Tenía ya colocada en la
rampa de salida “Verdad jurídica y certidumbre social” para diseccionar másteres,
licenciaturas, doctorados y otros honores logrados con deshonor. Pero, hete
aquí que llega Montoro y la lía parda. Sin ton ni son, suelta una bomba cuyos
efectos es pronto todavía para cuantificar. Va el buen señor y dice: “El 1-O no
se gastaron fondos públicos”. Tal mensaje lleva aparejada una gravedad especial
porque surge enmascaramiento oficial de la verdad. Si semejante imprudencia
tuviera como vocero otro ministro, quedaría margen para el retoque, tal vez apostilla
más o menos admisible, quizás desautorización firme. Sin embargo, don Cristóbal
se cargó maniobra y crédito de un ejecutivo bastante objetado. Asimismo,
dificulta la extradición ridiculizada del reo Puigdemont
Antes de entrar en
materia, me gustaría lucubrar sobre ciertas cuestiones veladas u oscuras absolutamente.
El 1-O es la fecha clave, pero antes y después se exigen infraestructuras,
colectivos con necesidades, procedimientos, herramientas e intendencia
compleja. Aun suponiendo ayudas personales impregnadas de altruismo solidario,
servicial, patriótico, se necesita dinero. Este pequeño obstáculo diluye todo romanticismo
dadivoso al fluir, contaminante, el prosaico y áspero horizonte terrenal.
Llegados a este punto negro, irrenunciable, el referéndum delictivo supuso un dispendio
de millón novecientos mil euros, según la policía judicial. ¿Salió de algún
bolsillo benefactor? Parece poco probable. ¿Entonces? Que cada cual responda a
su gusto.
Ignoro cuáles son los
derroteros de este gobierno, qué política de altos vuelos o proyectos rompedores
auspician mentes preclaras, amén de cuántos objetivos rigen sus pasos y velas nocturnas.
Más allá, encontramos la ocurrencia; esa estrategia incomprendida del señor
Rajoy que, con toda seguridad, ni siquiera su almohada conoce a ciencia cierta.
Pero no maneja los tiempos, como se dice; apuesta, confiado, por la eventualidad
irracional del azar. Luego viene el acierto acompañado de alborozos masivos,
agasajadores, o el error envuelto en silencios inquietantes, desestabilizadores,
vergonzosos. Es el hombre de la callada por respuesta, adalid de la evasión.
Domina como nadie el engaño, ese trasteo artístico que le permite transferir -o
eso cree- la inmundicia a chiquero ajeno. Lleva tres años, quizás cuatro, embaucándonos
con la conducción de la crisis catalana. Solo él ha sido capaz de subsumir el
poder ejecutivo en una judicatura (Constitucional, sobre todo, y ordinaria) a
la que inopinadamente revistió de ineficaces competencias ejecutorias.
Es indiscutible que el
problema catalán tiene veneros lejanos, consentidos. Ahora PP y PSOE, con mayor
o menor vehemencia, parecen celosos constitucionalistas. En el fondo, jamás lo
fueron. Toda terapia exige celeridad para abordar cualquier lesión detectada.
Es curiosos que el ejecutivo, a cuyas órdenes existe incluso un CNI, no supiera
ver ciertas anomalías de dominio público. Adoctrinamiento beligerante,
ignominioso; exigencias descabelladas, atentatorias a la soberanía nacional;
desafueros económicos admitidos; arrogantes aspiraciones de bilateralidad, etc.
etc. no merecieron ninguna censura firme, aclaratoria. Incluso se permitieron
el lujo de organizar una consejería de exteriores. Entre tanto, don Mariano y
el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) permitiendo gestos y gastos.
Llevamos años comprobando
cómo el Tribunal Constitucional dicta sentencias contra las ilegalidades
catalanas que el “govern” desoye, incumple, y el ejecutivo -entusiasta- hace la
ola. Sobre educación y derechos paternos lleva decenios haciéndose el antojo de
la respectiva consejería sin que nadie, verbigracia el ministro de Hacienda,
haga nada. Victimismo intrigante y complejos gubernamentales han alimentado el
engendro que hoy es imposible domeñar. Fuera de aspavientos artificiosos,
histriónicos, solo caben dos salidas: independencia o enfrentamiento civil. Se
ha llegado a un extremo sin retorno. Probablemente veamos el choque que
significaría la peor opción. Cualquier salida juiciosa es imposible porque su plazo
ya ha pasado.
Estas reflexiones no las
hago al albur. Analizo la aplicación del artículo ciento cincuenta y cinco y el
escenario no puede ser más desazonador. Se permite todo: emolumentos a los diputados
fugitivos; un parlamento rebelde, patético; unas consejerías sin alterar sus respectivas
gestiones; una TV visceralmente independentista, manipuladora, etc. Solo han
cambiado los prebostes, encarcelados o prófugos, por obra y gracia de los
jueces bajo cuyas riendas, solo las suyas, se intenta mantener una España
unida. Vista la farfolla, el gobierno ni está ni se le espera. ¿Del PSOE qué? Como
dijera la canción, del PSOE na.
Deberíamos rechazar aquella
respuesta tan vejatoria que dio el tribunal de Schleswig-Holstein a la
euroorden del juez Llarena. Con todo, tras esa negativa insólita, don Mariano alabó
el comportamiento “virtuoso” del gobierno alemán (hasta Felipe González expreso
la “impertinencia arrogante” de la ministra Katarina Barley). Encima piden
información complementaria, en extraña providencia, para estudiar la extradición
solo por malversación. En esta coyuntura apareció el lenguaraz Montoro
corrigiendo las tesis del juez. ¿Cómo puede ser tan inoportuno? Por su lado,
Zoido coloca a dos independentistas para dirigir la escuela de Mossos. Estúpido
es quien comete estupideces.
Por fas o por nefas, el
gobierno central se empeña en exteriorizar cierta seducción, complacencia, tal
vez complicidad, con el tema catalán. Parecerá increíble, pero los ciudadanos
lo advierten y los hechos constatan los peores presagios. ¿Implicará alta
escuela política? ¿Será, como en otras ocasiones, empezar un fuego para apagar
otros? Quizás constituyan estrategias de largo alcance y difícil visionado.
Vete a saber. De momento, me mantengo en mis trece: son cómplices del independentismo
o cretinos temerarios.
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