El recoveco de la
Historia se muestra incisivo, inequívoco-probablemente pedagógico- a través de los
dichos populares. Desde siempre las propias experiencias sentaron cátedra.
Tanto que nadie osa poner en cuestión tan heterodoxas enseñanzas. Suele decirse
que “los refranes cantan” en el sentido de ajustarse cual aro al anular (en
palabras parecidas de mi amigo, corrector y maestro, Ángel). Sin embargo,
algunos de ellos flagelan sin piedad a sus hipotéticos autores. “Afanes y refranes,
herencia de segadores y gañanes” define, creo yo, más bien oficios que
encarnaduras peyorativas. Los autores, gente juiciosa -avispada al menos-
rechaza tirar “cantos a su tejado” que es propio de tontos. Indican con total
contundencia el origen popular, escaso de ataduras academicistas, del aforismo.
Así gana en viveza, operatividad y comprensión. Cumple, a su vez, con el
objetivo previsto: dar pautas para conducir vida y milagros del individuo.
Refractario a
conquistar el grado de excelsitud que indica el proverbio “hombre refranero,
medido y certero”, me propongo interrelacionar manifestaciones y refranes.
Conocidos son los desbarres frecuentes, casi endémicos, que notorios políticos
coleccionan con asombrosa profusión y frenesí. Exceden a cualquier sigla porque
“en abundancia de agua, el tonto tiene sed”. Resulta difícil encontrar un
hábitat con tan excepcional fauna. Lo condensamos en la élite política, pero el
ciudadano de a pie le va a la zaga. Ignoro si tal marco viene potenciado por
una sana o insana competencia. Es indudable, al mismo tiempo, que la osadía del
ignorante es ilimitada. Aunque la epidemia es vasta, amén de virulenta, hay
personajes que su inmoderación les hace rebosar las alforjas. Incluso, como
apuntaba Fernández Flórez, hay políglotas que dicen sandeces en varios idiomas.
Un caso de los más
inmediatos, si no el último, fue protagonizado -¿cómo no?- por el jerarca de
Podemos Juan Carlos Monedero. Tocado por esa aura de complacencia que confiere su
brillo discursivo, a punto de alcanzar el nirvana –si se me apura, y con la
misma cata con que muestra su brillantez mental, el éxtasis- dicho preboste
podemita comparó a los nazis con el PP. Aplicándole un parche poroso (aun por
oso) para mitigar ocultas dolencias y tratando injustamente al partido que
gobierna, merece el: “le dijo la sartén al cazo …”. Considero inadmisible
eximir o excusar tal barbaridad a la sombra del forcejeo electoral. Hay líneas
que un demócrata no debe trasponer. Tildar al rival de extremista para redimir
nuestra conciencia del mismo lastre, cae dentro de la estrategia sombría
realizada por Goebbels; como se sabe, un demócrata de toda la vida. Constituye
la materialización del famoso dicho, quizás exabrupto: los pájaros (por favor,
no apliquen doble lectura) tiran a las escopetas. ¿Creen ustedes que si
gobernara Podemos, Cospedal -verbigracia- hubiera podido referir impunemente
algo parecido? Las cosas son como son, a pesar de Monedero y sus afirmaciones gravísimas
para la convivencia democrática.
A veces, la anécdota
sustituye a la categoría. El Parlamento andaluz, su constitución, dejó un
rastro de luz clarificadora. Prurito aparte, regatear un miembro más o menos en
la mesa me parece, además de pugna bizantina, discutir por algo que salva el
espacio territorial. Acaso tenga imbricaciones que exceden a la mera
contingencia electiva y autonómica. Las pasiones, esa supeditación al ADN
personal o doctrinal, descubren de manera incontestable virtudes y defectos.
“Mira de qué presumes y te diré de qué careces” quiebra el intento de la señora
Díez por aparentar aptitudes (léase con rigor) y talante. Santa Lucía guarde la
vista a aquellos analistas que adivinaban en la presidenta andaluza el relevo
de Pedro Sánchez. La oportunidad del adelanto electoral, los dos debates
televisivos y la actitud tras su pírrica victoria, revelan una competencia encogida,
mísera.
Las postreras
elecciones generales las perdió el PSOE. Las venideras, Rajoy. En dos mil once,
el PP se topó con una desesperanza general. Obtuvo mayoría absoluta a la manera
de quien gasta el último cartucho con poca fe. Expedito de alternativas, disfrutó
de un paseo providencial; inmerecido, cómodo, gratificante. Hoy ya no queda munición,
se ha gastado en salvas. El PSOE cree tocar la victoria porque su postiza metamorfosis
lo convierte nuevamente en tierra de promisión. Finge ignorar a Podemos y
Ciudadanos que buscan, a dentelladas, su lugar al sol. “Antes que acabes no te
alabes” debería ser el axioma de referencia para Pedro Sánchez. Con
inteligencia y tino, sustitutivos de pan y vino, iniciará mejor camino. Estimo que
mil refranes con el mensaje anterior no harían mella en la cargante, osada e
ilusa prepotencia de Pablo Iglesias.
Bernard Shaw, astuto
observador, aseguraba que “los perros no molestan hasta que ladran y los necios
hasta que hablan”. Estoy seguro de que el ilustre escritor conocía bien a los
perros. Me asombra, no obstante, que caracterizara tan acertadamente a los políticos
españoles.
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