sábado, 4 de junio de 2011

CONFUNDIR LA VELOCIDAD CON EL TOCINO


La última reunión del Comité Federal socialista -ese concilio alabanero, epílogo patético al descalabro electoral- resultó sorprendente. Su raquitismo les hizo sustituir la crítica, el oportuno análisis, por una especie de pócima que, sin curar el mal, evitase los previsibles estragos evidenciados en la enfermedad. Fue curioso advertir como ambos mandamases, coautores directos de la agonía económica y del oprobio político, disfrutasen ufanos (cual cataplasma lenitiva) del discurso lisonjero. Uno y otro, recíprocamente, se intitularon atletas. Con poca fe, o ayunos de ella, el presidente (para la ocasión telonero) evocó al antaño velocista Rubalcaba y éste (convertido en oficiante) confirma a Zapatero corredor de fondo; en mi opinión, hace tiempo desfondado. Suplieron el contrito y necesario examen de conciencia por esa banalidad retórica.

 Incursos arteramente en los senderos de la velocidad, me produjeron una apetencia infrecuente de escrutar tales comportamientos, aprestaron mi ánimo a escrupulosas lucubraciones. El error, involuntario o menos, al igual que cualquier ente abstracto es inconmensurable, huérfano de toda medida. Sin embargo, hay lugares donde al protagonista del yerro mayúsculo, inmenso, se le espeta desdeñosamente el siguiente latiguillo lacerante: "confunde la velocidad con el tocino". Semejante reproche impera, al menos, en la Manchuela conquense. Significa una metedura de pata garrafal, infinita; sólo aplicable a personas irreflexivas, insolventes e incluso subyugadas por ardor vicioso.

 El 22 M sirvió para poco, aparte cambiar el color político del mapa nacional. Pobre negocio si la corrección afecta únicamente al tono cromático. Los socialistas no han entendido (no quieren entender) el mensaje que expresaron las urnas con meridiana nitidez. Ellos, tan demócratas, hacen caso omiso a los ciudadanos. Pidieron renovación, cambio de rumbo, y les responden, obcecados, aferrándose desesperadamente al poder o, en el colmo de la sordera, retrotrayéndose resucitando un estilo opaco y un líder maquiavélico, déspota, digno de olvido. Siguen pensando, a pesar del varapalo, que el personal es imbécil, olvidadizo, inconsistente. El 22 M constata, superada la bambolla (esto ha resultado) preelectoral de los "indignados", que son ellos los majaderos. Su torpeza para gestionar el país se agrava sobremanera porque han malgastado la credibilidad inicial. Los desvelos que prodigan, acompasados por voces adscritas a la consigna, ya no convencen a nadie, pues  el movimiento hay que demostrarlo andando, nunca parado. Menos si confían para conseguirlo en quien todos le reconocen rey de la tramoya, burlador impenitente y cínico irredento. Están enterrando la ilusión colectiva iniciada allá por los años ochenta. ¿Cómo puede generar optimismo quien es corresponsable, en dos gobiernos diferentes, de sendas situaciones ruinosas?

 El PP, por su parte, adolece del mismo achaque. Sigo sin entender en qué méritos se fundamentan para creerse ganadores. El diagnóstico proviene incorrecto. El español suele votar a la contra, con las vísceras, sin cabeza. El PP no ha ganado nada; el PSOE ha perdido todo. Al votante ya no le influye táctica agresiva alguna. Muestra su hartazgo al insulto, al dóberman, a la recuperación de las dos Españas, a la falta de programa. El reciente resultado refleja un voto de castigo más que de convencimiento. Rajoy haría bien mostrándose incisivo, pero humilde, y abandonar la torpe (asimismo falsa) intención de virar el calcetín. Sólo gobernará tres nuevas autonomías (Castilla la Mancha, Baleares y Cantabria) junto a otras tantas dudosas (Aragón y Extremadura). Los problemas de España no empiezan a resolverse con auditorías, que también; además es necesario crear empleo, cambiar la Ley Electoral, liberar la judicatura, combatir la corrupción...; en fin, regenerar la democracia. Que don Mariano proclame ahora la contención en el gasto, tras el ayuntamiento de Madrid y la Comunidad valenciana, parece, al menos, un despropósito. La incoherencia conlleva otra derrota electoral. Cuidado, al PSOE se le ha castigado por un desastroso gobierno. El votante todavía no pasó factura al PP por su equívoca oposición.

 Nuestros políticos, a lo que se viene observando, aderezan sus propios yerros con remiendos para desfigurarlos (quién sabe si pervertirlos) y hacerlos provechosos. Esfuerzo estéril. Demasiado abismo entre velocidad y tocino.

 

 

 

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