Hace algo más de veintitrés siglos, Roma se veía incapaz de
conquistar España por procedimientos ordinarios. Tenía que pelearse con
multitud de tribus aborígenes que le infligían derrota tras derrota,
desgastando sus imponentes legiones. Esta circunstancia le obligó a plantearse
otras estrategias rentables e incluso definitivas. De entre todas esas tribus destacaba
Lusitania que ocupaba el oeste de la península y el centro-norte portugués. Su
caudillo, Viriato, representaba un auténtico obstáculo para conseguir los
objetivos propuestos por pretores y cónsules. Idearon comprar con riquezas y
honores a tres lugartenientes del adalid lusitano para que lo asesinaran alevosamente.
Audax, Ditalco y Minuro, que así se llamaban los conjurados, mataron a Viriato
una noche perversa mientras dormía. Cuando fueron a recoger lo convenido, Quinto
Sevilio Cepión (cónsul de Hispania) los despidió con la frase: “Roma no paga a
traidores”.
Hoy, pasados dos mil doscientos años, España sigue siendo
agredida por individuos con ocultas (cada vez menos) intenciones. Roma equivale
al poder cuyo icono máximo es La Moncloa. Ahora las tribus se han agrupado en
ciudadanos votantes -y más aún contribuyentes- que diluyen sus emboscadas
votando a partidos dispares cuya finalidad estriba en que ninguno sea capaz de
auparse a ese palacio por propio impulso, sin necesitar la contribución
imprescindible de judas dispuestos a conseguir las treinta monedas de plata. Cierto
es que rebeldía e indolencia forman un tándem disparatado, insensato, entre estas
huestes subversivas. Las hostilidades, ahora, son planificadas desde medios
audiovisuales, sin ninguna solidez deontológica, encargados de conducir ante la
urna a enfrentadas partidas combatientes. Cronos cambia, pero los procedimientos,
esas fórmulas capaces de generar esperanza, ideal lejano (tal vez quimérico),
siguen inmutables.
Aquellos rebeldes mal instruidos y peor pertrechados (ahora
pueblo español) se habían conciliado a duras penas con el cónsul Rajoy, pese a
numerosas voces calculadoras sobre su falta de integridad y de firmeza. Por
este motivo, debía vérselas con varias tribus levantiscas. Sánchez, pretor que
destacaba por embustero y fatuo, tenía experiencia constatada en el arte del fingimiento,
del fraude. Aprovechó aquel principio jurídico romano de equidad y la traición
de legiones peneuvistas, antes copartícipes de los presupuestos consulares,
para prosperar en una moción de censura insólita e imposible a priori. Subido a
lo más alto de la gobernanza, el ahora cónsul Sánchez, obligado por unos
presupuestos rancios, inútiles, tuvo que iniciar nuevas confrontaciones con tribus
menos peleonas que en anteriores contiendas. Tras adjudicarse una victoria pírrica,
mal aconsejado e impertinente, arguyó la estrategia desconcertante de culpar a
otras legiones la porfía combativa que proyectaba en segunda fase.
Así se emprendieron nuevos lances generalizados en los que
las legiones de Ciudadanos quedaron casi exterminadas y las del PSOE y Podemos
sufrieron bajas importantes. Esto contribuyó a la alianza “siniestra” del conglomerado
en liza, a excepción de PP, Vox y Ciudadanos que conformaron el armazón de la “diestra”.
Sánchez, cónsul explícitamente preferido ahora sí, tuvo que tragarse aquella
arenga despreciativa aireada poco antes para estafar, una vez más, a legiones fieles
o no tanto. Dicho escenario propició diversas acusaciones de presunta ilegitimidad
debida a falacias innegables y sustantivas, aventadas por rivales con gran predicamento
y nutridos partidarios. Sin embargo, la mayoría heterogénea cuyo único aglutinante
es posicionarse junto al poder para conseguir prebendas, impide cualquier intento
clarificador en las diferentes comisiones creadas aparentemente con ese fin. El
porvenir se vislumbra bastante oscuro.
Las actuales legiones amalgamadas de ideología marxista (más
o menos extrema) se han quedado sin cimientos consistentes una vez analizado
con objetividad el acontecer histórico. Donde han sido hegemónicas solo han
cosechado tiranía y miseria, razones de peso para denigrar su doctrina. Semejante
sendero les ha encaminado a cambiar los principios originales y difundir otros
ad hoc. El primero y trascendental es un odio acerbo, pero encubierto, velado,
a las libertades individuales que defiende toda convicción liberal. Viene
después, y sin solución de continuidad, la abstracción ribeteada con
divergencias punzantes, agresivas, miserables. Cambio climático, feminismo
ultra y memoria histórica, forman ese pedestal trípode que se precisa para
armar un marxismo atractivo en la España del siglo XXI. Sumaremos,
descorazonadamente, todo intento de socavar lo que signifique armazón social.
Aquella moción contra el cónsul Rajoy, apuntalada también por
legiones de derechas catalanas y vascas para luego, expresa o tácitamente,
apoyar la investidura del maltrecho Sánchez, traerá consecuencias inesperadas
para ambas. Podemos advertir a simple vista cómo el cónsul que habita La
Moncloa utiliza ambas derechas independentistas solo cuando le conviene. Caso
contrario, las somete a una reserva anónima e intrascendente. Se reúne con Torra,
gobernador rebelde, porque lo exige la legión ERC para aprobarle el proyecto
económico nacional. Algo parecido ocurre con la legión vasca PNV, necesaria
para tal fin. El cónsul de la carruca-falcon, no obstante, muestra falta de
sintonía al haberse aferrado obsesivamente a dirigir legiones radicalizadas envileciendo
la trayectoria discreta, constitucional, de la antañona legión socialista. Esta
impronta tóxica es uno de los peajes que debe enjugar por ser un cónsul débil,
a la vez que jactancioso.
Poca gente duda ya de las intenciones proyectadas por legiones
que se ladean al sistema republicano de izquierdas. Cerrado ya a nivel nacional,
con una eficacia y avenencia impensables hace un mes, la coalición se divisa
sólida, vigorosa, sorprendente a propios y extraños. Solo cabe un interés
crematístico, grosero, para concebir tal grado de concierto. Tan lucrativo acuerdo
piensan llevarlo a Cataluña y País Vasco en forma de tripartitos. Legiones PSC,
ERC y ECP (podemitas catalanes) desahuciarán a JxCat que, junto a PP, Vox y Ciudadanos,
tiritarán largo tiempo en la oposición. Al igual, legiones PSA, Bildu y Podemos
arrinconarán a PNV arrojándolo a las tinieblas. La estúpida derecha, nacional y
autonómica, no ha sabido calibrar esa estrategia de odio y bloques, hecha
política por la izquierda afarolada con un independentismo postizo. Cuando JxCat
y PNV pidan al cónsul Sánchez su parte del pillaje, recibirán como aquel entonces
la misma respuesta: “Roma no paga a traidores”.
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