alterno. Sin
embargo, es infrecuente que partidos opuestos a tales afanes terminen aportando
complicidades, presumo, involuntarias. Ignoro si les falta agudeza o se
abandonan a viejos complejos de origen postizo. La izquierda patria (que no
patriótica) les ha tomado el pulso a PP y Ciudadanos que reciben trémulos, permeables,
una propaganda ridícula, casi caricaturesca. Nada más absurdo, chispeante e inicuo
que carguen con el apelativo “franquistas” y al mismo tiempo les endosen un
revanchismo contrahecho.
Avizorando el presente
nace una inquietud profunda, lamentable; probablemente aciaga. Solo necesitamos
observar signos, acontecimientos, para concluir que una de dos: Sánchez se
eterniza en La Moncloa o, peor aún, alguien pretende contravenir el orden
constitucional y democrático. Sánchez nos llevaría al abismo; asaltar el
sistema traería irremediablemente penuria y atropello. Los últimos
acontecimientos han dejado claro aspectos que ayer nos hubieran parecido
ilusorios. “El movimiento se demuestra andando”, frase atribuida a Diógenes, es
de giro común en media España. Si la limitamos al escenario político, ninguna
sigla sale bien parada; pues la que no cojea, renquea.
Progre es un rasgo que se
atribuye la izquierda (disgregadora, radical o sanguinaria) en franquicia, de
forma exclusiva; por tanto, se arroga una apropiación ilegítima, insidiosa,
hipócrita. Acostumbra aplicarse al individuo que tiene un concepto de la vida
avanzado e innovador. O sea, persona que debiera ser solidaria, justa, de
acendrados valores éticos, generosa, sacrificada, democrática. En definitiva,
idealista. Desde noviembre padecemos un gobierno “progre” con lo que ello debiera
suponer. Por el contrario, cuando el Congreso quiso bajar el IVA de las
mascarillas al cuatro por ciento, PSOE y Podemos, entre otras siglas de
izquierda (“progres”), han votado en contra. ¡Viva la progresía!
Insisto, estos aventureros
vagan entre ostentación y detentación del poder. No ya desde un marco de
legitimidad, que también, sino centrándonos en el censurable aspecto disidente,
poco modélico, equívoco. Recatos confinados por la coalición social-comunista
sin dolor de corazón ni propósito de enmienda. Se sienten seguros, apoyados misteriosamente,
por una nutrida e irresponsable caterva de dogmáticos votantes (llegado el
momento) y por grupúsculos parlamentarios que buscan la voladura del país, bien
disgregándolo, bien quebrando el sistema constitucional. No olvidemos tampoco
que Ciudadanos y PP, sobre todo aquel, gustan hacer la goma -en términos
ciclistas- para no acompañar a Vox: teórica, descalificada y “extrema” cola del
pelotón.
Que vamos derechos al
desastre no debe ser novedad para nadie. Sin embargo, al analizar motivos y
soluciones viables se suelen cometer obstinados traspiés por el personal y extravíos
vergonzosos de los propios partidos tildados derechistas. Ambos se engañan como
quien experimenta dependencia especulativa porque “necesidades imperiosas” le
crean apariencias con visos de realidad. El ciudadano, dócil a la propaganda
demagógica, afianza su voto sobre prejuicios falsos. PP y Ciudadanos,
rechazando complejos, deben planificar estrategias que les lleve al gobierno
con el apoyo imprescindible de Vox. España saldrá del marasmo cuando el farsante
sea expulsado del gobierno. Ahí debe esforzarse la derecha. Con el fatuo displicente
que pacte quien quiera. No y no.
Veamos. Un sanchismo
huérfano de decencia y Podemos (izquierda comunista, totalitaria, extrema)
forman la base de esa empanada hecha con ingredientes nocivos para el cuerpo
nacional. Ninguno, que yo sepa, pone objeciones a pactar, aunque haya siglas de
derecha burguesa (PNV y JxCat), independentistas radicales (ERC teóricamente de
izquierdas), de ascendencia terrorista y entes unipersonales. Su doctrina común
es continuar en el poder unos y aprovechar su debilidad otros. PP y Ciudadanos
tiemblan cuando son hermanados con Vox y se desintegran si los adjetivan de
extrema derecha. Con esa estrategia, salvo muy probable terremoto económico,
Sánchez se eternizará en el poder. ¿Pensaban ustedes experimentar tanta
necedad? He aquí la prueba evidente.
PP y Ciudadanos no perciben
la política de bloques iniciada por Zapatero y llevada a la máxima expresión
pos Sánchez. Ignoran que el principal problema es la continuidad de un ejecutivo
que vulnera leyes y Constitución. Asentado sobre partidos de dudoso pedigrí
democrático y evidente deslealtad constitucional, el gobierno ha engullido los
poderes legislativo y ejecutivo. Tiene al alcance de la mano el poder judicial
y piensa “domar” cuantos medios quedan fuera de su influencia. En definitiva,
si el sanchismo ocupa los tres poderes clásicos del Estado y “somete” al cuarto
poder con misión de contrapeso o tutela del individuo, adiós democracia.
¿Alguien se explica qué razón existe para subvencionar medios privados contra
sus propios principios anticapitalistas? Según parece, quieren controlar los
medios antes que el poder judicial.
Gramsci proclamaba que la
hegemonía cultural es indispensable para que el comunismo afiance su propia
clase. Hoy, mayoritariamente, los medios audiovisuales se encargan de
“fabricar” cultura. Cierto que la sociedad demanda programas insustanciales que
terminan ocasionando un adoctrinamiento sibilino, pero eficaz. Pese a no protagonizar
toda la culpa, hay comunicadores que descubren su afección, tal vez pleitesía, a
Iglesias defendiendo lo indefendible. El proceso Dina ha ocasionado expresiones
tan absurdas como: “que acabe imputado Iglesias es un estrambote y deja mal el
sistema judicial”. Autor tan fanático deja, además, la crónica periodística en
muy bajo nivel literario.
Sánchez, amén de un
conducirse cuanto menos desconcertante, quiere terminar con Javier Moreno,
director editorial de PRISA y de El País, porque mima a Felipe González y
Cebrián. Tal vez sea el único medio “progre” que disienta de las tesis
gubernamentales. Ego desenfrenado y tics totalitarios le impiden consentir
desertores en sus partidas pertrechadas para la propaganda, único ministerio
eficaz como cabe en la filosofía nazi o leninista. Si lo consigue, tendrá a su
servicio la práctica totalidad de medios audiovisuales, papel y digitales. Con
esto, media España subsidiada y el bloque “feliz”, tendremos la falsa
democracia ensayada durante casi cuatro décadas en Andalucía. Sin prisas (no
PRISA), pero sin pausas.
Vox -por estrategia o
clarividencia- vislumbra diversas situaciones, maniobras, que otros consideran usuales.
Desconozco qué razones les lleva a considerar normal que el Parlamento esté dos
meses prácticamente inactivo, que el mayor oscurantismo se apodere de un
gobierno hosco, que alguien sea multado, verbigracia, por llevar la enseña
nacional. Callo presuntas prevaricaciones respecto a la pandemia, su gestión,
falsedades y consecuencias. Asimismo, emplazo para otra ocasión conductas graves
(en formas y fondo) a la ortodoxia democrática. ¿Alguna sigla piensa oponerse
de verdad al proyecto?
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