viernes, 6 de marzo de 2015

VOX, CIUDADANOS Y PODEMOS ALTERNATIVAS DISTANCIADAS



Una concepción antiestética de la política, degenerada en pragmatismo amoral, ocasiona el famoso desapego que indican todas las encuestas. Sin olvidar el efecto significativo de la crisis, al ciudadano le afecta profundamente esa actitud desdeñosa, lejana, que suelen desplegar nuestros próceres. Cuando el individuo se siente relegado por quienes dicen servirle, en justa correspondencia, él debiera resarcirse siempre con la deserción. Se llega así al marco actual de coexistencia. Los políticos no cuentan con el administrado y este reduce su frustración negándoles validez, amén de notoriedad. Luego, en una competición de maquillaje, aquellos proclaman fatuas enmiendas mientras estos parecen recuperar la fe desparramada. Poco a poco, alimentan cismas irreconciliables. Solo el dogma, cierta incultura y la falta de horizonte, obliga al votante a cerrar los ojos e inclinar el testuz. Como compensación o contrapunto, durante cuatro años aireará toda clase de lindezas. Vano e ineficaz alarde.

Se sospecha que las siglas tradicionales, PP, PSOE, IU, PNV, CiU, etc. han perdido pujanza. Un epíteto colectivo, maldito (casta), los deteriora tanto como sus propias lagunas. Presuntos protagonistas de la corrupción y rapiña que descorazona el país, ofrecen -aparte su entraña antisocial, delictuosa- una base débil, erosiva: pies de barro. Han canjeado el revestimiento sobrio, decente, inestimable, por perifollos cautivadores que repugnan cuando se descubre el fraude. Llevan fechas escarbando su suelo electoral. Todos registran una vocación subterránea; la cota cero ya empieza a serles objetivo inalcanzable. Sin embargo, alimentan ligeras esperanzas mientras las encuestas no confirmen una extinción más que merecida. Si acaso, se salvan IU y PNV. ¿Qué hados tornadizos, enredadores, pilluelos, permitieron semejante conjunción de líderes indigentes? ¿España, sus gentes, merece tales políticos? Ustedes dirán. Desde mi punto de vista, esta caterva grotesca, no.

Proclamo el trascendental papel jugado por Suárez, Felipe González, Fraga o Carrillo. Menos evidente fue el de Aznar, pese a los logros económicos, cuyo epílogo produjo a medio plazo un endeudamiento salvaje y una burbuja de terroríficos alcances. Zapatero e incluso Rajoy, por distintos motivos, conforman la etapa más lamentable de nuestra Historia reciente. Me quedo corto; a lo largo de dos siglos, al menos. Políticos nacionalistas propiciaron mayorías gubernativas estables de manera encubridora, usurera, indecente. Quienes pecaron por aquellos acuerdos leoninos, no obstante, fueron PSOE y PP. Al final, hemos descubierto que algunos se fundieron con símbolos patrios para perpetrar impunemente abundantes bajezas. Los demás han ido acumulando delitos y propiedades a la chita callando. Es asombroso que un país, pese a su sistema judicial un tanto “plegable”, supere los mil y un altos cargos -políticos o gubernativos- imputados. La reforma, no la sustitución revolucionaria, se hace imprescindible.

Cuatro décadas de manipulación, inclusive mediática, ha configurado una conciencia social deformada. Su génesis, en buena parte, procede de los herederos del franquismo. Escrúpulos o ambiciones irredentas les obligaron a abjurar de su doctrina primigenia. Tiempo atrás, todo el mundo comulgaba con la derecha oficial, impuesta. Era fruto de aquella inercia remisa, sedante, después de los percances sufridos en la Guerra Civil. Unos pocos románticos izquierdosos -ajenos a actividades cruentas- sufrían el desprecio absurdo y purificador; quizás algo cobarde. Hoy han cambiado las tornas. Se tiene ojeriza a la derecha mientras la izquierda goza de reputación e indulgencia. Esta tiene bula social para colocarse donde le dé la gana, incluso próxima al extremo por radical que sea. Va siendo hora de aplicar el aforismo: “Ni tanto ni tan calvo”, de desatender maliciosos influjos para concurrir a una meta común. Sin ser conscientes, cabalgamos a lomos de un extravío funesto. Quizás cuando recuperemos el sentido sea demasiado tarde. Para entonces, de nada nos servirán las lamentaciones. El hombre, aun conociendo la Historia, tropieza dos veces en la misma piedra. ¡Cuidado!

Es prioritario resolver el problema político, asimismo doctrinal. Puedo aceptar que PP y PSOE constituyen un lastre definitivo. Restan Vox, Ciudadanos UPyD, IU, Podemos y otros partidos con nula entidad. Vox sufre el embate del infundio y la malquerencia. De naturaleza liberal-conservadora, podría ser hija casta del PP y su heredera. Ciudadanos, solo o en compañía de UPyD, gestaría una socialdemocracia precursora y moderna en España. IU debe escapar de las garras de Podemos. Es una sigla democrática e indispensable. Podemos constituye una aventura populista, oportuna. Descubierto su verdadero rostro, tenderá a desvanecerse en una nación moderada inserta en un ámbito supranacional moderado. Europa no alberga experimentos pueriles.

Mis conciudadanos deben saber que la revolución, ahora, es un cruce seguro hacia la miseria y el antojo. Podemos no ha demostrado nada maligno, pero tampoco benigno, exitoso. La Historia, no obstante, enseña -sin excepción- qué consecuencias trajeron todos los populismos en China, Rusia, Italia, Alemania, Argentina, Cuba, Camboya, Venezuela, etc. Expone también los frutos obtenidos en países democráticos al estilo de Inglaterra, Francia, Suecia, Dinamarca… Hay que arrojar lo que no sirve, lo que estorba; pero arramblar con lo hecho es tan absurdo como hundir un edificio porque alguna pared tenga humedad. Necesitamos correcciones, no anacronismos. Podemos, desde luego, obstruye el camino hacia el bienestar. El resto de siglas puede y debe dejarlo expedito.

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